Una gran devota de Nuestra Señora de Luján

Una gran devota de Nuestra Señora de Luján

En la historia de la Virgen de Luján hay una mujer que desempeña un papel excepcional: Doña Ana de Matos y Encinas.

¿Quién era?

En el testamento ella misma da sus datos personales:

«Yo, Doña Ana de Matos y Encinas, viuda del sargento mayor Marcos de Sequeira, natural de la Ciudad de Córdoba, en la provincia del Tucumán, hija legítima del Capitán Lázaro de Matos y de doña Francisca de Encinas, vecinos que fueron de dicha ciudad de Córdoba, y yo al presente de esta en Santísima Trinidad, Puerto de Buenos Aires, estando en mi entero juicio y entendimiento,! creyendo como creo verdaderamente en todo lo que tiene, confiesa, enseña y predica Nuestra! Madre Iglesia Católica, Romana, en cuya fe y creencia he vivido y quiero morir, otorgo mi testamento».

Era ella una mujer muy capaz; hace su testamento diciendo de dónde viene, quién es, dónde vive, que vivió en la fe católica y que quiere morir en la fe católica.

Se casó el 5 de marzo de 1630, para el mes en que llega la Virgen de Luján a Buenos Aires. Su esposo era, en aquella época, uno de los vecinos más ricos y nombrados de la ciudad de Buenos Aires; sirvió al Rey en cargos de importancia; en Buenos Aires fue Alcalde Ordinario. Recibió mercedes de tierras; entre ellas, en Arrecifes y en Luján. Falleció el 15 de diciembre de 1643. Ana de Matos Quedó viuda, pero volvió a casarse v tuvo tres hijos: Juan Bautista, Gregorio y María.


Virgen de LujánDevota de la Virgen

Los documentos también nos hablan del papel singular que le toca a esta mujer en la historia de Luján. Es muy importante porque ella es la que cuenta esta historia -de la cual fue contemporánea- al primer historiador de la Virgen, el padre mercedario Pedro Nolasco de Santa María. Este padre mercedario en 1737 relata lo sucedido de esta manera:

«Por ser mucha la frecuencia de devotos, que acudían, movidos de sus muchos milagros -los de la Virgen- y no tener en dicha estancia de Rosendo dónde albergarse, pidió una señora, a quien yo conocí, llamada Doña Ana de Matos, le diesen dicha Imagen de Nuestra Señora, que la llevaría a su hacienda, que estaba en dicho río Luján; y con efecto se la dejaron llevar, y colocola en un Oratorio, también pequeño, donde conocí a dicha imagen».

Y de allí también le viene el conocimiento al otro historiador de la Virgen, Francisco José Maqueda, que en 1812 escribe:

«Padecían los peregrinos algún desconsuelo por no haber en aquel paraje casa, ni rancho donde poderse hospedar y frecuentar las visitas. Deseosa de remediar esta necesidad y ansiosa de que se aumentasen los cultos a la Purísima Madre, cierta señora llamada Doña Ana de Matos, viuda que era del sargento mayor don Marcos de Sequeira, pidió al heredero del dicho Rosendo, le concediese dicha imagen, asegurándole la cuidaría y le haría Capilla en su estancia. No tuvo mucha dificultad en condescender a la propuesta el Maestro Oramas, porque se persuadía que los concurrentes a la Capilla le robaban el ganado de la estancia, y dicha señora Doña Ana correspondió agradecida en darle alguna gratificación, no menos que doscientos pesos. Llevose, pues, la Santa Imagen a su casa, y colocola en un cuarto decente con ánimo de edificarle en breve Capilla pública».

Ana de Matos cumplió con su promesa de levantarle capilla. Así lo afirma el historiador Santa María:

«Se pusieron a fabricar la Capilla, como en efecto fabricaron la que hasta hoy permanece, y haciendo dicha señora Doña Ana de Matos donación de la tierra, que constará de sus instrumentos».

Todo esto lo podemos confirmar con el testimonio de la misma Ana de Matos. Efectivamente, en su testamento relata el hecho, y con mayor amplitud lo hace en la escritura de donación de tierras, que felizmente pudo ser descubierta no hace mucho tiempo, entre los protocolos del Archivo General de la Nación. Allí se lee:

«Porque he tenido y tengo mucho amor y devoción a la advocación de Nuestra Señora de Limpia Concepción y a su Santa Imagen, que ha estado colocada en las tierras de dicha mi estancia de Luján, en Capilla separada, la cual se ha determinado fabricar de nuevo con más decencia y capacidad, y para que con fervor y perpetua permanencia pueda conseguirse lo referido, otorgo a dicha Santa Imagen el sitio que necesitare para fábrica de dicha su Capilla, con más una cuadra de sitio en contorno a ella, y asimismo le hago donación de un cuarto de legua de tierras sobre el dicho río de la otra banda, para que las sementeras y lo demás que fuere conveniente para la conservación y aumento de este Santuario; porque así es mi voluntad. Y esta donación hago con calidad y condición de que dicha Capilla y la Santa Imagen ha de estar perpetuamente en dichas tierras de mi estancia de Luján, y en caso que suceda el trasmutar dicha Santa Imagen a otro paraje, es mi voluntad que quede revocada esta donación de tierras, y entren en su derecho mis herederos, cobrando asimismo la dicha Santa Imagen de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, respecto de haberla adquirido con mi dinero, de mano del Maestro Juan de Oramas Filiano, Cura Rector que al presente es de esta ciudad».

La escritura está fechada el 2 de octubre de 1682.

Gracias a la generosidad de Doña Ana de Matos hemos conocido a la Virgen de Luján miles de devotos. Ya desde niños aprendimos a amarla y reconocemos tantas gracias que nos ha hecho a nosotros. De manera especial quiero decir que aún siendo seminarista siempre le pedí a Ella la gracia de poder orientar muchas vocaciones. Por eso, las vocaciones, el que podamos tener tantas vocaciones, es una gracia que le atribuyo a la Virgen de Luján.

Es digno destacar la previsión de esta mujer. Tantas veces se hace el bien, pero no se hace «bien» el bien. Ella podría haber donado, por ejemplo, y no poner el cargo, entonces se le podría haber ocurrido a lo mejor a algún obispo o a algún sacerdote llevar la imagen de la Virgen de Luján;! a Buenos Aires o a otro lugar. Pero ella, era una mujer previsora. La Imagen debería quedarse en esas tierras.

Aprendamos de ella a vivir de tal manera que podamos morir bien. Murió recibiendo los sacramentos. El 16 de setiembre de 1697 hacía doña Ana de Matos su testamento, que firma de puño y letra, a pesar de estar en una edad muy avanzada. Solicita en este testamento la mediación de María Santísima, su Madre, para alcanzar la salvación, e invoca por intercesores la protección de Santa Ana, su patrona; del Ángel de la Guardia, del arcángel San Miguel, y la de los Santos Pedro y Pablo, con los demás de la Corte Celestial y pide humildemente que su cuerpo «sea sepultado en la Iglesia del Seráfico Patriarca San Francisco con el hábito y mortaja de su Orden, y sepultado en la Capilla Mayor en la parte y lugar donde fue enterrado mi marido Marcos del Sequeira».

Pidamos en la fiesta de Nuestra Señora de Luján, por Argentina. Ella es la Patrona. A Ella ha sido consagrada la Patria argentina de manera solemne años atrás por un presidente de la Nación que actuó como cabeza de la sociedad civil.

De tal manera que, a pesar de los grandes problemas que tiene nuestra Patria, siempre hay una luz encendida: ¡la consagración a la Santísima Virgen! Y también demos gracias a Dios por todas las bendiciones que nos ha concedido por medio de la Virqen de Luján.

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