Recursos para catequesis sobre san Enstanislao, obispo de Cracovia

Recursos para catequesis sobre san Enstanislao, obispo de Cracovia

San Estanislao, nació en Szczepanow, cerca de Cracovia el día 26 de julio de 1030. Fue hijo único. Su nacimiento puede considerarse como un prodigio, pues vino al mundo después de treinta años de casados sus padres.

Los padres, Wielislaw y Bogna, de noble alcurnia, llevaban vida austera y piadosa, siendo muy estimados por sus grandes virtudes.

En el hogar paterno Estanislao recibió una esmerada cultura, tanto moral como intelectual; sus estudios superiores los realizó en Cracovia y en París.

Fue ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia, Lamberto, siendo elegido sucesor de esta sede el día 2 de febrero de 1072. Gobernó valientemente la diócesis durante ocho años, al cabo de los cuales fue martirizado.

El día 17 de septiembre de 1253 quedó canonizado en Asís por el papa Inocencio IV. El papa Clemente VIII extendió su culto para toda la Iglesia en el año 1605.

La muerte de San Estanislao en el pensamiento polaco significa lo mismo que la muerte de los valores con los cuales él vivía, por los que luchaba y por los que murió como mártir. Con la muerte de estos valores desaparecía también Polonia; por el contrario, con el desarrollo de estas virtudes se reavivaron las almas de los polacos, y sus méritos colmaban la nación de beneficios especiales.

Esta idea tan acertada —es un lema de la existencia de Polonia— y de actualidad siempre en la vida del pueblo polaco, el papa Pío XII la subrayó en una carta dirigida al cardenal primado de Polonia, monseñor Esteban Wyszynski, el día 16 de julio de 1953.

No cabe duda. La figura del Santo constituye para todo el pueblo polaco, en su marcha histórica, ideológica y natural, un magnífico ejemplar y seguro guía.

Por otra parte, la grandeza de San Estanislao consiste en saber vivir y realizar el ideal de nuestra religión, tantas veces subrayado por San Pablo: christianus sum. Este ideal le hizo hombre de gran virtud, fundada en la confianza en Dios, que por honrarle, por la religión verdadera, por la justicia, por la libertad y salvación de su pueblo, llegaba a despreciar todas las penas, dificultades, cruces y sufrimientos, guardando siempre en los momentos más importantes y duros de su vida el equilibrio de su espíritu, su fervorosa piedad y un alma inquebrantable.

No es cierto que San Estanislao fuera un hombre duro y de un temperamento rencoroso y terco que le llevara al conflicto con el rey Boleslao y, en consecuencia, a la muerte. Es una opinión falsa y sin fundamento, porque los motivos de su actuación que causaron su martirio eran altamente cristianos, dignos de un obispo católico.

El primer biógrafo y famoso historiador polaco, Jan DIugosz, confirma esta opinión diciendo: «Estanislao era de carácter dulce y humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso en reprimir sus propias, faltas antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se dejó llevar por la ira, muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran ingenio y sabiduría, y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de corazón abierto».

En una palabra, el obispo de Cracovia era un hombre serio, templado y de verdadera santidad.

Todo lo contrario le ocurría al rey polaco Boleslao. Era un gran guerrero, muy valiente y audaz; pero también era figura de grandes vicios y de muy débil voluntad, defectos que le oscurecieron la inteligencia y le llevaron a la mayor catástrofe de su vida. Agravaron esta situación suya los éxitos políticos y militares, hasta tal punto que en su soberbia Boleslao llegó a creer que a él, el rey, le estaba permitido todo; su conducta se manifestó entonces totalmente amoral, dando paso a sinnúmero de crueldades y abusos que clamaron al cielo.

San Estanislao, viendo un mal tan grande y pecados tan notorios, no pudo quedarse tranquilo; callar en esta situación significaba lo mismo que aprobar la conducta del rey. Decidió entonces intervenir. Varios eran los motivos que tenía San Estanislao para amonestar al soberano. En primer lugar era el obispo de la capital de Polonia, vivía cerca de la corte del rey, era el obispo de la Iglesia de Cristo, que no podía quedarse mudo frente a un pecador público; era un cristiano que debía amonestar a un hermano suyo que estaba errando. Además, Estanislao era un alto dignatario de la Corona y por esto quería demostrar su disconformidad con los tímidos cortesanos.

Sin embargo, la empresa no era fácil ni sin grandes peligros, pues Gallus Anonimus, la auténtica historia polaca de aquella época, llama al rey Boleslao «rex ferox». Se debía, por tanto, emplear la máxima prudencia.

San Estanislao, en el cumplimiento de este deber suyo, se mostró a su debida altura. Amonestaba al rey pidiendo y rogándole que cambiase su postura, que frenase su inmoralidad, el terror y toda la ilegalidad. Actuaba paternal y pacíficamente, sin ira y sin faltar al respeto a un soberano.

Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron vanos. Según Jan Dlugosz, el efecto era contrario. El rey, en vez de prestar atención a los consejos de su obispo, se llenaba de furia y contestaba con amenazas, olvidándose de su propio honor. Boleslao no quiso ver en la persona del obispo de Cracovia sino a un audaz enemigo que se atrevía a reprimir al rey. En consecuencia, la justa postura del obispo de Cracovia quedó juzgada falsamente y, herido el corazón del rey, decidió su muerte. Aprovechando la ocasión de que el obispo celebraba una misa en las afueras de la ciudad, en la iglesia llamada «Na Skalce”, invadió el templo con su cuadrilla y le mató personalmente durante el santo sacrificio.

La leyenda que siempre acompaña a hechos tan extraordinarios dice que el rey se detuvo ante la puerta de la misma iglesia, mandando entrar a sus soldados y dar la muerte al santo obispo. Estos, intentando cumplir la orden, tres veces llegaron hasta el altar y tres veces, aterrorizados por el miedo, huyeron del templo. Fue entonces cuando el furibundo rey penetró y, yéndose hasta el altar, personalmente mató al ilustre prelado. Cometido el crimen, mandó sacar el cadáver fuera de la iglesia y machacarlo con las espadas.

Satisfecho de su éxito dejó los restos a la intemperie para que fueran pasto de las fieras. Sin embargo, era Dios mismo, prosigue la leyenda, quien se preocupó por estos santos restos mortales de un obispo mártir. En el lugar del sacrilegio aparecieron cuatro grandes águilas reales que volaron sobre estas reliquias durante el tiempo que tardó en integrarse el cuerpo de nuevo y hasta que Ilegaron los sacerdotes para recogerlo.

Esta leyenda tiene mucha aceptación en Polonia, pues su símbolo profético era, y es, muy vivo. La maldad desmembró el cuerpo del obispo Estanislao, la santidad lo unió milagrosamente de nuevo. En la vida histórica de la nación varias veces la maldad desmembró a Polonia, pero era la santidad, la penitencia del pueblo, sus sacrificios y la perseverancia en sus altos valores lo que unía a Polonia de nuevo y la resucitaba. Siempre que Polonia defendía el reinado de Dios, la Verdad, la justicia y el bien de las almas era nación grande e invencible; si traicionaba estos valores caía desmembrada.

Los amigos del rey justificaban al soberano divulgando que el castigo era justo porque el obispo de Cracovia era un traidor. Hoy día esta canción la cantan también los enemigos de Polonia. Y surge la pregunta: ¿A quién debía obedecer el obispo de Cracovia? ¿A Dios o al rey? ¿Debía, acaso, traicionar su fe y a su Dios y servir a un rey que ha traicionado todo? San Estanislao se mostró un obispo intrépido, un magno defensor de los derechos de Dios, de la moral y de la justicia. He aquí su gloria y su ejemplo para todos los cristianos.

Dios, justo y santo, honró esta postura, pues tanto durante su vida como después de su muerte muchos milagros —el proceso de canonización revisó 36 de primera clase— glorificaron la santidad de este intrépido obispo de Cracovia.

San Estanislao era uno de estos seres a quienes Dios, queriendo manifestar su omnipotencia, y para que sirvan de ejemplo a los demás hombres, les concede bienes sobrenaturales, con el fin de que, por ellos, la verdad de la fe y de la religión brille para la salvación y confortación de los creyentes.

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Recursos para catequesis sobre san Enstanislao, obispo de Cracovia

San Enstanislao, obispo de Cracovia, con recursos para catequesis

San Estanislao, nació en Szczepanow, cerca de Cracovia el día 26 de julio de 1030. Fue hijo único. Su nacimiento puede considerarse como un prodigio, pues vino al mundo después de treinta años de casados sus padres.

Los padres, Wielislaw y Bogna, de noble alcurnia, llevaban vida austera y piadosa, siendo muy estimados por sus grandes virtudes.

En el hogar paterno Estanislao recibió una esmerada cultura, tanto moral como intelectual; sus estudios superiores los realizó en Cracovia y en París.

Fue ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia, Lamberto, siendo elegido sucesor de esta sede el día 2 de febrero de 1072. Gobernó valientemente la diócesis durante ocho años, al cabo de los cuales fue martirizado.

El día 17 de septiembre de 1253 quedó canonizado en Asís por el papa Inocencio IV. El papa Clemente VIII extendió su culto para toda la Iglesia en el año 1605.

La muerte de San Estanislao en el pensamiento polaco significa lo mismo que la muerte de los valores con los cuales él vivía, por los que luchaba y por los que murió como mártir. Con la muerte de estos valores desaparecía también Polonia; por el contrario, con el desarrollo de estas virtudes se reavivaron las almas de los polacos, y sus méritos colmaban la nación de beneficios especiales.

Esta idea tan acertada —es un lema de la existencia de Polonia— y de actualidad siempre en la vida del pueblo polaco, el papa Pío XII la subrayó en una carta dirigida al cardenal primado de Polonia, monseñor Esteban Wyszynski, el día 16 de julio de 1953.

No cabe duda. La figura del Santo constituye para todo el pueblo polaco, en su marcha histórica, ideológica y natural, un magnífico ejemplar y seguro guía.

Por otra parte, la grandeza de San Estanislao consiste en saber vivir y realizar el ideal de nuestra religión, tantas veces subrayado por San Pablo: christianus sum. Este ideal le hizo hombre de gran virtud, fundada en la confianza en Dios, que por honrarle, por la religión verdadera, por la justicia, por la libertad y salvación de su pueblo, llegaba a despreciar todas las penas, dificultades, cruces y sufrimientos, guardando siempre en los momentos más importantes y duros de su vida el equilibrio de su espíritu, su fervorosa piedad y un alma inquebrantable.

No es cierto que San Estanislao fuera un hombre duro y de un temperamento rencoroso y terco que le llevara al conflicto con el rey Boleslao y, en consecuencia, a la muerte. Es una opinión falsa y sin fundamento, porque los motivos de su actuación que causaron su martirio eran altamente cristianos, dignos de un obispo católico.

El primer biógrafo y famoso historiador polaco, Jan DIugosz, confirma esta opinión diciendo: «Estanislao era de carácter dulce y humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso en reprimir sus propias, faltas antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se dejó llevar por la ira, muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran ingenio y sabiduría, y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de corazón abierto».

En una palabra, el obispo de Cracovia era un hombre serio, templado y de verdadera santidad.

Todo lo contrario le ocurría al rey polaco Boleslao. Era un gran guerrero, muy valiente y audaz; pero también era figura de grandes vicios y de muy débil voluntad, defectos que le oscurecieron la inteligencia y le llevaron a la mayor catástrofe de su vida. Agravaron esta situación suya los éxitos políticos y militares, hasta tal punto que en su soberbia Boleslao llegó a creer que a él, el rey, le estaba permitido todo; su conducta se manifestó entonces totalmente amoral, dando paso a sinnúmero de crueldades y abusos que clamaron al cielo.

San Estanislao, viendo un mal tan grande y pecados tan notorios, no pudo quedarse tranquilo; callar en esta situación significaba lo mismo que aprobar la conducta del rey. Decidió entonces intervenir. Varios eran los motivos que tenía San Estanislao para amonestar al soberano. En primer lugar era el obispo de la capital de Polonia, vivía cerca de la corte del rey, era el obispo de la Iglesia de Cristo, que no podía quedarse mudo frente a un pecador público; era un cristiano que debía amonestar a un hermano suyo que estaba errando. Además, Estanislao era un alto dignatario de la Corona y por esto quería demostrar su disconformidad con los tímidos cortesanos.

Sin embargo, la empresa no era fácil ni sin grandes peligros, pues Gallus Anonimus, la auténtica historia polaca de aquella época, llama al rey Boleslao «rex ferox». Se debía, por tanto, emplear la máxima prudencia.

San Estanislao, en el cumplimiento de este deber suyo, se mostró a su debida altura. Amonestaba al rey pidiendo y rogándole que cambiase su postura, que frenase su inmoralidad, el terror y toda la ilegalidad. Actuaba paternal y pacíficamente, sin ira y sin faltar al respeto a un soberano.

Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron vanos. Según Jan Dlugosz, el efecto era contrario. El rey, en vez de prestar atención a los consejos de su obispo, se llenaba de furia y contestaba con amenazas, olvidándose de su propio honor. Boleslao no quiso ver en la persona del obispo de Cracovia sino a un audaz enemigo que se atrevía a reprimir al rey. En consecuencia, la justa postura del obispo de Cracovia quedó juzgada falsamente y, herido el corazón del rey, decidió su muerte. Aprovechando la ocasión de que el obispo celebraba una misa en las afueras de la ciudad, en la iglesia llamada «Na Skalce”, invadió el templo con su cuadrilla y le mató personalmente durante el santo sacrificio.

La leyenda que siempre acompaña a hechos tan extraordinarios dice que el rey se detuvo ante la puerta de la misma iglesia, mandando entrar a sus soldados y dar la muerte al santo obispo. Estos, intentando cumplir la orden, tres veces llegaron hasta el altar y tres veces, aterrorizados por el miedo, huyeron del templo. Fue entonces cuando el furibundo rey penetró y, yéndose hasta el altar, personalmente mató al ilustre prelado. Cometido el crimen, mandó sacar el cadáver fuera de la iglesia y machacarlo con las espadas.

Satisfecho de su éxito dejó los restos a la intemperie para que fueran pasto de las fieras. Sin embargo, era Dios mismo, prosigue la leyenda, quien se preocupó por estos santos restos mortales de un obispo mártir. En el lugar del sacrilegio aparecieron cuatro grandes águilas reales que volaron sobre estas reliquias durante el tiempo que tardó en integrarse el cuerpo de nuevo y hasta que Ilegaron los sacerdotes para recogerlo.

Esta leyenda tiene mucha aceptación en Polonia, pues su símbolo profético era, y es, muy vivo. La maldad desmembró el cuerpo del obispo Estanislao, la santidad lo unió milagrosamente de nuevo. En la vida histórica de la nación varias veces la maldad desmembró a Polonia, pero era la santidad, la penitencia del pueblo, sus sacrificios y la perseverancia en sus altos valores lo que unía a Polonia de nuevo y la resucitaba. Siempre que Polonia defendía el reinado de Dios, la Verdad, la justicia y el bien de las almas era nación grande e invencible; si traicionaba estos valores caía desmembrada.

Los amigos del rey justificaban al soberano divulgando que el castigo era justo porque el obispo de Cracovia era un traidor. Hoy día esta canción la cantan también los enemigos de Polonia. Y surge la pregunta: ¿A quién debía obedecer el obispo de Cracovia? ¿A Dios o al rey? ¿Debía, acaso, traicionar su fe y a su Dios y servir a un rey que ha traicionado todo? San Estanislao se mostró un obispo intrépido, un magno defensor de los derechos de Dios, de la moral y de la justicia. He aquí su gloria y su ejemplo para todos los cristianos.

Dios, justo y santo, honró esta postura, pues tanto durante su vida como después de su muerte muchos milagros —el proceso de canonización revisó 36 de primera clase— glorificaron la santidad de este intrépido obispo de Cracovia.

San Estanislao era uno de estos seres a quienes Dios, queriendo manifestar su omnipotencia, y para que sirvan de ejemplo a los demás hombres, les concede bienes sobrenaturales, con el fin de que, por ellos, la verdad de la fe y de la religión brille para la salvación y confortación de los creyentes.

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Catequesis, películas, documentales y otros audiovisuales sobre santa Teresa de Lisieux

Catequesis, películas, documentales y otros audiovisuales sobre santa Teresa de Lisieux

«Teresita» no ha dejado de ayudar a las almas más sencillas, a los pequeños, a los pobres, a los que sufren, que la invocan, y también ha iluminado a toda la Iglesia con su profunda doctrina espiritual, hasta el punto de que el venerable Juan Pablo II, en 1997, quiso darle el título de doctora de la Iglesia, añadiéndolo al de patrona de las misiones, que ya le había otorgado Pío XI en 1927. Mi amado predecesor la definió «experta en la scientia amoris» (Novo millennio ineunte, 42). Esta ciencia, que ve resplandecer en el amor toda la verdad de la fe, Teresa la expresa principalmente en el relato de su vida, publicado un año después de su muerte bajo el título de Historia de un alma. Es un libro que inmediatamente tuvo un enorme éxito, fue traducido a muchas lenguas y difundido en todo el mundo. Quiero invitaros a redescubrir este pequeño gran tesoro, este luminoso comentario del Evangelio plenamente vivido. De hecho, Historia de un alma es una maravillosa historia de Amor,narrada con tanta autenticidad, sencillez y lozanía que el lector no puede menos de quedar fascinado ante ella. ¿Cuál es ese Amor que colmó toda la vida de Teresa, desde su infancia hasta su muerte? Queridos amigos, este Amor tiene un rostro, tiene un nombre: ¡es Jesús! La santa habla continuamente de Jesús. 

SS Benedicto XVI

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El día 1 de octubre la Iglesia universal celebra la memoria de santa Teresa de Lisieux, conocida como Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia y Patrona de las Misiones.
Para celebrar este día os presentamos una serie de películas y documentales sobre su vida y su obra. Al final del artículo, también tenéis completa la catequesis que, sobre santa Teresita dio SS Benedicto XVI.

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Santa Teresa de Lisieux (Obra teatral de la Fraternidad Mariana Teresita de Lisieux)

 

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Teresa de Lisieux: Una mirada, una sonrisa (Documental en el Centenario de su muerte)

 

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Amanecer de un centenario: Sta. Teresita del Niño Jesús (documental de las Carmelitas Descalzas de Sevilla)

 

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Vida de Santa Teresa de Lisieux (Convicción Radio)

 

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Historia de un Alma (lectura de la obra fundamental de santa Teresita)

 

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Catequesis de SS Benedicto XVI sobre santa Teresa de Lisieux

Hoy quiero hablaros de santa Teresa de Lisieux, Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, que sólo vivió en este mundo 24 años, a finales del siglo XIX, llevando una vida muy sencilla y oculta, pero que, después de su muerte y de la publicación de sus escritos, se ha convertido en una de las santas más conocidas y amadas. «Teresita» no ha dejado de ayudar a las almas más sencillas, a los pequeños, a los pobres, a los que sufren, que la invocan, y también ha iluminado a toda la Iglesia con su profunda doctrina espiritual, hasta el punto de que el venerable Juan Pablo II, en 1997, quiso darle el título de doctora de la Iglesia, añadiéndolo al de patrona de las misiones, que ya le había otorgado Pío XI en 1927. Mi amado predecesor la definió «experta en la scientia amoris» (Novo millennio ineunte, 42). Esta ciencia, que ve resplandecer en el amor toda la verdad de la fe, Teresa la expresa principalmente en el relato de su vida, publicado un año después de su muerte bajo el título de Historia de un alma. Es un libro que inmediatamente tuvo un enorme éxito, fue traducido a muchas lenguas y difundido en todo el mundo. Quiero invitaros a redescubrir este pequeño gran tesoro, este luminoso comentario del Evangelio plenamente vivido. De hecho, Historia de un alma es una maravillosa historia de Amor,narrada con tanta autenticidad, sencillez y lozanía que el lector no puede menos de quedar fascinado ante ella. ¿Cuál es ese Amor que colmó toda la vida de Teresa, desde su infancia hasta su muerte? Queridos amigos, este Amor tiene un rostro, tiene un nombre: ¡es Jesús! La santa habla continuamente de Jesús. Recorramos, pues, las grandes etapas de su vida, para entrar en el corazón de su doctrina.

Teresa nació el 2 de enero de 1873 en Alençon, una ciudad de Normandía, en Francia. Era la última hija de Luis y Celia Martin, esposos y padres ejemplares, beatificados juntos el 19 de octubre de 2008. Tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en edad temprana. Quedaron las cinco hijas, que se hicieron todas religiosas. Teresa, a los 4 años, quedó profundamente afectada por la muerte de su madre (MS, A 13r). El padre, junto con las hijas, se trasladó entonces a la ciudad de Lisieux, donde se desarrollaría toda la vida de la santa. Más tarde Teresa, atacada por una grave enfermedad nerviosa, se curó por una gracia divina, que ella misma definió como «la sonrisa de la Virgen» (ib., 29v-30v). Recibió la primera Comunión, vivida intensamente (ib., 35r), y puso a Jesús Eucaristía en el centro de su existencia.

La «Gracia de Navidad» de 1886 marca un giro de 180 grados, que ella llama su «completa conversión» (ib., 44v-45r). De hecho, se cura totalmente de su hipersensibilidad infantil e inicia una «carrera de gigante». A la edad de 14 años, Teresa se acerca cada vez más, con gran fe, a Jesús crucificado, y se toma muy en serio el caso, aparentemente desesperado, de un criminal condenado a muerte e impenitente (ib., 45v-46v). «Quería a toda costa impedirle que cayera en el infierno», escribe la santa, con la certeza de que su oración lo pondría en contacto con la Sangre redentora de Jesús. Es su primera y fundamental experiencia dematernidad espiritual: «Tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús», escribe. Con María santísima, la joven Teresa ama, cree y espera con «un corazón de madre» (cf. PR 6/10r).

En noviembre de 1887, Teresa va en peregrinación a Roma junto a su padre y su hermana Celina (ib., 55v-67r). Para ella, el momento culminante es la audiencia del Papa León XIII, al que pide permiso de entrar, con apenas 15 años, en el Carmelo de Lisieux. Un año después, su deseo se realiza: se hace carmelita, «para salvar las almas y rezar por los sacerdotes» (ib., 69v). Al mismo tiempo, comienza la dolorosa y humillante enfermedad mental de su padre. Es un gran sufrimiento que conduce a Teresa a la contemplación del rostro de Jesús en su Pasión (ib., 71rv). De esta manera, su nombre de religiosa —sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz— expresa el programa de toda su vida, en la comunión con los misterios centrales de la Encarnación y la Redención. Su profesión religiosa, en la fiesta de la Natividad de María, el 8 de septiembre de 1890, es para ella un verdadero matrimonio espiritual en la «pequeñez» del Evangelio, caracterizada por el símbolo de la flor: «¡Qué fiesta tan hermosa la de la Natividad de María para convertirme en esposa de Jesús!» —escribe—. Era la Virgencita recién nacida quien presentaba su florecita al Niño Jesús» (ib., 77r). Para Teresa, ser religiosa significa ser esposa de Jesús y madre de las almas (cf. MS B, 2v). Ese mismo día, la santa escribe una oración que indica toda la orientación de su vida: pide a Jesús el don de su Amor infinito, el don de ser la más pequeña, y sobre todo pide la salvación de todos los hombres: «Que hoy no se condene ni una sola alma» (PR 2). Es de gran importancia su Ofrenda al Amor misericordioso, que hizo en la fiesta de la Santísima Trinidad de 1895 (MS A, 83v-84r; PR 6): una ofrenda que Teresa comparte enseguida con sus hermanas, siendo ya vice-maestra de novicias.

Diez años después de la «Gracia de Navidad», en 1896, llega la «Gracia de Pascua», que abre el último período de la vida de Teresa, con el inicio de su pasión en profunda unión a la Pasión de Jesús; se trata de la pasión del cuerpo, con la enfermedad que la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos, pero sobre todo se trata de la pasión del alma, con una dolorosísima prueba de la fe (MS C, 4v-7v). Con María al pie de la cruz de Jesús, Teresa vive entonces la fe más heroica, como luz en las tinieblas que le invaden el alma. La carmelita es consciente de vivir esta gran prueba por la salvación de todos los ateos del mundo moderno, a los que llama «hermanos». Vive, entonces, más intensamente el amor fraterno (8r-33v): hacia las hermanas de su comunidad, hacia sus dos hermanos espirituales misioneros, hacia los sacerdotes y hacia todos los hombres, especialmente los más alejados. Se convierte realmente en una «hermana universal». Su caridad amable y sonriente es la expresión de la alegría profunda cuyo secreto nos revela: «Jesús, mi alegría es amarte a ti» (P 45/7). En este contexto de sufrimiento, viviendo el amor más grande en las cosas más pequeñas de la vida diaria, la santa realiza en plenitud su vocación de ser el Amor en el corazón de la Iglesia (cf. MS B, 3v).

Teresa muere la noche del 30 de septiembre de 1897, pronunciando las sencillas palabras: «¡Dios mío, os amo!», mirando el crucifijo que apretaba entre sus manos. Estas últimas palabras de la santa son la clave de toda su doctrina, de su interpretación del Evangelio. El acto de amor, expresado en su último aliento, era como la respiración continua de su alma, como el latido de su corazón. Las sencillas palabras «Jesús, te amo»están en el centro de todos sus escritos. El acto de amor a Jesús la sumerge en la Santísima Trinidad. Ella escribe: «Lo sabes, Jesús mío. Yo te amo. Me abrasa con su fuego tu Espíritu de Amor. Amándote yo a ti, atraigo al Padre» (P 17/2).

Queridos amigos, también nosotros, con santa Teresa del Niño Jesús, deberíamos poder repetir cada día al Señor, que queremos vivir de amor a él y a los demás, aprender en la escuela de los santos a amar de una forma auténtica y total. Teresa es uno de los «pequeños» del Evangelio que se dejan llevar por Dios a las profundidades de su Misterio. Una guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos. Con la humildad y la caridad, la fe y la esperanza, Teresa entra continuamente en el corazón de la Sagrada Escritura que contiene el Misterio de Cristo. Y esta lectura de la Biblia, alimentada con la ciencia del amor, no se opone a la ciencia académica. De hecho, la ciencia de los santos, de la que habla ella misma en la última página de la Historia de un alma, es la ciencia más alta: «Así lo entendieron todos los santos, y más especialmente los que han llenado el universo con la luz de la doctrina evangélica. ¿No fue en la oración donde san Pablo, san Agustín, san Juan de la Cruz, santo Tomás de Aquino, san Francisco, santo Domingo y tantos otros amigos ilustres de Dios bebieron aquellaciencia divina que cautivaba a los más grandes genios?» (MS C, 36r). La Eucaristía, inseparable del Evangelio, es para Teresa el sacramento del Amor divino que se rebaja hasta el extremo para elevarnos hasta él. En su última Carta, sobre una imagen que representa a Jesús Niño en la Hostia consagrada, la santa escribe estas sencillas palabras: «Yo no puedo tener miedo a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí (…) ¡Yo lo amo! Pues él es sólo amor y misericordia» (Carta 266).

En el Evangelio Teresa descubre sobre todo la misericordia de Jesús, hasta el punto de afirmar: «A mí me ha dado su misericordia infinita, y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas (…). Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás más aún que todas las demás), me parece revestida de amor» (MS A, 84r). Así se expresa también en las últimas líneas de la Historia de un alma: «Sólo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr… No me abalanzo al primer puesto, sino al último… Sí, estoy segura de que, aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que pueden cometerse, iría, con el corazón roto de arrepentimiento, a echarme en brazos de Jesús, pues sé cómo ama al hijo pródigo que vuelve a él» (MS C, 36v-37r). «Confianza y amor» son, por tanto, el punto final del relato de su vida, dos palabras que, como faros, iluminaron todo su camino de santidad para poder guiar a los demás por su mismo «caminito de confianza y de amor», de la infancia espiritual (cf. MS C, 2v-3r; Carta 226). Confianza como la del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical, del verdadero amor, que es don total de sí mismo, para siempre, como dice la santa contemplando a María: «Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo» (Poesía Por qué te amo, María: p 54/22). Así Teresa nos indica a todos que la vida cristiana consiste en vivir plenamente la gracia del Bautismo en el don total de sí al amor del Padre, para vivir como Cristo, en el fuego del Espíritu Santo, su mismo amor por todos los demás.

Plaza de San Pedro, 
Miércoles, 6 de abril de 2011

Enlace a vatican.va

San José Pignatelli, restaurador de los Jesuitas, con recursos audiovisuales

San José Pignatelli, restaurador de los Jesuitas, con recursos audiovisuales

El mérito especial de este santo fue el de conservar lo que quedaba de la Compañía de Jesús (que es la Comunidad religiosa más numerosa en la Iglesia Católica) y tratar de que los religiosos de esa comunidad pudieran sobrevivir, a pesar de una terrible persecución.

De familia italiana, nació en Zaragoza (España) en 1737. Se hizo jesuita y empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad, especialmente en enseñar catecismo a los niños y a los presos.

En 1767 la masonería mundial se puso de acuerdo para pedir a todos los gobernantes que expulsaran de sus países a los Padres Jesuitas. El rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas y declaró que de España y de todos los territorios de América que dependían de ese país quedaban expulsados los jesuitas. Con este decreto injusto le hizo un inmenso mal a muchas naciones y a la Santa Iglesia Católica.

El Padre José Pignatelli y su hermano, que eran de familia de la alta clase social, recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la condición de que se salieran de la Compañía de Jesús. Ellos no aceptaron esto y prefirieron irse al destierro. Se fueron a la Isla de Córcega, pero luego los franceses invadieron esa isla y de allá también los expulsaron.

En 1774 Clemente XIV por petición de los reyes de ese tiempo dio un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús. Como efecto de ese Decreto 23,000 jesuitas quedaron fuera de sus casas religiosas.

San José PignatelliEl Padre Pignatelli y sus demás compañeros, cuando oyeron leer el terrible decreto exclamaron: «Tenemos voto de obediencia al Papa. Obedecemos sin más, y de todo corazón».

Durante los 20 años siguientes la vida del Padre José y la de los demás jesuitas será de tremendos sufrimientos. Pasando por situaciones económicas sumamente difíciles (como los demás jesuitas dejados sin su comunidad), pero siempre sereno, prudente, espiritual, amable, fiel.

Se fue a la ciudad de Bolonia y allí estuvo dedicado a ayudar a otros sacerdotes en sus labores sacerdotales, y a coleccionar libros y manuscritos relacionados con la Compañía de Jesús y a suministrar ayuda a sus compañeros de religión. Muchos de ellos estaban en la miseria y si eran españoles no les dejaban ni siquiera ejercer el sacerdocio. Un día al pasar por frente a una obra del gobierno, alguien le dijo que aquello lo habían construido con lo que les habían quitado a los jesuitas, y Pignatelli respondió: «Entonces deberían ponerle por nombre «Haceldama», porque así se llamó el campo que compraron con el dinero que Judas consiguió al vender a Jesús.

Cuando los gobiernos de Europa se declaraban en contra de los jesuitas, la emperatriz de Rusia, Catalina, prohibió publicar en su país el decreto que mandaba acabar con la Compañía de Jesús, y recibió allá a varios religiosos de esa comunidad. El Padre Pignatelli con permiso del Papa Pío VI se afilió a los jesuitas que estaban en Rusia y con la ayuda de ellos empezó a organizar otra vez a los jesuitas en Italia. Conseguía vocaciones y mandaba los novicios a Rusia y allá eran recibidos en la comunidad. El jefe de los jesuitas de Rusia lo nombró provincial de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII aprobó ese nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra vez, aunque fuera bajo cuerda y en gran secreto.

El Padre Pignatelli oraba y trabajaba sin descanso por conseguir que su Comunidad volviera a renacer. En 1804 logró con gran alegría que en el reino de Nápoles fuera restablecida la Compañía de Jesús. Fue nombrado Provincial. Con las generosas ayudas que le enviaban sus familiares logró restablecer casas de Jesuitas en Roma, en Palermo, en Orvieto y en Cerdeña.

Ya estaba para conseguir que el Sumo Pontífice restableciera otra vez la Compañía de Jesús, cuando Napoleón se llevó preso a Pío VII al destierro.

El Padre Pignatelli murió en 1811 sin haber logrado que su amada Comunidad religiosa lograra volver a renacer plenamente, pero tres años después de su muerte, al quedar libre de su destierro el Papa Pío VII y volver libre a Roma, decretó que la Compañía de Jesús volvía a quedar instituida en todo el mundo, con razón Pío XI llamaba a San José Pignatelli «el anillo que unió la Compañía de Jesús que había existido antes, con la que empezó a existir nuevamente». Los Jesuitas lo recuerdan con inmensa gratitud, y nosotros le suplicamos a Dios que a esta comunidad y a todas las demás comunidades religiosas de la Iglesia Católica las conserve llenas de un gran fervor y de grandísima santidad.

Artículo original en EWTN-Fe

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Otras biografías en la red

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Recursos audiovisuales

San José Pignatelli, por mujerfuerte.org, Hijas del Sagrado Corazón de Jesús IFCJ

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San José Pignatelli, por Encarni Llamas en DiócesisTV

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São José Pignatelli (portugués)

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San Leandro de Sevilla, con recursos audiovisuales

San Leandro de Sevilla, con recursos audiovisuales

Una de las más impresionantes figuras de la Historia de Sevilla del siglo VI es San Leandro. Vive en la segunda mitad de este siglo y le toca sufrir la oposición entre las culturas hispano-romana y visigótica, entre el catolicismo de los dominados por el rey Leovigildo y el arrianismo de los dominadores bárbaros. Nace en Cartagena ca. 540, de familia noble.

Su padre era hispano-romano y, por motivos probablemente políticos, tuvo que salir de su tierra estableciéndose en Sevilla. De sus cuatro hijos, todos son santos de la Iglesia Católica: el mayor, Leandro, otros dos varones, Fulgencio que fue obispo de Écija e Isidoro, obispo de Sevilla y Florentina, religiosa contemplativa.

A la muerte de su padre, San Leandro asumió la dirección de la familia, ocupándose de la educación de su hermano Isidoro. A éste le dedicaría más adelante un tratado para que no temiera la muerte. Terminada la educación de sus hermanos, San Leandro abrazó la vida monástica y se dedicó a difundir el catolicismo entre los visigodos en contra del arrianismo del rey.

Desde el monasterio es elevado a la sede episcopal hispalense, donde sigue su preocupación contra la herejía arriana, que Leovigildo quiso hacer extensiva a toda Hispania. Pero el plan real sufre un duro golpe cuando su hijo Hermenegildo se convierte al catolicismo. El padre le había hecho gobernador de la Bética, cuya capital era Sevilla. Aquí, San Leandro e Infunda, esposa católica de Hermenegildo, logran que éste se convierta a la fe católica. Todos los autores contemporáneos atribuyen su conversión a la predicación y consejos de San Leandro. Así, San Gregorio Magno afirma: «Poco ha que Hermenegildo, hijo de Leovigildo, rey de los visigodos, se ha convertido de la herejía arriana por la predicación de Leandro, obispo de Sevilla».

San Buenaventura y San Leandro (Museo Bellas Artes Sevilla)Estalla la guerra entre Leovigildo y Hermenegildo, siendo éste derrotado por su padre y más tarde asesinado. San Leandro tiene que sufrir el destierro marchando a Constantinopla. El rey veía en él el principal responsable de la conversión y rebelión de su hijo y, por tanto, el principal obstáculo en su intento de unificación político-religiosa de Hispania sobre la base de la fe arriana.

Desde el exilio, San Leandro siguió combatiendo el arrianismo. Viendo Leovigildo la imposibilidad de de unificar la península en el arrianismo levantó el destierro a los obispos católicos. Su otro hijo, Recaredo, en contacto con San Leandro, se convierte al catolicismo en el III Concilio de Toledo presidido por el arzobispo hispalense. De esta forma, la población española adquiere la convicción de que forma un pueblo, una nación.

Pero la influencia de San Leandro en la sociedad hispana no termina en ese Concilio. En el 590 convoca y preside el I Concilio de Sevilla, contribuyendo, además, con su sabiduría, al resurgimiento literario. La escuela de Sevilla, creada por él, fue la más ilustre de todas las de España y el centro de la restauración científica visigótica. Allí se estudiaba griego, hebreo, himnos, poemas clásicos, etc. Los principales doctores visigóticos eran helenistas, y lo era también San Leandro. De esta escuela salió su más insigne discípulo, su hermano San Isidoro.

De San Leandro dice Isidoro que era «suave en el hablar, grande en el ingenio y clarísimo en la vida y doctrina». De San Leandro se dice, igualmente, que fue un hombre distinguido por su elegancia y brillantez. Con aires de pensador, citaba a los filósofos griegos y recordaba la filosofía de Séneca.

La elocuencia del metropolitano hispalense ha sido comparada con la de San Juan Crisóstomo. Al morir sobre el año 600 dejó concluida definitivamente la cuestión arriana. Su gran personalidad y santidad fue reconocida por la Iglesia Universal y su influencia histórica por todos los tratados de nuestra Historia.

Artículo original de Francisco Santiago en conociendosevilla.org.

Otras biografías en la red

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San Leandro de Sevilla, por Encarni Llamas en DiócesisTV

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San Josafat de Lituania: Patrón de la unión de los cristianos, con recursos audiovisuales

San Josafat de Lituania: Patrón de la unión de los cristianos, con recursos audiovisuales

«La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos»

(Tertuliano)

Josafat es una palabra hebrea que significa «Dios es mi juez».

La nación de Lituania es ahora de gran mayoría católica. Pero en un tiempo en ese país la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice. Y la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que derramar su sangre, para conseguir que su país aceptara el catolicismo.

En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica.

Cuando sus enemigos se lanzaron contra él, le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divina. Era el 12 de noviembre de 1623. Meses después los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.

El Papa Juan Pablo II declaró a San Josafat patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos.

Artículo orginal en Aciprensa.

Otras biografías de san Josafat

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San Josafat de Lituania, mártir

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San Josafat de Lituania, por Encarni Llamas en DiócesisTV

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