Evangelio del día: La tempestad calmada

por

Catequesis en familia - Inicio 5 Catequesis familiar 5 La Biblia 5 Evangelio del día: La tempestad calmada

Marcos 4, 35-41. Sábado de la 3.ª semana del Tiempo Ordinario. ¡No tener miedo y mirar siempre al Señor!

Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?». Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: II Samuel 12, 1-7a, 10-17

Salmo 50

Oración introductoria

Señor, aunque creo tener fe, necesito de tu gracia para acrecentarla porque me parezco a tus discípulos, ante los problemas y angustias me acobardo. Te suplico que esta oración me ayude a creer con fe viva en tu nombre, a actuar mi fe de manera filial, recordando que Tú eres un Padre que vela con infinita ternura sobre mí. Ayúdame a descubrir tu mano amorosa detrás de todo, porque Tú sólo buscas mi bien.

Petición

Señor, te pido me concedas caminar por la senda de una fe viva, operante y luminosa.

Meditación del Santo Padre Francisco

El temor, sin embargo, no es un buen consejero. Jesús muchas veces, ha dicho: «¡No tengan miedo!». El miedo no nos ayuda. La cuarta actitud es la gracia del Espíritu Santo. Cuando Jesús trae la calma al agitado mar, los discípulos en la barca se llenaron de temor. Siempre, ante el pecado, delante de la nostalgia, ante el temor, debemos volver al Señor.

Mirar al Señor, contemplar al Señor. Esto nos da estupor, tan hermoso, por un nuevo encuentro con el Señor. «Señor, tengo esta tentación: quiero quedarme en esta situación de pecado; Señor, tengo la curiosidad de saber cómo son estas cosas; Señor, tengo miedo». Y ellos vieron al Señor: «¡Sálvanos, Señor, estamos perdidos!». Y llegó la sorpresa del nuevo encuentro con Jesús. No somos ingenuos ni cristianos tibios, somos valientes, valerosos. Somos débiles, pero hay que ser valientes en nuestra debilidad. Y nuestro valor muchas veces debe expresarse en una fuga y no mirar hacia atrás, para no caer en la mala nostalgia. ¡No tener miedo y mirar siempre al Señor!

Santo Padre Francisco: Valientes en la debilidad

Homilía del martes, 2 de julio de 2013

Meditación del Santo Padre Benedicto XVI

Dedicó todas sus energías al servicio de una Iglesia lo más conforme posible a su Señor Jesucristo, de modo que, al encontrarse con ella, el hombre contemporáneo pudiera encontrarse con Jesús, porque de él tiene necesidad absoluta. Este es el anhelo profundo del concilio Vaticano II, al que corresponde la reflexión del Papa Pablo VI sobre la Iglesia. […] Muchos dijo— esperan del Papa gestos clamorosos, intervenciones enérgicas y decisivas. El Papa considera que tiene que seguir únicamente la línea de la confianza en Jesucristo, a quien su Iglesia le interesa más que a nadie. Él calmará la tempestad… No se trata de una espera estéril o inerte, sino más bien de una espera vigilante en la oración. Esta es la condición que Jesús escogió para nosotros a fin de que él pueda actuar en plenitud. También el Papa necesita ayuda con la oración.

Santo Padre Benedicto XVI

Homilía del domingo, 8 de noviembre de 2009

Catecismo de la Iglesia Católica, CEC

LA VIDA EN CRISTO

1691. “Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios” (San León Magno, Sermo 21, 3)).

1692 El Símbolo de la fe profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra de su creación, y más aún, por la redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los sacramentos lo comunican: por “los sacramentos que les han hecho renacer”, los cristianos han llegado a ser “hijos de Dios” (Jn 1,12 ;1 Jn 3,1), “partícipes de la naturaleza divina” (2 P1,4). Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva dignidad, son llamados a llevar en adelante una “vida digna del Evangelio de Cristo” (Flp 1,27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello.

1693 Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (cf Jn 8,29). Vivió siempre en perfecta comunión con Él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la mirada del Padre “que ve en lo secreto” (Mt 6,6) para ser “perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

1694 Incorporados a Cristo por el bautismo (cf Rm 6,5), los cristianos están “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,11), participando así en la vida del Resucitado (cf Col 2,12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (cf Jn 15,5), los cristianos pueden ser “imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor” (Ef 5,1.), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con “los sentimientos que tuvo Cristo” (Flp 2,5.) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13,12-16).

1695 “Justificados […] en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co 6,11.), “santificados y llamados a ser santos” (1 Co 1,2.), los cristianos se convierten en “el templo […] del Espíritu Santo”(cf 1 Co 6,19). Este “Espíritu del Hijo” les enseña a orar al Padre (Ga 4, 6) y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar (cf Ga 5, 25) para dar “los frutos del Espíritu” (Ga 5, 22.) por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación espiritual (cf. Ef 4, 23.), nos ilumina y nos fortalece para vivir como “hijos de la luz” (Ef 5, 8.), “por la bondad, la justicia y la verdad” en todo (Ef 5,9.).

1696 El camino de Cristo “lleva a la vida”, un camino contrario “lleva a la perdición” (Mt7,13; cf Dt 30, 15-20). La parábola evangélica de los dos caminos está siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las decisiones morales para nuestra salvación. “Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la muerte; pero entre los dos, una gran diferencia” (Didaché, 1, 1)

1697 En la catequesis es importante destacar con toda claridad el gozo y las exigencias del camino de Cristo (cf CT 29). La catequesis de la “vida nueva” en Él (Rm 6, 4.) será:

— una catequesis del Espíritu Santo, Maestro interior de la vida según Cristo, dulce huésped del alma que inspira, conduce, rectifica y fortalece esta vida;

— una catequesis de la gracia, pues por la gracia somos salvados, y también por la gracia nuestras obras pueden dar fruto para la vida eterna;

— una catequesis de las bienaventuranzas, porque el camino de Cristo está resumido en las bienaventuranzas, único camino hacia la dicha eterna a la que aspira el corazón del hombre;

— una catequesis del pecado y del perdón, porque sin reconocerse pecador, el hombre no puede conocer la verdad sobre sí mismo, condición del obrar justo, y sin el ofrecimiento del perdón no podría soportar esta verdad;

— una catequesis de las virtudes humanas que haga captar la belleza y el atractivo de las rectas disposiciones para el bien;

— una catequesis de las virtudes cristianas de fe, esperanza y caridad que se inspire ampliamente en el ejemplo de los santos;

— una catequesis del doble mandamiento de la caridad desarrollado en el Decálogo;

— una catequesis eclesial, pues en los múltiples intercambios de los “bienes espirituales” en la “comunión de los santos” es donde la vida cristiana puede crecer, desplegarse y comunicarse.

1698. La referencia primera y última de esta catequesis será siempre Jesucristo que es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Contemplándole en la fe, los fieles de Cristo pueden esperar que Él realice en ellos sus promesas, y que amándolo con el amor con que Él nos ha amado realicen las obras que corresponden a su dignidad:

«Te ruego que pienses […] que Jesucristo, Nuestro Señor, es tu verdadera Cabeza, y que tú eres uno de sus miembros […]. Él es con relación a ti lo que la cabeza es con relación a sus miembros; todo lo que es suyo es tuyo, su espíritu, su corazón, su cuerpo, su alma y todas sus facultades, y debes usar de ellos como de cosas que son tuyas, para servir, alabar, amar y glorificar a Dios. Tú eres de Él como los miembros lo son de su cabeza. Así desea Él ardientemente usar de todo lo que hay en ti, para el servicio y la gloria de su Padre, como de cosas que son de Él» (San Juan Eudes, Le Coeur admirable de la Très Sacrée Mère de Dieu, 1, 5: Oeuvres completes, v.6).

«Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21).

Catecismo de la Iglesia Católica

Propósito

Ante las dificultades, preocupaciones y angustias, decir la jaculatoria: ¡Jesús, en ti confío!

Diálogo con Cristo

Señor, la tormenta más grande que debo combatir diariamente es el pecado. Necesito esforzarme constantemente para no caer en la tentación y decidirme, con entusiasmo y confianza, a conquistar la santidad mediante la caridad. Por eso te pido me ayudes a ser perseverante en mis propósitos.

*  *  *

Evangelio del día en «Catholic.net»

Evangelio del día en «Evangelio del día»

Evangelio del día en «Orden de Predicadores»

Evangelio del día en «Evangeli.net»

*  *  *





II Samuel 12, 1-7a, 10-17
Novedad
Cuadernos, recursos y guía
Amigos de Jesús
La Biblia de los más pequeños
Cuentos de Casals
Recomendamos
Editorial Combel
Editorial Casals