Biblias católicas

Biblias católicas

Ante la creciente aparición de versiones no católicas de las Sagradas Escrituras en Internet, queremos que, desde este punto, las familias y los fieles en general tengan acceso a versiones de indudable fidelidad, de las que están disponibles en la red, ya sean ediciones html o digitales.

  • Comenzamos con la que más confianza nos puede dar, y no es otra que la edición española que la Santa Sede ofrece en su portal.

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¿Por qué la Biblia Católica tiene más libros que la protestante?

¿Por qué la Biblia Católica tiene más libros que la protestante?

Por el año 605 a.C., el Pueblo de Israel sufrió una dispersión o, como se le conoce bíblicamente, una «diáspora». El rey Nabuconodosor conquistó Jerusalén y llevó a los israelitas cautivos a Babilonia, comenzando de Babilónica» (cf. 2 Reyes 24, 12; y 2 Reyes 25, 1).

Pero no todos los israelitas fueron llevado cautivos, un «resto» quedó en Israel: 2 Reyes 25, 12; 2 Reyes 25, 22; Jeremías 40, 11; Ezequiel 33, 27. También un número de Israelitas no fueron cautivos a Babilonia sino que fueron a Egipto: 2 Reyes 25, 26; Jeremías 42, 14; Jeremías 43, 7.


El rey Ciro de Persia conquistó a Babilonia (2 Crónicas 36, 20; 2 Crónicas 36, 23) y dio la libertad a los israelitas de regresar a Israel, terminando así su esclavitud. Algunos regresaron a Palestina (Esdras 1, 5; 7, 28; y Nehemías 2, 11) pero otros se fueron en vez a Egipto, estableciéndose, en su mayoría, en la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro Magno en el 322 a.C, contaba con la biblioteca mas importante del mundo en esa época). En esta gran ciudad convivían griegos, judíos y egipcios. Así que los judíos estaban disgregados aun después del fin del cautiverio, unos en Palestina y otros en la diáspora, sobre todo en Alejandría. En el tiempo de Jesús habían mas judíos en Alejandría que en la misma Palestina (1 Macabeos 1, 1)

Mientras la primera semejanza de un canon hebreo se empieza a formar, la lengua hebrea comienza a morir y desapareció completamente para el año 135 a.C. Por esta razón Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo, un dialecto del hebreo.


La Traducción de los Setenta (Septuagésima)

Como en la mayor parte del mundo civilizado, la lengua principal de Alejandría en el siglo III a.C. era el griego. Había por eso gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras. La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría. La traducción se realizó a inicios del siglo tercero a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra). Comenzando con el Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido por los cristianos como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser mas recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos. Se trata de siete libros, escritos en griego, que son llamados hoy deuterocanónicos. Vemos entonces que no hay un «silencio bíblico» (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al nacimiento de Jesús. La mayoría de los judíos de aquel tiempo sabían que Dios continuaba revelándose. Aquella era la última etapa de revelación antes de la venida del Mesías.

La Traducción de los Setenta contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completamente (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos).


La Traducción de de los Setenta es la que se usaba en tiempo de Jesucristo y los Apóstoles

La versión alejandrina, con los siete libros deuterocanónicos, se propagó mucho y era la generalmente usada por los judíos en la era Apostólica. Por esta razón no es sorprendente que esta fuera la traducción utilizada por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento. 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina. Por es no hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su canon (libros reconocidos como Palabra de Dios). Por ejemplo, Orígenes, (Padre de la Iglesia, 254), afirmó que los cristianos usaban estos libros aunque algunos líderes judíos no los aceptaban oficialmente.

Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía, quizás de rabinos, hicieron un canon hebreo en la ciudad de Jamnia, en Palestina. Cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a. C.), Nehemías (445 a. C.), y Malaquías (433 a. C.). Este canon comprendía de 22 a 24 libros. No rechazaron los libros deuterocanónicos definitivamente, pero no los incluyeron entre los canónicos. El canon reconocido por los judíos no se fijó hasta mas de cien años después. Aun entonces, los libros «deuterocanónicos» siguieron siendo leídos y respetados por los judíos. Mientras tanto los cristianos siguieron reconociendo la versión alejandrina. Es así que surgieron los dos cánones del Antíguo Testamento.


Los dos cánones del Antiguo Testamento

El canon de Alejandría (la traducción de los Setenta al griego, hecha antes de Cristo y aceptada por todos los cristianos y muchos judíos, que contiene los libros deuterocanónicos).

El canon de Palestina (Jamnia, traducción hebrea hecha después de Cristo).

Los historiadores ponen como fecha en que se fijaron los cánones de las traducciones de Alejandría y de Palestina para el siglo segundo de nuestra era. El Obispo Melito de Sardis registró la primera lista conocida del canon alejandrino en el año 170 A.D. Contenía 45/46 libros (el libro de Lamentaciones se consideraba como parte de Jeremías). El canon Palestino contenía solo 39 libros pues no tenía los libros 7 libros Deuterocanónicos.


La Vulgata de San Jerónimo

La primera traducción de la Biblia al latín fue hecha por San Jerónimo y se llamó Vulgata (año 383 AD). El latín era entonces el idioma común en el mundo Mediterráneo. San Jerónimo en un principio tradujo del texto hebreo del canon de Palestina. Su estilo era mas elegante y en algunas frases distinto a la Traducción de los Setenta. Además le faltaban los libros deuterocanónicos por no estar en el texto hebreo. Esto produjo una polémica entre los cristianos. En defensa de su traducción, San Jerónimo escribió una carta: Ad Pachmmachium de optimo genere interpretandi, la cual es el primer tratado acerca de la traductología. Por eso se le considera el padre de esta disciplina. Ahí explica, entre otras cosas el motivo por el cual considera inexacta a la septuagésima. Finalmente se aceptó su versión, pero con la inclusión de los libros deuterocanónicos. Por eso la Vulgata tiene todos los 46 libros.


La Iglesia establece el canon

La controversia sobre que libros son canónicos fue larga, extendiéndose hasta el siglo IV y aun mas tarde. Las polémicas con los herejes, particularmente los seguidores de Marción, que rechazaban libros generalmente reconocidos por los Padres, hizo que la Iglesia definiera con autoridad la lista de los libros sagrados (el canon).

Los concilios de la Iglesia, el Concilio de Hipona, en el año 393 y el Concilio de Cartago, en el año 397 y 419, ambos en el norte de África, confirmaron el canon Alejandrino (con 46 libros para el Antiguo Testamento) y también fijaron el canon del Nuevo Testamento con 27 libros. La carta del papa S. Inocencio I en el 405, también oficialmente lista estos libros. Finalmente, el Concilio de Florencia (1442) definitivamente estableció la lista oficial de 46 libros del A.T. y los 27 del N.T.


El canon del Nuevo Testamento se definió en el siglo IV tras un largo y difícil proceso de discernimiento

El mismo nombre de «Nuevo Testamento» no se usó hasta el siglo II. Uno de los criterios para aceptar o no los libros fue que tuviese como autor a un apóstol; su uso, especialmente en la liturgia en las Iglesias Apostólicas y la conformidad con la fe de la Iglesia. Fue bajo estos criterios que algunos evangelios atribuidos a los Apóstoles (ej. Ev de Tomás, Ev. de Pedro) fueron rechazados. El evangelio de San Juan y el Apocalipsis se consideraron por largo tiempo como dudosos por el atractivo que tenían con grupos sectarios y milenaristas.

Todos los católicos aceptaron el canon de la Biblia fijado por los concilios mencionados y, como este canon no fue causa de seria controversia hasta el siglo XVI, no se necesitó definir el canon de la Biblia como una verdad infalible.


A la Biblia Protestante le faltan libros

En el 1534, Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán y agrupó los siete libros deuterocanónicos bajo el título de «apócrifos», señalando: «estos son libros que no se tienen por iguales a las Sagradas Escrituras y sin embargo son útiles y buenos para leer.» Es así como los protestantes llegaron a considera a los deuterocanónicos como libros no aceptados en el canon, o sea como libros apócrifos.


La historia demuestra que no es verdad lo que dijo Lutero

Siempre los cristianos habían reconocido esos libros como parte de la Biblia. Los concilios del siglo IV y posteriores habían confirmado la creencia cristiana. La opinión de Lutero era mas bien la de los judíos que seguían la traducción de Jamnia. Lamentablemente Lutero propagó sus errores junto con su rebelión. Es por eso que sus seguidores, los protestantes, carecen de los libros deuterocanónicos de la Biblia:

  • Tobías
  • Judit
  • Ester (protocanónico con partes deuterocanónicas)
  • Daniel (protocanónico con partes deuterocanónicas)
  • I Macabeos
  • II Macabeos
  • Sabiduría
  • Eclesiástico (también llamado «Sirac»)
  • Baruc


Lutero no solo eliminó libros del Antiguo Testamento sino que hizo cambios en el Nuevo Testamento

«Él [Martín Lutero] había declarado que la persona no se justifica por la fe obrando en el amor, sino sólo por la fe. Llegó incluso a añadir la palabra «solamente» después de la palabra «justificado» en su traducción alemana de Romanos 3, 28, y llamó a la Carta de Santiago «epístola falsificada» porque Santiago dice explícitamente: «Veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe». (Scott y Kimberly HAHN, Roma dulce hogar, ed. Rialp, Madrid, 2000, página 57; Scott Hahn fue ministro protestante, presbiteriano antes de su conversión)

Se tomó la libertad de separar los libros del Nuevo Testamento de la siguiente manera:

  • Libros sobre la obra de Dios para la salvación: Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, I Pedro y I Juan.
  • Otros libros canónicos: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, el resto de las cartas de Pablo, II Pedro y II de Juan.
  • Los libros no canónicos: Hebreos, Santiago, Judas, Apocalipsis y libros del Antiguo Testamento.

Gracias a Dios, los protestantes tienen los mismos libros que los católicos en el Nuevo Testamento porque no aceptaron los cambios de Lutero para esta parte del canon.

Los protestantes y evangélicos se encuentran en una posición contradictoria

Reconocen el canon establecido por los concilios del siglo IV para el Nuevo Testamento (los 27 libros que ellos tienen) pero no reconocen esa misma autoridad para el canon del AT.

Es interesante notar que la Biblia Gutenberg, la primera Biblia impresa, es la Biblia latina (Vulgata), por lo tanto, contenía los 46 libros del canon alejandrino.


Posición de la Iglesia Anglicana (episcopalianos)

Según los 39 Artículos de Religión (1563) de la Iglesia de Inglaterra, los libros deuterocanónicos pueden ser leídos para «ejemplo de vida e instrucción de costumbres», pero no deben ser usados para «establecer ninguna doctrina» (Artículo VI). Consecuentemente, la Biblia, versión del Rey Jaime (1611) imprimió estos libros entre el N.T. y el A.T. Pero Juan Lightfoot (1643) criticó este orden alegando que los «malditos apócrifos» pudiesen ser así vistos como un puente entre el A.T. y el N.T. La Confesión de Westminster (1647) decidió que estos libros, «al no ser de inspiración divina, no son parte del canon de las Escrituras y, por lo tanto, no son de ninguna autoridad de la Iglesia de Dios ni deben ser en ninguna forma aprobados o utilizados mas que otros escritos humanos».


Clarificación católica del Canon

La Iglesia católica, fiel a la encomienda del Señor de enseñar la verdad y refutar los errores, definió solemnemente, en el Concilio de Trento, en el año 1563, el canon del Antiguo Testamento con 46 libros siguiendo la traducción griega que siempre habían utilizado los cristianos desde el tiempo apostólico. Confirmó así la fe cristiana de siempre y dijo que los libros deuterocanónicos deben ser tratados «con igual devoción y reverencia». El Catecismo de la Iglesia Católica reafirma la lista completa de los Libros Sagrados, incluyendo los deuterocanónicos.

Esta enseñanza del Concilio de Trento fue ratificada por el Concilio Vaticano I y por el Concilio Vaticano II (Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Sagrada Escritura).
La Biblia es un regalo del Señor presentado como obra terminada a través de un largo proceso culminado por el Espíritu Santo en la Iglesia Católica por cuya autoridad se establece el canon definitivo.


¿Cómo hacer la catequesis familiar en el hogar? con ‘Ven y sígueme’

¿Cómo hacer la catequesis familiar en el hogar? con ‘Ven y sígueme’

Antes de trabajar las páginas del método Ven y sígueme, conviene volver a subrayar la importancia de la catequesis familiar, es decir la que deben hacer los padres cristianos con sus hijos. El niño, hijo de Dios por el don del Bautismo, es considerado por Cristo miembro privilegiado del Reino de Dios; por lo tanto, quienes le han acercado a las fuentes del Bautismo para que reciba el don de la fe tienen el deber de seguir alimentándola continuamente. Benedicto XVI enseña que «la familia cristiana es el lugar del primer anuncio de la fe a los hijos». Y Juan Pablo II escribió que la forma fundamental de catequesis es la catequesis familiar, es decir, la catequesis que hacen los padres con sus propios hijos (cfr. Encíclica Redemptor Hominis, n.º 19); y llegó a enseñar que «la catequesis familiar debe preceder, acompañar y enriquecer cualquier otra forma de catequesis» (Catechesi tradendae, ver los n.os 36, 37 y, sobre todo el 68).

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «la educación en la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna infancia». Y afirma que «los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios» (n.º 2226). Otros aspectos fundamentales en la formación cristiana de los hijos son la iniciación a la Sagrada Escritura, a la oración y a la participación en la vida litúrgica.


Pero, ¿cómo hacer en la práctica la catequesis familiar?

En cada tema del método «Ven y sígueme» se dedican tres páginas a la Catequesis Familiar o Catequesis en familia. Se comienza siempre con un apartado titulado «Orientaciones para los padres» en el que se recogen unas sencillas pautas para orientar a los padres sobre cada tema. En este mismo apartado se les recomienda la lectura del tema correspondiente del Catecismo Jesús es el Señor. Esta lectura será una buena ayuda para su propia formación y también para que puedan ayudar mejor a su hijo/a en la catequesis familiar. Es muy importante cuidar la preparación de esta sesión y llevarla a cabo en un ambiente de seriedad, piedad y respeto. Ayudar al niño a que haga muy bien las actividades (limpieza, buena letra…), porque eso agrada a Jesús y porque se las deberá mostrar después a sus padres y al catequista. El esquema de las dos primeras páginas es muy sencillo:

  1. Una oración para rezar juntos (padres e hijos) al comenzar la catequesis.
  2. Observación de unos dibujos alusivos al tema que se está tratando.
  3. La lectura y reflexión sobre la Sagrada Escritura, que es el momento más importante de la catequesis (en este punto es cuando se puede proyectar la película del DVD, si lo pide el libro).
  4. Unas actividades de comprensión y de aplicación a la vida a partir del texto leído o de la película visionada.
  5. Escuchar la canción correspondiente al tema. Si parece oportuno, se puede comentar la letra de la misma.
  6. Una oración final (generalmente leída del catecismo Jesús es el Señor, según se indica en el libro).

Aunque cada tema es para una quincena, conviene dedicar cada semana unos 15 minutos a la catequesis familiar. En ella, los padres leen y comentan con sus hijos los textos y actividades que se recogen en esas dos páginas. De este modo, los niños van reforzando el aprendizaje del mensaje cristiano con la ayuda inestimable de sus padres.

La oración inicial y la oración final conviene hacerlas en el «rincón de oración» que se ha preparado en la casa, que es sencillamente un cuadro piadoso de la Sagrada Familia o de la Virgen María con el Niño Jesús, ante el cual comenzamos y terminamos cada sesión de catequesis familiar. A este rincón de oración acudiremos a rezar también en otros momentos del año, como en algunas fiestas principales, en el Mes de Mayo dedicado a la Virgen, etc.

La tercera página para la catequesis familiar (que es la última página de cada tema) se dedica a un santo/a o a una fiesta litúrgica. Mediante unas simpáticas viñetas se cuenta la historia de un santo o santa (o de una fiesta litúrgica), que sea modelo o muestra de los valores cristianos expuestos en el tema. Podemos leerla con el niño en otro momento para avivar en él el deseo de imitar a los santos, que son modelos en el seguimiento de Jesucristo. De ellos podrán aprender los niños a asumir hábitos de piedad y compromisos de vida cristiana. Hay varias páginas web donde se puede encontrar amplia información sobre la vida de estos santos, por ejemplo, en Aciprensa.

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¿Qué es la catequesis familiar?

¿Qué es la catequesis familiar?

La parroquia y la escuela no pueden sustituir a la familia en su misión educadora y evangelizadora, de ahí la importancia de esta metodología y su deseable integración parroquial en la iniciación en la fe. En esta forma de catequesis los adultos deben ser objeto de una atención constante porque es la catequesis que hacen los padres con sus propios hijos.

La catequesis familiar es una respuesta a las necesidades reales de nuestro tiempo, pues la evangelización de las familias es una prioridad de la Iglesia, como recordó el papa Benedicto XVI en su visita a Valencia, con ocasión del Encuentro Mundial de las Familias en julio de 2006, y como vienen insistiendo constantemente los obispos de España.

Juan Pablo II en su encíclica Redemptor Hominis (n. 19), afirma que la forma fundamental de catequesis es la catequesis familiar. Él tuvo una intensa experiencia de este tipo de catequesis durante su ministerio sacerdotal y episcopal en Polonia. En aquellos años el régimen comunista impartía en las escuelas públicas de Polonia una educación obligatoria, laica y atea, inspirada en los postulados del marxismo. La Iglesia católica respondió impulsando al máximo las catequesis familiares, es decir la transmisión de la fe en cada familia, bajo la orientación del párroco del lugar.

Anunciar el Evangelio de Jesucristo dentro de las familias, desde la recepción del Bautismo y, en especial, con ocasión de la preparación de los hijos para el Sacramento de la Eucaristía.Orientar a los padres en su acción de catequesis y ofrecerles los medios necesarios para fomentar la oración y la educación en la fe dentro de la familia.Celebrar la fe en la familia y en la comunidad parroquial.

La catequesis familiar es un itinerario de iniciación cristiana compuesto por pequeños pasos en la parroquia y en la familia en forma de sesiones de formación y de pequeñas celebraciones a lo largo del año litúrgico, como, por ejemplo, la Entrega de la Biblia o del Catecismo, la Renovación de las promesas del Bautismo, la celebración del Sacramento de la Reconciliación y de la Primera Comunión, etc. Intenta romper los estereotipos heredados que han llevado a la pastoral parroquial, en bastantes ocasiones, a funcionar por pura inercia.

La importancia de este método de catequesis radica en que se fundamenta en la naturaleza del matrimonio cristiano y de la familia cristiana como primera institución educadora, tanto de los valores humanos como en la vida de fe de los hijos. La parroquia y la escuela no pueden sustituir a la familia en su misión educativa, de ahí la importancia de esta metodología y su deseable integración parroquial en la iniciación en la fe.

Objetivos de la catequesis familiar

La catequesis familiar es una acción evangelizadora y educadora en la fe que pretende cristianizar a todo núcleo familiar formado por los padres y los hijos. La importancia de este método de catequesis radica en que se fundamenta en la naturaleza del matrimonio cristiano y de la familia cristiana como primera institución educadora, tanto de los valores humanos como de la vida de fe de los hijos.


Sobre el Catecismo ‘Jesús es el Señor’

Sobre el Catecismo ‘Jesús es el Señor’

1. Jesús es el Señor. Esta explícita confesión de fe de la Iglesia, recogida en el título del nuevo Catecismo que presentamos, muestra su finalidad: conducir a la confesión de fe en Jesucristo, a quien hay que «conocer, amar e imitar». Los Obispos, al ver culminado el largo y cuidadoso proceso de elaboración de este Catecismo, lo entregamos con gozo a sus destinatarios más directos: los niños y niñas que en su Iniciación cristiana descubrirán a Jesús como el Señor. Asimismo lo entregamos a las familias, transmisoras de la fe e iglesias domésticas, para el acompañamiento en la educación de los hijos; a los sacerdotes, como responsables y animadores de la catequesis parroquial; a los consagrados e instituciones católicas, para su misión en el ámbito educativo; y a los catequistas que lo utilizarán como documento de la fe en la catequesis. Todos son, de un modo directo y cercano, acompañantes de los niños en su encuentro con Jesús, el Señor.

La renovación de los catecismos alentada por el Catecismo de la Iglesia Católica

2. Pensando en todas las comunidades cristianas de nuestras diócesis, verdadero «hogar de la catequesis», los Obispos, pastores del Pueblo de Dios, «catequistas por excelencia», renovamos con este Catecismo que ahora os ofrecemos nuestra responsabilidad de ordenar la catequesis para que sea activa, eficaz y capaz de educar en una fe robusta a las generaciones cristianas de los tiempos nuevos. Para esta importante tarea contamos con el inestimable servicio que nos presta el Catecismo de la Iglesia Católica, que Juan Pablo II nos entregó, como «texto de referencia para una catequesis renovada en las fuentes vivas de la fe». Nos invitaba igualmente el Siervo de Dios a iniciar la adaptación de nuestros catecismos locales a este texto, destinado a ser «regla segura para la enseñanza de la fe e instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial». También el Directorio General para la Catequesis y el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado y publicado por Benedicto XVI, se ha sumado también a las fuentes de inspiración para los catecismos locales. vino a abundar en este servicio de comunión eclesial ofreciendo un amplio y detallado desarrollo de los criterios de elaboración de catecismos locales. El

3. Los Obispos españoles, recogiendo con agradecimiento estos documentos que la Santa Sede nos ha ofrecido y teniendo en cuenta las nuevas situaciones y retos con que nos encontramos en la transmisión de la fe en España, nos hemos propuesto renovar nuestros catecismos Padre Nuestro, Jesús es el Señor y Esta es nuestra fe. El primer fruto de esta tarea emprendida, como servicio a la comunión y a la educación en la fe demandada por el Catecismo de la Iglesia Católica, es este catecismo Jesús es el Señor. Deseamos que la armonía entre ambos sea apreciada y valorada por todos.

4. Disponíamos ya del libro Los primeros pasos en la fe, texto apropiado para el despertar religioso en el seno de la familia; con Jesús es el Señor ofrecemos un primer catecismo para la Iniciación cristiana de niños y adolescentes. En este Catecismo nos hemos esforzado en exponer íntegramente, para los niños de 6 a 10 años, el mensaje cristiano en un lenguaje significativo para ellos. Hemos tenido muy en cuenta que en estos años tiene lugar la primera participación en la Penitencia y en la Eucaristía, verdadero encuentro sacramental con el Señor. El texto, fruto del estudio y del trabajo directo de todos los Obispos españoles, aprobado en Asamblea Plenaria y, con posterioridad, por la Santa Sede, lo ofrecemos a nuestro pueblo para que sea utilizado en la catequesis como libro de la fe, al servicio de un contenido y un lenguaje común. Consideramos que Jesús es el Señor, por su sencillez, concreción, integridad, orden y exactitud, es el instrumento adecuado para la educación en la fe y para que los destinatarios acojan esta fe en su corazón, en su memoria, y la expresen en un mismo lenguaje.

Los catecismos y la catequesis

5. Al elaborar Jesús es el Señor somos fieles al valor que la Iglesia le ha dado siempre al catecismo como instrumento básico y orientación fundamental para la catequesis, al formular las verdades de la fe y salvaguardar la transmisión de lo que Dios dijo e hizo por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Los catecismos, sin agotar la riqueza de la catequesis, son instrumentos a su servicio y cumplen una función imprescindible a lo largo de la Iniciación cristiana, que capacita básicamente a los creyentes para entender, celebrar y vivir el Evangelio. El catecismo encauza las tareas de la catequesis, pues en su contenido recoge la fe que la Iglesia misma profesa (Símbolo), celebra (Sacramentos), vive (moral cristiana) y ora (la oración del cristiano).

6. Los catecismos no son ajenos tampoco a los cambios sociales, culturales y religiosos, ni a las distintas etapas y circunstancias del crecimiento de las personas. También el contenido y uso del catecismo ha de tener en cuenta el contexto cultural en que se realiza la transmisión de la fe y las dificultades que se encuentran en cada época para consolidar la vida cristiana de las nuevas generaciones. Esta doble fidelidad de los catecismos, al mensaje y al destinatario, nos llama a recordar que «el don más precioso que la Iglesia puede ofrecer al mundo de hoy, desorientado e inquieto, es formar unos cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe».

El Catecismo y los materiales complementarios

7. Señalado el valor de los catecismos como instrumentos por excelencia de la catequesis, llamamos la atención de cuantos han de utilizar el catecismo Jesús es el Señor, para que llegue a manos de sus destinatarios en su integridad, en su momento oportuno y especialmente en el acto catequético mismo. Sabemos, no obstante, que los catequistas suelen necesitar y utilizar apoyos complementarios en la catequesis (guías para catequistas, materiales didácticos, etc.). Estos, sin embargo, por su distinción cualitativa respecto del catecismo, en ningún caso han de sustituirlo o suplantarlo.

Nuestro aliento agradecido

8. No queremos terminar esta presentación del nuevo catecismo Jesús es el Señor, sin ofrecer nuestros aliento agradecido a todos cuantos os esforzáis en la gozosa, y a veces difícil, tarea de transmitir la fe: a las familias, a los sacerdotes y a los catequistas, acompañantes todos de los niños en su Iniciación cristiana. Conocemos las dificultades con que os encontráis, pero también nos consta que todo lo vivís con la confianza puesta en el Señor, apoyados en Él y fortalecidos por el Espíritu Santo. Os animamos a no desfallecer en la misión de llevar el Evangelio a todos, misión a la que nos alienta el papa Benedicto XVI diciendo: «nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí. Como cristianos, no deberíamos limitarnos a preguntarnos: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza?».

En la indispensable y esencial responsabilidad de educar en la fe, la Iglesia cuenta siempre con la intercesión maternal de santa María, la Madre de Jesús, y la de san José su esposo, en cuyo hogar creció Jesús en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres (cf. Lc 2, 52).

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Mensaje de la XCI Asamblea Plenaria de la Conferencia piscopal Española, 3–7 de marzo de 2008


JUAN PABLO II, Carta apostólica Novo millenio ineunte, 29.

CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, 254.

JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Catechesi tradendae, 63.

Cf. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Catechesi tradendae, 50.

JUAN PABLO II, Constitución apostólica Fidei depositum, 1.

JUAN PABLO II, Constitución apostólica Fidei depositum, 4.

LXXXVIII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, noviembre 2006.

CONGREGATIO PRO CLERICIS, Decreto 7 de junio de 2007.

«Un catecismo debe presentar fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición Viva de la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padres, de los santos y santas de la Iglesia, para que conozcan mejor los misterios cristianos y se reavive la fe del Pueblo de Dios. Debe recoger aquellas explicitaciones de la doctrina que el Espíritu Santo ha sugerido a la Iglesia a lo largo de los siglos». JUAN PABLO II, Constitución apostólica Fidei depositum, 3.

JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Catechesi tradendae, 61.

Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, 132.

BENEDICTO XVI, Carta encíclica Spe Salvi, 48.

El Gran Autor de toda Catequesis es el Espíritu Santo

El Gran Autor de toda Catequesis es el Espíritu Santo

El Gran Autor de toda Catequesis es el Espíritu Santo, que con sus palabras y gestos de amor actúa en nuestros corazones.

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Queridos hermanos en Cristo:

Nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos: «el amor a Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros». Esto que es palabra de Dios es algo muy cierto, porque nos asegura que el amor de Dios ha llegado a nuestros corazones por la gracia del Espíritu Santo.

Por ello mi saludo a todas las delegaciones que están aquí presentes, y me uno a esta alegría que los acompañará a lo largo de varios días, incluido ese momento tan especial con el Cardenal Darío Castrillón. Unidos en la oración y unidos en la reflexión durante estos días, podremos valorar experiencias en el camino recorrido junto a nuestros Pastores. Les reitero mi agradecimiento y les doy la bienvenida.

Nos dice el Santo Padre que el gran autor de toda catequesis es el Espíritu Santo, que con sus palabras y sus gestos de amor actúa en nuestros corazones explicándonos las escrituras y aplicándolas a nuestra vida; y para ello se sirve del magisterio, de la enseñanza de la Iglesia.

En ese sentido, el Papa dice que debemos buscar en el catecismo de la Iglesia Católica, un texto de referencia para una catequesis renovada en las fuentes vivas de la fe; recordemos que ese catecismo tan maravilloso es el que el Santo Padre nos ha regalado como un don especial.

Y en la primera lectura del Libro de los Hechos, se dice que al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un mismo lugar, como ahora en esta Santa Misa, y de repente se produjo un ruido del cielo, y cada uno de los allí reunidos escuchó hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua.

Piensa que el Espíritu Santo quiere hablarte de las maravillas de Dios en el corazón de cada uno, y por ello busca esa transformación del mundo como dice el lema del Encuentro; una transformación que sólo se operará si dentro de tu corazón se produce la conversión.

Si te identificas con Cristo, entonces escucharas esas maravillas de Dios para aplicarlas en tu alma, en tu familia, en tu comunidad, para tus hijos, y así encontrarás respuestas a todas tus ansiedades, a todas tus preocupaciones; porque será el mismo Espíritu Santo quien obrará en esos silencios que conmueven.

Madres, padres, hijos, qué maravilla es que la catequesis tenga esa prioridad para todos, y sobre todo en la familia, verdaderos corazones del amor de Dios, hogares donde las maravillas de Dios toman forma de enseñanza, de catequesis del ejemplo, de testimonio vivo. Porque no hay catequesis si no hay ejemplo de la oración juntos, ejemplo del aprendizaje, de la cruz, del perdón.

Y justamente en el directorio de la catequesis se dice: «entre los elementos que componen el patrimonio cultural de un pueblo, el factor religioso y moral tiene una particular importancia». Y es que en la cultura actual hay una permanente difusión de la indiferencia religiosa, porque son muchos los que hoy en día se desentienden de esta íntima y vital unión con Dios, o la niegan de forma explícita.

Es lo que se llama el secularismo, que consiste en tener una visión en la cual el hombre y el mundo se separan de su Creador y de su Padre, y no necesitan de Dios. No es algo que uno desee, pero se logra meter en nuestras vidas, en la familia y en las costumbres del pueblo, disolviendo el mensaje de Cristo.

No dejemos que ello ocurra, defendamos la fe de nuestro pueblo, defendamos la dignidad de nuestros sacerdotes, defendamos la dignidad del Estado religioso, defendamos la dignidad y el servicio de los Pastores. No permitamos expresiones de falta de respeto a la Iglesia, que buscan que el pueblo pierda la confianza y el amor a los religiosos, los sacerdotes y los Pastores. La carga no es ligera, lo sabemos, pero con la ayuda de ustedes y de Cristo, conservaremos ese rico patrimonio de nuestro pueblo católico peruano, esa presencia viva de Cristo.

Esta es la misión primordial de la Iglesia: anunciar a Dios, ser testimonio de Dios en el mundo, dar a conocer el rostro de Dios y su designio de amor y de salvación a favor de los hombres, tal como Jesús lo reveló. Y para preparar a esos testigos, existe esta catequesis familiar, para que cada uno de ustedes sea Cristo que pasa por las escuelas, por los barrios, y para hacer ello tienes que tener a Cristo dentro de ti.

Para eso tengo que respetar aquello que Dios nos ha dado, los sacramentos; por ejemplo, el bautismo es la puerta de entrada a esa vida en Cristo, mientras que la eucaristía es la que permite a Dios habitar en nosotros y nosotros en él.

También tenemos el sacramento de la reconciliación, en donde el Señor perdona lo que yo no perdono; porque a veces nosotros no nos perdonamos, pero él perdona siempre en el sacramento de la reconciliación.

El sacramento del matrimonio, es aquel en donde el Señor garantiza un vínculo para toda la vida con su presencia, por eso es misión primordial de la Iglesia anunciar a Dios. Y el evangelio de hoy nos dice que cuando el Señor se presentó a los discípulos, les dijo «paz a vosotros», y los discípulos se alegraron al ver al Señor.

Pues yo lo que he visto al llegar aquí es ese gozo, esa alegría de estar junto a Jesús en la eucaristía. A los apóstoles les paso igual, porque los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Por ello, vamos a pedirle a Jesús esa nueva experiencia de redescubrir más hondo a Cristo, no sólo en su divinidad, sino también en su verdadera humanidad. Busquemos el rostro de Cristo en el hermano, en el joven, en el niño, en el anciano, en el enfermo de toda condición y toda situación social y cultural; busquemos con los ojos de la fe el rostro de Cristo, y así tendremos esa maravillosa comunión.

Por eso, es urgente promover y ahondar una auténtica eclesiología de la comunión, para que la luz de la unidad brille al latir nuestros corazones al mismo ritmo del corazón de Cristo y del corazón del Papa Juan Pablo II. ¿No es verdad que al mirar al Santo Padre te animas a ser mejor?, pensemos entonces en la bondad y entrega del Papa.

Recuerda el pasaje del evangelio, cuando hablan de un siervo bueno y fiel; porque el Papa ha sido fiel en lo poco, y por ello entra en el gozo del Señor. Entonces, estas palabras se las dedicamos al Santo Padre con todo amor.

Que esa unidad de nuestros corazones en Cristo se refleje junto al Papa, junto a nosotros, sus obispos, y los sacerdotes, religiosas, religiosas, y todos los animadores dentro de esa metodología de la catequesis familiar, para que seamos miembros del único Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia Católica.

En este año del Rosario, pongamos en las manos de la Virgen María esta oración, la favorita del Papa. Busquemos en el Santo Rosario ese medio para impulsar la catequesis familiar los 25 años próximos, muy unidos a María, Madre de la Iglesia.

Que Dios los bendiga a todos

Así sea.

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Monseñor Juan Luis Cipriani

Cardenal Arzobispo de Lima (Perú)

Homilía del Domingo, 9 de febrero de 2003