Evangelio del día: La fe es como un grano de mostaza

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Mateo 17, 14-20. Sábado de la 18.ª semana del Tiempo Ordinario. Para permanecer en el Señor —para permanecer en el amor— es necesario el Espíritu Santo —por parte de Dios—; y por nuestra parte: confesar la fe que es un don y confiarse al Señor Jesús para adorar, alabar y ser personas de esperanza.

Cuando se reunieron con la multitud se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: «Señor, ten piedad de mí hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar». Jesús respondió: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí». Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento, quedó curado. Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». «Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: «Trasládate de aquí a allá», y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Deuteronomio, Dt 6, 4-13

Salmo: Sal 18(17), 2-4.47.51

Oración introductoria

Señor, me falta fe… para ser perseverante en mi oración, para amar mejor a los demás, para ser fiel a mi misión. Inicio mi oración haciendo silencio en mi corazón; no un silencio vacío, sino lleno de esperanza al estar ante ti, poniéndome humildemente ante tu presencia, con la seguridad que por el gran amor que me tienes, fortalecerás mi fe.

Petición

Jesús, dame la gracia de asimilar que la verdadera oración consiste en unir mi voluntad a la de Dios.

Meditación del Santo Padre Francisco

[Queridos hermanos y hermanas:]

[…] «¿Qué es esta fe?». El Papa Francisco recordó al respecto cómo Jesús hablaba de la fe y mostraba la fuerza de la misma, como se deduce de los episodios evangélicos de la mujer hemorroísa, de la cananea, del hombre que se acerca para pedir una curación con fe —«¡es grande tu fe!»— y del ciego de nacimiento. El Señor, recordó, «decía también que el hombre que tiene fe como un grano de mostaza puede mover montañas».

Precisamente «esta fe nos pide dos actitudes: confesar y confiarnos» dijo el Papa. Ante todo «la fe es confesar a Dios; pero al Dios que se ha revelado a nosotros desde el tiempo de nuestros padres hasta ahora: el Dios de la historia». Es lo que afirmamos todos los días en el Credo. Pero —puntualizó el Pontífice— «una cosa es recitar el Credo desde el corazón y otra como loros: creo en Dios, creo en Jesucristo, creo…». El Papa continuó proponiendo un examen de conciencia: «¿Creo en lo que digo? ¿Esta confesión de fe es auténtica o lo digo de memoria porque se debe decir? ¿O creo a medias?».

Por lo tanto, se debe «confesar la fe». Y confesarla «toda, no una parte. ¡Toda!». Pero, añadió, se debe también «custodiarla por entero como llegó a nosotros por el camino de la tradición. ¡Toda la fe!». El Pontífice indicó luego «el signo» para reconocer si confesamos «bien la fe». En efecto «quien confiesa bien la fe, toda la fe, tiene la capacidad de adorar a Dios». Es un «signo» que puede parecer «un poco extraño —comentó el Papa— porque sabemos cómo pedir a Dios, cómo dar gracias a Dios. Pero adorar a Dios, alabar a Dios es algo más. Sólo quien tiene esta fe fuerte es capaz de la adoración».

Precisamente sobre la adoración, destacó el Papa, «me atrevo a decir que el termómetro de la vida de la Iglesia está un poco bajo: nosotros, cristianos, no tenemos mucha capacidad de adorar —algunos sí—, porque en la confesión de la fe no estamos convencidos. O estamos convencidos a medias». Deberíamos, en cambio, recuperar la capacidad «de alabar y adorar» a Dios; incluso porque, añadió el Pontífice, la oración para «pedir y agradecer la hacemos todos».

En cuanto a la segunda actitud, el Papa Francisco recordó cómo «el hombre o la mujer que tiene fe se confía a Dios. Se confía. Pablo, en el momento sombrío de su vida, decía: yo sé bien de quién me he fiado. De Dios. Del Señor Jesús». Y «fiarse —afirmó— nos conduce a la esperanza. Así como la confesión de la fe nos conduce a la adoración y a la alabanza de Dios, el confiarse a Dios nos lleva a una actitud de esperanza».

Sin embargo —alertó el Pontífice— «hay muchos cristianos con una esperanza con demasiada agua», una esperanza aguada que no es «fuerte». ¿Y cuál es la razón de esta «esperanza débil»? Precisamente la falta de «fuerza y valentía para confiarse al Señor». Para ser, por el contrario, «cristianos vencedores», destacó, debemos creer «confesando la fe, y también custodiando la fe, y encomendándonos a Dios, al Señor. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.

«Para permanecer en el Señor, para permanecer en el amor —repitió— es necesario el Espíritu Santo, por parte de Dios. Pero por parte nuestra: confesar la fe que es un don y confiarse al Señor Jesús para adorar, alabar y ser personas de esperanza». El Papa Francisco concluyó la homilía con la oración que «el Señor nos haga comprender y vivir esta hermosa frase» del apóstol Juan que vuelve a proponer la liturgia: «Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe».

Santo Padre Francisco: El credo de los loros

Meditación del viernes, 10 de enero de 2014

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Quién no ve aquí descrito también precisamente nuestro mundo, en el que el cristiano está amenazado por una atmósfera anónima, por «lo que está en el aire», que quiere hacerle ver su fe como ridícula e insensata? ¿Quién no ve que existen contaminaciones del clima espiritual a escala universal que amenazan a la humanidad en su dignidad, incluso en su existencia? Los hombres, y también las comunidades humanas, parecen estar irremediablemente abandonadas a la acción de estos poderes. El cristiano sabe que tampoco puede hacer frente por sí solo a esa amenaza. Pero en la fe, en la comunión con el único verdadero Señor del mundo, se le han dado las «armas de Dios», con las que en comunión con todo el cuerpo de Cristo— puede enfrentarse a esos poderes, sabiendo que el Señor nos vuelve a dar en la fe el aire limpio para respirar, el aliento del Creador, el aliento del Espíritu Santo, solamente en el cual el mundo puede ser sanado.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Jesús de Nazaret, primera parte, p. 74.

Propósito

Rezar con mucha fe, diariamente, la oración a mi ángel custodio

Diálogo con Cristo

El ingrediente secreto para tener éxito en cualquier cosa es la fe. No es necesario nada más. Jesús, ahora veo que la oración no es opcional, sino que es el medio por el cual podemos crecer en la fe. Sólo quien reza, es decir, quien confía en Dios, con un amor filial, puede sanarse a sí mismo y a los demás.

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