por Varios en Internet | 30 Sep, 2015 | Postcomunión Narraciones
Estoy seguro de que todos conocemos esta bella oración que es el Santo Rosario. ¿A quién se le habrá ocurrido repetir las Aves Marías tantas veces? ¿Que sentido tiene? Ya lo van a saber, y cada vez que lo recen, verán que cada Ave María es una preciosa rosa para la Virgen.
Una leyenda cuenta que un hermano lego, que no era sacerdote de la Orden de los Dominicos, no sabía leer ni escribir, por lo que no podía leer los Salmos, como era la costumbre en los conventos de la época.
Entonces, cuando terminaba sus labores por la noche, pues él era el portero, el barrendero, el hortelano, etc., se iba a la capilla del convento y se hincaba frente a la imagen de la Virgen María y recitaba 150 avemarías (el número de los salmos), luego se retiraba a su celda a dormir. Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que todos sus hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su costumbre de saludar a la Virgen.
El Hermano Superior notaba que todos los días, cuando él llegaba a la capilla para celebrar las oraciones de la mañana con todos los monjes, había un exquisito olor a rosas recién cortadas y le dio curiosidad, por lo que preguntó a todos quién se encargaba de adornar el altar de la Virgen tan bellamente, a lo que contestaron que ninguno lo hacía y los rosales del jardín no se notaban faltos de sus flores. El Hermano lego enfermó de gravedad; los demás monjes notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas acostumbradas y dedujeron que era el Hermano quien ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le había visto nunca salir del convento, ni sabían que comprara las bellas rosas.
Una mañana les extrañó que se había levantado, pero no lo hallaban por ninguna parte. Al fin, se reunieron en la capilla y cada monje que entraba quedaba asombrado, pues el Hermano lego estaba arrodillado frente a la imagen de la Virgen, recitando extasiado sus avemarías y a cada una que dirigía a la Señora,una rosa aparecía en los floreros. Así al terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la Virgen.
Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán (se dice que por revelación de la Santísima Virgen) dividió las 150 avemarías en tres grupos de 50 y los asoció a la meditación de la Biblia: los Misterios Gozosos, los Misterios Dolorosos y los Misterios Gloriosos, a los cuales el Beato Juan Pablo II añadió losMisterios Luminosos.
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por Catequesis en Familia | 24 Sep, 2015 | La Biblia
Lucas 1, 26-38. Fiesta de Nuestra Señora del Rosario (7 de octubre). El Santo Rosario es un medio que nos ofrece la Virgen para contemplar a Jesús y, meditando su vida, amarlo y seguirlo cada vez con más fidelidad.
En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». María dijo al Angel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Angel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».Y el Angel se alejó.
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 1, 12-14
Salmo (tomado del Evangelio según san Lucas): Lc 1, 46-55
Oración introductoria
María, acompáñame en esta oración para que sepa estar dispuesto, con una gran fe, a escuchar y acoger hoy el llamado de Dios. Que con confianza y con amor, responda con prontitud y generosidad.
Petición
María, enséñame a amar sin medida.
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
Este [mes de octubre] nos ofrece dos motivos de oración y de reflexión: la memoria de la Bienaventurada Virgen María del Rosario, que se celebra precisamente hoy, y el compromiso misionero, al que está dedicado este mes de modo especial. La imagen tradicional de la Virgen del Rosario representa a María que con un brazo sostiene al Niño Jesús y con el otro presenta el rosario a santo Domingo. Esta significativa iconografía muestra que el rosario es un medio que nos ofrece la Virgen para contemplar a Jesús y, meditando su vida, amarlo y seguirlo cada vez con más fidelidad. Es la consigna que la Virgen dejó también en diversas apariciones. Pienso, de modo particular, en la de Fátima, acontecida hace 90 años. A los tres pastorcillos Lucía, Jacinta y Francisco, presentándose como «la Virgen del Rosario», les recomendó con insistencia rezar el rosario todos los días, para obtener el fin de la guerra. También nosotros queremos acoger la petición materna de la Virgen, comprometiéndonos a rezar con fe el rosario por la paz en las familias, en las naciones y en el mundo entero.
Sin embargo, sabemos que la verdadera paz se difunde donde los hombres y las instituciones se abren al Evangelio. El mes de octubre nos ayuda a recordar esta verdad fundamental mediante una especial animación que tiende a mantener vivo el espíritu misionero en todas las comunidades y a sostener el trabajo de todos aquellos —sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos— que trabajan en las fronteras de la misión de la Iglesia.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Ángelus del domingo, 7 de octubre de 2007
El Rosario, oración contemplativa
El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: «Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad» (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza» (Pablo VI).
Es necesario detenernos en este profundo pensamiento de Pablo VI para poner de relieve algunas dimensiones del Rosario que definen mejor su carácter de contemplación cristológica.
San Juan Pablo II
Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae sobre el Santo Rosario, nº. 12
Propósito
Meditar los misterios dolorosos del Santo Rosario reflexionando sobre la calidad de mi respuesta a Dios.
Diálogo con Cristo
Gracias, María, por enseñarme la forma en que debo responder al llamado que día a día me hace Dios nuestro Señor. Intercede ante tu Hijo para que mi amor crezca y así pueda avanzar en el abandono en la Divina Providencia, sin pedir señales ni poner excusas para disculpar mi mediocridad.
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Evangelio del día en «Catholic.net»
Evangelio del día en «Evangelio del día»
Evangelio del día en «Orden de Predicadores»
Evangelio del día en «Evangeli.net»
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por Fray Carlos Lledó López OP | cofradiarosario.net | 6 Oct, 2014 | Catequesis Liturgia
Además de oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. Antes esta oración era apreciada particularmente por las familias cristianas, y ciertamente favorecía su comunión. Conviene no descuidar esta preciosa herencia. Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria.
Si en la Carta apostólica Novo millennio ineunte he alentado la celebración de la Liturgia de las Horas por parte de los laicos en la vida ordinaria de las comunidades parroquiales y de los diversos grupos cristianos, deseo hacerlo igualmente con el Rosario. Se trata de dos caminos no alternativos, sino complementarios, de la contemplación cristiana. Pido, por tanto, a cuantos se dedican a la pastoral de las familias que recomienden con convicción el rezo del Rosario.
La familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios.
Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad para comunicarse. No se consigue estar juntos y a veces los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor. Volver a rezar el Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino.
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 41
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Las recomendaciones de la Iglesia
León XIII destacó ampliamente la importancia del rezo en familia para el bien del matrimonio y de la familia.
San Pío X afirmaba: «Si queréis que la paz reine en vuestras familias y en vuestra patria, rezad todos los días el Rosario con todos los de casa».
El beato Pablo VI recomendaba: «Deseamos vivamente que, cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el Rosario sea su expresión frecuente y preferida» (Maríalis cultus, n. 54).
San Juan Pablo II proclama en su Carta Apostólica Rosarium Virginis Maríae (16 de octubre de 2002) «El Rosario es, desde siempre, una oración de la familia y por la familia… Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria. La familia que reza unida, permanece unida. El santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia… La familia que reza unida el Rosario reproduce en cierto modo el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino. Es hermoso y fructuoso confiar también a esta oración el proceso de crecimiento de los hijos… Rezar con el Rosario por los hijos, y, mejor aún, con los hijos (nn. 41-42).
Benedicto XVI invita a releer la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae del Siervo de Dios Juan Pablo II e invita a llevar a la práctica sus indicaciones a nivel personal, familiar y comunitario (Angelus 2. 10. 05)
Igualmente, invita a los recién casados, a «hacer del rezo del Rosario en familia un momento de crecimiento espiritual bajo la mirada de la Virgen María» (Audiencia General 17. 05. 06).
Francisco nos dice: «En el mes de mayo, quisiera recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Rezando el Ave María, somos conducidos a contemplar los misterios de Jesús, es decir a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y para san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones. ¡Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se rezase juntos en familia, con los amigos, en Parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la Virgen María! La oración en conjunto es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia!»
Ayuda a la santificación de la familia
La familia necesita rezar y orar para perseverar en la gracia, para ser fiel a los fines del matrimonio y para vivir unidos.
El rezo del Rosario ayuda a la familia a perseverar en la gracia porque estimula a acudir con frecuencia a los sacramentos, centrados en la Eucaristía. La familia no puede mantenerse si no se apoya en la gracia y en la oración.
El rezo del Rosario ayuda a la familia a ser fiel a los fines del Matrimonio porque alimenta los criterios de fe sobrenatural, alienta la esperanza que se apoya en Dios y favorece el verdadero amor como entrega y comunión.
El rezo del Rosario favorece la unión de la familia porque intensifica la unión con Cristo y en Él, todos somos uno. La familia fundamenta su unión en Cristo.
Vive el clima de la Sagrada Familia
La familia cristiana que reza el Rosario no sólo rememora el estilo de vida de Nazaret, sino que trata de hacerlo vida imitando las virtudes de la Virgen Madre, de San José como padre tutelar y del Niño Jesús, el mejor de los hijos.
El padre de familia aprenderá de San José a cumplir la voluntad de Dios en la entrega amorosa su mujer y a sus hijos, en el desvelo, en la atención, en el diálogo, en el saber escuchar, en el trabajo, en el perdón, en la paz, en la alegría…
La madre de familia aprenderá de la Virgen María a vivir entregada a su marido como a Cristo, tratando de complacerle, de ayudarlo, de comprenderlo, de compartir responsabilidades en clima de caridad, humildad, paz y alegría.
Los hijos de familia aprenderán de Jesús a amar a sus padres, a acoger sus enseñanzas, a obedecer, a estudiar y trabajar, a ayudarlos, a compartir… a vivir en serenidad, paz y alegría.
Conclusión
La familia que reza el Rosario permanece unida. Unida a Cristo y a la Iglesia porque perseveran en la gracia ayudados por la oración del Rosario. Unidos entre si porque actúa la gracia propia del sacramento del Matrimonio.
La familia que reza el Rosario da testimonio ante el mundo de la alegría de su matrimonio –hombre y mujer- , unido para siempre, y de la aceptación gozosa de los hijos que Dios le regala.
La familia que reza el Rosario afronta con espíritu sobrenatural los momentos de dolor y los de gozo aceptando la voluntad de Dios como Padre.
La familia que reza el Rosario en familia vive centrada en Cristo y es ampliamente bendecida por la Virgen que la sostiene y le ayuda a recorrer el camino de la santificación y salvación.
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por Fray Carlos Lledó López OP | cofradiarosario.net | 6 Oct, 2014 | Catequesis Liturgia
A la contemplación del rostro de Cristo sólo se llega escuchando, en el Espíritu, la voz del Padre, pues «nadie conoce bien al Hijo sino el Padre» (Mt 11, 27). Cerca de Cesarea de Felipe, ante la confesión de Pedro, Jesús puntualiza de dónde proviene esta clara intuición sobre su identidad: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16, 17). Así pues, es necesaria la revelación de lo alto. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse a la escucha: «Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio»
El Rosario es una de las modalidades tradicionales de la oración cristiana orientada a la contemplación del rostro de Cristo. Así lo describía el Papa Pablo VI: « Oración evangélica centrada en el misterio de la Encarnación redentora, el Rosario es, pues, oración de orientación profundamente cristológica. En efecto, su elemento más característico –la repetición litánica del «Dios te salve, María»– se convierte también en alabanza constante a Cristo, término último del anuncio del Ángel y del saludo de la Madre del Bautista: «Bendito el fruto de tu seno» (Lc 1,42). Diremos más: la repetición del Ave Maria constituye el tejido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los misterios: el Jesús que toda Ave María recuerda es el mismo que la sucesión de los misterios nos propone una y otra vez como Hijo de Dios y de la Virgen».
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 18
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El Rosario
El Rosario que la Virgen nos entrega es camino de oración vocal, mental y contemplativa. Libro abierto donde contemplamos a María totalmente entregada a la obra redentora de su Hijo. Es también, el compañero inseparable en nuestra peregrinación terrena y a la hora de la muerte.
Los misterios del Rosario
Los misterios del Rosario son como un «Evangelio abreviado» que fácilmente podemos retener en la memoria. Recorren la vida de Cristo que recordamos «con consideración», meditamos o contemplamos con los sentimientos del Corazón de María. Son los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos.
Misterios gozosos
Los misterios gozosos se refieren a la infancia de Jesús. Su contemplación nos introduce en el interior del corazón de la Virgen María. Llamada ser Madre de Dios, es privilegiada y excepcionalmente redimida y llena de gracia. Se entrega sin condiciones. Hace donación total de todo su ser. Es Madre y Virgen por obra del Espíritu Santo. Desbordando el misterio de Dios hecho hombre, sale al encuentro de su parienta Isabel como peregrina de la caridad.
Llegada la plenitud de los tiempos, María da a luz por obra del Espíritu Santo. Comienza la presencia histórica del Redentor, suprema expresión del amor del Padre para que todos los hombres se salven (Cf. Jo.3, 16). Fiel a la Ley, acude al templo de Jerusalén donde recibe el anuncio del precio de dolor que ha de pagar como Madre y Corredentora. En silencio reverencial acoge la respuesta del Hijo que permanece tres días en el templo porque ha de dedicarse a las cosas del Padre.
Misterios luminosos
Los misterios luminosos nos introducen en la vida pública de Jesús. Con María, contemplamos espiritualmente el bautismo de Jesús, los cielos abiertos. Oímos la voz del Padre y vemos al Espíritu Santo sobre Jesucristo. Se inaugura el Nuevo Testamento. Cristo es confirmado en su misión por el Padre.
Con María participamos en la boda de Caná. La Madre intercede ante el Hijo y Cristo realiza su primer milagro. María nos interpela: Haced lo que Él os diga. Es una invitación a abrir el corazón a la predicación de Cristo que nos habla del Reino y nos invita a la conversión. María nos pide que nos dejemos inundar por la luz de la Transfiguración, gracia de Dios en nuestras almas, y nos atrae irresistiblemente a la Eucaristía Sacrificio, Comunión y Tabernáculo.
Misterios dolorosos
La Virgen María nos ayuda a penetrar el sentido de la Pasión y Muerte de Cristo en los misterios dolorosos. Acompañamos a Cristo en la oración del huerto que nos enseña la necesidad que tenemos de tiempos suficientemente largos de oración que darán sentido a nuestra vida y misión como bautizados. Contemplamos la agonía de Getsemaní en comunión con la humillación extrema de Jesús. Lo reconocemos como Rey universal en la paradoja de la coronación de espinas. Permanecemos junto a la Cruz con María: Ella nos acoge como hijos y nosotros la acogemos como Madre. Permanecemos adorando a Cristo muerto por nosotros en silenció, acompañando a su Madre.
Misterios gloriosos
La contemplación de los misterios gloriosos en el secreto del corazón de la Virgen nos convierte en testigos de la gran alegría: Cristo ha resucitado, triunfador sobre el pecado y la muerte, sube a los cielos y allí nos prepara un lugar (Cf. Jn14, 2), nos envía su Espíritu para que nos santifique y conduzca la Iglesia a la plenitud, glorifica a su Madre que, en cuerpo y alma, nos precede en el cielo como miembro destacado de la Iglesia y es coronada como Reina.
Los misterios gloriosos del Rosario nos estimulan a ser sembradores de esperanza y alegría, dando testimonio de la Resurrección de Cristo imitando a María Magdalena. Caminamos mirando al cielo donde está Cristo nuestra Cabeza, animados por la fuerza del Espíritu Santo. La Virgen del Rosario, asunta al cielo en cuerpo y alma, intercede por nosotros que somos sus hijos.
Conclusión
Llevamos el Rosario en el corazón como recuerdo amoroso de la vida de Cristo. En los labios, recitando litánicamente las avemarías. Y en las manos, como defensa ante el mal. Renovamos nuestra consagración a la Virgen del Rosario: somos totalmente de la Virgen María como la mejor manera de ser totalmente de Cristo y de su Iglesia.
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por Fray Carlos Lledó López OP | cofradiarosario.net | 6 Oct, 2014 | Catequesis Liturgia
El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es unaoración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: «Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad» (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza».
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 12
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Estos textos son una adaptación de la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, nn. 12-17.
El Rosario, oración meditativa
El Rosario es oración meditativa. Quiere decir que hemos de rezarlos con serenidad, tratando de recordar y meditar los misterios de la vida Cristo. Así nos ayuda a profundizar en el conocimiento, amor e imitación de Cristo, a configurarnos con Él, a interceder por medio de Él y a poder anunciarlo con el testimonio de vida y con la palabra.
Desde la experiencia y el recuerdo de María, el Rosario es oración marcadamente meditativa. La meditación es dimensión esencialmente necesaria. Lo contrario sería un cuerpo sin alma, rutina, locuacidad (Mt.6,7). Requiere un ritmo tranquilo, reflexivo… ver, recordar, meditar. contemplar… haciendo, al menos, unos instantes de silencio al enunciar cada misterio. Entonces, estamos celebrando el Rosario con los sentimientos del Corazón de María.
Recordar a Cristo con María
En el Rosario, meditamos la vida de Cristo con María, actualizando los misterios de la salvación. Dicha actualización se realiza eminentemente en la Liturgia, pero no exclusivamente (S.C.10) porque no agota la riqueza de la vida espiritual. Sigue siendo necesaria la oración personal incesante (S.C.12). Véase la sección: El Rosario en la doctrina de la Iglesia.
El Rosario es oración incesante. El Rosario es oración que brota de la Liturgia, la acompaña, la enriquece y la sigue. El Rosario es recuerdo, meditación o contemplación personal de los misterios de Cristo que ayuda a la comunión y configuración con Cristo y a celebrar los tiempos litúrgicos.
Comprender a Cristo desde María
El Rosario meditado nos ayuda a comprender a Cristo desde María. María Madre es la criatura que mejor conoce a Cristo. Por lo tanto, es la que mejor nos puede conducir a conocerlo en su vida, en sus misterios y en su doctrina, a comprenderlo, desde la Encarnación a la Resurrección, desde el anonadamiento a la exaltación.
Para aprender a meditar la vida de Cristo en el Rosario, vayamos a la «escuela de María» María es la Maestra eficaz que mejor nos enseña a conocer y amar a Cristo, a leer su vida en los misterios del Rosario. Así como María orientó a los invitados de Caná hacia su Hijo, así nos orienta a nosotros en el Rosario. Así como María perseveró en oración con los discípulos en Pentecostés, así nos alienta a perseverar en la oración por medio del Rosario. María es la «Maestra eficaz» que nos enseña a ser fieles a Cristo con su ejemplo desde la Anunciación hasta la Resurrección y Ascensión en la meditación del Rosario y que nos obtiene las gracias que necesitamos para grabar y asimilar los misterios del Hijo y ser cristianos consecuentes.
Configurarse a Cristo con María
La meditación del Rosario nos configura a Cristo con María. Ella respira el misterio del Hijo porque vive en intima comunión con Él. María se parece al Hijo y el Hijo, también se parece a la Madre como dos amigos íntimos.
La espiritualidad cristiana tiene como centro la configuración con Cristo: vivir las exigencias del Bautismo según el Evangelio, vivir según la lógica de Cristo.
El Rosario ayuda a ello porque crea una asiduidad amistosa con Cristo, con sus costumbres, sentimientos, palabras y gestos que van calando en el alma. De esta manera, María, Madre y Educadora, nos va educando y modelando según el Corazón de su Hijo.
Por eso, ser totalmente de María (que vive en Cristo y en función de Cristo) es la mejor manera de ser totalmente de Cristo.
Rogar a Cristo con María
Cristo nos invita a orar con insistencia (Mt. 7,7; Rm 8, 26). María, cuando meditamos el Rosario, viene en ayuda de nuestras necesidades como en Caná. Nos apoyamos en Ella que nos muestra el camino (Jo.2, 3). María, «omnipotencia por gracia», intercede, ruega por nosotros, sale a nuestro encuentro.
Anunciar a Cristo con María
El Rosario meditado es itinerario de anuncio de los misterios de Cristo en la oración, catequesis, predicación, momentos difíciles… que ha marcado la labor pastoral de la Iglesia durante siglos como lo confirman la vida y predicación de Sto. Domingo de Guzmán y de los dominicos.
Conclusión
Hagamos el propósito de rezar el Rosario con serenidad, meditativamente, como sentados a los pies de la Madre recordando la vida del Hijo, haciéndola nuestra y propagándola.
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por Fray Carlos Lledó López OP | cofradiarosario.net | 6 Oct, 2014 | Catequesis Liturgia
La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo «envolvió en pañales y le acostó en un pesebre» (Lc 2, 7).
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 10
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Estos textos son un resumen de la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae nn. 9-11.
Contemplar el rostro de Cristo
Contemplar el rostro de Cristo es el contenido esencial del Rosario. Así como la Transfiguración de Cristo (Mt.17, 2) es el «icono de la contemplación cristiana», el Rosario es una invitación a fijar los ojos de la fe en el rostro de Cristo, a contemplar su misterio desde la infancia, la vida pública, la pasión, muerte, resurrección y el envío del Espíritu Santo, como don del Padre y del Hijo. Al mismo tiempo, la contemplación de Cristo nos dispone a acoger el misterio trinitario porque el Hijo es Dios como el Padre en el amor del Espíritu Santo que es Dios como el Padre y como el Hijo.
Mirar a Cristo con María
María es modelo insuperable para aprender a mirar el rostro de Cristo en fe. Cristo le pertenece especialmente porque es el Hijo de sus entrañas por obra del Espíritu Santo, porque contempla su rostro como como una madre el de su hijo, porque lo acompaña maternalmente desde la concepción, nacimiento, infancia, apostolado, pasión, muerte y resurrección hasta la ascensión, en actitud de adoración, porque ama a su Hijo, que es Dios con amor de comunión.
María contempla a su Hijo con mirada «interrogadora» y de asombro.
Así sucede en el templo (Lc. 2, 48). María y José hallan a Jesús, adolescente, «sentando en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. Cuantos le oían quedaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando sus padres le vieron quedaron sorprendidos y le dijo su madre: ¿por qué has obrado así con nosotros? … Y Él les dijo: ¿Por qué me buscabáis? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?
Nosotros también contemplamos a Cristo con mirada interrogadora y asombrados. Con María respondemos: Cristo es el Hijo de Dios, Dios como el Padre, y adoramos a Cristo como Dios. Con Ella nos asombramos y nos postramos sobrecogidos ante su Hijo.
Con mirada penetrante
Caná (Jn.2,5). María está identificada con el querer del Hijo. Por eso no duda en decir en las bodas de Caná ante la falta del vino: «Haced lo que Él os diga»
María dice al Hijo con mirada penetrante de madre: «No tienen vino». Madre e Hijo se entienden con la mirada. Hay como un guiño del Hijo a la Madre. Y el Hijo realiza el milagro.
María también nos mira a nosotros con mirada penetrante porque somos sus hijos: «Haced lo que Él os diga» Y nosotros, miramos a María con mirada penetrante porque es nuestra Madre. María y nosotros nos entendemos. Se realiza el milagro. Nos convertimos y nos comprometemos a ser fieles a Cristo en la Iglesia, a vivir como cristianos.
Con mirada dolorida
María contempla a su Hijo con mirada dolorida, eminentemente en la Cruz (Jn 19,26-27). También nos contempla a nosotros con mirada dolorida. Somos causantes de la muerte del Hijo con nuestro pecado.
Nosotros aliviamos el dolor de nuestra Madre con el Rosario. Al contemplar amorosamente la pasión y muerte del Hijo estamos acompañando a la Madre y aliviando su dolor.
Con mirada espiritualmente parturienta
María acoge a Juan como a hijo porque se lo pide Cristo desde la Cruz (Jo. 19, 26-27.) En San Juan, nos acoge a nosotros como hijos suyos.
San Juan acoge a María como a su Madre porque se lo pide Cristo. En San Juan, nosotros acogemos a la Virgen como Madre nuestra, cuidamos de Ella y nos acogemos bajo su protección con el Rosario.
Con mirada radiante
María contempla a su Hijo resucitado con mirada radiante, llena de gozo. Es el culmen del Magnificat.
María también contempla a sus hijos con mirada radiante porque hemos pasado de la muerte a la vida por la gracia que recibimos del Hijo resucitado. Con el Rosario, miramos a Cristo resucitado con la mirada radiante y gozosa de la Madre.
Con mirada ardorosa
Es la mirada de Pentecostés (He.1,14). María participa privilegiadamente del fuego del Espírtu Santo como don del Hijo. María nos invita a perseverar meditando el Rosario en clima de Pentecostés para ser renovados en el fuego del Espíritu.
El Rosario con María
María guarda en su corazón las miradas, la contemplación de Cristo (Lc.2. 19. 51), la vida de su Hijo… es su Rosario vivo. Hacemos nuestra la mirada de Maria cuando rezamos el Rosario y, con Ella contemplamos la vida de su Hijo: es nuestro Rosario.
María, Asumpta al Cielo, nos propone los Misterios de su Hijo para que sean contemplados por nosotros.
Rezar el Rosario: estar en sintonía con el corazón, el recuerdo y la mirada de María, Rosario vivo.
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por Fray Carlos Lledó López OP | cofradiarosario.net | 6 Oct, 2014 | Catequesis Liturgia
A esta oración le han atribuido gran importancia muchos de mis Predecesores. Un mérito particular a este respecto corresponde a León XIII que, el 1 de septiembre de 1883, promulgó la Encíclica Supremi apostolatus officio, importante declaración con la cual inauguró otras muchas intervenciones sobre esta oración, indicándola como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad. Entre los Papas más recientes que, en la época conciliar, se han distinguido por la promoción del Rosario, deseo recordar a san Juan XXIII y, sobre todo, al beato PabloVI, que en la Exhortación apostólica Marialis cultus, en consonancia con la inspiración del Concilio Vaticano II, subrayó el carácter evangélico del Rosario y su orientación cristológica.
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 2
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La importancia del Rosario viene confirmada por la doctrina de la Iglesia. No menos de cincuenta y siete Papas y más de quinientos documentos pontificios lo avalan con su autoridad. Recordamos la doctrina de los últimos Pontífices:
León XIII
Presenta el Rosario como «Fórmula eximia y excelente de oración» y «Santísima devoción».
San Pío X
El Rosario es «la oración por excelencia» de los medios más eficaces para obtener gracias del Cielo.
Benedicto XV
El Rosario es instrumento para alcanzar la paz que Europa y el mundo necesitan.
Pío XI
Destaca el poder espiritual del Rosario para librarnos del mal y alcanzar el bien.
San Juan XXIII
El Rosario tiene su lugar después de los sacramentos para los fieles, y después de la Liturgia de las Horas, para los sacerdotes.
Beato Pablo VI
Destaca la Exhortación Apostólica Marialis cultus. Desarrolla el sentido cristocéntrico y mariano del Rosario. Cómo es medio para contemplar y configurarnos con Cristo, para agradar a Nuestra Señora, para alcanzar la paz… Lo enmarca en el Concilio Vaticano II: en Lumen Gentium y en Sacrosantum Concilium. Tiene su lugar después de la Liturgia de las Horas.
San Juan Pablo II
«Cada grupo que se reúne a rezar el Rosario es un regalo para la causa del Reino de Dios. Sí, donde dos o tres se reúnen en el nombre de Cristo, allí está Él» (A Obispos USA,10.6.89; OR.1,029 [89] 7).
«El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa!. Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera.
EL Rosario es en cierto modo un comentario-oración a Lumen Gentium VIII: Presencia de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En el trasfondo de las Avemarías pasan los episodios principales de Cristo y de la Iglesia. Sus misterios gozosos, (luminosos) dolorosos y gloriosos nos ponen en contacto vital con Jesucristo a través del corazón de su Madre. Y nuestro corazón puede incluir en las decenas del Rosario, los hechos de la vida individual, familiar y social, la nación, la Iglesia, la humanidad. Experiencias personales o del prójimo que llevamos en el corazón. Así, el Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana… A todos os exhorto o recitarlo fervorosamente» (Ang. 29, Oct. 78).
Invita a rezar con Él, la oración del B. Bartolomé Longo: «Oh Rosario Bendito de María, dulce cadena que nos vuelves a unir con Dios, vínculo de amor que nos unes a los ángeles. Torre de salvación en los asaltos del infierno. Puerto seguro en el naufragio común, nosotros no te dejaremos jamás. Tú serás consuelo en la hora de la agonía, a ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último acento de nuestros labios será tu nombre suave, oh Reina del Rosario (de Pompeya), oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los afligidos, seas bendita en todas partes, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo. Amén. – Dios te salve Reina y Madre…»
«El Rosario es contemplación de Cristo en sus misterios, en íntima unión con María Santísima. La espiritualidad contemporánea siente vivamente la exigencia de ir, por decirlo así, a lo esencial. Por eso, se está llevando a cabo hoy un prometedor redescubrimiento de la auténtica naturaleza del Rosario, como plegaria que ayuda a estar en compañía de Cristo, para conocerlo mejor, asimilar sus enseñanzas y vivir su misterio. ¿Y quién mejor que María puede acompañarnos en este itinerario de la mente y del corazón? Este es el sentido de la repetición del Ave María, que constituye la trama sobre la cual se desarrolla la contemplación de los misterios» (M.C.46; O.R.1.712 [19.10.01] 454.
«El mes de octubre es tradicionalmente dedicado por la Iglesia a redescubrir el Rosario, oración tradicional, tan sencilla y al mismo tiempo tan profunda».
«El Rosario es un camino de contemplación del rostro de Cristo realizado -por así decir- con los ojos de Maria. Por tanto, es una oración que, si se arraiga en el corazón mismo del Evangelio, está en plena sintonía con la inspiración del Concilio Vaticano II».
El Rosario está «en perfecta línea con la indicación que he dado en la carta apostólica Novo millennio ineunte: es necesario que la Iglesia reme «mar adentro» en el nuevo milenio, recomenzando la contemplación del rostro de Cristo». «Deseo encomendar a la oración del Rosario, una vez más, la gran causa de la paz Estamos ante una situación internacional llena de tensiones, en ocasiones incandescentes».
«Precisamente en esta perspectiva, el Rosario se revela una oración particularmente indicada. Construye la paz, pues siembra en quien lo reza esa semilla de bien, de la que se pueden esperar los frutos de justicia y de solidaridad en el vida personal y comunitaria».
«¡Cuánta paz se aseguraría en las relaciones familiares, si se retomara el rezo del Santo Rosario en la familia » (Ángelus, 29. 09. 02).
Destaca Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariae», verdadera síntesis teológica del Rosario y testamento espiritual del Siervo de Dios. Recomendamos su lectura. la Carta se encuentra en nuestra Web.
Benedicto XVI
Ángelus, apertura del Sínodo sobre la Eucaristía. Domingo 2 Octubre de 2005
Encomendémonos con confianza, sobre todo a la bienaventurada Virgen María, a quien veneraremos el próximo 7 de octubre con el título de Virgen del Rosario. El mes de octubre está dedicado al santo Rosario, singular oración contemplativa con la que, guiados por la celestial Madre del Señor, fijamos la mirada en el rostro del Redentor para ser conformados en su misterio de alegría, de luz, de dolor y de gloria. Esta antigua oración está experimentando un providencial reflorecimiento, gracias en parte al ejemplo y a la enseñanza del querido Papa Juan Pablo II. Os invito a releer su carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae» y a llevar a la práctica sus indicaciones a nivel personal, familiar y comunitario. Confiamos a María las labores del Sínodo: que ella conduzca a la Iglesia entera a una conciencia cada vez más clara de su propia misión al servicio del Redentor, realmente presente en el sacramento de la Eucaristía.
Ángelus, 16 de Octubre de 2005 (27º elección Juan Pablo II)
Queridos hermanos y hermanas: Hace 27 años, un día como éste, el Señor llamó al cardenal Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, para suceder a Juan Pablo I, fallecido poco después de un mes de su elección. Con Juan Pablo II comenzó uno de los pontificados más largos de la historia de la Iglesia, durante el que un Papa, «venido de un país lejano», fue reconocido como autoridad moral incluso por muchas personas no cristianas y no creyentes, como lo demostraron las conmovedoras manifestaciones de cariño con motivo de su enfermedad y de profundo pésame después de su muerte. Ante su tumba, en las grutas vaticanas, continúa todavía sin interrupción la peregrinación de muchísimos fieles y esto constituye también un signo elocuente de hasta qué punto el querido Juan Pablo II ha entrado en el corazón de la gente, sobre todo por su testimonio de amor y de entrega en el sufrimiento. En él hemos podido admirar la fuerza de la fe y de la oración, y la manera en que se encomendó totalmente a María Santísima, quien siempre le acompañó y protegió, especialmente en los momentos más difíciles y dramáticos de su vida.
Podríamos definir a Juan Pablo II como un Papa totalmente consagrado a Jesús por medio de María, como lo manifestaba claramente su lema: «Totus tuus». Fue elegido en el corazón del mes del Rosario, y el Rosario, que con frecuencia llevaba entre sus manos, se convirtió en uno de los símbolos de su pontificado, sobre el que veló la Virgen inmaculada con materna solicitud. A través de la radio y de la televisión, los fieles del mundo entero pudieron unirse en muchas ocasiones a él en esta oración mariana y, gracias a su ejemplo y enseñanzas, redescubrir su sentido auténtico, contemplativo y cristológico (Cf. carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», 9-17).
En realidad, el Rosario no se contrapone a la meditación de la Palabra de Dios y a la oración litúrgica; es más, constituye un complemento natural e ideal, en particular como preparación y como acción de gracias a la celebración eucarística. Contemplamos al Cristo encontrado en el Evangelio y en el Sacramento en los diferentes momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. En la escuela de la Madre, aprendemos así a conformarnos con su Hijo divino y a anunciarlo con nuestra misma vida. Si la Eucaristía es para el cristiano el centro de la jornada, el Rosario contribuye de manera privilegiada a dilatar la comunión con Cristo, y educa a vivir manteniendo fija en Él la mirada del corazón para irradiar sobre todos y sobre todo su amor misericordioso.
Contemplativo y misionero: así fue el querido Papa Juan Pablo II. Lo fue gracias a la íntima unión con Dios, alimentada cotidianamente por la Eucaristía y por prolongados momentos de oración.
En el momento del Ángelus, para él tan querido, es dulce y un deber recordarle en este aniversario, renovando a Dios la acción de gracias por haber dado a la Iglesia y al mundo un sucesor tan digno del apóstol Pedro. Que la Virgen María nos ayude a hacer un tesoro de su preciosa herencia.
Audiencia general. Exhortación a rezar el Rosario. 17 de Mayo de 2006
Benedicto XVI se despidió de los 45.000 peregrinos presentes este miércoles en la audiencia general invitándoles a rezar el Rosario, como «momento de crecimiento espiritual».
Antes de dejar la plaza de San Pedro, el Papa saludó en particular a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, que habían venido con sus trajes de bodas, para exhortarles a todos «a intensificar» esta oración, «especialmente en este mes de mayo, dedicado a la Madre de Dios».
«Queridos jóvenes: os invito a valorar esta tradicional oración mariana que ayuda a comprender mejor los momentos centrales de la salvación realizada por Cristo».
«Queridos enfermos: os exhorto a dirigiros con confianza a la Virgen, a través de este ejercicio de piedad, confiándole todas vuestras necesidades».
Por último, a los recién casados, les invitó a «hacer del rezo del Rosario en familia un momento de crecimiento espiritual bajo la mirada de la Virgen María».
Rezo del Rosario en el Santuario de la Virgen del Amor Divino en «Castel di Lava». Los misterios gozosos. 2 de Mayo de 2006
…Hemos rezado el santo Rosario, recorriendo los cinco misterios «gozosos», que pasan ante los ojos de nuestro corazón los inicios de nuestra salvación, desde la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo, en el seno de la Virgen María, hasta encontrarle, cuando ya tenía doce años, en el Templo de Jerusalén, mientras escuchaba e interrogaba a los doctores. Hemos repetido las palabras del ángel: «Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo», así como las expresiones con las que Isabel acogió a la Virgen, que inmediatamente había ido para ayudarle y ponerse a su servicio. «Bendita tú eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre». Hemos contemplado la fe dócil de María, que se fía sin reservas de Dios y se pone totalmente en sus manos. Nos hemos sentido también nosotros, con los pastores, cerca del Niño Jesús, que yace en un pesebre y hemos reconocido y adorado en Él al Hijo eterno de Dios, que por amor se hizo nuestro hermano, y de este modo, nuestro único Salvador.
También nosotros hemos entrado con María y José en el Templo para ofrecer el Niño a Dios y cumplir con el rito de la purificación: y se nos han anticipado, con las palabras del anciano Simeón, la salvación, la contradicción y la cruz, y esa espada que, bajo la cruz del Hijo, atravesará el alma de la Madre y, de este modo, hará que no sólo sea madre de Dios, sino también nuestra madre común.
Ángelus. El valor del Rosario. 1 de Enero de 2006
Hoy, primer día de octubre, desearía detenerme en dos aspectos que, en la Comunidad eclesial, caracterizan este mes: la oración del Rosario y el compromiso por las misiones. El día 7, sábado próximo, celebraremos la fiesta de la Virgen del Rosario, y es como si, cada año, Nuestra Señora nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y profunda.
El amado Juan Pablo II fue gran apóstol del Rosario: le recordamos arrodillado con la corona (el Rosario) entre las manos, inmerso en la contemplación de Cristo, como él mismo invitó a hacer con la Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariae».
El Rosario es oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María. Desearía invitaros, queridos hermanos y hermanas, a rezar el Rosario durante este mes en familia, en las comunidades y en las parroquias por las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz del mundo…
El Rosario en familia. 8 de Octubre de 2006
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, especialmente a los feligreses de la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias, de Granada. Reitero la invitación a rezar el Santo Rosario también en familia, para que la intercesión maternal de la Virgen María ayude a los esposos a vivir fielmente su compromiso matrimonial y a fortalecer la unidad en todos los hogares.
En los jardines vaticanos. 31 de Mayo de 2007
Meditando los Misterios Gozosos del Santo Rosario, habéis subido a esta colina donde habéis revivido espiritualmente, en el relato del evangelista Lucas, la experiencia de María, que desde Nazaret de Galilea «se puso en camino hacia la montaña» (Lc. 1,39) para llegar a una aldea de Judá donde vivía Isabel con su Marido Zacarías.
¿Qué impulsó a María, una muchacha joven, a afrontar aquel viaje? ¿Qué, sobre todo, le empujó a olvidarse de sí misma para pasar los primeros tres meses de su embarazo al servicio de su prima, necesitada de ayuda? La respuesta está escrita en un Salmo: «Corro por el camino de tus mandamientos, [Señor], pues tú mi corazón dilatas» (Sal 118,32). El Espíritu Santo, que hizo presente al Hijo de Dios en la carne de María, dilató su corazón a las dimensiones del de Dios y le impulsó por la vía de la caridad. La Visitación de María se comprende a la luz del acontecimiento que le precede inmediatamente en el relato del Evangelio de Lucas: el anuncio del Ángel y la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo fue sobre la Virgen, el poder del Altísimo le cubrió con su sombra (v. Lc 1,35). Aquel mismo Espíritu le impulsó a «levantarse» y a partir sin tardanza (v. Lc 1,39), para ser de ayuda a su anciana pariente. Jesús apenas ha comenzado a formarse en el seno de María, pero su Espíritu ya ha llenado su corazón, de forma que la Madre comienza ya a seguir al Hijo divino: en el camino que de Galilea conduce a Judá es el mismo Jesús el que «impulsa» a María, infundiéndole el ímpetu generoso de salir al encuentro del prójimo que tiene necesidad, el valor de no poner por delante las propias y legítimas exigencias, dificultades, peligros para su propia vida. Es Jesús quien le ayuda a superar todo dejándose guiar por la fe que actúa por la caridad (v. Ga 5,6).
Meditando este misterio, vemos bien qué significa que la caridad cristiana sea una virtud «teologal». Vemos que el corazón de María es visitado por la gracia del Padre, es penetrado por la fuerza del Espíritu e impulsado interiormente por el Hijo; esto es, vemos un corazón humano perfectamente introducido en el dinamismo de la Santísima Trinidad. Este movimiento es la caridad, que en María es perfecta y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia, como manifestación del amor trinitario (Encíclica Deus caritas est, 19). Todo gesto de amor genuino, también el más pequeño, contiene en sí un destello del misterio infinito de Dios: la mirada de atención al hermano, hacerse cercano a él, compartir su necesidad, atender sus heridas, la responsabilidad por su futuro, todo, hasta en los más mínimos detalles, se hace «teologal» cuando está animado por el Espíritu de Cristo. Que María nos obtenga el don de saber amar como Ella supo amar…
Francisco
«El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón” (Introducción del pequeño libro El Rosario. Oración del corazón de la edición Shalom).
«En este mes de mayo, quisiera recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Rezando el Ave María, somos conducidos a contemplar los misterios de Jesús, es decir a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y para san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones. ¡Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se rezase juntos en familia, con los amigos, en Parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la Virgen María! La oración en conjunto es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia!» (Roma, 1 de mayo de 2013).
Conclusión
La oración del Rosario nos ayuda a crecer en el conocimiento, amor e imitación de Cristo, nos introduce en el corazón de la Iglesia y a sentir con Ella. Es medio para ayudar a la santificación personal, a la unidad de la familia, a la conversión de los pecadores y a la salvación del mundo.
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por Fray Carlos Lledó López OP | cofradiarosario.net | 6 Oct, 2014 | Catequesis Liturgia
«El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. […] Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, un comentario-oración sobre el capítulo final de la Constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, y nos ponen en comunión vital con Jesús a través –podríamos decir– del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana».
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 2
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El Rosario en la vida de la Iglesia
El Rosario en la vida de la Iglesia ha sido instrumento de predicación de la vida y de las enseñanzas de Cristo según el Evangelio y de la actualización de la presencia maternal, corredentora y medianera de la Virgen María. Ha sido, también, medio eficaz de renovación en la fe y costumbres de las gentes, especialmente las más sencillas.
Así lo testifican Asociaciones del Rosario esparcidas por el mundo, las naciones y pueblos que tienen a la Virgen del Rosario como Patrona, los templos, santuarios, monumentos… Y, sobre todo, lo confirma el Magisterio de la Iglesia a lo cual dedicaremos una reflexión aparte.
Tenemos que recuperar la filial devoción a la Virgen que está latente en nuestros pueblos y volver al rezo y a la oración del Rosario.
El Rosario en la vida personal
El Rosario va marcando nuestro estilo de vida que debe ser el de Cristo. La repetición meditativa de la vida de Cristo va profundizando en nosotros y marcando nuestro ser y obrar cristianos como discípulos de Cristo.
Así, los misterios gozosos nos van marcando con el amor, la humildad, la sencillez y la pobreza de Cristo. Los misterios luminosos nos enseñan a acoger la palabra de Dios y a buscar en todo la voluntad del Padre a ejemplo de Cristo. Los misterios dolorosos nos centran en el misterio de la Cruz y nos enseñan a ser corredentores con Cristo. Los misterios gloriosos nos trazan el camino del Cielo y nos enseñan a ir marchando tras las huellas de Cristo.
Vivamos con el Rosario
Es el mejor compañero, por eso, lo llevamos siempre con nosotros. Es el Rosario itinerante: nos acompaña, y los podemos rezar, en la intimidad, en familia, en comunidad. También, por la calle, en los viajes, en la salud, en las circunstancias difíciles, en la enfermedad, a la hora de la muerte… «Los dieces del Rosario son escaleras para subir al Cielo las almas buenas».
El Rosario nos permite meditar el decreto de amor del Padre, su realización en la obediencia de Cristo por obra del Espíritu Santo, al calor del corazón virginal de María.
Podemos vivir el Rosario durante el día, centrados en un misterio, en su espíritu, en un propósito… que nos permite permanecer en la presencia de Dios en actitud humilde y confiada.
Necesitamos vivir el Rosario
Necesitamos vivir el Rosario porque necesitamos profundizar en el conocimiento, amor e imitación de Jesucristo, en la Iglesia. El Rosario es la «escuela de María» y Ella es la Madre y Maestra que nos enseña el conocimiento, amor e imitación de su Hijo.
Necesitamos vivir el Rosario porque es compendio de fe, fácilmente a nuestro alcance, como un libro grabado en la mente y en el corazón, que nos ayuda a vivir según el Evangelio.Necesitamos vivir el Rosario como medio privilegiado de oración. Experimentamos un «imperativo categórico de oración». Necesitamos orar alabando a Dios y bendiciendo su nombre, dándole gracias por los beneficios recibidos, pidiendo su ayuda en las necesidades espirituales y materiales, reparando nuestros pecados y falta de amor… y el Rosario es el mejor manual de oración que nos ayuda a ello por la meditación de los misterios de Cristo y el rezo del Padre nuestro, de las avemarías y del Gloria..
La Virgen María, en Lourdes y en Fátima, nos invita a rezar el Rosario que nos ayuda a perseverar en la gracia, a cultivar la vida sacramental, especialmente la Confesión y la Eucaristía, a ser buenos cristianos y a obtener el don la paz y la reconciliación.
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por Fray Carlos Lledó López OP | cofradiarosario.net | 6 Oct, 2014 | Catequesis Liturgia
Pero el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica del Rosario es por ser un medio sumamente válido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano, que he propuesto en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte como verdadera y propia ‘pedagogía de la santidad’: «es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración». Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en «auténticas escuelas de oración».
El Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación cristiana. Iniciado en Occidente, es una oración típicamente meditativa y se corresponde de algún modo con la «oración del corazón», u «oración de Jesús», surgida sobre el humus del Oriente cristiano.
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 5
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El Rosario es importante
Es importante el Rosario cuando se cultiva la vida espiritual, cuando se busca salir del pecado y perseverar en la gracia sobrenatural, cuando se desea profundizar en el conocimiento, amor e imitación de Jesucristo, cuando es necesario pedir el don de la paz y cuando experimentamos necesidades espirituales y materiales.
Es importante el Rosario cuando tiene sentido acudir a la Virgen María, invocándola como Madre y Medianera y , al calor de su corazón, recordamos, meditamos o contemplamos los misterios de su Hijo Jesucrisanto
Origen del Rosario
En su fundador
Tradicionalmente atribuimos el Rosario a Santo Domingo de Guzmán y a la predicación de los dominicos.
¿Cómo surge el Rosario? El Rosario surge como método de predicación, de oración y de asociación.
El Rosario, método de predicación
Santo Domingo de Guzmán predica la vida y la doctrina de Jesucristo siguiendo los Evangelios y las cartas de San Pablo al pie de la letra. Aquí aparece el rezo intercalado y repetido del Ave María, que también se practica a nivel personal. Con ello, se pretende reconocer la devoción filial a María, así como sus privilegios y el lugar que ocupa en la historia de la salvación.
De esta manera, nos encontramos con el esquema originario del Rosario que dará lugar a sus misterios sobre la vida de Jesucristo y a las Avemarías como invocación litánica a la Virgen, así como el Padre nuestro y el Gloria.
La predicación de santo Domingo de Guzmán es esencialmente cristológica y se fundamenta en la Palabra revelada. Ello dará lugar al enunciado de los misterios del Rosario con el rezo intercalado de las Avemarias, tal como se ha ido desarrollando con el tiempo: misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos.
La predicación de santo Domingo va dirigida a los alejados, a los herejes, buscando su conversión por medio de la Virgen María. La predicación va dirigida, también, a los cercanos para alentarlos y enfervorizarlos por medio de la Virgen Madre.
El Rosario, método de oración y asociación
Los que escuchaban la predicación de santo Domingo y se comprometían a vivir según el Evangelio, en la Iglesia, se reunían comunitariamente como medio de perseverancia en la vida cristiana, recordaban las enseñanzas recibidas sobre la vida y doctrina de Jesucristo, hacían pausas meditativas invocando a la Virgen con el rezo o el canto repetido del Ave María.
Ello dará lugar, muy pronto, al enunciado de los misterios, diríamos como puntos de meditación, al rezo del Padre Nuestro, a las decenas de avemarías y al Gloria.
También dará lugar a las Asociaciones: Cofradía del Rosario, Rosario perpetuo y Rosario viviente. Igualmente, a la practica del Rosario individual, familiar o comunitario.
El Rosario requiere siempre un ritmo tranquilo, sereno, reflexivo, que favorezca la meditación de los misterios del Señor a través del Corazón de la Virgen, como sentados a sus pies.
Acción de gracias
Damos gracias a Dios por el «amor apasionante y apasionado» de santo Domingo de Guzmán a Nuestro Señor Jesucristo y por su entrañable devoción filial a la Virgen María que le hacía repetir continuamente la invocación mariana del Ave María. Sin duda alguna, su estilo de vida cristocéntrico y mariano constituyen el origen del Rosario como método de predicación, de oración y de asociación.
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