Acabamos de celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. El Viernes Santo se nos revela el gran amor de Dios en su Hijo, que dio su vida para la salvación de todos los hombres. Al conmemorar la muerte de Cristo se experimentó dolor y tristeza, pero al mismo tiempo que vemos al crucificado también vemos a aquél quien vencerá la muerte y resucitará. Cristo crucificado, es el siervo doliente que ha soportado el peso de todas nuestras rebeldías y que, sin embargo, lo ha hecho por amor y por nuestra salvación.
Las celebraciones que se llevaron a cabo el Viernes Santo, nos hicieron poner nuestros ojos en Jesús crucificado, la cruz significa entrega total, donación, renuncia y sacrificio, sin embargo, la cruz es fuente de salvación y vida. La muerte de Jesús no es la última palabra de Dios, pues Él devuelve la vida a aquél que murió injustamente, Dios manifiesta su gran amor en la muerte y resurrección de Jesús y así en el árbol de la cruz no se encuentra la muerte, sino la vida y salvación para todos.
Durante el Sábado Santo esperamos la resurrección, no es una espera pasiva, sino un tiempo en el que se aguarda con ansia el triunfo de Cristo sobre la muerte, esperamos impacientemente la victoria definitiva de Jesús. Así, la meditación y contemplación del sepulcro están marcadas por la esperanza. Nuestra fe no se queda estancada en la muerte y el sepulcro, sino que es dinamizada y potenciada por quien venció la muerte y será el viviente para siempre.
Ahora bien, la resurrección de Cristo es simbolizada por la luz, por el fuego nuevo, que ahuyenta las tinieblas de la muerte y resucita victorioso. La luz, elemento natural, se convierte en símbolo de vida, felicidad, alegría y esperanza. Entonces, iluminar la noche con el Cirio Pascual, es representar la victoria de Cristo sobre la muerte, y estar envueltos en la luz de Cristo que nos llena de gozo y esperanza.
El Cirio Pascual significa pues, que Cristo resucitado está presente con nosotros aquí y ahora, simboliza la victoria de la vida sobre la muerte, abriendo e iluminando nuestro caminar en el seguimiento de Cristo.
Las inscripciones del Cirio Pascual: las letras del alfabeto griego, alfa y omega, y el año son símbolos que nos hacen tener presente que Cristo está entre nosotros ahora y por toda la eternidad, así mismo, nos recuerdan que Él es el principio y fin de todas las cosas, los cinco granos que se clavan en el Cirio Pascual, simbolizan las cinco llagas de Cristo muerto y resucitado.
Jesús ya no yace en el sepulcro. Él es la luz del mundo, el vencedor de la muerte que nos ha obtenido la salvación. Y así como Cristo es luz del mundo, todos los cristianos estamos llamados también a serlo, con la luz de Cristo, disipemos la oscuridad de nuestro corazón y llenémonos de ella, pues sólo esta luz puede iluminarnos y guiarnos por el camino verdadero que nos lleva a la vida, sólo la luz de Cristo puede eliminar nuestra oscuridad interior y llevar una vida de acuerdo a nuestro ser como cristianos.
«Solo la luz de Cristo podrá ayudarnos a captar y contemplar la realidad desde la perspectiva del amor a Dios y a nuestros hermanos», unidos a Cristo seamos nosotros luz del mundo, ciudad puesta en alto (Cfr. Mt 5, 13-16) e iluminemos y disipemos con acciones y obras concretas las tinieblas de nuestro mundo.
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