Evangelio del día: Curación del paralítico
Mateo 9, 1-8. Jueves de la 13.ª semana del Tiempo Ordinario. Este es el gran milagro de Jesús: a nosotros, esclavos del pecado, nos hizo libres,
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema». Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados te son perdonados», o «Levántate y camina»? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados —dijo al paralítico— levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro del Génesis, Gén 22, 1-19
Salmo: Sal 115(114)
Oración introductoria
Jesús, me acerco a Ti, en este rato de oración, como el paralitico del Evangelio que fue llevado a tu presencia. Soy como un inválido, sin tu gracia estoy imposibilitado para realizar cualquier obra buena. Rompe, Señor, con todas mis parálisis, hazme ponerme en marcha para predicar la Buena Nueva de tu amor.
Petición
Señor, estoy dispuesto a dejarme sanar por Ti, creo que tienes el poder para cambiarme por dentro, cúrame Jesús.
Meditación del Santo Padre Francisco
Si existiera un «documento de identidad» para los cristianos, ciertamente la libertad sería un rasgo característico. La libertad de los hijos de Dios —explicó el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada el [día de hoy], por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae— es el fruto de la reconciliación con el Padre obrada por Jesús, quien asumió sobre sí los pecados de todos los hombres y redimió el mundo con su muerte en la cruz. Nadie —destacó el Pontífice— nos puede privar de esta identidad.
La reflexión del Santo Padre se basó en el pasaje del Evangelio de Mateo (9, 1-8) que narra el milagro de la curación del paralítico. El Papa se detuvo en los sentimientos experimentados por el hombre inválido cuando, transportado en una camilla, escuchó a Jesús que le decía: «ánimo hijo, tus pecados te son perdonados».
Los que estaban cerca de Jesús y escucharon sus palabras «dijeron: «Éste blasfemia, sólo Dios puede perdonar los pecados». Y Jesús para hacerles comprender bien les preguntó: «¿Qué es más fácil perdonar los pecados o curar? Y lo curó».
«Pero Jesús —prosiguió el Obispo de Roma— cuando curaba a un enfermo no era sólo alguien que curaba. Cuando enseñaba a la gente, pensemos en las Bienaventuranzas, no era sólo un catequista, un predicador de moral… No, estas cosas que hacía Jesús —la curación, la enseñanza— eran sólo un signo, un signo de algo más que Jesús estaba haciendo: perdonar los pecados».
Reconciliar el mundo en Cristo en nombre del Padre: «ésta es la misión de Jesús», y todo lo demás son sólo signos del «milagro más profundo que es la re-creación del mundo». La reconciliación es, por lo tanto, la re-creación del mundo; y la misión más profunda de Jesús es la redención de todos nosotros, pecadores. Y «Jesús —agregó el Papa— no hace esto con palabras, no lo hace con gestos… ¡No! Lo hace con su carne». Él tomó sobre sí todo el pecado. «Esta es la nueva creación», es «Jesús que desciende de la gloria y se abaja hasta la muerte y muerte de cruz. Esa es su gloria y esta es nuestra salvación».
«Este es el gran milagro de Jesús —agregó el Papa—. A nosotros, esclavos del pecado, nos hizo libres», nos curó. «Nos hará bien pensar en esto —añadió—. Jesús nos abrió las puertas de casa, nosotros ahora estamos en casa. Ahora se comprende esta palabra de Jesús: «ánimo hijo, tus pecados están perdonados». Esa es la raíz de nuestra valentía: soy libre, soy hijo, el Padre me ama y yo amo al Padre. Pidamos al Señor la gracia de comprender bien esta obra suya».
Santo Padre Francisco: La libertad de los hijos de Dios
Meditación del jueves, 4 de julio de 2013
Catecismo de la Iglesia Católica, CEC
I. La misericordia y el pecado
1846 El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores (cf Lc 15). El ángel anuncia a José: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: “Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mt 26, 28).
1847 Dios, “que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín, Sermo 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1,8-9).
1848 Como afirma san Pablo, “donde abundó el pecado, […] sobreabundó la gracia” (Rm 5, 20). Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos “la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor” (Rm 5, 20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su Palabra y su Espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado:
«La conversión exige el reconocimiento del pecado, supone el juicio interior de la propia conciencia, y éste, puesto que es la comprobación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: “Recibid el Espíritu Santo”. Así, pues, en este “convencer en lo referente al pecado” descubrimos una «doble dádiva»: el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad es el Paráclito» (DeV 31).
Catecismo de la Iglesia Católica
Propósito
Incluir en mi agenda de actividades del mes mi próxima confesión.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, el paralitico, y quienes lo llevaban, buscan el alivio físico, no el espiritual, que primero les ofreces, por ser lo que realmente importa. Frecuentemente mi oración se centra en pedirte bienes o soluciones a problemas que nada tienen que ver con mi bien espiritual, personal o de mi familia. Sólo contigo puedo levantarme para ver lo que realmente importa en esta vida, sólo con tu gracia y misericordia puedo liberarme del pecado, ayúdame a vivir la abnegación y a ver en cada dificultad una oportunidad para santificarme.
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