
Falso argumento: «El uso moderado de la pornografía puede ser terapéutico».
Algunos defienden la postura de que los actos sexuales, en general, y el uso de la pornografía, en particular, satisfacen la más básica de las necesidades humanas. Esta postura propone que la pornografía puede proporcionar una cierta medida de satisfacción humana y de consuelo para quienes encuentran que la intimidad en el matrimonio es imposible o, por lo menos, inexistente. Se citan ejemplos de cónyuges separados por la distancia, hombres y mujeres solteros que todavía no pueden casarse, esposos y esposas carentes repentinamente de intimidad conyugal por causa de la edad o de enfermedad. En cada uno de estos casos, el logro de un cierto grado de satisfacción humana (es decir, sexual), aun si es inferior a la verdadera intimidad conyugal, se ofrece como alivio temporal para una persona que anhela el contacto humano.
Esta opinión presupone que la actividad sexual en sí o el acto de ver a otros que participan en ella es de alguna manera de la misma naturaleza que la verdadera intimidad humana. De hecho, la intimidad a la que aspiran todas las personas es la antítesis de la experiencia explotadora y deshumanizante del uso de imágenes pornográficas. En lugar de proporcionar consuelo o satisfacción, el uso de pornografía no solo conduce inevitablemente a experiencias insatisfactorias repetidas, sino que exige una intensificación del estímulo. Cada intensificación y cada experiencia degradan y desensibilizan al espectador con respecto a la belleza y la nobleza de la persona humana.
En lugar de proporcionar un cierto toque de intimidad humana, el uso continuo de imágenes pornográficas limita las posibilidades de la persona y aun la capacidad de lograr intimidad con otra persona. ¿Cómo es posible iniciar una relación de amor y respeto cuando la preparación para este encuentro humano se basa únicamente en una «necesidad» carnal? ¿Cómo se puede lograr la confianza necesaria para la verdadera intimidad si los actos están determinados por deseos secretos? El uso de material pornográfico deteriora las verdaderas cualidades humanas que hacen posible la intimidad: en particular, el respeto, la confianza y la disposición a sacrificarse por el otro.
Las mismas personas que presentan la satisfacción de las necesidades biológicas como intimidad también presentan la fidelidad como un sacrificio demasiado oneroso para cumplirlo. Todas las parejas casadas viven periodos en los que la intimidad conyugal no es posible. Para algunas, estas épocas pueden ser prolongadas. Presentar esa privación como excusa para el uso de material pornográfico es degradar la promesa de fidelidad en la cual se basa cualquier matrimonio. Aceptar la pornografía como sustituto de la intimidad conyugal es una admisión tácita de que el cónyuge es un medio de satisfacer «necesidades» biológicas en lugar de un compañero en la comunión del amor humano.
Algunas personas luchan con tentaciones compulsivas y, a veces, obsesivas de impureza. En un intento erróneo por controlar esas tentaciones, pueden recurrir al uso de pornografía como «el menor de dos males». Este uso de la pornografía se justifica erróneamente como una «válvula de escape» que permite satisfacer estos deseos compulsivos de una forma que no es nociva puesto que solo afecta a la persona. En esta racionalización se entiende equívocamente el verdadero daño causado por el pecado.
Si bien proporciona un aparente alivio de las tentaciones, el uso de pornografía por esas personas solamente sirve para alimentar más sus impulsos obsesivos.
De una forma similar, algunas personas luchan contra las tentaciones que son peligrosas y destructoras: atracción por personas del mismo sexo, atracción por personas jóvenes y fantasías sádicas. Con la esperanza de mantener estas tentaciones en secreto, dichas personas suelen recurrir a la pornografía como forma de controlar sus impulsos. Este engaño alimenta las tentaciones en lugar de reprimirlas. La discontinuidad entre la persona pública y la persona privada se amplía hasta el punto en que la fantasía no se puede separar de la realidad. De hecho, es a menudo el uso de esta pornografía «fetichista» la que solidifica la tentación en lugar de aliviarla. El uso repetido de imágenes y fantasías pornográficas transforma la tentación en una clase de profecía que por su propia naturaleza contribuye a cumplirse. El que recurrió a la pornografía para escapar de la tentación se convierte en la encarnación de esa tentación.
No puede haber un uso «moderado» de la pornografía como tampoco puede haber un uso «moderado» del odio o del racismo. Presentar esa posibilidad es aceptar una caída en el mal, paso a paso. Cualquier alivio aparente será efímero y las consecuencias duraderas harán que la resistencia futura sea aún más difícil y que posiblemente se intensifique hasta convertirse en una adicción.
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Fuente original: Pornografía: un ataque al templo de Dios vivo
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