«Todos los cristianos tienen que vivir la locura de la cruz y apartarse de toda filosofía terrestre, animal y diabólica, contraria al Evangelio».
San Pedro Damián
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Si nos dejáramos guiar a veces por las apariencias nuestros errores serían enormes. La Divina Providencia sabe guiar nuestros pasos aunque en tantas ocasiones no lo sepamos apreciar. Así pensaría en el oscuro porvenir este niño que lo abandonan sus padres, que lleva vida de animalillo de muy pequeño, que cuando ya es mayorcillo un hermano suyo lo trata con inusitada crueldad y para que pueda comer lo envía a guardar sus cerdos… Pero el Señor le dio un corazón de oro y unas cualidades nada comunes que después alguien sabrá apreciar. Va un día de camino y se encuentra una moneda de oro. Nunca había visto cosa tan preciosa. En lugar de comprarse algo útil o superfluo, entra en una Iglesia y con aquella moneda encarga que celebren una Misa por sus ya difuntos padres.
Un hermano suyo, que era arcipreste de Ravenna, se encuentra con él y lo toma bajo su cuidado. Le hace que estudie y pronto descubre en él cualidades tan extraordinarias que muy pronto llega a escalar todos los más difíciles puestos, tanto en la cátedra como en la Iglesia. No pensarían los que le vieron llevar vida infrahumana y cuidando puercos que un día llegaría el papa Alejandro II a presentarlo al Episcopado de Francia como su Legado y les escribiría: «Os enviamos al que después de Nos tiene la mayor autoridad en la Iglesia Romana, a Pedro Damián, Cardenal Obispo de Ostia, que es como la pupila de nuestros ojos y el más firme baluarte de la Sede Apostólica…».
Mientras estudiaba fue la admiración de todos sus compañeros y profesores y pronto fue elegido él mismo Profesor de las más renombradas Universidades como Parma, Faenza, Ravenna… A pesar de gustarle tanto la ciencia no le llenaba por completo y aspiró a algo más sólido y duradero. Abandonó el género de vida que llevaba y se entregó al asunto más importante: el de cuidar su alma. Se acababa de fundar un Monasterio en Fontavellana, al pie del Apenino y pidió ser admitido como religioso… Pronto sus cualidades llaman la atención y es elegido por unanimidad superior del Monasterio. Al vestir el hábito, como agradecido recuerdo a su buen hermano que tanto le ayudó, toma su nombre: Damián. Es un modelo de observancia para todos los monjes. Sobre todo se distingue en dos cosas: Su fervorosa y prolongada oración y su penitencia o maceración de su cuerpo. A este tiempo se debe la publicación de su preciosa obra Alabanza de la disciplina, en la que sin intentarlo hace una maravillosa fotografía de sí mismo. «El monje, dice él, debe ser sacrificado y privarse de muchas cosas que tendría en el mundo…»
No eran fáciles aquellos tiempos del siglo XI que le tocó vivir a Damián. A pesar de estar muy metido en su Monasterio y sólo entregado al cuidado de su alma y de sus monjes, aún así veía que algo había que hacer contra tanta hediondez y podredumbre. El Papa Esteban IX le nombró Cardenal, a pesar de que él luchó por verse libre de este honor. Se entregó a predicar por todas partes, como legado de Papas y Reyes, la buena Nueva del Evangelio. Lo hacía con una elocuencia que arrebataba y convencía… El Papa quiso tenerlo cerca de sí y le nombró a la vez Obispo de Ostia. Desde allí ilumina y fustiga las herejías de cualquier tipo: Simonía, relajación de costumbres entre el clero, intromisión de los poderes civiles en lo eclesiástico…
A todos llega su benéfica acción. Recorrió con misiones pontificias varias naciones haciendo que el emperador Enrique IV de Alemania renuncie a su proyectado divorcio. Escribe sobre temas tan candentes y necesarios como el celibato, la virginidad, la entrega a Jesucristo. Dice cosas muy bellas sobre la Virgen María a la que ama con toda su alma y como buen hijo extiende su verdadera devoción por todas sus correrías. De él es esta frase que es todo un programa de vida: «Todos los cristianos tienen que vivir la locura de la cruz y apartarse de toda filosofía terrestre, animal y diabólica, contraria al Evangelio». Murió el 22 de Febrero de 1072 agotado por sus trabajos.
Artículo original en Magnificat.ca.
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Otras fuentes en la red
- San Pedro Damián en catholic.net.
- San Pedro Damián en corazones.org.
- San Pedro Damián en EWTN.com.
- San Pedro Damián en Aciprensa.
- San Pedro Damián en mercaba.org.
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Oración a la Virgen María de san Pedro Damián
Santa Virgen, Madre de Dios, socorred a los que imploran vuestro auxilio. Volved vuestros ojos hacia nosotros.
¿Acaso por haber sido unida a la Divinidad ya no os acordaríais de los hombres? ¡Ah!, no por cierto.
Vos sabéis en qué peligros nos habéis dejado, y el estado miserable de vuestros siervos; no es propio de vuestra gran misericordia el olvidarse de una tan grande miseria como la nuestra.
Emplead en nuestro favor vuestro valimiento, porque el que es Omnipotente os ha dado la omnipotencia en el Cielo y en la tierra.
Nada os es imposible, pues podéis infundir aliento a los más desesperados para esperar la salvación.
Cuanto más poderosa sois, tanto más misericordiosa debéis ser.
Ayudadnos también con vuestro amor. Yo se, Señora mía. que sois sumamente benigna, y que nos amáis con un afecto al que ningún otro aventaja.
¡Cuántas veces habéis aplacado la cólera de nuestro Juez en el instante en que iba a castigarnos! Todos los tesoros de la misericordia de Dios se hallan en vuestras manos.
¡Ah! no ceséis jamás de colmarnos de beneficios.
Vos solo buscáis la ocasión de salvar a todos los miserables, y de derramar sobre ellos vuestra misericordia, porque vuestra gloria es mayor cuando por vuestra intercesión los penitentes son perdonados, y los que lo han sido entran en el Cielo.
Ayudadnos, pues, a fin de que podamos veros en el Paraíso, ya que la mayor gloria a que podemos aspirar consiste en veros, después de Dios, en amaros y en estar bajo vuestra protección.
¡Ah!, oídnos, Señora, ya que vuestro Hijo quiere honraros concediéndoos todo cuanto le pidáis.
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