Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados.
Salmo 50, 1-8
La contrición como «un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante». La definición implica tres actos de la voluntad: dolor del alma, aborrecimiento del pecado, propósito. La contrición es el elemento primario y más necesario del sacramento de la penitencia y fue en todos los tiempos condición indispensable para obtener el perdón de los pecados.
Si queréis profundizar y tener un conocimiento doctrinal sólido, os recomendamos leeros estos artículos en el orden que os presentamos, los cuales exponen el magisterio de la Iglesia:
Propiedades de la contrición
La contrición saludable ha de ser interna, sobrenatural, universal y máxima en cuanto a la valoración.
Interna: cuando es acto del entendimiento y de la voluntad. Pero por ser parte del signo sacramental, debe manifestarse también al exterior.
Sobrenatural: cuando se verifica bajo el influjo de la gracia actual (Cf Catecismo 2000 y 2001) y se concibe el pecado como una ofensa a Dios (atención porque esto es muy importante: hay gente que se confiesa de sus «fallos», pero no ven en sus pecados una ofensa personal a Dios: hay que hacer una verdadera catequesis hoy en este campo). El arrepentimiento puramente natural no tiene valor saludable (Dz. 813,1207).
Universal: cuando se extiende a todos los pecados graves cometidos. No es posible que un pecado mortal se perdone desligado de todos los demás.
Máxima en cuanto a la valoración: cuando el pecador aborrece el pecado como el mayor mal y está dispuesto a sufrir cualquier mal antes que ofender a Dios de nuevo con culpa grave.
Fuente original: Gloria TV
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