A mediados del siglo II se fijó un domingo como Pascua anual, aniversario de la Pasión de Cristo. Se relacionó con la Pascua judÃa, pero sin coincidir en el mismo dÃa, ya que el Papa VÃctor (189-198), después de una intensa controversia, fijó la Pascua cristiana en el domingo siguiente al 14 de Nisán, fiesta de la Pascua judÃa.
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La Cuaresma comenzó, embrionariamente, con un ayuno comunitario de dos dÃas de duración: Viernes y Sábado Santos (dÃas de ayuno), que con el Domingo formaron el "triduo". Era un ayuno más sacramental que ascético; es decir, tenÃa un sentido pascual (participación en la muerte y resurrección de Cristo) y escatológico (espera de la vuelta de Cristo Esposo, arrebatado momentáneamente por la muerte).
Poco después la DidascalÃa habla de una preparación que dura una semana en la que se ayuna, si bien el ayuno tiene ya también un sentido ascético, es decir, de ayuno, abstinencia, sacrificio, mortificación.
A mediados del siglo III, el ayuno se extendió a las tres semanas antecedentes, tiempo que coincidió con la preparación de los catecúmenos para el bautismo en la noche pascual. Era un ayuno de reparación de tres semanas. Se ayunaba todos los dÃas, excepto el sábado y el domingo.
A finales del siglo IV se extendió el triduo primitivo al Jueves, dÃa de reconciliación de penitentes (al que más tarde se añadió la Cena EucarÃstica), y se contaron cuarenta dÃas de ayuno, que comenzaban el domingo primero de la Cuaresma. Como la reconciliación de penitentes se hacÃa el Jueves Santo, se determinó, al objeto de que fueran cuarenta dÃas de ayuno, comenzar la Cuaresma el Miércoles de ceniza, ya que los domingos no se consideraban dÃas de ayuno. AsÃ, la preparación pascual se alargó en Roma a seis semanas –también con ayuno diario, excepto los dÃas indicados, es decir, sábados y domingos-, de las que quedaban excluidos el viernes y sábado últimos, pertenecientes al Triduo Sacro
Pero a finales del siglo V, los ayunos tradicionales del miércoles y viernes anteriores a ese domingo primero de cuaresma cobraron tal relieve, que se convirtieron en una preparación al ayuno pascual.
Durante los siglos VI-VII varió el cómputo del ayuno. De este modo, se pasó de una Cuadragésima (cuarenta dÃas: del primer domingo de cuaresma hasta el Jueves Santo, incluido), a una Quinquagésima (cincuenta dÃas, contados desde el domingo anterior al primero de Cuaresma hasta el de Pascua), a una Sexagésima (sesenta dÃas, que retroceden un domingo más y terminan el miércoles de la octava de Pascua) y a una Septuagésima (setenta dÃas, ganando un domingo más y concluyendo el segundo domingo de Pascua). Este periodo tenÃa carácter ascético y debió introducirse por influjos orientales.
Esta evolución cuantitativa se extendió también a las celebraciones. En efecto, la Cuaresma más antigua en Roma sólo tenÃa como dÃas litúrgicos los miércoles y los viernes; en ellos, reunida la comunidad, se hacÃa la "statio" cada dÃa en una iglesia diferente. En tiempos de san León (440-461), se añadieron los lunes. Posteriormente, los martes y los sábados. El jueves vendrÃa a completar la semana, durante el pontificado de Gregorio II (715-731).
Al desaparecer la penitencia pública, se expandió por toda la cristiandad, desde finales del siglo XI, la costumbre de imponer la ceniza a todos los fieles como señal de penitencia.
Por tanto, la Cuaresma como preparación de la Pascua cristiana se desarrolló poco a poco, como resultado de un proceso en el que intervinieron tres componentes: la preparación de los catecúmenos para el bautismo de la Vigilia Pascual, la reconciliación de los penitentes públicos para vivir con la comunidad el Triduo Pascual, y la preparación de toda la comunidad para la gran fiesta de la Pascua.
Como consecuencia de la desaparición del catecumenado (o bautismo de adultos) y del itinerario penitencial (o de la reconciliación pública de los pecadores notorios), la Cuaresma se desvió de su espÃritu sacramental y comunitario, llegando a ser sustituida por innumerables devociones y siendo ocasión de "misiones populares" o de predicaciones extraordinarias para el cumplimiento pascual, en las que –dentro de una atmósfera de renuncia y sacrificio- se ponÃa el énfasis en el ayuno y la abstinencia.
Con la reforma litúrgica, después del Concilio Vaticano II (1960-1965), se ha hecho resaltar el sentido bautismal y de conversión de este tiempo litúrgico, pero sin perder la orientación del ayuno, la abstinencia y las obras de misericordia.
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Fuente original: La liturgia de la Cuaresma
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