«Así pues, teniendo en cuenta los progresos de las ciencias psicológicas, pedagógicas y didácticas, a los niños y adolescentes se les ha de ayudar para que desarrollen armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales; para que adquieran gradualmente un más perfecto sentido de responsabilidad en el cultivo acertado de su propia vida, a base de esfuerzos continuados y en la consecución de la verdadera libertad, superando los obstáculos con ánimo esforzado y constante (…).
»Igualmente el Santo Concilio declara que tanto los niños como los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal, y también a conocer y a amar a Dios con más perfección». (Gravissimum Educationem Momentum, n. 1).
Un viejo aforismo pedagógico afirma que para enseñar latín a Juan hay que conocer el latín y conocer a Juan. Conocer a la persona es, por tanto, condición imprescindible para formarla mejor. Esta es la intención del presente apartado.