by catolicosfirmesensufe.org | 5 Sep, 2015 | Postcomunión Narraciones
—¡Qué bueno estuvo el culto hoy Jorge!
—Cierto Eduardo, esa enseñanza del pastor sobre el rey David fue genial. ¡Qué gran hombre de Dios!
—Sabes Jorge, desde que dejé de ser católico me siento mejor: ya no fumo, no le pego a mi esposa, no trato mal a mis hijos. Definitivamente cuando era católico no sentía a Dios en mi corazón. Es más ni leía la Biblia.
—Es verdad Eduardo, esas misas aburridas, repitiendo lo mismo, y qué fastidio esa idolatría a María. Nada que ver con la María de la Biblia. Deberíamos mostrarle a los católicos que están errados…
—Ojalá Dios nos diera la oportunidad algún día de colocar a María como ella es realmente.
—Dios los bendiga hijos de Dios.
—Oh pero Eduardo, ¿que es esa luz tan fuerte?, ¡no puedo ver!
—No sé Jorge, parece un sol.
—Soy un ángel enviado por el Señor. Ha escuchado su oración y quiere darles la oportunidad de que puedan mostrar a la Virgen como ustedes creen que debe ser. Pero a cambio el Señor quiere que ustedes construyan un lugar de oración, donde ustedes quisieran orar y que Nuestro Señor Jesucristo se manifestara.
—Como no mi Señor. Para ti todo, claro lo haremos.
—Si Jorge, vamos a ponernos a trabajar por la obra.
—Bueno Eduardo, lo primero que debemos quitarle a la Virgen de los católicos es esa corona, ni que fuera reina. El único Rey de reyes es Cristo nuestro Señor.
—Cierto Jorge. Lo segundo que vamos a hacer es quitarle eso de «Inmaculada». ¿Quien diría esa blasfemia? ¿Que tal estos católicos? Hacer creer que María nació sin pecado como si Cristo no hubiera muerto por sus pecados.
—Eduardo, lo tercero sería quitarle ese título de «Madre de Dios». ¿Acaso Dios tiene madre? ¿Acaso María es más que Dios?
—Y por último nada de estar orándole, fue una buena mujer pero está muerta esperando la resurrección final.
—Eduardo, ¡creo que, ahora sí, esta María es la de la Biblia!
—Muy bien Jorge, ahora vamos a construirle al Señor Jesús su lugar de culto. Debemos hacerlo lo mejor posible. Tú sabes que para Dios es lo mejor. Así como Salomón usó los mejores materiales para construir el Templo. Así debemos hacer nosotros.
—Exacto. Vamos a comprar los materiales más finos y de mejor calidad. Estoy seguro que el Señor nos va a premiar por querer darle lo mejor a Él.
Tiempo después….
—Dios les bendiga hijos de Dios.
—¡Eduardo regresó el ángel!, mira
—Ya terminamos la obra que nos encomendó el Señor. Y también moldeamos a la Virgen como debe ser según la Biblia y no como esos paganos católicos.
—El Señor pide que se presenten ante él.
—Oh Jorge, qué momento más hermoso.
—Pero… ¿Señor Jesús por qué lloras?
—¿Hicimos mal lo que nos encomendaste?
—Queridos míos. Los amo como a nada en el mundo. Saben que no escatimé en hacerme hombre para poder salvarlos derramando mi sangre en la Cruz. Los he estado observando en todo lo que hacían, y me pone triste ver cómo despreciaban la obra de mi Padre y se gloriaban de su obra humana.
—Pero Señor…no entendemos.
—Miren lo que hicieron con mi madre. Mi Padre celestial escogió para mi venida a la Tierra a una mujer especial. La pensó desde antes de fundar el mundo, la preparó para esa misión que era recibirme y cuidarme, educarme y hasta el último instante de mi vida en la Tierra estuvo conmigo. Pero ustedes la cambiaron:
– Le quitaron la corona que mi mismo Padre le dio. ¿Acaso no saben que la Reina es la madre del Rey? ¿No han leído la Biblia que tanto dicen leer? Si ustedes proclaman en 2 Tim 2, 12 que reinarán conmigo ¿por qué se atreven a no dejarla reinar a ella también? Si ella no es Reina, no es mi madre porque la madre del Rey es la Reina. ¿Es esa la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su inmaculada concepción. Y con eso también van en contra de la Palabra. ¿No saben que nada impuro entra en la presencia de Dios? Si ella estuviera contaminada de pecado, ¿cómo creen que yo hubiera estado en su vientre? ¿Cómo pueden pensar que mi Padre me hubiera enviado a un vientre pecador? Dios le aplicó a mi madre de manera preventiva los méritos de mi redención. ¿Si ella es una pecadora cómo pudo darme su carne? ¿Es esa la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su maternidad divina. ¡Ay! eso sí que me duele. Cuantas veces ustedes en sus oraciones no me proclaman como su Dios y Salvador, y ahora vienen a decir que la mujer por la que vine al mundo no es la madre de Dios. ¿Acaso para ustedes ya dejé ser de Dios? ¿o ella ya dejó de ser mi madre? Si ella no es madre de Dios entonces que soy yo para ustedes? ¿Esa es la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su intercesión y la declararon muerta. ¿Acaso no leen en la Palabra que Dios es un Dios de vivos no de muertos? ¿Se les olvida que mi primer milagro en Canaán lo hice porque ella me lo pidió como madre? Así como al pie de la cruz estuvo esperando recibirme en sus brazos, así está ella ahora orando ante mi por ustedes incluso.
—¿Esa es la madre que quieren para mí? Si ustedes hubieran tenido que escogerme una madre, me hubieran escogido a una pecadora? ¿A una que no daría a luz al Verbo Divino?, cuyo ¿no sería Rey por ella no ser reina? Cómo me duele mis hijos que eso es lo que ustedes me darían como madre.
—Señor, de verdad que no lo habíamos visto así. De verdad que no entendíamos a la Virgen. Nos habíamos enceguecido por adorarte sólo a ti que no queríamos descubrir el papel de tu madre en el plan de Salvación .
—Sí Señor, yo también me siento muy mal. Verte llorar por lo que hicimos, y saber que es lo que hacen muchos hermanos nuestros que se dicen llamar cristianos y no valoramos a tu madre como sí hacen los católicos.
—Queridos míos, y más doloroso aun es ver que la construcción que ustedes hicieron fue con los mejores materiales; ahí no escatimaron gastos, buscaron lo mejor y más fino. Quisieron glorificarme dándome un lugar digno de mi, pero en cambio el lugar que mi Padre quiso para mí, ese vientre inmaculado les parecía absurdo y anti-bíblico.
—Ay Señor. Ya por favor no sigas que sentimos un nudo en la garganta. Perdónanos, te prometo que de ahora en adelante le daré a tu madre el lugar que se merece, y eso sólo puedo hacerlo en una sola Iglesia. ¡Te amo Jesús!!
—¡Eduardo, despierta! ¡¡¡Eduardo!!!! Levántate, ya se acabó el culto. Te quedaste dormido
—¡Ay Virgen Santa!
—Oye Eduardo estás loco, deja de decir eso. ¿Acaso tuviste una pesadilla?
—No. Al contrario. Tuve la mejor revelación de mi vida: El llanto de Cristo
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Cuento original de «Católicos firmes en su fe»
by devocionario.com | 27 Nov, 2013 | Postcomunión Taller de oración
En este artículo os ofrecemos diversas oraciones para fomentar la devoción por la Virgen de la Medalla Milagrosa, entre ellas el Triduo y una Novena breve.
Oración de consagración a la Milagrosa
Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.
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Para obtener una gracia especial
¡Oh María, consuelo de cuantos os invocan!. Escuchad benigna la confiada oración que en mi necesidad elevo al trono de vuestra misericordia. ¿A quién podré recurrir mejor que a Vos, Virgen bendita, que sólo respiráis dignidad y clemencia, que dueña de todos los bienes de Dios, sólo pensáis en difundirlos en torno vuestro? Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello la Medalla Milagrosa, prenda inestimable de vuestro amor, concededme, Madre Inmaculada, concededme la gracia que con tanta insistencia os pido.
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Para obtener la conversión de un pecador
¡Oh Virgen Inmaculada, verdadera escala por donde pueden los pecadores llegar al reino de Dios! Mostraos tal en la conversión de este infeliz que eficazmente encomendamos a vuestro patrocinio; iluminad su inteligencia con los rayos de luz divina que proyecta vuestra Medalla, para que conozca la vida peligrosa que arrastra, la inmensa desventura en que vive alejado de Dios y el terrible castigo que le espera; y, sobre todo, dejad sentir vuestra influencia sobre su corazón para que llore la ingratitud con que mira a Dios, su Padre amoroso, y a Vos, su tierna y cariñosa Madre. Tendedle vuestra mano ¡oh Virgen Purísima! arrancadle del cautiverio del pecado, sacadle de las tinieblas en que yace y conducidle al reino de la luz, de la paz y de la divina gracia.
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Para obtener la curación de un enfermo
¡Oh María, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable cuerpo! ¡Oh Madre piadosa, a quien la Iglesia llama confiada ¡Salud de los enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. Lo que tantos afligidos obtenían por la palabra de vuestro Hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo, que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra Medalla. Que su eficacia, tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más: para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar agradecidos: La Medalla Milagrosa le ha curado.
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Para dar gracias por un favor recibido
¡Oh dulce y gloriosísima Virgen María! He dirigido mis humildes súplicas a vuestro trono, y he conocido por experiencia que nunca se os invoca en vano; que vuestros ojos miran complacidos a quien en vuestra presencia se postra; que vuestros oídos están atentos a nuestras plegarias; que vuestras manos vierten bendiciones a torrentes sobre el mundo entero, y en particular sobre los que llevan con confianza la Medalla Milagrosa. ¿Cómo pagaros, Madre Inmaculada, tanto favor? De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita Medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor. Dadme gracia, Madre mía, para llevarlo a cabo.
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Oración de san Juan Pablo II
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte Amén.
Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador!
Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.
Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.
Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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Triduo de la Medalla Milagrosa
Hecha la señal de la Cruz y recitado el Señor mío Jesucristo, se rezará lo siguiente:
Oración para todos los días
Oh María, sin pecado concebida, vedme postrado a vuestras plantas, lleno de confianza. Ese vuestro rostro purísimo, esa amable sonrisa de vuestros labios, esas manos cargadas de celestiales bendiciones, esa actitud amorosa que habéis adoptado para recibir a los que vienen a Vos, esos ojos fijos en la tierra para observar nuestras necesidades y venir en nuestro auxilio, todo, todo me inspira amor, confianza y completa seguridad. Y como si esto fuera poco para alejar de nosotros toda duda habéis empeñado solemnemente vuestra palabra en favor de los que lleven la Santa Medalla, diciendo a vuestra sierva, Sor Catalina Labouré: «Cuantos llevaren esta Medalla, alcanzarán especial protección de la Madre de Dios.»
Madre mía amantísima: Vos sabéis que la llevo sobre mi pecho, que la beso con amor y que os invoco con frecuencia. Realizad, pues, en mí vuestras promesas; venid en mi auxilio, cubridme con vuestra protección, para que Jesús se apiade de mi pobre alma y merezca conseguir por vuestro medio la gracia, que pretendo con este triduo a vuestra Santa Medalla.
Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
Rezar las oraciones del día que corresponda:
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Día primero
Nombre de María
Rezar la oración preparatoria de todos los días.
Entre los recuerdos que la Santísima Virgen ha querido dejarnos en la Medalla Milagrosa, uno de los más singulares es el de su dulcísimo nombre, consignado en la jaculatoria que rodea su sagrada imagen.
Nombre excelso, nombre grande, nombre ilustre y singular, que encierra en sí todas las virtudes con que Dios adornó a María, nombre que calma las aspiraciones de toda la tierra, nombre que anuncia la felicidad a los mortales, nombre que pronuncian con entusiasmo los Angeles, que regocija a la corte celestial; nombre de quien podemos decir con San Bernardo que no es un nombre vacío de significación, como el de los héroes del mundo, sino que encierra en sí la más positiva grandeza. Nombre dulcísimo, que suaviza los males del hombre y es el apoyo más sólido de sus esperanzas, la prenda mas segura de su porvenir.
¡Oh María! Cuál seréis Vos misma, si solo vuestro nombre es tan amable y tan gracioso? ¡Oh Santísima Virgen María!, exclama San Bernardo, vuestro nombre es tan dulce y amable, que no puede pronunciarse sin que deje inflamado de amor y favorecido al que lo nombra. Nombre augusto de María, tu serás para mi alma la escala bendita que la conducirá al reino de los Cielos.
Aquí expondrá cada uno a la Virgen la gracia que desee conseguir en este Triduo, rezando después tres Avemarías precedidas de la jaculatoria: ¡Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
Oración de San Atanasio
Acoge, oh Santísima Virgen, nuestras súplicas y acuérdate de nosotros. Dispénsanos los dones de tus riquezas. El Arcángel te saluda llena de gracia. Todas las naciones te llaman bienaventurada, todas las jerarquías del Cielo te bendicen, y nosotros, que pertenecemos a la jerarquía terrestre, decimos también: Dios te salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo, ruega por nosotros, oh Madre de Dios, nuestra Señora y nuestra Reina. Amén.
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Día segundo
Concepción de María
Rezar la oración preparatoria de todos los días.
Después del nombre de María, aparece en la Medalla Milagrosa el misterio de su purísima Concepción, el más glorioso privilegio de cuantos le concedió la Augustísima Trinidad.
Esta Medalla nos recuerda constantemente sus triunfos sobre la infernal serpiente, hollando con el mayor denuedo la orgullosa cabeza de Lucifer y rompiendo las duras cadenas con que estaban aprisionados los hijos de Adán.
Por lo mismo, la Medalla Milagrosa, al confesar el misterio de la Concepción Inmaculada de María, nos predica que la Santísima Virgen es la corredentora del universo, la tesorera de los dones del Altísimo, la fiadora entre Dios y los hombres, la que realizó del modo más singular la paz y reconciliación del género humano.
Ya no podemos extrañar que la Santísima Virgen al ser invocada con una oración que tan alto predica sus grandezas, haya querido vincular en ella toda suerte de favores. Recordemos, una vez mas, sus palabras: «Cuantos piadosamente llevaren esta Medalla y devotamente rezaren esta oración: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!, alcanzarán particular protección de la Madre de Dios. Repitamos, pues, sin cesar, esa hermosa jaculatoria. Sea ella el suave y delicioso alimento de nuestras almas. Resuene en todos nuestros peligros, en nuestras angustias, en nuestras alegrías, y sobre todo en la hora de nuestra muerte: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos!. Así sea.
Petición, como el día primero
Oración de San Andrés
¡Oh María!, si pongo mi confianza en Ti, seré salvo; si me hallare bajo tu protección, nada he de temer, porque ser tu devoto es tener armas seguras de salvación, que Dios concede a los que quiere salvar.
¡Oh Madre de misericordia!, intercede por nosotros y en la hora de nuestra muerte recíbenos en tus brazos y presenta nuestras almas a tu divino hijo, Jesús, y esto será bastante para que El nos mire con amor y nos reciba en su reino. Amén.
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Día tercero
Protección de María
Rezar la oración preparatoria de todos los días.
La Medalla Milagrosa, al confesar el misterio de la Concepción Inmaculada de María, garantiza a la vez el auxilio divino a cuantos la llevan puesta. La Santísima Virgen, dice San Bernardino, es muy cortés y agradecida, tanto que no le permite su corazón que el hombre la salude sin devolver el saludo de una manera inefable.
Esta súplica: «Rogad por nosotros, que recurrimos a Vos» ha venido a ser fuente sagrada de vida, de gracia y de santidad; remedio de todas las enfermedades, consuelo de los afligidos y dulce esperanza de los pecadores.
Acudamos, pues, a María, en todas nuestras necesidades de alma y de cuerpo. Invoquémosla y digamos con frecuencia: «¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos!», y esta oración tan grata a la madre de Dios, será suficiente para aliviarnos y socorrernos. Si la enfermedad viene a visitarnos, ella nos curará, si la salud nos conviene, y de no convenimos nos concederá la gracia de soportar el dolor con cristiana resignación. Si el desaliento quiere apoderarse de nosotros y la tristeza sumergirnos en un mar de desolación, repitamos la jaculatoria de la Medalla, y la Virgen nos consolará, porque es Madre de los afligidos, alivio de nuestros males y eficaz remedio para todos los sufrimientos del humano corazón. Con el apoyo de María viviremos confiados lejos de la culpa y nuestra muerte será preciosa a los ojos del Señor. Así sea.
Petición, como el día primero.
Oración de San Germán
¡Oh mi única señora y único consuelo de mi corazón! Ya que eres el celestial rocío que refrigera mis penas; Tú que eres la luz de mi alma cuando se halla rodeada de tinieblas; Tú que eres mi fortaleza en las debilidades, mi tesoro en la pobreza y la esperanza de mi salud, oye mis humildes ruegos y compadécete de mí, como corresponde a la Madre de un Dios, que ama tanto a los hombres. Concédeme la gracia de gozar contigo en el Cielo, de vivir contigo en el Paraíso. Yo sé que siendo Tú la Madre de Dios, si quieres, puedes alcanzarme esta gracia; así lo espero de tu misericordia. Amén.
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Novena breve de la Medalla Milagrosa
Oración preparatoria
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a Ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección, y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Leer la reflexión del día correspondiente.
Oraciones finales
Después de unos momentos de pausa para meditar el punto leído y pedir la gracia o gracias que se deseen alcanzar en esta Novena, se terminará rezando:
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Rezar tres avemarías con la jaculatoria: OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS.
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Día primero
Comenzar con la oración preparatoria.
En una medianoche iluminada con luz celeste como de Nochebuena -la del 18 de julio de 1830- aparecióse por primera vez la Virgen Santísima a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Y le habló a la santa de las desgracias y calamidades del mundo con tanta pena y compasión que se le anudaba la voz en la garganta y le saltaban las lágrimas de los ojos.
¡Cómo nos ama nuestra Madre del Cielo! ¡Cómo siente las penas de cada uno de sus hijos! Que tú recuerdo y tu medalla, Virgen Milagrosa, sean alivio y consuelo de todos los que sufren y lloran en desamparo.
* * *
Día segundo
Comenzar con la oración preparatoria.
En su primera aparición, la Virgen Milagrosa enseñó a Santa Catalina la manera como había de portarse en las penas y tribulaciones que se avecinaban.
«Venid al pie de este altar -decíale la celestial Señora-, aquí se distribuirán las gracias sobre cuantas personas las pidan con confianza y fervor, sobre grandes y pequeños.»
Que la Virgen de la santa medalla y Jesús del sagrario sean siempre luz, fortaleza y guía de nuestra vida.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
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Día tercero
Comenzar con la oración preparatoria.
En sus confidencias díjole la Virgen Milagrosa a Sor Catalina: «Acontecerán no pequeñas calamidades. El peligro será grande. Llegará un momento en que todo se creerá perdido. Entonces yo estaré con vosotros: tened confianza…»
Refugiémonos en esta confianza, fuertemente apoyada en las seguridades que de su presencia y de su protección nos da la Virgen Milagrosa. Y en las horas malas y en los trances difíciles no cesemos de invocarla: «Auxilio de los cristianos, rogad por nosotros».
Meditar y terminar con las oraciones finales.
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Día cuarto
Comenzar con la oración preparatoria.
En la tarde del 27 de noviembre de 1830, baja otra vez del Cielo la Santísima Virgen para manifestarse a Santa Catalina Labouré.
De pie entre resplandores de gloria, tiene en sus manos una pequeña esfera y aparece en actitud extática, como de profunda oración. Después, sin dejar de apretar la esfera contra su pecho, mira a Sor Catalina para decirle: «Esta esfera representa al mundo entero.., y a cada persona en particular».
Como el hijo pequeño en brazos de su madre, así estamos nosotros en el regazo de María, muy junto a su Corazón Inmaculada. ¿Podría encontrarse un sitio más seguro?
Meditar y terminar con las oraciones finales.
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Día quinto
Comenzar con la oración preparatoria.
De las manos de María Milagrosa, como de una fuente luminosa, brotaban en cascada los rayos de luz. Y la Virgen explicó: «Es el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre cuantas personas me las piden», haciéndome comprender -añade Santa Catalina- lo mucho que le agradan las súplicas que se le hacen, y la liberalidad con que las atiende.
La Virgen Milagrosa es la Madre de la divina gracia que quiere confirmar y afianzar nuestra fe en su omnipotente y universal mediación. ¿Por qué, pues, no acudir a Ella en todas nuestras necesidades?.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
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Día sexto
Comenzar con la oración preparatoria.
Como marco «¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!».
Y enseguida oyó una voz que recomendaba llevar la medalla y repetir a menudo aquella oración-jaculatoria, y prometía gracias especiales a los que así lo hiciesen.
¿Dejaremos nosotros de hacerlo?. Sería imperdonable dejar de utilizar un medio tan fácil de aseguramos en todo momento el favor de la Santísima Virgen.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
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Día séptimo
Comenzar con la oración preparatoria.
Nuestra Señora ordenó a Sor Catalina que fuera acuñada una medalla según el modelo que Ella misma le había diseñado.
Después le dijo: «Cuantas personas la lleven, recibirán grandes gracias que serán más abundantes de llevarla al cuello y con confianza».
Esta es la Gran Promesa de la Medalla Milagrosa. Agradezcámosle tanta bondad, y escudemos siempre nuestro pecho con la medalla que es prenda segura de la protección de María.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
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Día octavo
Comenzar con la oración preparatoria.
Fueron tantos y tan portentosos los milagros obrados por doquier por la nueva medalla (conversiones de pecadores obstinados, curación de enfermos desahuciados, hechos maravillosos de todas clases) que la voz popular empezó a denominarla con el sobrenombre de la medalla de los milagros, la medalla milagrosa; y con este apellido glorioso se ha propagado rápidamente por todo el mundo.
Deseosos de contribuir también nosotros a la mayor gloria de Dios y honor de su Madre Santísima, seamos desde este día apóstoles de su milagrosa medalla.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
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Día noveno
Comenzar con la oración preparatoria.
Las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa constituyen indudablemente una de las pruebas más exquisitas de su amor maternal y misericordioso.
Amemos a quien tanto nos amó y nos ama. «Si amo a María -decía San Juan Bérchmans- tengo asegurada mi eterna salvación».
Como su feliz vidente y confidente, Santa Catalina Labouré, pidámosle cada día a Nuestra Señora, la gracia de su amor y de su devoción.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
Estas y la Novena larga en devocionario.com.