Los niños y la Liturgia: Las celebraciones de la Palabra

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«Gran importancia en la formación litúrgica de los niños y en su preparación para la vida litúrgica de la Iglesia pueden tener también las diversas celebraciones por las cuales los niños más fácilmente perciben por la misma celebración, algunos elementos litúrgicos como son: los saludos, el silencio, la alabanza común, principalmente la que se hace por el canto comunitario…»

Sagrada Congregación para el Culto Divino:
Directorio Litúrgico para las Misas con Participación de Niños
n. 13

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Como su nombre indica, las Celebraciones de la Palabra son una fiesta en torno a la Palabra de Dios. Ya, en el Antiguo Testamento, celebrar la vida era celebrar la fe. Dios mismo quiere que las alegrías del pueblo sean su alegría, sean su fiesta. (Ex 23, 14-16; Dt 16, 1-16)

Las celebraciones de la Palabra son actividades privilegiadas del encuentro con Dios. Son momentos de intenso contacto con Él. Se entroncan en la vida litúrgica de la Iglesia. Constituyen una auténtica iniciación litúrgica y preparan para la gran celebración de acción de gracias: la Eucaristía.

Desde el punto de vista de la fe, las celebraciones de la Palabra se distinguen, al igual que los sacramentos, de las celebraciones profanas por su eficacia. Las celebraciones profanas o comunes se limitan a recordar hechos pasados y dar gracias por ellos. En cambio, las celebraciones religiosas no sólo reviven, de una manera siempre nueva, lo que se celebra sino que también realizan lo que están significando. Dios realmente se hace presente y actúa en cada celebración del pueblo reunido en su amor.

Las celebraciones de la Palabra tienen como objetivo establecer un contacto personal y comunitario con Dios. Por eso no deben perder el sentido de fiesta, de encuentro, de lo sagrado, de memoria viva (anamnesis).


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a) El sentido de fiesta y encuentro

Niños y niñas, también los grandes, deben percibir que toda Celebración de la Palabra nos introduce en el sentido de la fiesta. No, tomada exclusivamente como diversión, sino en su sentido más profundo: lo celebrativo.

En este mundo tan acelerado y alocado en que vivimos, es necesario rescatar junto a los niños el sentido auténtico de la fiesta. Ésta no consiste en un exceso de ruido, volumen atronador y experiencias de desenfreno; sino por el contrario, de fiesta constituye un motivo de encuentro, de reunión para celebrar algo y agradecer por ello a Dios nuestro Padre.

Obviamente, que toda fiesta implica alegría y pasarla bien todos los que nos reunimos para celebrar algo. Es tiempo, pues, de rescatar las sanas y auténticas manifestaciones festivas que se encuentran enraizadas en las costumbres familiares, escolares, populares, etc. A los niños y niñas, siempre les debe quedar claro que lo más importante es el encuentro de la gente que se quiere y se reúne para festejar algo. Por sobre la forma y lo exterior, deben captar que lo central es la gente y lo que se celebre; todo lo otro debe estar en función de esto y no, viceversa.


b) El sentido de lo sagrado y memoria viva

Por otra parte, en el caso de las Celebraciones de la Palabra, es preciso rescatar y profundizar el sentido de lo sagrado. Toda celebración religiosa no debe perder de vista el hecho de que, de alguna manera u otra, nos introduce en el misterio. Es decir, que cuando el pueblo de Dios se reúne para celebrar las maravillas que el mismo Dios ha hecho por nosotros, todos los presentes debemos sentirnos unidos compartiendo la misma fe, incluso los niños.

Esta es la razón por la que en todas las celebraciones aparecen signos y gestos sagrados que nos sugieren sobre las cosas de Dios. Precisamente, los signos nos introducen en una realidad que los supera y desborda. La Iglesia Católica, desde hace siglos, ha venido realizando y profundizando diferentes signos sagrados que expresan nuestra relación con Dios. Entre esos signos, algunos dejados por el mismo Jesús, como los sacramentos, conforman el corazón mismo de la Liturgia.

Los niños y niñas deberán comprender e internalizar que muchos de estos signos sagrados forman parte de la Tradición de la Iglesia conforman la memoria viva de la comunidad; es decir, del tesoro viviente que han venido transmitiendo las generaciones de cristianos desde la época de Jesús. Una tarea insoslayable de la iniciación litúrgica consistirá en realizar una catequesis adecuada de los signos y gestos sagrados; tarea que se facilita mucho y puede desarrollarse a través de las Celebraciones de la Palabra.

(De la Serie «Los niños y la Liturgia», columna 4.ª)

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