Sacramento de la Reconciliación – Catequesis del Santo Padre Francisco

Sacramento de la Reconciliación – Catequesis del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A través de los sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida «en vasijas de barro» (2 Cor 4, 7), estamos aún sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por ello el Señor Jesús quiso que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia los propios miembros, en especial con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los enfermos, que se pueden unir con el nombre de «sacramentos de curación». El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien. La imagen bíblica que mejor los expresa, en su vínculo profundo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).

El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de la Pascua el Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y, tras dirigirles el saludo «Paz a vosotros», sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos descubre la dinámica más profunda contenida en este sacramento. Ante todo, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza; y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del alma tan bella que sólo Jesús puede dar, sólo Él.

A lo largo del tiempo, la celebración de este sacramento pasó de una forma pública —porque al inicio se hacía públicamente— a la forma personal, a la forma reservada de la Confesión. Sin embargo, esto no debe hacer perder la fuente eclesial, que constituye el contexto vital. En efecto, es la comunidad cristiana el lugar donde se hace presente el Espíritu, quien renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús. He aquí, entonces, por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humilde y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que le alienta y le acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Uno puede decir: yo me confieso sólo con Dios. Sí, tú puedes decir a Dios «perdóname», y decir tus pecados, pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia, a los hermanos, en la persona del sacerdote. «Pero padre, yo me avergüenzo…». Incluso la vergüenza es buena, es salud tener un poco de vergüenza, porque avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es un «sinvergüenza». Pero incluso la vergüenza hace bien, porque nos hace humildes, y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas, que tanto pesan a mi corazón. Y uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano. No tener miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza, pero después, cuando termina la Confesión sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la Confesión! Quisiera preguntaros —pero no lo digáis en voz alta, que cada uno responda en su corazón—: ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? Cada uno piense en ello… ¿Son dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga cuentas, pero cada uno se pregunte: ¿cuándo fue la última vez que me confesé? Y si pasó mucho tiempo, no perder un día más, ve, que el sacerdote será bueno. Jesús está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.

Queridos amigos, celebrar el sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos en un abrazo caluroso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos la hermosa, hermosa parábola del hijo que se marchó de su casa con el dinero de la herencia; gastó todo el dinero, y luego, cuando ya no tenía nada, decidió volver a casa, no como hijo, sino como siervo. Tenía tanta culpa y tanta vergüenza en su corazón. La sorpresa fue que cuando comenzó a hablar, a pedir perdón, el padre no le dejó hablar, le abrazó, le besó e hizo fiesta. Pero yo os digo: cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. Sigamos adelante por este camino. Que Dios os bendiga.

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Santo Padre Francisco

Audiencia General del miércoles, 19 de febrero de 2014


Soy joven y quiero confesarme: La satisfacción

Soy joven y quiero confesarme: La satisfacción

Cuando se ha partido de aquí de esta vida, ya no es posible hacer penitencia y no tiene efecto la satisfacción. Aquí se pierde o se gana la vida.

San Cipriano

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La satisfacción

La absolución dada por el sacerdote a un penitente que confiesa sus pecados con las disposiciones apropiadas, remite tanto la culpa como el castigo eterno (del pecado mortal). Sin embargo, permanece una especie de deuda con la justicia Divina que debe ser cancelada aquí o en el más allá. Para ser cancelada, el penitente recibe de su confesor lo que usualmente se llama «penitencia», en la forma de ciertas oraciones que el penitente debe decir o ciertas acciones que debe realizar, tal como visitas a una iglesia, las Estaciones de la Cruz, etc. Limosnas, proezas, ayunos, y oraciones que son los medios más importantes de satisfacción, aunque pueden ser impuestas, otras obras penitenciales.

La calidad y extensión de la penitencia está determinada por el confesor de acuerdo a la naturaleza de los pecados revelados, las circunstancias especiales del penitente, su responsabilidad de recaer, y la necesidad de erradicar hábitos malignos. A veces, la penitencia es tal que debe ser realizada inmediatamente; en otros casos puede requerir más o menos un tiempo considerable como por ejemplo, lo que sea prescrito para cada día durante una semana o mes. Pero incluso entonces, el penitente puede recibir otro sacramento (ejemplo, la Santa Comunión) inmediatamente después de la confesión, dado que la absolución restaura al penitente al estado de gracia. Está sin embargo, bajo la obligación de continuar la realización de su penitencia hasta que esté completa.

En lenguaje teológico, esta penitencia es llamada satisfacción y es definida, en las palabras de Santo Tomás: «El pago de un castigo temporal debido y a cuenta de una ofensa cometida contra Dios por el pecado» (Suppl. A la Summa, Q. XII, a. 3). Es un acto de justicia requerido por la injuria hecha al honor de Dios, hasta el punto al menos donde el pecador pueda reparar (poena vindicativa); también es un remedio preventivo en tanto y en cuanto tiene la intención de impedir la posterior comisión del pecado (poena medicinalis). La satisfacción no es, como la contricción y la confesión, una parte esencial del sacramento, porque el efecto primario, es decir, la remisión de la culpa y el castigo temporal—se obtienen sin la satisfacción; aunque si es una parte integral porque es requisito para obtener el efecto secundario- es decir, la remisión del castigo temporal. La doctrina Católica fue establecida en este punto por el Concilio de Trento, que condena la proposición: «Que el castigo completo es siempre remitido por Dios junto con la culpa, y la satisfacción requerida de los penitentes no es otra que fe a través de la cual ellos creen que Cristo lo ha satisfecho por ellos»; y más aún, la proposición: «Que las llaves fueron dada a las Iglesia sólo para soltar y no para atar también; y que por esto, al imponer penitencia sobre aquellos que se han confesado, los sacerdotes actúan contrariamente al propósito de las llaves y la institución de Cristo; que es una ficción (decir) que luego que el castigo eterno ha sido perdonado en virtud de las llaves, usualmente queda pagar una pena temporal» (Can. «de Sac. poenit.» , 12, 15; Denzinger, «Enchir.», 922, 925).

Contra los errores contenidos en estas declaraciones, el Concilio (Sesión XIV, c. VIII) cita ejemplos conspicuos de las Sagradas Escrituras. La más notable de ellas es el juicio pronunciado sobre David: «Y dijo Natán a David: El Señor ha remitido tu pecado; no morirás. Más, por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá» (Samuel xii, 13, 14). El pecado de David fue perdonado y sin embargo tuvo que sufrir castigo por la pérdida de su hijo. La misma verdad es enseñada por San Pablo (I Cor., xi, 32): «más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo». El castigo mencionado aquí es un castigo temporal, pero un castigo para la Salvación. «De todas las partes de la penitencia» dice el Concilio de Trento (op.cit), «la satisfacción fue recomendada constantemente por nuestros Padres». Esto fue admitido por los mismos Reformistas. Calvino (Instit., III, iv, 38) dice que toma poco en cuenta lo que los antiguos escritos contienen en relación a la satisfacción porque «prácticamente todos aquellos libros existentes fueron desviados sobre este punto o hablaban muy severamente». Chemnitius («Examen C. Trident.», 4) admite que Tertuliano, Cipriano, Ambrosio y Agustín, ensalzaron el valor de las obras penitenciales; y Flacio Illyricus en las «Centurias» tiene una larga lista de Padres y escritores primitivos quienes, como el admite, los señala como testigos de la doctrina de satisfacción. Algunos de los textos ya citados (Confesión) mencionan expresamente la satisfacción como parte de la penitencia sacramental. A éstos se puede agregar San Agustín quien dice que «El Hombre es forzado a sufrir incluso después de haberse perdonado sus pecados, aunque fue el pecado que lo llevó a esta penalidad. Porque el castigo sobrevive a la culpa, no sea que la culpa deba ser pensada leve si con su perdón, el castigo también termine» (Tract. CXXIV, «En Joann.», n. 5, in P.L., XXXV, 1972); San Ambrosio: «Tan eficaz es la medicina de la penitencia que (en vista de ella) Dios parece que deroga Su sentencia» («De poenit.», 1, 2, c. VI, n. 48, in P.L., XVI, 509); Cesareo de Arles: «Si en la tribulación, no agradecemos a Dios ni nos redimimos de nuestras faltas a través de buenas obras, deberemos ser detenidos en el fuego del purgatorio hasta que los pecados mas leves sean quemados como la madera o la paja» (Sermo CIV, n. 4). Entre los motivos para hacer penitencia sobre lo cual los Padres insistían más frecuentemente es este: Si tu castigas tu propio pecado, Dios te eximirá; pero en ningún caso el pecado quedará sin castigo. O nuevamente ellos declaran que Dios quiere que realicemos la satisfacción de manera que nosotros despejemos nuestras deudas con Su justicia. Es por lo tanto con buena razón que los concilios anteriores – ejemplo Laodicea (372 D.C.) y Cártago IV (397) – enseñan que la satisfacción es para ser impuesta a los penitentes; Y el Concilio de Trento no hace sino reiterar la creencia y práctica tradicional cuando hace obligatorio al confesor, el dar «penitencia». Por lo tanto, también la práctica de otorgar indulgencias, a través de la cual la Iglesia va en asistencia al penitente y pone a su disposición los tesoros de los méritos de Cristo. Las indulgencias, aunque están conectadas muy de cerca con la penitencia, no son parte del sacramento; ellas presuponen la confesión y absolución, y son propiamente llamadas remisiones extra sacramentales del castigo temporal incurrido por el pecado.

Nota: ver también el magisterio de la Iglesia acerca de la satisfacción.


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Fuente original: Enciclopedia católica – Aciprensa

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Soy joven y quiero confesarme: La satisfacción

Soy joven y quiero confesarme: Oración para antes o después de la Confesión

Llama con tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir. No será Él como el amigo de la parábola: se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar. Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido; que suele no apreciarse lo aprisa concedido.

San Agustín

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Oración para antes o después del sacramento de la Reconciliación


¡Oh señor!

Presento mis culpas ante Tu presencia,

y quiero recordar las miserias que me han ocasionado.


Si pienso en el mal que he hecho,

muy poco es lo que padezco,

y mucho más lo que he merecido.

Muy grave es la culpa cometida,

y muy insignificante el castigo que sufrí.


Siento la pena del pecado,

pero no quiero evitar las ocasiones de pecar.

Cuando me castigas desfallece mi flaqueza,

y a pesar de eso, no dejo el pecado.

Mi conciencia siente el remordimiento,

pero mi orgullo no quiere doblegarse.


Mi vida está llena de miserias,

pero no se corrige en sus obras.

Señor, si tienes paciencia conmigo, o me corrijo,

y si me castigas,

muy poco dura mi enmienda.


Cuando soy castigado,

reconozco el mal que he hecho,

y cuando ha pasado vuestro castigo,

ya no me acuerdo de aquello mismo por lo que lloré.


Si levantas Tu mano para castigarme,

prometo corregirme,

si suspendes Tu castigo,

no cumplo lo que te he prometido.


Si me castigas,

te pido que me perdones,

si me perdonas,

otra vez te ofendo para que me castigues.


Aquí me tienes, señor,

culpable y confesando haberte ofendido,

y harto sé que si no me perdonas con toda justicia,

tendrías que condenarme.


¡Oh Padre Omnipotente!

¡Oh Padre mio!

Aunque sin mérito alguno de mi parte,

Concédeme lo que te pido,

ya que me has creado de la nada,

para que te rogase.


Te lo pido por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

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Nota: esta oración es un «arreglo o variación» de la oración original de san Agustín del Devocionario Católico de 1959. Podéis leer la oración original en el blog de Angélica Pajares.


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Soy joven y quiero confesarme: Rito de la Reconciliación

Soy joven y quiero confesarme: Rito de la Reconciliación

Cuando un hombre descubre sus faltas, Dios las cubre. Cuando un hombre las esconde, Dios las descubre…cuando las reconoce, Dios las olvida.

San Agustín


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En este artículo os presentamos un posible esquema para realizar el rito de la Reconciliación de forma práctica. Antes de acudir al confesor, os aconsejamos tener una idea clara de lo que estamos haciendo; para ello, nada mejor que estudiar o repasar el magisterio de la Iglesia, al que podéis acceder en estos dos artículos: La celebración del sacramento y La confesión de los pecados.

Esquema para realizar el rito de la Reconciliación

Recepción del penitente

El sacerdote te recibirá con amor y amabilidad. Una vez de rodillas en el confesionario (o si es en un lugar diferente al templo, junto al confesor), el penitente comienza diciendo una de las siguientes fórmulas:

  • Hacer la señal de la cruz orando: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
  • Ave María purísima. (el sacerdote contestará: «Sin pecado concebido»).
  • Bendígame padre, porque he pecado.

Invitación a la confianza

La realiza el sacerdote y al terminar el penitente dice «Amén».

Lectura

El sacerdote puede leer un pasaje del Evangelio o una oración como:

«El Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados.»

Confesión de los pecados

El penitente dice la última vez que se confesó, con una frase como «Padre hace X días, meses, años… que me confesé» y dice si cumplió o no la penitencia impuesta en la última confesión.

A continuación, el penitente expone todos sus pecados (los que recuerde). En esta parte, el sacerdote ayudará al penitente, si lo cree necesario, a realizar una confesión íntegra dándole algunos consejos.

Aceptación de la penitencia

A continuación el sacerdote dará la penitencia y el penitente laa aceptará diciendo: «Gracias, Padre» u otra fórmula de agradecimiento con la que el penitente se encuentre cómodo.

Oración del penitente

El penitente manifestará su contrición rezando el Acto de contrición.

Fórmula de la absolución

El sacerdote en nombre y con el poder de Cristo da la absolución, la cual perdona los pecados del penitente.

Alabanza a Dios

Comienza el sacerdote diciendo «Dad gracias al Señor porque es bueno»,

y el penitente responde «Porque es eterna su misericordia».

Despedida del penitente

El sacerdote despide al penitente diciendo «El Señor ha perdonado tus pecados. Vete en paz».

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Para realizar apropiadamente el rito de la Reconciliación, recuerda:

  • Que no es necesario acordarse de todo el rito, es normal, sobre todo cuando uno no está acostumbrado. En este caso, lo importante es tener plena confianza en el sacerdote, quien te ayudará a hacer la confesión correctamente.
  • Después de la confesión es mejor dar gracias al Señor por el inestimable beneficio del perdón, cumplir inmediatamente la penitencia impuesta y renovar el propósito de huir de los pecados y de sus ocasiones.

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Fuente original: El teóloco responde

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Soy joven y quiero confesarme: Rito de la Reconciliación

Soy joven y quiero confesarme: Confesión de boca

Los sacrificios no te satisfacen;

si te ofreciera un holocausto no lo querrías.

El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú, oh Dios, tú no lo desprecias.

Salmo 50. Miserere.

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Os presentamos este artículo redactado por un religioso de los Misioneros del Sagrado Corazón de Perú, el cual os presenta de forma amena y extensa, pero en lenguaje sencillo, el rito de la Reconciliación. Como siempre, os aconsejamos estudiar o repasar el magisterio de la Iglesia, al que podéis acceder en estos dos artículos: La celebración del sacramento y La confesión de los pecados.

Confesión de boca

Al confesor hay que decirle voluntariamente, con humildad, y sin engaño ni mentira, todos y cada uno de los pecados graves no acusados todavía en confesión individual bien hecha; y en orden a obtener la absolución. No tendría carácter de confesión sacramental manifestar los pecados para pedir consejo, obligarle a callar, etc.

Antes de empezar la confesión el sacerdote puede leer al penitente, o recordarle, algún texto o pasaje de la Sagrada Escritura en que se muestre la misericordia de Dios y la llamada del hombre a la conversión.

Dijo el Papa Juan Pablo II el 30 de enero de 1981: «Sigue vigente y seguirá vigente para siempre, la enseñanza del Concilio Tridentino en torno a la necesidad de confesión íntegra de los pecados mortales». Es indispensable manifestar los pecados con toda sinceridad y franqueza, sin intención de ocultarlos o desfigurarlos. Si confesamos con frases vagas o ambiguas con la esperanza de que el confesor no se entere de lo que estamos diciendo, nuestra confesión puede ser inválida y hasta sacrílega. Al confesor hay que manifestarle con claridad los pecados cometidos para que él juzgue el estado del alma según el número y gravedad de los pecados confesados.

La absolución exige, cuando se trate de pecados mortales, que el sacerdote comprenda claramente y valore la calidad y el número de los pecados. El confesor debe conocer las posibles circunstancias atenuantes o agravantes, y también las posibles responsabilidades contraídas por ese pecado. También hace falta que el penitente esté en presencia del confesor. No es válida la confesión por teléfono.

Si queda olvidado algún pecado grave, no importa; pecado olvidado, pecado perdonado. Pero si después me acuerdo, tengo que declararlo en otra confesión. Mientras tanto, se puede comulgar. Y no es necesario confesarse únicamente para decirlo, porque ya está perdonado. Pero si la confesión estuvo mal hecha es necesario confesar de nuevo todos esos pecados graves, en otra confesión bien hecha.

En alguna circunstancia excepcional se justifica el callar un pecado grave en la confesión: una vergüenza invencible de decirlo a un determinado confesor, por ejemplo, por la amistad que se tiene con él y no ser posible acudir a otro; si peligra el secreto, porque hay alguien cerca que puede enterarse, y no hay modo de evitarlo (sala de un hospital, confesonario rodeado de gente, etc.). Pero ese pecado grave, ahora lícitamente omitido, hay obligación de manifestarlo en otra confesión.

Si en alguna ocasión quieres confesarte y no encuentras un sacerdote que entienda el español, o tú no puedes hablar, basta que le des a entender el arrepentimiento de tus pecados, por ejemplo, dándote golpes de pecho. Tu gesto basta para que el sacerdote te dé la absolución. Pero estos pecados así perdonados, tienes que manifestarlos la primera vez que te confieses con un sacerdote que entienda el idioma que tú hablas.

Recientemente la Sagrada Congregación de la Fe ha publicado un documento en el que se dan normas sobre la manifestación individual de los pecados en la confesión, y circunstancias en las que puede darse la absolución colectiva: «La confesión individual y completa, seguida de la absolución, es el único modo ordinario mediante el cual los fieles pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia».

«A no ser que una imposibilidad física o moral les dispense de tal confesión».

«Es lícito dar la absolución sacramental a muchos fieles simultáneamente, confesados sólo de un modo genérico, pero convenientemente exhortados al arrepentimiento, cuando visto el número de penitentes, no hubiera a disposición suficientes sacerdotes para escuchar convenientemente la confesión de cada uno en un tiempo razonable, y por consiguiente los penitentes se verían obligados, sin culpa suya, a quedar privados por largo tiempo de la Gracia Sacramental o de la Sagrada Comunión».

Estas condiciones, según algunos, son necesarias para la validez del sacramento, pero los fieles que reciben la absolución colectiva siempre pueden quedar tranquilos, pues Dios suple, ya que ellos pusieron todo de su parte. Hay un principio teológico que dice: «Al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia». Es el Obispo diocesano quien debe juzgar de esta conveniencia. Bien pidiéndole permiso previamente, bien comunicándoselo después, si no hubo tiempo de pedirle antes permiso.

El 18 de noviembre de 1988 la Conferencia Episcopal Española publicó un documento, aprobado por la Santa Sede, en el que declara que hoy en España no existen circunstancias que justifiquen la absolución sacramental general. Y el arzobispo de Oviedo, D. Gabino Díaz Merchán dijo a los sacerdotes del Arciprestazgo de Avilés-Centro que las absoluciones colectivas, sin cumplir las condiciones dadas por la Iglesia, son ilícitas e inválidas. La razón es que el ministro que confecciona el sacramento tiene que tener intención de hacer lo que quiere hacer la Iglesia, y la Iglesia no quiere que se administre el sacramento de la penitencia fuera de las condiciones que ella ha puesto.

Quienes hayan recibido una absolución comunitaria de pecados graves deben después confesarse individualmente antes de recibir de nuevo otra absolución colectiva, y, en todo caso, antes del año, a no ser que, por justa causa, no les sea posible hacerlo.

Los fieles que quieran beneficiarse de la absolución colectiva, por estar debidamente dispuestos, deben manifestar mediante algún signo externo que quieren recibir dicha absolución, por ejemplo, arrodillándose, inclinando la cabeza, etc.

Un caso concreto de aplicación de la absolución colectiva sería en peligro de muerte colectiva e inminente, sin tiempo de oír en confesión a cada uno, por ejemplo, momentos antes de estrellarse un avión averiado

Pecados veniales

Los pecados veniales no es necesario decirlos, pero conviene.

La fiebre, aunque sean sólo unas décimas, es señal de que algo va mal en el organismo. El mal siempre hay que combatirlo, aunque no sea grave. En el hospital declaras al médico no sólo las cosas graves, sino también las leves; no sea que se compliquen. Hazlo así al sacerdote para que cure tu alma.

Además de los pecados graves, hay que decirle al confesor cuántas veces se han cometido, y si hay alguna circunstancia agravante que varíe la especie o malicia del pecado.

El Concilio de Trento dice que «por derecho divino es necesario para el perdón de los pecados en el Sacramento de la Penitencia confesar todos y cada uno de los pecados mortales de que se acuerde después de un diligente y debido examen, y las circunstancias agravantes que cambian la especie del pecado». No es necesario que cuentes la historia del pecado, pero sí tienes que decir las circunstancias agravantes que varíen la especie o malicia del pecado. Una circunstancia varía la especie o malicia de un pecado, si convierte en grave lo que es leve, o lo opone a distintas virtudes o mandamientos. Por ejemplo: no es lo mismo asesinar a un hombre cualquiera que al propio padre. En el primer caso se peca contra el quinto mandamiento, que manda respetar la vida del prójimo. En el segundo caso se peca, además, contra el cuarto, que manda honrar a nuestros padres.

Las circunstancias pueden cambiar la moralidad de una acción. Nunca las circunstancias pueden hacer buena una acción que de suyo es mala; pero pueden hacer mala una acción que era buena, o hacer peor una acción que ya era de suyo mala. Las circunstancias agravantes de tu pecado tienes que manifestarlas, si al cometerlo advertiste su malicia especial.

También hay circunstancias atenuantes que disminuyen la gravedad del pecado. Por eso no te extrañe que el confesor te pregunte sobre tus pecados; porque debe conocer cuántos y en qué circunstancias cometiste esos pecados que él va a perdonarte. El sacerdote debe ayudarte a hacer una confesión íntegra y a que tu arrepentimiento sea sincero. Debe también darte consejos oportunos e instruirte para que lleves una vida cristiana.

Las principales circunstancias agravantes o atenuantes son:

  • Quién: adulterio, si uno de los dos es casado.
  • Qué: robar mil pesetas o un millón.
  • Cómo: robar con violencia.
  • Cuándo: blasfemar en la misa.
  • Dónde: pecar en público, con escándalo de otros.
  • Porqué: insultar para hacer blasfemar.

Los pecados dudosos no es obligatorio confesarlos, pero conviene hacerlo para más tranquilidad. Los pecados ciertos debes confesarlos como ciertos; y los dudosos, como dudosos. Si confesaste, de buena fe, un pecado grave como dudoso y después descubres que fue cierto, no tienes que acusarte de nuevo, pues la absolución lo perdonó tal como era en realidad. Para que haya obligación de confesar un pecado grave debe constar que ciertamente se ha cometido y ciertamente no se ha confesado.

Al confesor conviene decirle también cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te confesaste. Esto es conveniente decirlo al empezar la confesión.

Hacer una buena confesión evitando los peligros

El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave, hace una mala confesión, no se le perdona ningún pecado, y, además, añade otro pecado terrible, que se llama sacrilegio.

Todas las confesiones siguientes en que se vuelva a callar este pecado voluntariamente, también son sacrílegas. Pero si se olvida, ese pecado queda perdonado, porque pecado olvidado, pecado perdonado. Pero si después uno se acuerda, tiene que manifestarlo diciendo lo que pasó.

Para que haya obligación de confesar un pecado olvidado, hacen falta tres cosas: estar seguro de que:

a) el pecado se cometió ciertamente.

b) que fue ciertamente grave.

c) que ciertamente no se ha confesado.

Si hay duda de alguna de estas tres cosas, no hay obligación de confesarlo. Pero estará mejor hacerlo, manifestando la duda.

Confesión sacrílega

Quien se calla voluntariamente un pecado grave en la confesión, si quiere salvarse, tiene que repetir la confesión entera y decir el pecado que omitió, diciendo que lo hizo dándose cuenta de ello.

Los que han tenido la desgracia de hacer una confesión sacrílega, y desde entonces vienen arrastrando su conciencia, de ninguna manera pueden seguir en ese horrible estado. No desconfíen de la misericordia de Dios. Acudan a un sacerdote prudente, que les acogerá con todo cariño. Bendecirán para siempre el día en que quitaron de su alma ese enorme peso que la atormentaba.

Además, el confesor no se asusta de nada, porque, por el estudio y la práctica que tiene de confesar, conoce ya toda clase de pecados. Es una tontería callar pecados graves en la confesión por vergüenza, porque el confesor no puede decir nada de lo que oye en confesión. Aunque le cueste la vida callar el secreto. Ha habido sacerdotes que han dado su vida antes que faltar al secreto de confesión.

Este secreto, que no admite excepción, se llama sigilo sacramental.

Es pecado ponerse a escuchar confesiones ajenas. Los que, sin querer, se han enterado de una confesión ajena no pecan; pero tienen obligación de guardar secreto. Es curioso que los mismos que ponen dificultades en decir sus pecados al confesor los propagan entre sus amigos, y con frecuencia exagerando fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus amigos son hazañas, pero ante el confesor son pecados; y esto es humillante. Por eso para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se confiesan bien.

Nunca calles voluntariamente un pecado grave, porque tendrás después que sufrir mucho para decirlo, y al fin lo tendrás que decir, y te costará más cuanto más tardes, y si no lo dices, te condenarás. Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. Este acto de vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.

El confesor será siempre tu mejor amigo. A él puedes acudir siempre que lo necesites, que con toda seguridad encontrarás cariño y aprecio. Además de perdonarte los pecados, el confesor puede consolarte, orientarte, aconsejarte, etc. Pregúntale las dudas morales que tengas. Pídele los consejos que necesites. Dile todo lo que se te ocurra con confianza. Te guardará el secreto más riguroso.

Los sacerdotes estamos aquí para que los hombres, por nuestro medio, encuentren su salvación en Dios. El perdón de un pecado que, desde el punto de vista sociológico, acaso no tiene gran transcendencia, es en realidad más importante que todo cuanto podamos hacer para mejorar la existencia de los hombres. Hasta Nietzsche, a pesar de su violentísimo anticristianismo, decía que el sacerdote es una víctima sacrificada en bien de la humanidad.

El sacerdote guía a la comunidad cristiana con la predicación de la palabra de Dios, con sus consejos, con sus orientaciones, con su actitud de diálogo, de acogida, de comprensión, con su fidelidad a Jesucristo. El sacerdote es, ante todo, un educador. Dice Juan Pablo II, en su libro Don y Misterio, citando San Pablo, que el sacerdote es administrador de los misterios de Dios: «El sacerdote recibe de Cristo los bienes de la salvación para distribuirlos debidamente entre las personas».

Cuenta el historiador José de Sigüenza hablando de Fray Hernando de Talavera, Primer Arzobispo de Granada, que la reina Isabel la Católica lo llamó para confesarse con él. Era la primera vez que lo hacía con él. Habían preparado dos reclinatorios, pero el obispo se sentó. Le dijo la reina:

– Ambos hemos de estar de rodillas.

Pero el confesor contestó:

– No, Señora. Vuestra Alteza sí debe estar de rodillas, para confesar sus pecados; pero yo he de estar sentado, porque éste es el Tribunal de Dios y yo estoy aquí representándolo.

Calló la reina y se confesó de rodillas. Después dijo:

– Éste es el confesor que yo buscaba.

No sé cómo llegó a mis manos una hoja que decía:

¡Pobre cura!

Si es joven, le falta experiencia. Si es viejo, ya debe retirarse.

Si canta mal, se ríen. Si canta bien, es un vanidoso.

Si se alarga en el sermón, es un pesado. Si es corto, no sabe qué decir.

Si habla en voz alta, regaña. Si lo hace en tono natural, no se le oye.

Si escucha en el confesonario, es un chismoso. Si confiesa aprisa, no escucha.

Si visita a los feligreses, no está nunca en el despacho. Si no lo hace, es arisco.

Si tiene coche, vive como un rico. Si va a pie, es un antiguo.

Si pide ayuda, es un pesetero. Si no arregla la iglesia, es un abandonado.

Y cuando se muera, muchos lo echarán de menos.

Si tienes la desgracia de tropezar con un religioso o con un sacerdote que no vive conforme a su estado, no te alarmes por eso. A veces, se dan caídas incluso en los que tienen más obligación de servir a Dios. Pero por eso no debe vacilar tu fe. Nuestra fe no descansa en ningún hombre, sino en Dios, que nunca falla. Los hombres están sujetos a cambios. El que hoy es bueno, mañana deja de serlo; y viceversa. También entre los doce Apóstoles hubo un Judas traidor. El sacerdote que no cumple bien sus obligaciones, será juzgado por Dios como se merece. Sin embargo, la religión no deja de ser verdad aunque haya sacerdotes débiles, que no vencen sus pasiones. Lo mismo que la Medicina sigue siendo verdad, aunque hubiera médicos toxicómanos.

Hay sacerdotes malos, pero en proporción muchísimo menor que en cualquier otra profesión. Y por otra parte, la virtud en grado elevado se ha dado siempre en el sacerdocio más que en cualquier otra profesión.

Cuando un sacerdote peca, una persona culta piensa: qué heroísmo el de tantos otros sacerdotes que teniendo las mismas inclinaciones y pasiones sin embargo no sucumben.

Es una injusticia generalizar las faltas, que excepcionalmente se dan en un caso aislado, achacándolas a todos los demás sacerdotes. Como si yo, porque conozco a dos de tu pueblo que son unos borrachos, dijera que todos los de allí sois unos borrachos. Sería injusto con vosotros.

Además las faltas en un sacerdote llaman más la atención, precisamente por eso, por lo excepcionales; una mancha de tinta se ve mucho más en un pantalón claro que el «mono» grasiento de un mecánico. Sobre las acusaciones que se oyen contra los curas te recomiendo: «Yo no creo en los curas» de Yanes.

Es una equivocación el mal concepto que muchos tienen de los sacerdotes. Ningún muchacho se hace sacerdote para pasarlo bien. Y se da cuenta de ello en los largos años de estudios sacerdotales, sometido a una disciplina dura y a unas renuncias muy fuertes: como es renunciar a una novia y renunciar a un hogar. Además, los estudios de un sacerdote son tan largos y costosos como los de un médico o los de un ingeniero, y sin embargo la mayoría de los sacerdotes en España ganan el salario mínimo interprofesional. Hoy, en España, el clero vive por lo general peor que la clase media. Sería ridículo que un muchacho pensara en ser sacerdote para pasarlo bien. Los que aspiran al sacerdocio lo hacen para ser ellos mejores y para hacer el mundo mejor. Porque si no hubiera sacerdotes, los de arriba serían peores de lo que son, los de abajo tendrían menos defensores, y tú en lugar de tener este libro entre tus manos quizás tendrías otro para mal de tu alma.

Y si algún sacerdote no te da buen ejemplo, no te guíes por lo que hace, sino por la doctrina de Cristo que te predica. Ya te avisó Cristo: «Haced lo que os dicen, pero no hagáis según sus obras».

Ellos son responsables de sus obras, y darán a Dios estrecha cuenta de ellas; pero tú tendrás que dar a Dios cuenta de las tuyas. El que otro cometa pecados no justifica el que tú también los cometas. Los dos iréis al infierno, si no pedís perdón a Dios.

La confesión, al perdonarnos los pecados, nos devuelve la gracia santificante (o nos la aumenta, si no la habíamos perdido por el pecado grave). Y con la gracia también nos devuelve el derecho al cielo y nos restaura todos los méritos pasados, que habíamos perdido por el pecado grave.

La confesión es un gran beneficio de Dios que debemos saber estimar y aprovechar. Qué sería de nosotros en la otra vida, si no tuviéramos en ésta un medio para alcanzar el perdón de nuestros pecados»

Por eso la Iglesia, que quiere que aseguremos la salvación, manda que nos confesemos por lo menos una vez al año.

La confesión anual es obligatoria. Pero deberíamos confesarnos con frecuencia. Al menos cada mes. Y esto aunque no haya pecados graves, pues la confesión es un sacramento, que nos dará gracia para ser cada vez mejores.

Si no tienes pecados graves, te confiesas de algún venial, que nunca falta. Y aunque ya te dije que los pecados veniales no es obligatorio confesarlos, siempre es conveniente.

Sin embargo, aunque Dios quiere que me confiese a menudo, y a mí me conviene hacerlo, ningún hombre puede forzarme. Ni mis jefes, ni mis amigos, ni mis familiares, ni un sacerdote, ni nadie.

Los otros podrán aconsejarme que me confiese; pero forzarme, no. La confesión tiene que ser libre.

Que me salga de dentro. Porque la estimo y quiero salvarme. Aunque me cueste. Las medicinas no siempre gustan. Si voy a la confesión forzado y sin dolor, la confesión será una comedia. Y esto es un pecado gravísimo. Para que la confesión valga, tiene que haber arrepentimiento. Si en alguna rarísima ocasión alguien te obliga a confesarte, y tú no estás en disposición de ello, antes de hacer una mala confesión, dile al sacerdote que no vas a con intención de confesarte y que te dé la bendición: los demás no notarán nada, y tú no habrás cometido un sacrilegio.

Por muchos pecados que tengas, y por grandes que sean, nunca debes desconfiar de Dios, sino que debes acudir humildemente a Él y pedir el perdón que Él está deseando darte. Dios odia el pecado, pero ama al pecador; y sólo quiere que se convierta y se salve. Todo confesor tiene obligación de confesar a todo aquel que se lo pida razonablemente.

La absolución del sacerdote es el signo eficaz del perdón de Dios y el momento culminante de la celebración del sacramento de la penitencia.

La absolución tiene lugar cuando el sacerdote pronuncia la fórmula sacramental: Yo te absuelvo de tus pecados, al mismo tiempo que traza la señal de la cruz sobre el penitente.

Fuente original: Misioneres del Sagrado Corazón en Perú

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Soy joven y quiero confesarme: La satisfacción

Soy joven y quiero confesarme: El acto de contrición en vídeo

Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todo lo malo que he hecho y de lo bueno que he dejado de hacer; porque pecando te he ofendido a ti, que eres el sumo bien y digno de ser amado sobre todas las cosas.

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La contrición como «un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante». La definición implica tres actos de la voluntad: dolor del alma, aborrecimiento del pecado, propósito. La contrición es el elemento primario y más necesario del sacramento de la penitencia y fue en todos los tiempos condición indispensable para obtener el perdón de los pecados.

Si queréis profundizar y tener un conocimiento doctrinal sólido, os recomendamos leeros estos artículos en el orden que os presentamos, los cuales exponen el magisterio de la Iglesia:

  1. La conciencia moral
  2. Penitencia interior
  3. Acto de contrición


Programa Oraciones del cristiano


Programa Hagamos un mundo con Cristo


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Soy joven y quiero confesarme: La satisfacción

Soy joven y quiero confesarme: El acto de contrición

Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados.

Salmo 50, 1-8

La contrición como «un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante». La definición implica tres actos de la voluntad: dolor del alma, aborrecimiento del pecado, propósito. La contrición es el elemento primario y más necesario del sacramento de la penitencia y fue en todos los tiempos condición indispensable para obtener el perdón de los pecados.

Si queréis profundizar y tener un conocimiento doctrinal sólido, os recomendamos leeros estos artículos en el orden que os presentamos, los cuales exponen el magisterio de la Iglesia:

  1. La conciencia moral
  2. Penitencia interior
  3. Acto de contrición

Propiedades de la contrición

La contrición saludable ha de ser interna, sobrenatural, universal y máxima en cuanto a la valoración.

Interna: cuando es acto del entendimiento y de la voluntad. Pero por ser parte del signo sacramental, debe manifestarse también al exterior.

Sobrenatural: cuando se verifica bajo el influjo de la gracia actual (Cf Catecismo 2000 y 2001) y se concibe el pecado como una ofensa a Dios (atención porque esto es muy importante: hay gente que se confiesa de sus «fallos», pero no ven en sus pecados una ofensa personal a Dios: hay que hacer una verdadera catequesis hoy en este campo). El arrepentimiento puramente natural no tiene valor saludable (Dz. 813,1207).

Universal: cuando se extiende a todos los pecados graves cometidos. No es posible que un pecado mortal se perdone desligado de todos los demás.

Máxima en cuanto a la valoración: cuando el pecador aborrece el pecado como el mayor mal y está dispuesto a sufrir cualquier mal antes que ofender a Dios de nuevo con culpa grave.

Fuente original: Gloria TV

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Soy joven y quiero confesarme: Rito de la Reconciliación

Soy joven y quiero confesarme: Examen de conciencia avanzado

La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo.

Cardenal John H. Newman

Este examen es para aquellos que, amando a Cristo, no se conforman con evitar pecados graves, sino que desean amarle con todo el corazón.


Amarás a Dios sobre todas las cosas (Primer mandamiento)

No tomarás el nombre de Dios en vano (Segundo Mandamiento)

  • ¿Reconozco a Dios como mi Creador, como mi Dueño, Quien me ha dado la libertad para que opte libremente por El y para que lo ame con toda mi alma, con todo mi corazón y con todas mis fuerzas?
  • ¿He amado a Dios sobre TODO?.
  • ¿Lo he amado sobre todas las cosas y sobre todas las personas?
  • ¿Es Dios lo primero y más importante en mi vida?
  • ¿A quién (que) le he dado la mayor atención?
  • ¿He hecho de mi familia, trabajo, apostolados, programas, ideas u otras cosas buenas mi primer amor?
  • ¿Reconozco a Dios TRINIDAD: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres Personas inseparables en un solo Dios?
  • ¿O busco relacionarme sólo con Jesús, porque no me gusta tanto Dios Padre?
  • ¿Acepto en su totalidad el mensaje de Verdad y de Vida que Jesucristo nos dejó en su Palabra?
  • ¿Reconozco la acción del Espíritu Santo en mi vida y en la vida de la Iglesia?
  • ¿Me reconozco y siento hijo(a) de Dios?
  • ¿Me doy cuenta del altísimo privilegio de poder llamar a Dios «Padre»?
  • ¿Sé en la práctica lo que es confiar en el amor y el poder de Dios?
  • ¿Le confío todo a Dios o ando haciendo las cosas por mi cuenta?
  • ¿Me doy cuenta y reconozco que es Dios Quien obra en mí y que sin El nada soy?
  • ¿Confío en Dios cuando todo parece ir mal?
  • ¿Confío en que tanto mis capacidades, como mis limitaciones, así como las situaciones personales o familiares que me tocan vivir son parte del plan de Dios para mi santificación?
  • ¿Alguna vez le he reclamado a Dios por algo que me ha sucedido a mí o a alguien?
  • ¿Le he protestado a Dios?
  • ¿Me recuerdo de agradecer a Dios por todo lo que me ha dado y me da, y por todas las gracias que ha dispuesto a lo largo de mi vida para mi salvación eterna?
  • ¿Me doy cuenta y le he pedido perdón por las veces que he desperdiciado sus gracias y por las veces que le he dado la espalda?
  • ¿He caído en superstición o algún tipo de ocultismo (brujería, hechicería, poder mental, metafísica, astrología, adivinación, cartomancia, santería, magia, fetichismo, espiritismo, satanismo) u otra práctica ajena al cristianismo?

Oración Diaria

  • ¿Dedico tiempo a amar a Dios dialogando con El en la oración?
  • ¿Sé alabar a Dios en la oración, agradecerle, entregarme a El, pedirle perdón … o sólo sé pedirle, proponerle y hasta exigirle?
  • ¿Cómo ha sido diariamente mi tiempo personal con Dios?
  • ¿Cómo ha sido diariamente mi liturgia de las horas?
  • ¿Cómo ha sido diariamente mi oración familiar?
  • ¿He alabado a Dios; le he dado gracias o me he quejado?
  • ¿Intercedo por mi familia, grupo, Iglesia, por el mundo?
  • ¿He orado con el corazón, abierto al Espíritu Santo?
  • ¿Tomo tiempo para discernir?
  • ¿He sabido guardar silencio en la oración o hablo sólo yo?
  • ¿Sé lo que es esperar al Señor, escucharlo? ¿Lo he hecho?
  • ¿Cuándo me da alguna enseñanza la guardo en mi corazón y busco profundizarla?
  • ¿Incluyo a mi esposo/a (u otra persona formada y prudente) en mi discernimiento o sólo les informo?
  • ¿Escucho, obedezco y respeto a los que tienen legitima autoridad sobre mí (leyes justas, jefes, etc.)?
  • ¿Qué criterios tengo para determinar si algo que quiero hacer es del Espíritu Santo o es mío?
  • ¿Me parece importante tener y seguir siempre esos criterios?
  • ¿Uso los dones que Dios me dio para su gloria?
  • ¿Estoy abierto a recibir nuevos dones según Dios disponga?
  • ¿He sido legalista (haciendo solo lo necesario para cumplir) o vivo mi fe en el Espíritu entregándome con todo el corazón?

Obediencia

  • ¿Busco conocer en la oración la voluntad de Dios para mi vida?
  • ¿Obedezco la enseñanza del magisterio o interpreto a mi manera?
  • ¿Qué motiva mi vida, la voluntad de Dios o mis propios «buenos» planes (mi voluntad)?
  • ¿Le permito a Dios guiarme o le «entrego» los planes ya hechos para que los bendiga y me ayude a realizarlos?
  • ¿Colaboro activamente en los planes que Dios tiene para mi vida?
  • ¿Sé decirle «sí» tanto en los momentos de alegría, como en los momentos de tristeza?
  • ¿Busco siempre la voluntad de Dios, no sólo evitando el pecado, sino también indagando cuáles son sus designios para mi vida?
  • ¿Mis gustos, criterios, dudas, confusiones, pensamientos, actitudes y valores en qué instancias no han estado bajo el Señor?

Estudio

  • ¿Estudio mi fe católica (Biblia, magisterio, Catecismo de la Iglesia Católica, Compendio del Catecismo, libros sólidos) o me contento con mi propio modo de entender a Dios?, ¿Estoy avanzando en mi formación como debo?
  • ¿Qué pasos prácticos doy para formarme en la fe?

Orden y Prioridades

  • ¿Mi tiempo responde a las prioridades de Dios o a las presiones de cualquier persona u ocasión para ‘quedar bien’?
  • ¿Interpreto lo que hago en la perspectiva de la vida eterna?
  • ¿Reflexiono sobre mi muerte?
  • ¿Reflexiono sobre el juicio final?
  • ¿Me preparo debidamente para la Vida Eterna o sólo pienso en la vida terrena?
  • ¿Tengo prioridades claras y soy firme para vivirlas?
  • ¿Pierdo el tiempo (revistas, programas, internet, etc.) que no edifican?
  • ¿Tengo un horario y organizo el día con disciplina, dando tiempo a cada área con sabiduría: oración, familia, trabajo…?
  • ¿En qué me he desordenado?
  • ¿Me quedo en algo que me gusta sabiendo que es hora de hacer otra cosa?
  • ¿Respeto el tiempo y necesidades de otros: cuando busco ayuda, en el teléfono, etc..?
  • ¿Cuido la salud; tengo algún vicio, falta de ejercicio, descanso, alimentación… Me cuido demasiado?

Santificarás el día del Señor (Tercer Mandamiento)

  • ¿Guardo el día del Señor para el Señor o trabajo innecesariamente ese día?
  • ¿Voy a misa todos los domingos?
  • ¿Voy a misa diaria si puedo?
  • ¿He adorado y puesto todo mi corazón en Cristo Eucarístico que me espera en el sagrario?
  • ¿Lo he amado y consolado por tanto que se le ofende?
  • ¿Me preparo bien para recibir al Señor en la Eucaristía?
  • ¿Le agradezco al Señor su presencia viva en la Eucaristía o tomo esto como un derecho?

La Cruz

  • ¿He meditado ante la cruz? ¿busco su poder transformador y su sabiduría? ¿cómo se manifiesta en mi vida?
  • ¿Pido a Dios la gracia de amar la cruz o la rechazo?
  • ¿Me he salido de la voluntad de Dios por evitar la cruz?
  • ¿Acepto los sufrimientos como parte de su plan de salvación para mí y para otros?
  • ¿Comprendo y practico el valor redentor del sufrimiento?
  • ¿Uno mi cruz a la de Cristo: problemas, enfermedades, responsabilidades, personas, mi edad, mi vocación…?
  • ¿Busco la satisfacción de todas mis necesidades físicas y emocionales o sé mortificarme por amor a Jesús?
  • ¿Me uno a la cruz del que sufre?
  • ¿Me sacrifico para amar?

Confesión

  • ¿Rechazo el pecado aunque este sea aceptable según la cultura?
  • ¿He pensado o actuado ligeramente como si la rectitud de los santos es «exageración»?
  • ¿He evitado la ocasión de pecado: ambientes, programas, malas amistades…?
  • ¿Busco que Dios me enseñe mi pecado (también pecados viejos y olvidados)?
  • ¿Le pido a Dios que me muestre cómo soy verdaderamente o prefiero verme como creo que soy?
  • ¿Rechazo la verdad sobre mí cuando me la muestra o la acepto con humildad?
  • ¿Reconozco y reparo con responsabilidad mis pecados y faltas o me justifico?
  • ¿Cuándo me corrigen, lo agradezco, dándome cuenta que es una oportunidad para verme tal cual soy y para crecer en humildad?
  • ¿Cuándo fue mi última confesión? ¿Minimicé el pecado por pena? ¿han habido cambios?
  • ¿Hice una confesión completa o escondí algo?
  • ¿Me confieso con frecuencia o considero que no tengo pecados?
  • ¿Hay algo (hábito, herida, complejo) que el enemigo usa para su provecho?
  • ¿Qué hago para permitirle a Dios que me libere?

Santa Virgen María

  • ¿Me he consagrado a Ella y, si lo he hecho, vivo mi consagración plenamente? ¿Cómo?
  • ¿Acepto y le agradezco su cuidado maternal? ¿Me dejo formar por ella? ¿Cómo?
  • ¿Recurro a ella en oración, medito su vida?
  • ¿La reconozco y venero como Madre de Dios y Madre mía?
  • ¿Rezo el Rosario, como medio para aprender con Ella a imitar a su Hijo?
  • ¿Aprovecho las gracias del rezo del Rosario en familia … en grupo?

Relaciones con otros

  • ¿Están todas mis relaciones a la luz del Señor: amorosas, castas, sanas y sinceras?
  • ¿Guardo odios o enemistades?
  • ¿Sé perdonar cuando me siento ofendido? ¿O soy rencoroso y resentido?
  • ¿Debo reconciliarme con alguien y no lo he hecho?
  • Peleas, rivalidades, violencias, ambiciones, discordias, sectarismo, disensiones, envidias, ebriedades.
  • ¿He sido fiel a los compromisos con mis hermanos y con otros? ¿Estoy creciendo en estos compromisos?
  • ¿Soy confiable en el hogar, grupo, trabajo…?
  • ¿Cumplo mis promesas, compromisos, guardo confidencialidad?
  • ¿Busco la unidad en el Señor? (Fil. 2, 111, 1 Cor. 10, 17)
  • ¿Soy servicial?
  • ¿Disfruto servir por el servicio mismo y porque me hace sentir bien, o lo hago por servir a Dios en los demás?
  • Al servir, ¿soy portador de Dios o de mí mismo?
  • ¿Soy atento sin ser curioso?
  • ¿Soy prudente en lo que hablo y como actúo?
  • ¿Soy agradecido por el servicio que recibo?
  • ¿Pienso primero en mí o en los demás?
  • ¿Busco mi propio bien o el de los demás?

En el Hogar

Honrarás a tu padre y a tu madre (Cuarto mandamiento)

  • ¿Obedezco, cuido y honro a mis padres según mi edad y sus necesidades?
  • ¿Doy tiempo a la familia? ¿Cenar juntos?
  • ¿Diversiones?
  • ¿Hospitalidad?
  • ¿Relación con hermanos?
  • ¿Responsabilidad en los estudios?
  • ¿Ayuda económica al hogar según necesidad?

Casados: (además de lo mencionado)

  • ¿Protejo mi casa y los míos de las malas influencias del ambiente? ¿Cómo?
  • ¿He manipulado con mis estados de ánimo y enfados para que se haga lo que quiero?
  • ¿Permito que otros (padres, amigos) manipulen o se antepongan al matrimonio?
  • ¿Honro y respeto a mi esposo/a en todo momento?
  • ¿He compartido con mi esposo/a la visión para la familia?; ¿le escucho con interés?;
  • ¿Le expreso amor, cariño y respeto a mi esposo/a?;
  • ¿Con mis hijos?
  • ¿Detecto los problemas y los enfrento con sabiduría?
  • ¿Qué medidas tomo para que mi casa sea un hogar?
  • ¿Soy responsable y ordenado con la economía?
  • ¿Les ayudo para que puedan orar, estudiar, descansar, ir a su grupo, cumplir sus responsabilidades?

Formación de los hijos

  • ¿comparto con ellos, enseño y guío?
  • ¿escucho?
  • ¿disciplino con sabiduría?
  • ¿les doy buena educación para ser buenos cristianos?
  • ¿Dejo de corregirlos o los consiento para tener su aprobación y para ser preferido y no criticado por ellos?

No matarás (Quinto Mandamiento)

  • ¿De algún modo he matado o atentado contra la vida? (ej.: apoyo o participación en aborto, suicidio, conducir sin cuidado, actos irresponsables que ponen una vida en peligro, agresión, violencia, etc.)
  • ¿He atentado contra la dignidad de alguien?
  • ¿He inducido a alguien a pecar?
  • ¿He dañado la reputación de alguien?

No cometerás actos impuros (Sexto Mandamiento)

  • ¿He buscado afectividad fuera del orden del Señor?
  • ¿Como distingo entre sentimentalismo y una auténtica relación de amor entre hermanos?
  • ¿Me relaciono según mi estado de ánimo o lo que edifica en el amor?
  • ¿Fantasías o actos impuros, conmigo mismo o con otros?
  • ¿Chistes, programas, actitud seductora, inmodestia en vestir?
  • ¿Obedezco el plan de Dios para la sexualidad en mi estado de vida?

No robarás (Séptimo mandamiento)

  • ¿De algún modo he robado?
  • ¿Descuidando o no devolviendo propiedad ajena o común?
  • ¿Me aprovecho de mi puesto para beneficio personal?
  • ¿Me he dejado sobornar o he sobornado?
  • ¿He administrado los bienes propios o ajenos con ligereza o deshonestidad?

No levantarás falsos testimonios ni mentirás (Octavo Mandamiento)

  • ¿Quién inspira mis palabras: Dios o mi ego?
  • ¿He querido dar mi opinión en todo?
  • ¿Digo la verdad?
  • ¿He revelado secretos?
  • ¿He juzgado (o chismeado)?
  • ¿Me he quejado buscando conmiseración o desahogo?
  • ¿He puesto mi atención a lo indebido?
  • ¿He hablado lo que no edifica: chistes con groserías, hirientes a una raza, nacionalidad, etc.?
  • ¿Miento para quedar bien?

Obras de Misericordia

Corporales: solidaridad con enfermos/ hambrientos/ sedientos/presos/ desnudos/ forasteros/ enterrar los muertos.

  • ¿Veo a estos como hermanos por los que me entrego o estadísticas?

Espirituales: dar buen consejo/ corregir/ perdonar / consolar/ sufrir con paciencia las molestias del prójimo/ rezar por los vivos y los muertos.

  • ¿Estoy atento al dolor ajeno?
  • ¿Hago acepción de personas según su apariencia?
  • ¿Vivo en sencillez?
  • ¿Imito a Cristo que fue pobre?
  • ¿soy libre de apegos materiales?
  • ¿Se refleja esto en mi actitud en las compras? ¿me dejo llevar por antojos? ¿cuáles?
  • ¿Coopero con las obras de la Iglesia con verdadero sacrificio y amor o doy de mis sobras?

Evangelización

  • ¿Soy testimonio?
  • ¿Soy sal de la tierra y luz del mundo?
  • ¿Me esfuerzo de todo corazón para que Cristo sea conocido y amado por todos?
  • ¿Estoy en comunión con el espíritu misionero de la Iglesia?
  • ¿Llevo a mis amistades al Señor o dejo que ellas me arrastren al mundo?
  • Cuando evangelizo, ¿lo hago con seguridad o como si fuera una opinión cualquiera? ¿Respondo al Espíritu o me paraliza el «qué dirán'»?

Dominio de las Emociones: Resentimientos, caprichos, impulsos, miedos…

  • ¿Cuáles son mis emociones más salientes?
  • ¿Las someto al Señor para encauzarlas para el bien? ¿de qué forma están afectando mi comportamiento?
  • ¿Busco primero mi interés y comodidad o servir con amor?

Pecados Capitales y Virtudes Contrarias (incluye pensamientos)

Soberbia / Humildad

  • ¿He sido humilde al pensar, me he comparado con otros, he tratado de llamar la atención con mi sabiduría’, mi físico, etc.?
  • ¿Me reconozco pequeñito?
  • ¿Desprecio a otros en mi corazón?
  • ¿Me he resentido por el trato o puesto recibido?
  • ¿Cual es la motivación de mis aspiraciones?
  • ¿Distingo entre lo que es doctrina y lo que es mi opinión?
  • ¿Soy prudente al dar mi opinión; creo que es la única; creo que sin mi presencia las cosas no van bien?
  • ¿Sé distinguir lo que es mi misión o me entrometo en lo que no me corresponde?
  • ¿Reconozco que no tengo razón de gloriarme sino en Cristo?
  • ¿Verdaderamente atribuyo toda la gloria a Dios?
  • ¿En que forma mis acciones están mezcladas con orgullo, vanidad, egoísmo, engreimiento, arrogancia?
  • ¿Reconozco mis errores y pido perdón?
  • ¿Puedo ayudar sin mandar?
  • ¿Busco aprobación, reconocimientos, honores y alabanzas?
  • ¿Hago las cosas por quedar bien?
  • ¿Rechazo las humillaciones o las sé aprovechar como medio para adquirir humildad?

Avaricia / Generosidad

  • ¿Estoy apegado a las cosas?
  • ¿Sacrifico tiempo, dinero, para servir según el plan de Dios?
  • ¿Soy generoso o egoísta con los bienes materiales?
  • ¿Sé dar y darme?
  • ¿Juego con el dinero?

Lujuria / Castidad (ya examinado arriba)

Ira vs. Paciencia

  • ¿Soy intransigente e intolerante?
  • ¿Impaciente e iracundo?
  • ¿Se lidiar con las cruces, enfermedades, problemas con relaciones, trabajo, etc.?
  • ¿Pierdo la paz; manifiesto mal humor cuando las cosas no son como yo espero?
  • ¿Le hecho la culpa a las circunstancias? (ej. «me sacaron de quicio»)

Gula vs. Templanza

  • ¿Como más de lo necesario? ¿ayuno?
  • ¿Estoy adicto al alcohol, la droga, píldoras?

Envidia vs. Caridad

  • ¿Siento celos por posiciones, talentos… otros grupos de la Iglesia… o me alegro cuando otros mejoran? ¿qué casos puedo pensar en que no me alegre?
  • ¿Codicio o envidio los bienes o las cualidades de los demás?
  • ¿Distraigo mis pensamientos en comparaciones que me llevan a la envidia?
  • ¿Tengo escondidos reclamos a Dios por el bienestar o cualidades de los demás?

Pereza vs. Diligencia

  • ¿Me he quedado dormido como los discípulos ante lo que Jesús me pedía?
  • ¿Soy atento a cumplir mis deberes?
  • ¿Qué hago para edificar mi familia y grupo?
  • ¿Soy rápido a servir aún cuando no tengo ganas?
  • ¿»Descanso» más de lo necesario?
  • ¿Dejo las cosas para más tarde?

Bienaventuranzas (Mateo 5, 12)

  • ¿He sido pobre de espíritu, libre de apegos?
  • ¿Me reconozco y estoy convencido de que no soy nada ante Dios?
  • ¿He sido manso, paciente, edificando con medios santos?
  • ¿He llorado ante los pecados que ofenden a Dios?
  • ¿Me arrepiento de mis pecados porque Dios no merece estas ofensas?
  • ¿He tenido hambre y sed de justicia?
  • ¿Tengo deseos de santidad?
  • ¿Trato de ser santo, porque Dios me quiere santo?
  • ¿He sido misericordioso, comprensivo, tolerante, magnánimo, compasivo?
  • ¿He sido limpio de corazón, puro de pensamiento?
  • ¿Tengo rectitud de intención o hay hipocresía en mi proceder?
  • ¿Hago las cosas con pureza de intención o hay dobleces en mis acciones?
  • ¿Tengo «honestidad mental»?
  • ¿Trabajo por la paz, en mi persona, hogar, grupo, mundo?
  • ¿Sufro con gozo al ser perseguido por causa de la justicia?
  • ¿Cómo reacciono ante las criticas «injustas» o incomprensiones, desprecios, acusaciones, injusticias, ataques, calumnias, agresiones? ¿Las aprovecho como medios de purificación y santificación?


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Fuente original en el portal buenanueva.net

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    Índice general    

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Soy joven y quiero confesarme: Rito de la Reconciliación

Soy joven y quiero confesarme: Examen de conciencia intermedio

La conciencia es un soplo del espíritu de Dios, que reside en nosotros.

Chesuel


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Antes de confesarme

  • ¿Voy al Sacramento de la Penitencia con sincero deseo de purificación y conversión, o voy obligado por alguien o por cumplir con alguien?
  • ¿He dicho deliberadamente en la confesión alguna mentira o le he omitido algún pecado mortal al sacerdote por vergüenza
  • ¿Cumplí la penitencia que se me fue impuesta?
  • ¿Reparé las injusticias que pude haber cometido?
  • ¿Me he esforzado en corregirme de mis pecados anteriores, en tratar de no volverlos a cometer?
  • ¿Me he arrepentido y confesado cuando he cometido un pecado grave?
  • ¿He recibido la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal?

Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo

Relación con Dios

  • ¿Busco amar a Dios con todo mi corazón?
  • ¿Trato de amarle sobre todas las cosas y personas?
  • ¿Pongo a Dios primero que todo y primero que todos?
  • ¿Tengo tanta preocupación por el dinero y los bienes materiales que dejo a Dios en un segundo plano o totalmente olvidado?
  • ¿Vivo esta vida terrena sabiendo que hay otra Vida después de ésta o creo que al morir todo se acaba?
  • ¿Dedico tiempo a amar a Dios dialogando con Él en la oración?
  • ¿Sé alabar a Dios en la oración, agradecerle, entregarme a El, solicitar su perdón o sólo sé pedirle, proponerle y hasta exigirle?
  • ¿Le permito a Dios guiarme o le «entrego» los planes ya hechos para que los bendiga y me ayude a realizarlos?
  • ¿Alguna vez le he reclamado por algo que me ha sucedido a mí o a alguien?
  • ¿Pido a Dios en los momentos de tentación?
  • ¿Rechazo su voluntad?
  • ¿Me he opuesto a Dios de alguna manera?
  • ¿Alguna vez le he reclamado por algo que me ha sucedido a mí o a alguien?
  • ¿He soportado con paciencia y serenidad los dolores y contrariedades que Dios permite para mí?
  • ¿Confío en Él cuando todo parece ir mal?
  • ¿Sé decirle «sí», tanto en los momentos de alegría, como en los momentos de tristeza?
  • ¿Le confío todo a Dios o ando haciendo las cosas por mi cuenta?
  • ¿Me doy cuenta y reconozco que es Dios quien obra en mí y que sin Él nada soy?
  • ¿Confío en que tanto mis capacidades como mis limitaciones, así como las situaciones personales o familiares que me tocan vivir son parte del plan de Dios para mi santificación?
  • ¿Cómo he usado mi tiempo, mis fuerzas, mis condiciones, los dones que Dios me ha dado?
  • ¿Pierdo el tiempo en actividades que no edifican (revistas, televisión, Internet, etc.)?
  • ¿Ignoro, rechazo o dudo acerca de las verdades de la fe?
  • ¿Me comporto como cristiano en mi vida pública y privada?
  • ¿Tengo recta intención en mis pensamientos y actos o tengo escondidas intenciones en mi comportamiento?
  • ¿He caído en superstición o algún tipo de ocultismo (brujería, hechicería, poder mental, metafísica, astrología, adivinación, cartomancia, santería, magia, fetichismo, espiritismo –incluyendo ouija-, satanismo) u otra práctica ajena al Cristianismo?
  • ¿Confío en amuletos, pirámides, cristales, etc.?
  • ¿Pertenezco a sociedades secretas como la Masonería, Rosacrucismo, etc.?

Relación con el prójimo

  • ¿Pienso primero en mí o en los demás?
  • ¿Tengo auténtico amor por ellos?
  • ¿Me preocupo por sus problemas o vivo nada más preocupado de mis asuntos?
  • ¿Soy servicial?
  • ¿Soy atento sin ser curioso?
  • ¿Soy prudente en lo que hablo y como actúo?
  • ¿Los trato como no quisiera que me trataran a mí?
  • ¿Abuso de las personas utilizándolas para mis fines?
  • ¿He impuesto mi voluntad a los demás contra su libertad y sus derechos?
  • ¿He sido causa de pecado para alguien?
  • ¿Sé perdonar cuando me siento ofendido o soy rencoroso y resentido?
  • ¿Debo reconciliarme con alguien y no lo he hecho?
  • ¿Cumplo mis promesas y compromisos?
  • ¿Respeto el tiempo y necesidades de otros: cuando busco ayuda, en el teléfono, etc.?
  • ¿He despreciado a alguien por su condición económica, social, racial, cultural o política?
  • ¿Soy generoso?
  • ¿Comparto mis bienes con quienes los necesitan?

No tomarás el nombre de Dios en vano

  • ¿Tengo reverencia y amor por el nombre de Dios o le ofendo con juramentos falsos, blasfemias (palabras o acciones contra Él) o usando su nombre sin respeto?
  • ¿He incumplido alguna promesa hecha a Dios?
  • ¿He sido irreverente con la Virgen María y los Santos?
  • ¿He insultado a una persona consagrada?
  • ¿He rechazado o abusado de algún objeto sagrado?
  • ¿He jurado hacer un mal?
  • ¿Le he deseado maldad a alguna persona?

Santificar las fiestas

  • ¿He faltado deliberadamente a Misa los Domingos y/o días de fiesta de la Iglesia?
  • ¿Participo con atención y devoción en la Santa Misa?
  • ¿He tratado de observar el Domingo como un día de familia y como día de descanso?
  • ¿Guardo el día del Señor para el Señor o trabajo innecesariamente ese día?
  • ¿Me adhiero firmemente a todo lo que la Iglesia me enseña y requiere?
  • ¿He cumplido con el precepto de Confesión y Comunión anual?
  • ¿Me confieso con frecuencia o considero que no tengo pecados?
  • ¿He evitado la ocasión de pecado: ambientes, programas, personas?
  • ¿Sigo las opiniones y conceptos de las mayorías, aunque esos planteamientos morales estén contra las Leyes de Dios y de la Iglesia?
  • ¿He seguido tanto los errores de las mayorías que he terminado por tener una conciencia complaciente o adormecida que me impide ver mis pecados?
  • ¿Pido a Dios me muestre mis pecados (también pecados viejos y olvidados)?
  • ¿Le pido que me muestre cómo soy verdaderamente o prefiero verme como creo que soy?
  • Cuando me muestra la verdad sobre mí -directamente o a través de otros- ¿la acepto con humildad o la rechazo?
  • Cuando me corrigen, ¿lo agradezco, dándome cuenta que es una oportunidad para verme tal cual soy y para crecer en humildad?
  • ¿Me preparo bien para recibir al Señor en la Eucaristía?
  • ¿He observado los días de ayuno, abstinencia de carne y/o penitencia? (Ayuno y Abstinencia de carne el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Abstinencia de carne los Viernes de Cuaresma. Abstinencia de carne o Penitencia los demás Viernes del año).
  • ¿He contribuido generosamente, en la medida de mis posibilidades, con las obras de Iglesia, a través de oración, trabajo y/o dinero?

Honrarás a tu padre y a tu madre

  • ¿Respeto y obedezco a mis padres?
  • ¿Los desprecio o no les demuestro amor?
  • ¿Me avergüenzo de ellos?
  • ¿Los insulto o trato con palabras irrespetuosas que los hacen sufrir?
  • ¿Los he ayudado en sus necesidades espirituales y temporales?
  • ¿Me ocupo por mis parientes de edad avanzada y/o enfermos o los he abandonado?
  • Como cónyuge, ¿he sido fiel de corazón y de hecho?
  • Como cónyuge, ¿He abandonado mis deberes para con mi esposa o mis hijos?
  • Como padre/madre, ¿me he preocupado por educar cristianamente a mis hijos, además de dar buen ejemplo y de ejercer mi autoridad adecuadamente?
  • ¿Trato de traer la paz a mi vida familiar?
  • ¿He contribuido en medio de mi familia al bien y la alegría de los demás con mi paciencia y verdadero amor?

No matarás

  • ¿He cometido homicidio o he herido a alguien físicamente?
  • ¿He intentado o pensado en suicidarme?
  • ¿He dado muerte a un hijo(a), haciéndome practicar un aborto o he apoyado a alguien para que se lo practique?
  • ¿Me he practicado alguna mutilación como método de esterilización (ligadura de trompas, vasectomía, etc.?
  • ¿He descuidado mi salud (incluye beber o fumar en exceso o utilizar drogas)?
  • ¿He pecado de gula en comidas y bebidas?
  • ¿Tengo afición especial por la velocidad y los riesgos, poniendo en peligro mi vida o la de otros?
  • ¿He deseado que a los otros les vaya mal? ¿He maldecido?
  • ¿He caído en peleas o insultos?
  • ¿Me he dejado llevar por el resentimiento, el odio, la ira, los deseos de desquite y venganza?
  • ¿He dicho o hecho cosas que ofenden al prójimo?
  • ¿Induje a alguien al pecado?
  • ¿He dado mal ejemplo o escandalicé a otros?
  • ¿He causado algún daño a la reputación, el honor y los bienes de otros?
  • ¿He ocasionado conflictos de separación con alguien?
  • ¿He pedido perdón cuando he hecho algún daño?
  • ¿He perdonado?

No cometerás actos impuros

  • ¿He realizado acciones impuras con mi cuerpo o con otras personas?
  • ¿Me he puesto en ocasión de cometer tales acciones?
  • ¿He practicado la masturbación?
  • ¿He fornicado? (actos impuros entre personas no casadas por la Iglesia)
  • ¿He incurrido en prácticas homosexuales?
  • ¿He mantenido mis sentidos y todo mi cuerpo en la pureza y castidad requerida según mi estado de vida?
  • ¿He sido fiel a los votos de mi matrimonio en pensamiento y en acción?
  • ¿He tenido alguna actividad sexual fuera de mi matrimonio?
  • ¿He cometido adulterio? (actos sexuales de una persona casada con otra que no sea su cónyuge)
  • ¿He usado algún método anticonceptivo o algún método de control artificial de natalidad en mi matrimonio?
  • ¿Ha estado cada acto sexual de mi matrimonio abierto a la procreación?
  • ¿Me distraigo en pensamientos y deseos impuros o trato de rechazarlos?
  • ¿He respetado a todos los miembros del sexo opuesto, o he pensado en ellos como si fueran objetos?
  • ¿He leído libros inadecuados, mirado revistas, películas o algún otro tipo de material pornográfico?
  • ¿He disfrutado oyendo o contando chistes de doble sentido? Cantado o disfrutado de canciones inmorales?
  • ¿Me cuido de vestir modestamente?
  • ¿He incitado al pecado a otros con mi ejemplo y comportamiento, con mi falta de decencia?

No robarás

  • ¿He robado lo que no es mío?
  • ¿He restituido lo robado o reparado el daño de alguna manera?
  • ¿He regresado lo prestado?
  • ¿He dañado a voluntad algo que pertenezca a otra persona?
  • ¿He malgastado mis bienes o derrochado dinero en cosas inútiles?
  • ¿Hago apuestas excesivas, negándole a mi familia sus necesidades?
  • ¿Pago mis deudas oportunamente?
  • ¿Desperdicio el tiempo en el trabajo, en la escuela o en la casa?
  • ¿Me aprovecho de mi puesto para beneficio personal?
  • ¿He hecho trampa en los negocios?
  • ¿Me he dejado sobornar o he sobornado?
  • ¿Pago a los obreros puntualmente el salario justo?
  • ¿Busco compartir lo que tengo con los necesitados?

No levantarás falsos testimonios ni mentirás

  • ¿He sido fiel a la verdad?
  • ¿He dicho mentiras? (decir lo que no es cierto)
  • ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia por temor?
  • ¿Miento para quedar bien?
  • ¿He incurrido en chismes? (contar a otra persona lo malo que dicen de ella)
  • ¿He calumniado? (inventar contra otro lo que no han hecho)
  • ¿He murmurado? (decir lo malo que otra persona ha hecho y que quizás no se sabía)
  • ¿He dado falso testimonio? (declarar contra otro lo que no es verdad)
  • ¿He juzgado a las personas? (dedicarse a opinar y pensar en contra de los demás)
  • ¿Soy crítico, negativo o falto de caridad en mis pensamientos de los demás?
  • ¿Mantengo secreto lo que debería ser confidencial?
  • ¿He perjudicado a alguien con mentiras, calumnias o violación de algún secreto?
  • ¿He caído en la hipocresía?

No consentirás pensamientos impuros

  • ¿He consentido pensamientos y deseos impuros?
  • ¿He causado estos pensamientos con lecturas impuras, películas, Internet, conversaciones o curiosidad?
  • ¿Trato de controlar mi imaginación?
  • ¿Rezo inmediatamente para desvanecer pensamientos impuros o tentaciones?

No desearás los bienes ajenos

  • ¿Envidio las pertenencias o posesiones de los demás?
  • ¿Siento tristeza por el bien ajeno?
  • ¿Soy ambicioso y tengo un deseo exagerado de poseer bienes materiales?
  • ¿Soy egoísta?
  • ¿Son las posesiones materiales el propósito de mi vida?
  • ¿Confío en que Dios cuida de todas mis necesidades materiales y espirituales?

Pecados Capitales y Virtudes Contrarias

1. Soberbia / Humildad

  • ¿He sido humilde al pensar?
  • ¿Me he comparado con otros?
  • ¿He tratado de llamar la atención con mi sabiduría, mi físico, etc.?
  • ¿Busco aprobación, reconocimientos, honores y alabanzas?
  • ¿Hago las cosas por quedar bien?
  • ¿Desprecio a otros en mi corazón?
  • ¿Me he resentido por el trato o puesto recibido?
  • ¿Soy prudente al dar mi opinión? ¿Creo que es la única?
  • ¿Reconozco que no tengo razón de gloriarme sino en Cristo?
  • ¿Verdaderamente atribuyo toda la gloria a Dios?
  • ¿Consiento en pensamientos de orgullo, vanidad, egoísmo, engreimiento, arrogancia?
  • ¿Están mis acciones mezcladas de tales motivaciones?
  • ¿Reconozco mis errores y pido perdón?
  • ¿Puedo ayudar sin mandar?

2. Avaricia / Generosidad

  • ¿Estoy apegado a las cosas?
  • ¿Sacrifico tiempo y dinero para servir?.
  • ¿Sé dar y darme?
  • ¿Soy generoso o egoísta con los bienes materiales?

3. Lujuria/ Castidad

(ya examinado en 6º y 9º Mandamientos)

4. Ira / Paciencia

  • ¿Soy intransigente e intolerante? ¿Impaciente e iracundo?
  • ¿Pierdo la paz y manifiesto mal humor cuando las cosas no son como yo espero?
  • ¿Sé lidiar con los problemas, con relaciones, trabajo, etc. sin perder la paz?
  • ¿Le echo la culpa a las circunstancias cuando pierdo el control (ej: «me sacaron de quicio») o asumo mi responsabilidad?

5. Gula / Templanza

  • ¿Como más de lo necesario?
  • ¿Estoy adicto al alcohol, drogas, píldoras, juego?

6. Envidia / Caridad

  • ¿Envidio los bienes o las cualidades de los demás?
  • ¿Distraigo mis pensamientos en comparaciones que me llevan a la envidia?
  • ¿Tengo escondidos reclamos a Dios por el bienestar o cualidades de los demás?

7. Pereza / Diligencia

  • ¿Cumplo con mis deberes oportunamente?
  • ¿Dejo las cosas para más tarde?
  • ¿Soy rápido a servir aún cuando no tenga ganas?
  • ¿Descanso más de lo necesario?
  • ¿Tengo pereza o desinterés por las cosas de Dios?


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Fuente original en el portal buenanueva.net

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