San Vicente, diácono y mártir, con recursos audiovisuales

San Vicente, diácono y mártir, con recursos audiovisuales

Fue San Vicente uno de los mas ilustres mártires de la Iglesia de España, en quien se hizo mas visible cuanto puede la gracia de Jesucristo.

Nació en Huesca de una de las mejores y más distinguidas casas del país. Desde niño le entregaron sus padres al gobierno y a la dirección de Valerio obispo de Zaragoza, que le crió en toda piedad haciéndole instruir así en los misterios como en las obligaciones de la religión, sin olvidar el estudio de las ciencias humanas. En poco tiempo aprovecho mucho Vicente; y viendo el santo prelado los progresos que hacia en todo, le ordeno diacono de su Iglesia, encargándole el ministerio de la predicación, que no podía ejercitar el santo obispo por razón de su avanzada edad. Desempeñóle Vicente con dignidad y con feliz suceso porque predicando tanto con las obras como con las palabras, no solo enseñaba y fortalecía a los fieles, sino que también convertía a la fe mucho numero de gentiles.

Hacia el fin del año de 303, que fue el principio de la persecución que los emperadores Daciano y Maximiniano movieron en España, queriendo Daciano gobernador de la provincia de Tarragona, a cuya jurisdicción pertenecía a Zaragoza y Valencia ampliar su celo y su actividad en que fuesen obedecidos los decretos de los emperadores, mando prender a Valerio y a Vicente dando orden para que fuesen conducidos a Valencia cargados de cadenas. Lisonjeabase con la esperanza de que se desalanterarian con las fatigas y con los malos tratamientos que había encargado se le hiciesen en el camino; y le adquirirían la gloria de haber preso a los dos mayores héroes cristianos que se conocían a la sazón en la nación española. Pero quedo no poco admirado cuando los vio en su presencia tan frescos y robustos como si nada hubieran padecido, a pesar de las diligencias que se había hecho para matarlos de hambre en tan prolijo y penoso viaje.

Sugiriole a Daciano que para persuadir a unos hombres de aquel carácter tendrían por fuerza los buenos términos que la severidad y las amenazas. Con esta idea dirigía primero la palabra a Valerio, le presento que su avanzada edad estaba pidiendo de justicia algún descanso, y sus muchos achaques una vejes dulce y tranquila; que uno y otro lo hallaría obedeciendo a las ordenes justas de los emperadores.

Volviendo después a Vicente le dijo con afectada blandura: «tu hijo mío estoy seguro que no degeneras de la nobleza de tu sangre». Tienes talentos y eres noble por lo que espero te harás acreedor a las honras que la generosidad de los emperadores se dignaran dispensarte. Eres joven, eres galán, eres generoso, eres discreto, puedes esperar los grandes favores con que te brinda la fortuna la cual se te presenta colmada de gracias y de dichas. Para merecerlas no has menester más diligencias que abandonar la religión de tus padres ven hijo mío, ríndete a lo que ordenan los emperadores y te expongas por una obstinación a una muerte anticipada y afrentosa.

El santo viejo Valerio padecía alguna dificultad en la lengua y no podía explicarse bastante expedición por lo que ordenó a Vicente que respondiese por los dos.

Tomando este la palabra hablo a Daciano con valerosa intrepidez declarándole bajo concepto que hacían de los demonios transformados en dioses del imperio añadió «no creas que las amenazas de la muerte nos han de acobardar, ni las desdobles honras de la vida pueden movernos a faltar a nuestra obligación; porque as tener entendido que no hay cosa tan estimable ni tan dichosa en el mundo que se acerque de mil leguas al consuelo y a la honra de morir por Jesucristo».

Vacilo Daciano de la generosa libertad del santo diacono, se contento con desterrar a Valerio y descargo toda su cólera sobre San Vicente. Dio orden a los verdugos para que empleasen los tormentos más crueles y para que inventasen también los más terribles que pudiesen discurrir, a fin de vengar a los dioses del desprecio que se les habían hecho; y fueron ejecutadas sus ordenes con la mayor exactitud y en la mayor puntualidad.

Poniéndole al punto sobre la canasta aplicándole los cordeles, y comienzan a tirarle de piernas y las manos, jugando el artificio de aquella horrible maquina con tanta violencia que luego se oyó el ruido y se percibió la dislocación de todos los huesos de suerte apenas se mantenían los miembros unidos al cuerpo sino por pedazos de los nervios viendo el tirano que el santo se reía de aquel tormento, mando que rasgasen las espaldas con uñas o garfios acerados; lo que se ejecuto de un modo tan cruel, que se le descubrieron las costillas hasta el espinazo. Esperaba Daciano que el santo mártir lanzaría por lo menos un suspiro o dejaría corre alguna lágrima; pero queriendo el Señor dar a entender a los hombres que sabe muy bien cuando quiere endulzar las penas y trabajos que se padecen por su amor hizo que el santo sufriese este segundo suplicio contacta constancia y con tanta alegría como había sufrido el primero quedo atónito el tirano al ver aquella asombrosa tranquilidad del Santo Mártir en que los mas vivos dolores pero cuando le oyó hacer como burla y chacota de la maldad de los verdugos, y que al él mismo le desafiaba que le hiciese sufrir todo lo que se le antojase espumaba de cólera, teniéndolo por especie de insulto.

Sabiendo que las yagas en dejándose enfriar son mas dolorosas si se vuelven abrir ordeno que fuese despedazado de nuevo, lo que se hizo con tanta crueldad arranquandole crecidos pedazos de carne, dejaban ver patentes las entrañas donde corrían arroyos de sangra por todas partes, y solo se miraba un esqueleto que vivía en fuerza de milagro. Comprendió bien el tirano que en aquella constancia estaba alguna cosa sobre natural y que nunca podría vencer una fuerza tan superior a la suya mando que se cesasen los tormentos; pero, sin querer manifestarse vencido le ordeno que a lo menos le entregase los libros Sagrados para arrojarlos al fuego, ofreciéndole la vida si le obedecía en esto.

Vicente, con modo grato, pero santamente intrépido respondió al juez que el fuego con que amenazaba a los libros estaría mejor empleado en el mismo Santo para acabar el sacrificio en las llamas; y también me veo obligado a prevenirte añadió el invicto mártir, que algún día arderás tu por toda la eternidad en las del infierno sino a renuncias al culto de los falsos dioses.

Apurado todo el sufrimiento de Daciano al oír tan no esperada respuesta y no pudiendo contener la indignación en el pecho, mando que al instante le extendiesen en una cama de hierro ardiendo aplicándole por todo el cuerpo laminas o planchas encendidas.

Renovoce la alegría de Vicente a vista del nuevo tormento que le esperaba. Todo su gusto era pasar de un suplicio a otro, del eculio o del potro a las parrillas, las cuales se componían de unas barras atravesadas, no de plano, sino de esquinas, abiertas en forma de sierra y salpicadas a trechos de púas agudas a manera de rayo. Su elevaron era de una cuarta escasa, y se colocaban sobre cartones encendidos que estaba continuamente avivando los verdugos. Llenavanse todos de horror al ver aquel cuerpo medio desollado amarrado con cadenas a la parrilla cubierto de planchas ardiendo por la parte superior, mientras por la inferior le derretía el bracero. La grasa que el Santo cuerpo destilaba añadía mucha fuerza a la violencia del fuego y como si aquel conjunto de tormentos no bastase a causarle un dolor agudísimo y cruel, cuidaban los verdugos de avivársele, llenándole de sal las yagas y las heridas.

Permanecía Vicente inmóvil los ojos fijos en el cielo y el semblante risueño, adorando y bendiciendo sin cesar al Señor en aquella postura de inmolación y de victima. Pero como la mano del Todopoderoso se descubría tan visiblemente en la alegría y en la constancia de Santo Mártir no podía permanecer expuesto por mucho tiempo a los ojos del publico un espectáculo que tanto desacreditaba el culto de los ídolos todos admiraban la fuerza prodigiosa del paciente y hasta los mismos gentiles clamaban que aquello no podía ser sin gran milagro: de suerte que se vio precisado Daciano a mandar retirar al invicto mártir diacono. Encerrándole en un oscuro calabozo donde le tendieron para descansar sobre pedazos de hierro con severa prohibición de que no se le diese el menor alimento ni el mas ligero alivio pero el Señor tubo providencia de su ciervo, porque de repente bajo una celestial luz que despidió las tinieblas del calabozo, y al mismo tiempo derramo Dios en el alma de aquel héroe una divina dulzura, un consuelo de superior orden que le inundo de alegría hallase de repente restituido a su antigua robustez y mejorado en su natural hermosura exhalando de cuerpo un suavizo olor que llenaba de fragancia aquel lugar hediondo.

Bajaron a hacerle compañía escuadrones de espíritus angélicos y se dejaron percibir los celestiales cánticos con que entonaban alabanzas al Señor de manera que aquella horrorosa prisión se convirtió en paraíso de delicias. La fragancia, la música y el resplandor llenaron de admiración a los guardias pero quedaron atónitos cuando vieron a Vicente sin la más leve señal de los tormentos pasados y convertidos en rosas los pedazos de hierro de que estaba alfombrado el calabozo no era fácil resistir a tanto tropel de prodigios convirtieronse a Cristos el alcaide con los guardias; y llegando la noticia a Daciano lo que pasaba, tomo (fuese desesperación o despique) una resolución bien extraña manda que al punto saque al Santo del calabozo ordena que le acuesten en la cama mas blanda y mas regalada que se pueda disponer y da providencia para que se le cuide sin perdonar a regalo ni a remedio. Publicase en toda la ciudad este decreto: acuden los fieles en tropas a la cárcel; conducen al santo como en triunfo en las calles; pero Vicente en el regalado lecho que se tenia prevenido, cuando, como si fuera el aquel mayor de los tormentos, espiro y volo su alma al cielo a recibir la corona y el premio de su victoria sucediendo esto el día 22 de enero del año 304 o 305.

Rabioso y fuera de si Daciano al verse vencido y confundido por aquel héroe Cristiano mando que fuese su cadáver y que sacándole al campo le arrojasen en un barranco donde sirviese de pasto a las aves y a las fieras; pero envió Dios un cuervo de grandeza extraordinaria que le hizo centinela y le defendió de los demás animales ordeno el tirano que le echase en alta mar, porque no le diesen culto y careciese de ese consuelo la devoción de los fieles; pero el Señor que se burla de todos los artificios de la humana prudencia, condujo a la orilla al Santo Cuerpo; y acudiendo los Cristianos, le enterraron secretamente fuera de las murallas de Valencia en el mismo lugar donde hoy es venerado en una magnifica iglesia en el año 542 sitio y tomo a Zaragoza Gildeberto, Rey de Francia y se contento con llevarse la estola que había servido al Santo diacono, y se la entrego a San German Obispo de Paris conservase esta preciosa reliquia en la Iglesia de San German, que Antiguamente se llamaba de San Vicente.

Martirio de San Vicente Mártir a través del frontal de Liesa (Huesca, España)

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