San Francisco y Santa Clara de Asís en el cine: cuatro grandes producciones

San Francisco y Santa Clara de Asís en el cine: cuatro grandes producciones

Francisco inicia el Cántico así: «Altísimo, omnipotente y buen Señor… Alabado seas… con todas las criaturas». El amor por toda la creación, por su armonía. El Santo de Asís da testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha creado y como Él lo ha creado, sin experimentar con la creación para destruirla; ayudarla a crecer, a ser más hermosa y más parecida a lo que Dios ha creado. Y sobre todo san Francisco es testigo del respeto por todo, de que el hombre está llamado a custodiar al hombre, de que el hombre está en el centro de la creación, en el puesto en el que Dios —el Creador— lo ha querido, sin ser instrumento de los ídolos que nos creamos. ¡La armonía y la paz! Francisco fue hombre de armonía, un hombre de paz.

Santo Padre Francisco

Homilía en la Plaza de San Francisco, Asís, 4 de octubre de 2013.

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Con ocasión de la fiesta de san Francisco de Asís, que la Iglesia celebra el 4 de octubre, os ofrecemos cuatro grandes producciones sobre la vida de nuestro queridísimo santo.

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Fichas de las películas en IMDb

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La vida de san Francisco de Asís – Audiovisual animado

La vida de san Francisco de Asís – Audiovisual animado

Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. También fue denominado «el hermano de Jesús». De hecho, este era su ideal: ser como Jesús; contemplar el Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera Bienaventuranza en el Sermón de la montaña —Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3)— encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco. Queridos amigos, los santos son realmente los mejores intérpretes de la Biblia; encarnando en su vida la Palabra de Dios, la hacen más atractiva que nunca, de manera que verdaderamente habla con nosotros. El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con entrega y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un desprendimiento de los bienes materiales.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 27 de enero de 2010

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La vida de san Francisco de Asís

¡Se necesita ser valientes para formar una familia!

¡Se necesita ser valientes para formar una familia!

Queridos jóvenes de Umbría, ¡buenas tardes!

Gracias por haber venido, gracias por esta fiesta. De verdad, ¡ésta es una fiesta! Y gracias por vuestras preguntas.

Estoy contento de que la primera pregunta haya sido de una joven pareja. Un bello testimonio. Dos jóvenes que han elegido, han decidido, con alegría y con valor formar una familia. Sí, porque es verdad, se necesita valor para formar una familia. ¡Se necesita valor! Y vuestra pregunta, jóvenes esposos, se une a la de la vocación. ¿Qué es el matrimonio? Es una auténtica vocación, como lo son el sacerdocio y la vida religiosa. Dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la llamada del Señor, la vocación a formar de dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida. Y el Sacramento del matrimonio envuelve este amor con la gracia de Dios, lo enraíza en Dios mismo. Con este don, con la certeza de esta llamada, se puede partir seguros, no se tiene miedo de nada, se puede afrontar todo, ¡juntos!

Pensemos en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o de posguerra; algunos emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza de que el Señor estaba con ellos, que la familia está bendecida por Dios con el Sacramento del matrimonio, y que bendita es la misión de traer al mundo hijos y educarles. Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran certezas sencillas, pero verdaderas; formaban columnas que sostenían su amor. No fue fácil su vida; había problemas, muchos problemas. Pero estas certezas sencillas les ayudaban a ir adelante. Y lograron formar una bella familia, dar vida, criar a los hijos.

Queridos amigos, se necesita esta base moral y espiritual para construir bien, ¡de modo sólido! Hoy, esta base ya no está garantizada por las familias y por la tradición social. Es más, la sociedad en la que habéis nacido privilegia los derechos individuales más que la familia —estos derechos individuales—, privilegia las relaciones que duran hasta que surjan dificultades, y por esto a veces habla de relación de pareja, de familia y de matrimonio de manera superficial y equívoca. Bastaría mirar ciertos programas televisivos y se ven estos valores. Cuántas veces los párrocos —también yo lo oí algunas veces— oyen a una pareja que va a casarse: «¿Pero vosotros sabéis que el matrimonio es para toda la vida?». «Ah, nosotros nos queremos mucho, pero… estaremos juntos mientras dure el amor. Cuando acabe, uno por un lado, el otro por otro». Es el egoísmo: cuando yo no siento, corto el matrimonio y me olvido de ese «una sola carne», que no puede dividirse. Es arriesgado casarse: ¡es arriesgado! Es ese egoísmo el que nos amenaza, porque dentro de nosotros todos tenemos la posibilidad de una doble personalidad: la que dice: «Yo, libre, yo quiero esto…», y la otra que dice: «Yo, mi, me, conmigo, para mí…». El egoísmo siempre, que vuelve y no sabe abrirse a los demás. La otra dificultad es esta cultura de lo provisional: parece que nada es definitivo. Todo es provisional. Como dije antes: bah, el amor, hasta que dure. Una vez oí a un seminarista —capaz— que decía: «Yo quiero ser sacerdote, pero durante diez años. Después me lo replanteo». Es la cultura de lo provisional, y Jesús no nos salvó provisionalmente: ¡nos salvó definitivamente!

¡Pero el Espíritu Santo suscita siempre respuestas nuevas a las nuevas exigencias! Y así se han multiplicado en la Iglesia los caminos para novios, los cursos de preparación al matrimonio, los grupos de jóvenes parejas en las parroquias, los movimientos familiares… Son una riqueza inmensa. Son puntos de referencia para todos: jóvenes en búsqueda, parejas en crisis, padres en dificultad con los hijos y viceversa. Nos ayudan todos. Y después están las diversas formas de acogida: la tutela, la adopción, las casas-familia de varios tipos… La fantasía —me permito la palabra—, la fantasía del Espíritu Santo es infinita, pero es también muy concreta. Entonces desearía deciros que no tengáis miedo de dar pasos definitivos: no tengáis miedo de darlos. Cuántas veces he oído a las mamás que me dicen: «Pero, padre, yo tengo un hijo de 30 años y no se casa: no sé qué hacer. Tiene una bella novia, pero no se decide». ¡Pero señora, no le planche más las camisas! Es así. No tener miedo de dar pasos definitivos, como el del matrimonio: profundizad en vuestro amor, respetando sus tiempos y las expresiones, orad, preparaos bien, pero después tened confianza en que el Señor no os deja solos. Hacedle entrar en vuestra casa como uno de la familia; Él os sostendrá siempre.

La familia es la vocación que Dios ha escrito en la naturaleza del hombre y de la mujer, pero existe otra vocación complementaria al matrimonio: la llamada al celibato y a la virginidad por el Reino de los cielos. Es la vocación que Jesús mismo vivió. ¿Cómo reconocerla? ¿Cómo seguirla? Es la tercera pregunta que me habéis hecho. Pero alguno de vosotros puede pensar: pero este obispo, ¡qué bueno! Hemos hecho las preguntas y tiene las respuestas todas listas, escritas. Recibí las preguntas hace algunos días. Por esto las conozco. Y os respondo con dos elementos esenciales sobre cómo reconocer esta vocación al sacerdocio o a la vida consagrada. Orar y caminar en la Iglesia. Estas dos cosas van juntas, están entrelazadas. En el origen de toda vocación a la vida consagrada hay siempre una experiencia fuerte de Dios, una experiencia que no se olvida, se recuerda durante toda la vida. Es la que tuvo Francisco. Y esto nosotros no lo podemos calcular o programar. ¡Dios nos sorprende siempre! Es Dios quien llama; pero es importante tener una relación cotidiana con Él, escucharle en silencio ante el Sagrario y en lo íntimo de nosotros mismos, hablarle, acercarse a los Sacramentos. Tener esta relación familiar con el Señor es como tener abierta la ventana de nuestra vida para que Él nos haga oír su voz, qué quiere de nosotros. Sería bello oíros a vosotros, oír aquí a los sacerdotes presentes, a las religiosas… Sería bellísimo, porque cada historia es única, pero todas parten de un encuentro que ilumina en lo profundo, que toca el corazón e involucra a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo. La relación con Dios no se refiere sólo a una parte de nosotros mismos, se refiere a todo. Es un amor tan grande, tan bello, tan verdadero, que merece todo y merece toda nuestra confianza. Y una cosa querría decirla con fuerza, especialmente hoy: ¡la virginidad por el Reino de Dios no es un «no», es un «sí»! Cierto, comporta la renuncia a un vínculo conyugal y a una familia propia, pero en la base está el «sí», como respuesta al «sí» total de Cristo hacia nosotros, y este «sí» hace fecundos.

Pero aquí en Asís no hay necesidad de palabras. Está Francisco, está Clara, ¡hablan ellos! Su carisma continúa hablando a muchos jóvenes en el mundo entero: chicos y chicas que dejan todo para seguir a Jesús en el camino del Evangelio.

He aquí: Evangelio. Desearía tomar la palabra «Evangelio» para responder a las otras dos preguntas que me habéis hecho, la segunda y la cuarta. Una se refiere al compromiso social, en este período de crisis que amenaza la esperanza; la otra se refiere a la evangelización, llevar el anuncio de Jesús a los demás. Me habéis preguntado: ¿qué podemos hacer? ¿Cuál puede ser nuestra contribución?

Aquí en Asís, aquí cerca de la Porciúncula, me parece oír la voz de san Francisco que nos repite: «¡Evangelio, Evangelio!». Me lo dice también a mí, es más, antes a mí: ¡Papa Francisco, sé servidor del Evangelio! Si yo no logro ser un servidor del Evangelio, mi vida no vale nada.

Pero el Evangelio, queridos amigos, no se refiere sólo a la religión, se refiere al hombre, a todo el hombre, se refiere al mundo, a la sociedad, la civilización humana. El Evangelio es el mensaje de salvación de Dios para la humanidad. Pero cuando decimos «mensaje de salvación» no es una forma de hablar, no son sencillas palabras o palabras vacías como hay tantas hoy. La humanidad tiene verdaderamente necesidad de ser salvada. Lo vemos cada día cuando hojeamos el periódico, u oímos las noticias en televisión; pero lo vemos también a nuestro alrededor, en las personas, en las situaciones; y lo vemos en nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene necesidad de salvación. Solos no podemos. Tenemos necesidad de salvación. ¿Salvación de qué? Del mal. El mal actúa, hace su trabajo. Pero el mal no es invencible y el cristiano no se resigna frente al mal. Y vosotros, jóvenes, ¿queréis resignaros frente al mal, a las injusticias, a las dificultades? ¿Queréis o no queréis? [Los jóvenes responden: ¡No!]. Ah, vale. Esto agrada. Nuestro secreto es que Dios es más grande que el mal: y esto es verdad. Dios es más grande que el mal. Dios es amor infinito, misericordia sin límites, y este Amor ha vencido el mal de raíz en la muerte y resurrección de Cristo. Esto es el Evangelio, la Buena Nueva: el amor de Dios ha vencido. Cristo murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó. Con Él podemos luchar contra el mal y vencerlo cada día. ¿Lo creemos o no? [Los jóvenes responden: ¡Sí!] Pero este «sí» debe ir a la vida. Si yo creo que Jesús ha vencido el mal y me salva, debo seguir a Jesús, debo ir por el camino de Jesús durante toda la vida.

Así que el Evangelio, este mensaje de salvación, tiene dos destinos que están unidos: el primero, suscitar la fe, y esto es la evangelización; el segundo, transformar el mundo según el proyecto de Dios, y esto es la animación cristiana de la sociedad. Pero no son dos cosas separadas, son una única misión: llevar el Evangelio con el testimonio de nuestra vida transforma el mundo. Este es el camino: llevar el Evangelio con el testimonio de nuestra vida.

Miremos a Francisco: él hizo las dos cosas, con la fuerza del único Evangelio. Francisco hizo crecer la fe, renovó la Iglesia; y al mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo más fraterna, pero siempre con el Evangelio, con el testimonio. ¿Sabéis qué dijo una vez Francisco a sus hermanos? «Predicad siempre el Evangelio y si fuera necesario también con las palabras». Pero, ¿cómo? ¿Se puede predicar el Evangelio sin las palabras? ¡Sí! ¡Con el testimonio! Primero el testimonio, después las palabras. ¡Pero el testimonio!

Jóvenes de Umbría: ¡haced así también vosotros! Hoy, en el nombre de san Francisco, os digo: no tengo oro, ni plata que daros, sino algo mucho más precioso, el Evangelio de Jesús. Id con valentía. Con el Evangelio en el corazón y entre las manos, sed testigos de la fe con vuestra vida: llevad a Cristo a vuestras casas, anunciadle entre vuestros amigos, acogedle y servidle en los pobres. Jóvenes, dad a Umbría un mensaje de vida, de paz y de esperanza. ¡Podéis hacerlo!

Después de rezar el Padre Nuestro e impartir la bendición, añadió:

Y por favor, os pido: rezad por mí.

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Palabras del Santo Padre Francisco

Visita pastoral a Asís

Encuentro con los jóvenes de Umbría

Plaza de la Basílica di Santa María de los Ángeles, Asís

Viernes 4 de octubre de 2013


Documental y película sobre san Francisco de Asís

Documental y película sobre san Francisco de Asís

Lo que es el hombre delante de Dios, eso es, y no más.

San Francisco de Asís

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Con motivo del día de san Francisco de Asís os proponemos para este fin de semana el visionado de dos obras audiovisuales acerca de este santo de la Iglesia. No solo se trata de que conozcamos esta figura del cristianismo, sino, mucho mejor, que la comprendamos para que nosotros mismos podamos comprender nuestra relación con Dios, pues, en palabras de Yve Congar: «Hay en nuestras vidas un momento en que se nos ofrece la ocasión, o se nos dirige la invitación a realizar un acto por el que, si aceptamos esa onerosa llamada, nos sobrepasaremos a nosotros mismos abandonándonos a un porvenir oscuro, cuyas exigencias o consecuencias eventuales nos espantan. Por pequeño que sea, en sí mismo, el acto que se nos pide, lleva consigo la aceptación y el programa de nuestro futuro, o la negativa de una renuncia total y de una conversión radical».

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Documental «Sobre la vida de san Francisco de Asís»

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Película «San Francisco de Asís y santa Clara»

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Dinámica sobre san Francisco de Asís

Dinámica sobre san Francisco de Asís

Esta sencilla dinámica, adecuada para los niños que se preparan para la Primera Comunión, está basada en una experiencia vital de la autora. Mary Torres que en ese momento cursaba el cuarto grado de escuela elemental— y sus compañeros estaban realizando una actividad para celebrar san Valentín. En esa misma clase, su maestra les estaba hablando sobre san Francisco de Asís y les propuso realizar un mural en el que cada corazón de cartulina que ella entregara llevaría insertado en su interior un dibujo ilustrado por los pequeños. Los dibujos debían estar basados en la expresión: «Los niños podemos expresar nuestro amor cuidando la naturaleza tal y como hizo san Francisco de Asís».

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Explora

Escoge entre las siguientes motivaciones:


Motivación 1

Puedes compartir con tus estudiantes los siguientes artículos con datos referentes a san Francisco.


Motivación 2

Hacer una «cajita sorpresa» y colocar papelitos con datos claves sobre la vida del santo. Cada niño escogerá al azar y lo leerá.

En estos enlaces encontrarás fácilmente datos clave sobre san Francisco de Asís:


Conceptualiza

La discusión se puede basar en lo siguiente:

  • Completar detalles relevantes de la vida de san Francisco de Asís.
  • Identificar acciones tomadas por el santo que son ejemplo de amor.
  • Dar ejemplos de acciones positivas que podemos realizar y en las que el amor sea la motivación.


Aplica

Realiza un mural en el que muestres tu amor cuidando la naturaleza tomando como ejemplo a San Francisco de Asís.

Dobla una cartulina roja de modo que obtengas cuatro partes. Recórtalas. Traza un corazón y recórtalo.

En una hoja en blanco puedes trazar un corazón más pequeño o un cuadrado que quepa en el interior del corazón rojo (podéis utilizar e imprimir el corazón que os ofrecemos) . Otra variación lo puede ser la hoja de trabajo que incluye este artículo. Puedes colorear el corazón rojo y el recuadro te servirá de plantilla para realizar el dibujo.

Plantilla para imprimir

Cada niño puede hacer su dibujo dentro del recuadro

Dinámica sobre san Francisco de Asís

En el recuadro u hoja de papel blanco realizarás el teniendo presente el siguiente pensamiento: «Los niños podemos expresar nuestro amor cuidando la naturaleza tal y como lo hizo san Francisco». Puedes hacer un dibujo del elemento con el que más te identifiques: fauna, vegetación, etc. Incluso lo puedes acompañar de con algún pensamiento de tu inspiración.


Cierre

Despliega los trabajos a modo de mural en un lugar visible, preferiblemente la pared. Puedes hacerlo en forma rectangular pero de ser posible trata de recrear un corazón gigante usando los hechos por los niños y coloca como título: «Los niños podemos expresar nuestro amor cuidando la naturaleza tal y como lo hizo san Francisco».

Variación: Crea un cielo usando el techo. Realiza nubes del tamaño de una hoja de papel legal, las podrías rellenar o bordear con algodón. Desde ellas puedes colgar los corazones con un listón azul de modo que recrees una lluvia de amor. En la parte trasera del corazón puedes escribir el nombre del estudiante.

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Material complementario


Audiovisual de san Francisco de Asís

Vídeo de animación «Francisco: el caballero de Asís» de la vida de san Francisco de Asís, de Convicción TV.



Canción «Hazme un instrumento de tu paz»

Oración de san Francisco de Asís cantada por el coro Infantil y Juvenil «Cajita de Música».



Letra de la canción «Hazme un instrumento de tu paz»

Hazme un instrumento de tu paz:

donde haya odio, lleve yo tu amor;

donde haya injuria, tu perdón, Señor;

donde haya duda, fe en ti.

Hazme un instrumento de tu paz:

que lleve tu esperanza por doquier;

donde haya oscuridad, lleve tu luz;

donde haya pena, tu gozo, Señor.

Maestro, ayúdame a nunca buscar

querer ser consolado, como consolar;

ser entendido, como entender;

ser amado, como yo amar.

Hazme un instrumento de tu paz:

es perdonando que nos das perdón;

es dando a todos que tú nos das;

muriendo es que volvemos a nacer.

Maestro, ayúdame a nunca buscar

querer ser consolado, como consolar;

ser entendido, como entender;

ser amado, como yo amar.

Hazme un instrumento de tu paz.

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Fuente original: Evangelización católica

 

Catequesis sobre san Francisco de Asís

Catequesis sobre san Francisco de Asís

Queridos hermanos y hermanas:

En una catequesis reciente ilustré ya el papel providencial que tuvieron la Orden de los Frailes Menores y la Orden de los Frailes Predicadores, fundadas respectivamente por san Francisco de Asís y por santo Domingo de Guzmán, en la renovación de la Iglesia de su tiempo.

Hoy quiero presentaros la figura de san Francisco, un auténtico «gigante» de la santidad, que sigue fascinando a numerosísimas personas de todas las edades y religiones.

«Nacióle un sol al mundo». Con estas palabras, el sumo poeta italiano Dante Alighieri alude en la Divina Comedia (Paraíso, Canto XI) al nacimiento de Francisco, que tuvo lugar a finales de 1181 o a principios de 1182, en Asís. Francisco pertenecía a una familia rica —su padre era comerciante de telas— y vivió una adolescencia y una juventud despreocupadas, cultivando los ideales caballerescos de su tiempo. A los veinte años tomó parte en una campaña militar y lo hicieron prisionero. Enfermó y fue liberado. A su regreso a Asís, comenzó en él un lento proceso de conversión espiritual que lo llevó a abandonar gradualmente el estilo de vida mundano que había practicado hasta entonces. Se remontan a este período los célebres episodios del encuentro con el leproso, al cual Francisco, bajando de su caballo, dio el beso de la paz, y del mensaje del Crucifijo en la iglesita de San Damián. Cristo en la cruz tomó vida en tres ocasiones y le dijo: «Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas». Este simple acontecimiento de escuchar la Palabra del Señor en la iglesia de san Damián esconde un simbolismo profundo. En su sentido inmediato san Francisco es llamado a reparar esta iglesita, pero el estado ruinoso de este edificio es símbolo de la situación dramática e inquietante de la Iglesia en aquel tiempo, con una fe superficial que no conforma y no transforma la vida, con un clero poco celoso, con el enfriamiento del amor; una destrucción interior de la Iglesia que conlleva también una descomposición de la unidad, con el nacimiento de movimientos heréticos. Sin embargo, en el centro de esta Iglesia en ruinas está el Crucifijo y habla: llama a la renovación, llama a Francisco a un trabajo manual para reparar concretamente la iglesita de san Damián, símbolo de la llamada más profunda a renovar la Iglesia de Cristo, con su radicalidad de fe y con su entusiasmo de amor a Cristo. Este acontecimiento, que probablemente tuvo lugar en 1205, recuerda otro acontecimiento parecido que sucedió en 1207: el sueño del Papa Inocencio III, quien en sueños ve que la basílica de San Juan de Letrán, la iglesia madre de todas las iglesias, se está derrumbando y un religioso pequeño e insignificante sostiene con sus hombros la iglesia para que no se derrumbe. Es interesante observar, por una parte, que no es el Papa quien ayuda para que la iglesia no se derrumbe, sino un pequeño e insignificante religioso, que el Papa reconoce en Francisco cuando este lo visita. Inocencio III era un Papa poderoso, de gran cultura teológica y gran poder político; sin embargo, no es él quien renueva la Iglesia, sino el pequeño e insignificante religioso: es san Francisco, llamado por Dios. Pero, por otra parte, es importante observar que san Francisco no renueva la Iglesia sin el Papa o en contra de él, sino sólo en comunión con él. Las dos realidades van juntas: el Sucesor de Pedro, los obispos, la Iglesia fundada en la sucesión de los Apóstoles y el carisma nuevo que el Espíritu Santo crea en ese momento para renovar la Iglesia. En la unidad crece la verdadera renovación.

Volvamos a la vida de san Francisco. Puesto que su padre Bernardone le reprochaba su excesiva generosidad con los pobres, Francisco, ante el obispo de Asís, con un gesto simbólico se despojó de sus vestidos, indicando así que renunciaba a la herencia paterna: como en el momento de la creación, Francisco no tiene nada más que la vida que Dios le ha dado, a cuyas manos se entrega. Desde entonces vivió como un eremita, hasta que, en 1208, tuvo lugar otro acontecimiento fundamental en el itinerario de su conversión. Escuchando un pasaje del Evangelio de san Mateo —el discurso de Jesús a los Apóstoles enviados a la misión—, Francisco se sintió llamado a vivir en la pobreza y a dedicarse a la predicación. Otros compañeros se asociaron a él y en 1209 fue a Roma, para someter al Papa Inocencio III el proyecto de una nueva forma de vida cristiana. Recibió una acogida paterna de aquel gran Pontífice, que, iluminado por el Señor, intuyó el origen divino del movimiento suscitado por Francisco. El «Poverello» de Asís había comprendido que todo carisma que da el Espíritu Santo hay que ponerlo al servicio del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; por lo tanto, actuó siempre en plena comunión con la autoridad eclesiástica. En la vida de los santos no existe contraste entre carisma profético y carisma de gobierno y, si se crea alguna tensión, saben esperar con paciencia los tiempos del Espíritu Santo.

En realidad, en el siglo XIX y también en el siglo pasado algunos historiadores intentaron crear detrás del Francisco de la tradición, lo que llamaban un Francisco histórico, de la misma manera que detrás del Jesús de los Evangelios se intenta crear lo que llaman el Jesús histórico. Ese Francisco histórico no habría sido un hombre de Iglesia, sino un hombre unido inmediatamente sólo a Cristo, un hombre que quería crear una renovación del pueblo de Dios, sin formas canónicas y sin jerarquía. La verdad es que san Francisco tuvo realmente una relación muy inmediata con Jesús y con la Palabra de Dios, que quería seguir sine glossa, tal como es, en toda su radicalidad y verdad. También es verdad que inicialmente no tenía la intención de crear una Orden con las formas canónicas necesarias, sino que, simplemente, con la Palabra de Dios y la presencia del Señor, quería renovar el pueblo de Dios, convocarlo de nuevo a escuchar la Palabra y a obedecer a Cristo. Además, sabía que Cristo nunca es «mío», sino que siempre es «nuestro»; que a Cristo no puedo tenerlo «yo» y reconstruir «yo» contra la Iglesia, su voluntad y sus enseñanzas; sino que sólo en la comunión de la Iglesia construida sobre la sucesión de los Apóstoles se renueva también la obediencia a la Palabra de Dios.

También es verdad que no tenía intención de crear una nueva Orden, sino solamente renovar el pueblo de Dios para el Señor que viene. Pero entendió con sufrimiento y con dolor que todo debe tener su orden, que también el derecho de la Iglesia es necesario para dar forma a la renovación y así en realidad se insertó totalmente, con el corazón, en la comunión de la Iglesia, con el Papa y con los obispos. Sabía asimismo que el centro de la Iglesia es la Eucaristía, donde el Cuerpo de Cristo y su Sangre se hacen presentes. A través del Sacerdocio, la Eucaristía es la Iglesia. Donde sacerdocio y Cristo y comunión de la Iglesia van juntos, sólo aquí habita también la Palabra de Dios. El verdadero Francisco histórico es el Francisco de la Iglesia y precisamente de este modo habla también a los no creyentes, a los creyentes de otras confesiones y religiones.

Francisco y sus frailes, cada vez más numerosos, se establecieron en «la Porziuncola», o iglesia de Santa María de los Ángeles, lugar sagrado por excelencia de la espiritualidad franciscana. También Clara, una joven de Asís, de familia noble, se unió a la escuela de Francisco. Así nació la Segunda Orden franciscana, la de las clarisas, otra experiencia destinada a dar insignes frutos de santidad en la Iglesia.

También el sucesor de Inocencio III, el Papa Honorio III, con su bula Cum dilecti de 1218 sostuvo el desarrollo singular de los primeros Frailes Menores, que iban abriendo sus misiones en distintos países de Europa, incluso en Marruecos. En 1219 Francisco obtuvo permiso para ir a Egipto a hablar con el sultán musulmán Melek-el-Kâmel, para predicar también allí el Evangelio de Jesús. Deseo subrayar este episodio de la vida de san Francisco, que tiene una gran actualidad. En una época en la cual existía un enfrentamiento entre el cristianismo y el islam, Francisco, armado voluntariamente sólo de su fe y de su mansedumbre personal, recorrió con eficacia el camino del diálogo. Las crónicas nos narran que el sultán musulmán le brindó una acogida benévola y un recibimiento cordial. Es un modelo en el que también hoy deberían inspirarse las relaciones entre cristianos y musulmanes: promover un diálogo en la verdad, en el respeto recíproco y en la comprensión mutua (cf. Nostra aetate, 3). Parece ser que después, en 1220, Francisco visitó la Tierra Santa, plantando así una semilla que daría mucho fruto: en efecto, sus hijos espirituales hicieron de los Lugares donde vivió Jesús un ámbito privilegiado de su misión. Hoy pienso con gratitud en los grandes méritos de la Custodia franciscana de Tierra Santa.

A su regreso a Italia, Francisco encomendó el gobierno de la Orden a su vicario, fray Pietro Cattani, mientras que el Papa encomendó la Orden, que recogía cada vez más adhesiones, a la protección del cardenal Ugolino, el futuro Sumo Pontífice Gregorio IX. Por su parte, el Fundador, completamente dedicado a la predicación, que llevaba a cabo con gran éxito, redactó una Regla, que fue aprobada más tarde por el Papa.

En 1224, en el eremitorio de la Verna, Francisco ve el Crucifijo en la forma de un serafín y en el encuentro con el serafín crucificado recibe los estigmas; así llega a ser uno con Cristo crucificado: un don, por lo tanto, que expresa su íntima identificación con el Señor.

La muerte de Francisco —su transitus— aconteció la tarde del 3 de octubre de 1226, en «la Porziuncola». Después de bendecir a sus hijos espirituales, murió, recostado sobre la tierra desnuda. Dos años más tarde el Papa Gregorio IX lo inscribió en el catálogo de los santos. Poco tiempo después, en Asís se construyó una gran basílica en su honor, que todavía hoy es meta de numerosísimos peregrinos, que pueden venerar la tumba del santo y gozar de la visión de los frescos de Giotto, el pintor que ilustró de modo magnífico la vida de Francisco.

Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. También fue denominado «el hermano de Jesús». De hecho, este era su ideal: ser como Jesús; contemplar el Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera Bienaventuranza en el Sermón de la montaña —Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3)— encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco. Queridos amigos, los santos son realmente los mejores intérpretes de la Biblia; encarnando en su vida la Palabra de Dios, la hacen más atractiva que nunca, de manera que verdaderamente habla con nosotros. El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con entrega y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un desprendimiento de los bienes materiales.

En Francisco el amor a Cristo se expresó de modo especial en la adoración del Santísimo Sacramento de la Eucaristía. En las Fuentes franciscanas se leen expresiones conmovedoras, como esta: 

«¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el mundo todo y exulte el cielo cuando Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote! ¡Oh celsitud admirable y condescendencia asombrosa! ¡Oh sublime humildad, oh humilde sublimidad: que el Señor del mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una pequeña forma de pan!». Francisco de Asís, Escritos, Editrici Francescane, Padua 2002, p. 401.

En este Año sacerdotal me complace recordar también una recomendación que Francisco dirigió a los sacerdotes: «Siempre que quieran celebrar la misa ofrezcan purificados, con pureza y reverencia, el verdadero sacrificio del santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo» (ib., 399). Francisco siempre mostraba una gran deferencia hacia los sacerdotes, y recomendaba que se les respetara siempre, incluso en el caso de que personalmente fueran poco dignos. Como motivación de este profundo respeto señalaba el hecho de que han recibido el don de consagrar la Eucaristía. Queridos hermanos en el sacerdocio, no olvidemos nunca esta enseñanza: la santidad de la Eucaristía nos pide ser puros, vivir de modo coherente con el Misterio que celebramos.

Del amor a Cristo nace el amor hacia las personas y también hacia todas las criaturas de Dios. Este es otro rasgo característico de la espiritualidad de Francisco: el sentido de la fraternidad universal y el amor a la creación, que le inspiró el célebre Cántico de las criaturas. Es un mensaje muy actual. Como recordé en mi reciente encíclica Caritas in veritate, sólo es sostenible un desarrollo que respete la creación y que no perjudique el medio ambiente (cf. nn. 48-52), y en el Mensaje para la Jornada mundial de la paz de este año subrayé que también la construcción de una paz sólida está vinculada al respeto de la creación. Francisco nos recuerda que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador. Él entiende la naturaleza como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad se vuelve transparente y podemos hablar de Dios y con Dios.

Querido amigos, Francisco fue un gran santo y un hombre alegre. Su sencillez, su humildad, su fe, su amor a Cristo, su bondad con todo hombre y toda mujer lo hicieron alegre en cualquier situación. En efecto, entre la santidad y la alegría existe una relación íntima e indisoluble. Un escritor francés dijo que en el mundo sólo existe una tristeza: la de no ser santos, es decir, no estar cerca de Dios. Mirando el testimonio de san Francisco, comprendemos que el secreto de la verdadera felicidad es precisamente: llegar a ser santos, cercanos a Dios.

Que la Virgen, a la que Francisco amó tiernamente, nos obtenga este don. Nos encomendamos a ella con las mismas palabras del «Poverello» de Asís: 

«Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros… ante tu santísimo Hijo amado, Señor y maestro». Francisco de Asís, Escritos, 163.

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Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 27 de enero de 2010


«Iguales pero distintos»: catequesis con San Francisco de Asís

«Iguales pero distintos»: catequesis con San Francisco de Asís

Esta dinámica de catequesis en dos sesiones está pensada para niños de hasta 8-9 años, y es material elaborado por el departamento de catequesis del Colegio de San Antonio de Padua en Carcajente (Valencia), de los HH. Franciscanos.

Ambientación

La comunión no anula la diversidad; la fraternidad no anula al individuo ni apaga lo genuino de cada uno; la familia no es una jerarquía feroz que anula al pequeño bajo los fines marcados por el mayor.

Nos proponemos reflexionar sobre la diversidad dentro de la familia, sobre la riqueza que supone la aceptación de esta realidad multicolor.

La familia franciscana participa de esta realidad multicolor; es diversa pero vive unida en San Francisco y su regla de vida, esto es, la vivencia del Evangelio.

Nos situamos

  • Objetivo: Hemos de conseguir que el niño sea consciente de que el grupo que forman está constituido por personas muy diferentes y que esto no rompe la unidad sino que la enriquece y la propicia.
  • Medios: Vamos a hacer visible esta diversidad utilizando colores distintos sobre una figura geométrica (un círculo) que al moverse aparece como un solo color, lo llamaremos el círculo mágico de la fraternidad.
  • Materiales: Un cartón circular (Anexo 1). Un lápiz de color distinto para cada niño. Tres colores distintos para cada una de las tres posibles respuestas (Por ejemplo: rojo para el sí, azul para el no y verde para el no sabe)

Desarrollo del tema

1. El catequista comienza esta primera sesión hablando de la diversidad de todos los que formamos el grupo haciendo ver que somos distintos. Puede comenzar por cosas distintas como son el tamaño, el color de los ojos el tamaño o el color del pelo… y seguir con otras como son las aficiones… Puede usar preguntas como: ¡Que levante la mano quien le gusta se portero en un partido de fútbol!, ¡Que levante la mano a quien le gustan las pelis de terror! …

2. Se comienza el juego del círculo mágico de la fraternidad.

  • Se presenta el círculo mágico de la fraternidad (Anexo1) que tendrá tantas casillas como miembros tiene el grupo.
  • Se reparte a cada niño un color distinto y se le pasa el círculo para que colore la casilla que lleva su nombre.
  • A continuación se van haciendo las preguntas (Anexo 2) y cada niño contesta coloreando las casilla correspondiente a cada pregunta con el color correspondiente a la respuesta (Ejemplo: rojo para el sí, azul para el no y verde para el a veces).
  • Terminadas las preguntas el círculo mágico estará completamente coloreado.

3. Resolución del juego del círculo mágico de la fraternidad. El catequista pincha el círculo por el centro en un bolígrafo o algo similar y lo hace girar. El círculo en movimiento aparecerá como un solo color.

4. El catequista invita a los niños a sacar alguna conclusión.

Anexo 1

Hay que elaborar previamente a la catequesis el círculo mágico según las indicaciones arriba dadas.

circulo_magico

Anexo 2

Estas preguntas pueden variar según criterio del catequista el único requisito necesario para que el juego salga bien es que se prevean respuestas variadas.

  1. En mis ratos libres me gusta jugar al fútbol.
  2. Si me concedieran un deseo me gustaría saber tocar la guitarra.
  3. Mi asignatura preferida es lengua.
  4. Mis vacaciones preferidas son en la montaña.
  5. (…)

Anexo 3

Puede servir para colorear los niños más pequeños.


comicsanfrancisco

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Segunda sesión: Profundizamos

En esta segunda sesión vamos a reflexionar con los niños cómo la comunidad cristiana ha sido desde el comienzo muy diversa; en ella hay pescadores de mucho poder adquisitivo y pescadores más pobres; hay recaudadores de impuestos, revolucionarios, gente culta e iletrada, mujeres de diversa reputación, niños, mayores, galileos, samaritanos… En definitiva, una comunidad muy diversa y a la vez fraterna.

El catequista presenta el texto evangélico del banquete de bodas al que no han querido venir los invitados y el Señor manda a buscar por los caminos (Mt 22,1-10).

Desrrollo del tema

1. Lectura reposada del texto (al ser posible que cada niño lo pueda tener delante)

Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: 2 «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. 3 Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. 4 Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: `Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.’ 5 Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; 6 y los demás agarraron a los siervos, los encarcelaron y los mataron. 7 El rey se enojó (…). Entonces dice a sus siervos: `La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. 9 Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.’ 10 Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales.

2. Preguntas. El catequista formula estas o similares preguntas con el objeto de que los niños comprendan el mensaje del texto.

  • Que alguno de vosotros nos diga de qué trata la historia que nos ha contado Jesús.
  • Cuál pensáis que hubiera sido más divertido, el grupo que estaba invitado desde el principio o el grupo de personas invitadas en el camino.
  • Imaginad y haced una lista de las personas que se pudieron encontrar por el camino (por ejemplo: un hortelano).

3. Podéis improvisar una pequeña representación del relato dándole papeles a todos los miembros del grupo.
4. Podemos terminar con una divertida canción de Migueli, Con solo dos o tres

Letra con acordes

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Fuente: letrasyacordes.net

Vídeo de muestra

{denvideo http://www.youtube.com/watch?v=rbdwWPBwN4M}

Actuamos

En este tercer momento nos acercamos a la familia franciscana. Objetivo primero de esta sesión es que los niños descubran el valor de la fraternidad como elemento fundamental que aúna a toda la familia franciscana. Nos ayudará presentar a Francisco de Asís como el hermano universal.

Desarrollo del tema

1. Comenzamos la sesión aprendiendo un canto. Aprendemos a cantar el cántico de las criaturas. (Si el catequista no puede cantar se puede sustituir por una audición).

2. El catequista puede entablar un diálogo sobre la canción; pueden servir las siguientes preguntas.

  • A quiénes llama hermano San Francisco.
  • Después de cantar este cántico de San Francisco ¿Por qué crees que a San Francisco se le conoce como el Hermano Universal?
  • Si todo lo que nos rodea son hermanos, ¿cómo tiene que ser nuestro comportamiento con lo que nos rodea?

3. Conocer la familia Franciscana. El catequista.

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Oramos

El don de la fratenidad

Reunidos en la capilla los niños y su catequista.

Introducción

Quien nos reúne en una familia es el mismo que ahora está con nosotros. Vamos a aprovechar la ocasión para agradecerle el que nos haya hecho hermanos y que nos haya reunido en una familia.

Canto

(Del musical El diluvio que viene).

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Vídeo de muestra

{denvideo http://www.youtube.com/watch?v=mRtUPZqMUJM}

Lectura

(Jn 13, 34)

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.

Padre nuestro

Como somos hermanos juntamos nuestras manos y rezamos juntos a Dios que es Padre de todos.

Padre nuestro…

Oración

Te agradecemos de corazón, Señor, que nos hayas hecho hermanos. Vivir junto a otros nos hace felices. Te pedimos que nunca nada rompa este grupo que formamos. Queremos ser más, te pedimos también que nuestro grupo sea cada vez más grande. Por Jesucristo nuestro Señor.



 

Santa Clara de Asís: el alma gemela de san Francisco

Santa Clara de Asís: el alma gemela de san Francisco

«El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre».

El día 11 de agosto la Iglesia celebra la memoria de santa Clara de Asís, la primer mujer fundadora de una orden religiosa de carácter universal, el «alma gemela» de el gran san Francisco de Asís. A continuación, ofrecemos una breve biografía, y en este enlace, un acceso a sus escritos.

Clara, cuyo nombre significa ‘vida transparente’, nació en Asís, Italia, en 1193. Su padre, Favarone Offeduccio, era un caballero rico y poderoso. Su madre, Ortolana, descendiente de familia noble y feudal, era una mujer muy cristiana, de ardiente piedad y de gran celo por el Señor.

Desde sus primeros años Clara se vio dotada de innumerables virtudes y aunque su ambiente familiar pedía otra cosa de ella, siempre desde pequeña fue asidua a la oración y mortificación. Siempre mostró gran desagrado por las cosas del mundo y gran amor y deseo por crecer cada día en su vida espiritual.

Ya en ese entonces se oía de los Hermanos Menores, como se les llamaba a los seguidores de San Francisco. Clara sentía gran compasión y gran amor por ellos, aunque tenía prohibido verles y hablarles. Ella cuidaba de ellos y les proveía enviando a una de las criadas. Le llamaba mucho la atención como los frailes gastaban su tiempo y sus energías cuidando a los leprosos. Todo lo que ellos eran y hacían le llamaba mucho la atención y se sentía unida de corazón a ellos y a su visión.


Su llamada y su encuentro con San Francisco. Cofundadora de la orden

La conversión de Clara hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. En 1210, cuando ella tenía 18 años, San Francisco predicó en la catedral de Asís los sermones de cuaresma e insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales. Al oír las palabras: «este es el tiempo favorable… es el momento… ha llegado el tiempo de dirigirme hacia El que me habla al corazón desde hace tiempo… es el tiempo de optar, de escoger..», sintió una gran confirmación de todo lo que venía experimentando en su interior.

Durante todo el día y la noche, meditó en aquellas palabras que habían calado lo más profundo de su corazón. Tomó esa misma noche la decisión de comunicárselo a Francisco y de no dejar que ningún obstáculo la detuviera en responder al llamado del Señor, depositando en El toda su fuerza y entereza.

Cuando su corazón comprendió la amargura, el odio, la enemistad y la codicia que movía a los hombres a la guerra comprendió que esta forma de vida eran como la espada afilada que un día traspasó el corazón de Jesús. No quiso tener nada que ver con eso, no quiso otro señor mas que el que dio la vida por todos, aquel que se entrega pobremente en la Eucaristía para alimentarnos diariamente. El que en la oscuridad es la Luz y que todo lo cambia y todo lo puede, aquel que es puro Amor. Renace en ella un ardiente amor y un deseo de entregarse a Dios de una manera total y radical.

Clara sabía que el hecho de tomar esta determinación de seguir a Cristo y sobre todo de entregar su vida a la visión revelada a Francisco, iba a ser causa de gran oposición familiar, pues el solo hecho de la presencia de los Hermanos Menores en Asís estaba ya cuestionando la tradicional forma de vida y las costumbres que mantenían intocables los estratos sociales y sus privilegios. A los pobres les daba una esperanza de encontrar su dignidad, mientras que los ricos comprendían que el Evangelio bien vivido exponía por contraste sus egoísmos a la luz del día. Para Clara el reto era muy grande. Siendo la primera mujer en seguirle, su vinculación con Francisco podía ser mal entendida.

Santa Clara se fuga de su casa el 18 de Marzo de 1212, un Domingo de Ramos, empezando así la gran aventura de su vocación. Se sobrepuso a los obstáculos y al miedo para darle una respuesta concreta al llamado que el Señor había puesto en su corazón. Llega a la humilde Capilla de la Porciúncula donde la esperaban Francisco y los demás Hermanos Menores y se consagra al Señor por manos de Francisco.


Empiezan las renuncias

De rodillas ante San Francisco, hizo Clara la promesa de renunciar a las riquezas y comodidades del mundo y de dedicarse a una vida de oración, pobreza y penitencia. El santo, como primer paso, tomó unas tijeras y le cortó su larga y hermosa cabellera, y le colocó en la cabeza un sencillo manto, y la envió a donde unas religiosas que vivían por allí cerca, a que se fuera preparando para ser una santa religiosa.

Para Santa Clara la humildad es pobreza de espíritu y esta pobreza se convierte en obediencia, en servicio y en deseos de darse sin límites a los demás.

Días más tardes fue trasladada temporalmente, por seguridad, a las monjas Benedictinas, ya que su padre, al darse cuenta de su fuga, sale furioso en su búsqueda con la determinación de llevársela de vuelta al palacio. Pero la firme convicción de Clara, a pesar de sus cortos años de edad, obligan finalmente al Caballero Offeduccio a dejarla. Días más tardes, San Francisco, preocupado por su seguridad dispone trasladarla a otro monasterio de Benedictinas situado en San Angelo. Allí la sigue su hermana Inés, quien fue una de las mayores colaboradoras en la expansión de la Orden y la hija (si se puede decir así) predilecta de Santa Clara. Le sigue también su prima Pacífica.

Santa Clara de Asís: el alma gemela de san FranciscoSan Francisco les reconstruye la capilla de San Damián, lugar donde el Señor había hablado a su corazón diciéndole, «Reconstruye mi Iglesia». Esas palabras del Señor habían llegado a lo más profundo de su ser y lo llevó al más grande anonadamiento y abandono en el Señor. Gracias a esa respuesta de amor, de su gran «Si» al Señor, había dado vida a una gran obra, que hoy vemos y conocemos como la Comunidad Franciscana, de la cual Santa Clara se inspiraría y formaría parte crucial, siendo cofundadora con San Francisco en la Orden de las Clarisas.

Cuando se trasladan las primeras Clarisas a San Damián, San Francisco pone al frente de la comunidad, como guía de Las Damas Pobres a Santa Clara. Al principio le costó aceptarlo pues por su gran humildad deseaba ser la última y ser la servidora, esclava de las esclavas del Señor. Pero acepta y con verdadero temor asume la carga que se le impone, entiende que es el medio de renunciar a su libertad y ser verdaderamente esclava. Así se convierte en la madre amorosa de sus hijas espirituales, siendo fiel custodia y prodigiosa sanadora de las enfermas.

Desde que fue nombrada Madre de la Orden, ella quiso ser ejemplo vivo de la visión que trasmitía, pidiendo siempre a sus hijas que todo lo que el Señor había revelado para la Orden se viviera en plenitud.

Siempre atenta a la necesidades de cada una de sus hijas y revelando su ternura y su atención de Madre, son recuerdos que aún después de tanto tiempo prevalecen y son el tesoro mas rico de las que hoy son sus hijas, Las Clarisas Pobres.

Santa Clara acostumbraba tomar los trabajos mas difíciles, y servir hasta en lo mínimo a cada una. Pendiente de los detalles más pequeños y siendo testimonio de ese corazón de madre y de esa verdadera respuesta al llamado y responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos.

Por el testimonio de las misma hermanas que convivieron con ella se sabe que muchas veces, cuando hacía mucho frío, se levantaba a abrigar a sus hijas y a las que eran mas delicadas les cedía su manta. A pesar de ello, Clara lloraba por sentir que no mortificaba suficiente su cuerpo.

Cuando hacía falta pan para sus hijas, ayunaba sonriente y si el sayal de alguna de las hermanas lucía más viejo ella lo cambiaba dándole el de ella. Su vida entera fue una completa dádiva de amor al servicio y a la mortificación. Su gran amor al Señor es un ejemplo que debe calar nuestros corazones, su gran firmeza y decisión por cumplir verdaderamente la voluntad de Dios para ella.

Tenía gran entusiasmo al ejercer toda clase de sacrificios y penitencias. Su gozo al sufrir por Cristo era algo muy evidente y es, precisamente esto, lo que la llevó a ser Santa Clara. Este fue el mayor ejemplo que dio a sus hijas.

La humildad brilló grandemente en Santa Clara y una de las mas grandes pruebas de su humildad fue su forma de vida en el convento, siempre sirviendo con sus enseñanzas, sus cuidados, su protección y su corrección. La responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos no la utilizó para imponer o para simplemente mandar en el nombre del Señor. Lo que ella mandaba a sus hijas lo cumplía primero ella misma con toda perfección. Se exigía mas de lo que pedía a sus hermanas.

Hacía los trabajos mas costosos y daba amor y protección a cada una de sus hijas. Buscaba como lavarle los pies a las que llegaban cansadas de mendigar el sustento diario. Lavaba a las enfermas y no había trabajo que ella despreciara pues todo lo hacía con sumo amor y con suprema humildad.


«En una ocasión, después de haberle lavado los pies a una de las hermanas, quiso besarlos. La hermana, resistiendo aquel acto de su fundadora, retiró el pie y accidentalmente golpeó el rostro a Clara. Pese al moretón y la sangre que había salido de su nariz, volvió a tomar con ternura el pie de la hermana y lo besó.»


Con su gran pobreza manifestaba su anhelo de no poseer nada mas que al Señor. Y esto lo exigía a todas sus hijas. Para ella la Santa Pobreza era la reina de la casa. Rechazó toda posesión y renta, y su mayor anhelo era alcanzar de los Papas el privilegio de la pobreza, que por fin fue otorgado por el Papa Inocencio III.

Para Santa Clara la pobreza era el camino en donde uno podía alcanzar mas perfectamente esa unión con Cristo. Este amor por la pobreza nacía de la visión de Cristo pobre, de Cristo Redentor y Rey del mundo, nacido en el pesebre. Aquel que es el Rey y, sin embargo, no tuvo nada ni exigió nada terrenal para si y cuya única posesión era vivir la voluntad del Padre. La pobreza alcanzada en el pesebre y llevada a su cúlmen en la Cruz. Cristo pobre cuyo único deseo fue obedecer y amar.

La vida de Santa Clara fue una constante lucha por despegarse de todo aquello que la apartaba del Amor y todo lo que le limitara su corazón de tener como único y gran amor al Señor y el deseo por la salvación de las almas.

La pobreza la conducía a un verdadero abandono en la Providencia de Dios. Ella, al igual que San Francisco, veía en la pobreza ese deseo de imitación total a Jesucristo. No como una gran exigencia opresiva sino como la manera y forma de vida que el Señor les pedía y la manera de mejor proyectar al mundo la verdadera imagen de Cristo y Su Evangelio.

Siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y, aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: «Santo padre: le suplico que me absuelva y me libere de todos mis pecados, pero no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo». A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: «Mi Padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros».


Mortificación de su cuerpo

Si hay algo que sobresale en la vida de Santa Clara es su gran mortificación. Utilizaba debajo de su túnica, como prenda íntima, un áspero trozo de cuero de cerdo o de caballo. Su lecho era una cama compuesta de sarmientos cubiertos con paja, la que se vio obligada a cambiar por obediencia a Francisco, debido a su enfermedad.

Los ayunos. Siempre vivió una vida austera y comía tan poco que sorprendía hasta a sus propias hermanas. No se explicaban como podía sostener su cuerpo. Durante el tiempo de cuaresma, pasaba días sin probar bocado y los demás días los pasaba a pan y agua. Era exigente con ella misma y todo lo hacía llena de amor, regocijo y de una entrega total al amor que la consumía interiormente y su gran anhelo de vivir, servir y desear solamente a su amado Jesús.

Por su gran severidad en los ayunos, sus hermanas, preocupadas por su salud, informaron a San Francisco quien intervino con el Obispo ordenándole a comer, cuando menos diariamente, un pedazo de pan que no fuese menos de una onza y media.


La vida de Oración

Para Santa Clara la oración era la alegría, la vida; la fuente y manantial de todas las gracias, tanto para ella como para el mundo entero. La oración es el fin en la vida Religiosa y su profesión.

Ella acostumbraba pasar varias horas de la noche en oración para abrir su corazón al Señor y recoger en su silencio las palabras de amor del Señor. Muchas veces, en su tiempo de oración, se le podía encontrar cubierta de lágrimas al sentir el gran gozo de la adoración y de la presencia del Señor en la Eucaristía, o quizás movida por un gran dolor por los pecados, olvidos y por las ingratitudes propias y de los hombres.

Se postraba rostro en tierra ante el Señor y, al meditar la pasión las lágrimas brotaban de lo mas íntimo de su corazón. Muchas veces el silencio y soledad de su oración se vieron invadidos de grandes perturbaciones del demonio. Pero sus hermanas dan testimonio de que, cuando Clara salía del oratorio, su semblante irradiaba felicidad y sus palabras eran tan ardientes que movían y despertaban en ellas ese ardiente celo y encendido amor por el Señor.

Hizo fuertes sacrificios los cuarenta y dos años de su vida consagrada. Cuando le preguntaban si no se excedía, ella contestaba: Estos excesos son necesarios para la redención, «Sin el derramamiento de la Sangre de Jesús en la Cruz no habría Salvación». Ella añadía: «Hay unos que no rezan ni se sacrifican; hay muchos que sólo viven para la idolatría de los sentidos. Ha de haber compensación. Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen. Si no se estableciera ese equilibrio espiritual la tierra sería destrozada por el maligno». Santa Clara aportó de una manera generosa a este equilibrio.


Milagros de Santa Clara

La Eucaristía ante los sarracenos

En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron despavoridos.

En otra ocasión los enemigos atacaban a la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus monjas oraron con fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin saber por qué.

El milagro de la multiplicación de los panes

Cuando solo tenían un pan para que comieran cincuenta hermanas, Santa Clara lo bendijo y, rezando todas un Padre Nuestro, partió el pan y envió la mitad a los hermanos menores y la otra mitad se la repartió a las hermanas. Aquel pan se multiplicó, dando a basto para que todas comieran. Santa Clara dijo: «Aquel que multiplica el pan en la Eucaristía, el gran misterio de fe, ¿acaso le faltará poder para abastecer de pan a sus esposas pobres?»

En una de las visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió: «quiero que seas tu la que bendigas estos panes». Santa Clara le dice que sería como un irespeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario de Cristo. El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes.


Larga agonía

Santa Clara estuvo enferma 27 años en el convento de San Damiano, soportando todos los sufrimientos de su enfermedad con paciencia heroica. En su lecho bordaba, hacía costuras y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó «Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita».

Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos.

San Francisco ya había muerto pero tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: «Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan».

Santa Clara de Asís: el alma gemela de san FranciscoEl 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después de que su regla sea aprobada por el Papa, se fue al cielo a recibir su premio. En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida.

Cuando el Señor ve que el mundo está tomando rumbos equivocados o completamente opuestos al Evangelio, levanta mujeres y hombres para que contrarresten y aplaquen los grandes males con grandes bienes.

Podemos ver claramente en la Orden Franciscana, en su carisma, que cuando el mundo estaba siendo arrastrado por la opulencia, por la riqueza, las injusticias sociales etc., suscita en dos jóvenes de las mejores familias el amor valiente para abrazar el espíritu de pobreza, como para demostrar de una manera radical el verdadero camino a seguir que al mismo tiempo deja al descubierto la obra de Satanás, aplastándole la cabeza. Ellos se convirtieron en signo de contradicción para el mundo y a la vez, fuente donde el Señor derrama su gracia para que otros reciban de ella.

El Señor en su gran sabiduría y siendo el buen Pastor que siempre cuida de su pueblo y de su salvación, nunca nos abandona y manda profetas que con sus palabras y sus vidas nos recuerdan la verdad y nos muestran el camino de regreso a El. Los santos nos revelan nuestros caminos torcidos y nos enseñan como rectificarlos.


Tras los pasos de Santa Clara en Asís

En la Basílica de Santa Clara encontramos su cuerpo incorrupto y muchas de sus reliquias.

En el convento de San Damiano, se recorren los pasillos que ella recorrió. Se entra al cuarto donde ella pasó muchos años de su vida acostada, se observa la ventana por donde veía a sus hijas. También se conservan el oratorio, la capilla, y la ventana por donde expulsó a los sarracenos con el poder de la Eucaristía.

Hoy las religiosas Clarisas son aproximadamente 18.000 en 1.248 conventos en el mundo.