Los niños y la Navidad: san Nicolás de Bari o Papá Noel
Año tras año, las costumbres populares nos insertan dentro de algunas celebraciones que, si bien no son estrictamente catequísticas, poseen una índole mágica-religiosa que muchas veces pueden generarnos cierta confusión como, por ejemplo, los festejos en torno a la Navidad. Por supuesto que no se trata aquí de “pinchar” o “desencantar” fantasías infantiles disfrutadas por generaciones. Lo único que creemos aconsejable hacer es orientar a los niños para que rescaten los elementos esenciales de tales sucesos religiosos.
Papá Noel
La leyenda de Papa Noel, Santa Claus o San Nicolás (como se lo llama en muchos países) se remonta a fines del siglo III. Nicolás nació en una familia rica de la región del sur de Turquía (Asia Menor). Cuando fue adulto se convirtió al cristianismo. Posteriormente, fue elegido obispo y tomó la costumbre de recorrer su pueblo repartiendo regalos en las casas, para la época de la Navidad, especialmente entre los niños y adolescentes carenciados. Menos de 100 años después, Nicolás fue canonizado por sus obras de caridad. Fue enterrado en la ciudad de Bari, Italia, razón porque se lo recuerda como San Nicolás de Bari. Su nombre dio origen a Santa Claus (contracción de Sanctus Nicolaus, en latín).
Con respecto a la figura actual de Papá Noel y toda la parodia que se representa en torno a su imagen y los regalos, conviene no abusar demasiado de ello. Muchos niños quedan atemorizados y, más adelante defraudados, frente a la “mentira” de Papá Noel. Con las figuras de nuestros cuentos y representaciones no se debe explotar la buena fe de los niños ni mucho menos, realizar advertencias moralizantes en función de tales historias o personajes. Por ejemplo: “tienes que portarte bien porque si no, Papá Noel no va a traerte ningún regalo…” o “el Niño Jesús está muy enojado con lo que hiciste…”
El encuentro con Papá Noel podría transformarse —y en muchos lados se está haciendo así — en una representación alegre y entretenida en la cual toda la familia participa. Los regalos los traen los padres y se intercambian entre todos y se reparten. A los mismos chicos les gusta mucho disfrazarse o ver a sus familiares disfrazados de Santa Claus (entre paréntesis, qué lindo sería poder rescatar el nombre de San Nicolás que más tiene que ver con nuestra cultura…). De esta manera, no se finge ante los niños ni se los mantiene en la incertidumbre y todos disfrutarán mejor de la jornada navideña.
De todos modos, no habría que perder de vista el hecho central de la presencia de Papá Noel o Santa Claus y las circunstancias que dieron origen a su leyenda: homenajear el nacimiento de Jesús atendiendo de corazón a nuestros hermanos necesitados.
En todos los casos es muy importante diferenciar siempre con los chicos entre las leyendas sobre Papá Noel, Santa Claus, etcétera, y el hecho real del nacimiento de Jesús. El nacimiento de Jesús es un hecho real y verdadero. No podemos ni debemos reducir el sentido de la Navidad a un momento alegre del año, donde todos renovamos nuestras esperanzas de un mundo mejor y deseos de prosperidad.
A la celebración material añadamos la celebración espiritual. Que al centro de las celebraciones, esté el celebrado, Jesús y que no nos olvidemos del festejado en su fiesta. Por esta razón, prestemos más atención a todos los signos y gestos que nos refieren a Jesús: el armado del pesebre junto a los chicos, la preparación espiritual, la oración durante el Adviento, la oración en familia en la Nochebuena, la visita a los pesebres en los templos, asistir a un pesebre viviente.
Lo importante es la actitud interior de oración, recogimiento y alabanza a Dios por las maravillas que ha hecho al enviarnos a su Hijo Único, Jesús y que recordamos en Navidad. Y, como en todas las cosas, el ejemplo y devoción de los padres es la mejor enseñanza para los chicos.
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