por María Susana Ratero | 28 Dic, 2013 | Primera comunión Cuentos
Existen, en nuestra vida, dolores que nos resultan incomprensibles, atroces, injustos y, sobre todo, inmerecidos. Pero, sea cual fuere la reacción que tengamos frente al dolor, él sigue allí, y nos atraviesa el alma como una afilada espada. Hoy mi dolor y mi tristeza no me dejan verte, María, como ansía mi corazón, pero sé que estas allí, aunque no pueda sentirte, estas detrás de mi dolor para sostenerme, para transformar el llanto en camino hacia al Padre.
—En profecía cumplida… —dices a mi corazón, mas no comprendo.
—Hoy voy a hablarte de esos dolores incomprensibles que desgarran el alma y que luego, por la misericordia de Dios, se transforman en camino.
—Háblame Señora, que mi alma tiene tanta sed de tu compañía. Mi alma ansía caminos que no encuentro en la oscuridad de esta noche demasiado larga.
—Yo conozco bien las noches largas. Te hablaré de una en especial, que me pareció eterna. De una noche anunciada, tan anunciada como la nochebuena, pero olvidada luego por muchos y, lo que me desgarra el alma, una recordación tomada hoy, por tantos, como excusa para bromas.
Esta vez temo seguirte, no sé si tendré valor, pero igualmente me llevas… me llevas… y estamos nuevamente en el recinto de Belén. Vemos como José está despidiendo a tres extraños extranjeros que le habían llevado a tu hijo oro, como símbolo de su dignidad y gran valor, incienso, como símbolo de su comunión con Dios y mirra, para preparar el aceite sagrado de su unción. Tres extraños venidos de lejanas tierras siguiendo una estrella, tres extraños que, buscando al Rey de la Vida, fueron a preguntarle a un rey embriagado de poder, el camino para hallarlo… y, sin quererlo, despertaron en él fantasmas olvidados… la profecía, la profecía de Belén…
Los extranjeros, que el mundo llamará más tarde los tres Reyes Magos, parten a su tierra por otro camino, evitando pasar cerca del palacio de Herodes, quien los aguarda como un tigre al acecho, para saltar sobre el pequeño Rey desconocido que amenaza su seguridad.
Entramos a la precaria vivienda. José nos sigue y comienza a trabajar, pues el dueño de la finca le había encargado unos arreglos y le pagaría un buen precio por ellos. José tiene los pies sobre la tierra, sabe que debe alimentar a su familia y para ello sólo conoce un modo: su trabajo.
Tú, María, te dispones a preparar la cena. José no aparta la mirada de su labor, pero es evidente que sus pensamientos están en otro sitio, quizás detrás de los muros de un palacio, tratando de leer los pensamientos de un hombre fuera de sí, mas nada te dice. La cena transcurre en paz. La presencia de esos hombres y sus obsequios han dejado más preguntas que respuestas…¿Quiénes eran? ¿Por qué habían venido? ¿Cuál era el real significado de su presencia?… quizás representan a todos aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel y para cuya Salvación también ha venido este niño. Demasiados acontecimientos y pocas explicaciones. La pareja se dispone a descansar pues al día siguiente deberán iniciar el camino hacia Jerusalén, para realizar la purificación de María, tal como lo establece la Ley.
Yo estoy allí, con ellos, no puedo dormir, siento miedo… conozco la historia… la he escuchado mil veces de labios de los sacerdotes. La he leído, pero no es lo mismo estar… estar… y todos, de alguna manera, alguna vez en la vida, también estamos dentro de esta historia… sólo que, enceguecidos por nuestro propio dolor, no nos damos cuenta.
A la mañana siguiente parten hacia Jerusalén, María me hace señas de que los siga. El camino es largo, el niño, pequeño aún. El animal que nos acompaña va cargado de las pocas pertenencias de los padres y, en su mayor parte, de los pañales y ropita del bebé, recibida generosamente de la esposa del dueño del pesebre.
Luego de la ceremonia del Templo volvimos a Belén, José se nota nervioso… no como quien desconfía de la protección de Dios, sino como un padre responsable que sólo desea actuar correctamente y no sabe cómo, pues presiente que Herodes no ha olvidado la presencia de los extranjeros, ni se quedará quieto ante lo que él considera una amenaza.
Durante los siguientes tres días la familia se dedica a organizar el retorno a Nazaret. José termina sus trabajos pendientes, consiguiendo de esta manera dinero para el viaje y retribuyendo, al mismo tiempo, la hospitalidad al dueño del pesebre, quien sólo pide como pago, el arreglo de una vieja mesa labrada herencia de su padre, trabajo realizado impecablemente por José.
Los planes del Señor y nuestros propios planes no van siempre por iguales caminos. La noche del tercer día no aparenta nada en especial, sólo un cielo cargado de nubarrones amenazantes. Hace frío, María amamanta a su niño y lo recuesta bien calentito en la cuna hecha por su esposo, y una blanca piel de cordero cubre las demás mantas con las que la joven madre abriga a su pequeño. El matrimonio cena al tiempo que comenta los últimos acontecimientos. José tiene largos silencios que inquietan el corazón de María quien, como esposa prudente, no pregunta. Tiran las mantas en el suelo y se disponen a dormir, yo hago lo mismo, María me besa la frente y me dice «Valor, amiga, lo necesitarás…» es la noche de la locura, pero igualmente me quedo dormida… lástima, no tuve el valor de esperar despierta, como tantas veces en la vida en las que no tengo el valor de dominar mi voluntad.
Me despiertan los gritos de José. El hombre está sentado en el suelo, empapado en sudor, su rostro está aterrado pero es solo por un instante… enseguida se pone en pie, da vueltas en el recinto tratando de ordenar sus pensamientos, seguidamente despierta a María, la toma por los hombros al tiempo que le clama en voz baja:
—¡María, María! Por el amor de Dios, ¡despiértate, María!— y la sacude casi con violencia.
Ella abre los ojos y se asusta…
—¿Qué pasa, José? ¡Por Dios! ¿Por qué hablas de esa forma? ¡Jesús, Jesús! ¿Le pasó algo al niño?
—No, pero le pasará si sigues allí acostada… María… he tenido un sueño, que no fue un sueño en realidad… un hombre vestido de blanco me clamaba que te tomara a ti y al niño y huyera a Egipto, pues Herodes busca al niño para matarlo.
—¡Matarlo!… Dios mío, José, que atroz pesadilla.
—María, esposa mía ¡Nos vamos a Egipto! ¡Y nos vamos ya! ¿Comprendes? ¡Ya!.
—¿Qué dices?, José… ¿Te das cuenta la distancia que nos separa de Egipto, que es medianoche, afuera arrecia el viento y el frío cala los huesos?…
—María ¿Confías en mí?
—José, confío en ti más que en nadie en esta tierra.
—Entonces, amada mía, junta todo y vámonos, los soldados se aproximan cada minuto, por cada palabra que decimos ellos están un metro más cerca… y vienen a matarlo… y no están jugando, pues un loco asesino les ha ordenado deshacerse de Jesús… la pregunta es ¿Cómo lo encontraran? Mientras a ese loco no se le ocurra… ¡Dios no puedo ni pensarlo!
—Mientras no se le ocurra matarlos a todos…— y María se estremece tanto que José debe sostenerla para que no caiga.
Yo estoy inmóvil, hubiera querido traerles un vehículo, un helicóptero, sacarlos prontamente de allí, pero eso pasa en las películas y esto es la vida real. Los padres (ahora me voy dando cuenta la clase de padre que Dios eligió para Jesús, un Hombre con mayúsculas) preparan todo prontamente, llevan sólo lo indispensable, deben dejar muebles, cuna, todo lo hecho por José. El oro de los magos les permitiría establecerse en Egipto. Dios siempre tan previsor, nos manda las pruebas y los medios para enfrentarlas. Salimos, el viento me termina de despertar, tengo varias mantas puestas encima, pero tiemblo como una hoja, parece que el corazón se me saldrá del pecho en cualquier momento. Montan los animales, María me hizo un lugar en el suyo… partimos… se ve poco, pero se ve, hay luna llena, los nubarrones ya no están, José se encamina hacia Egipto a través de la desértica región, apura el paso, no hay miradas extrañas que noten nuestra presencia. El hombre anda varias horas a marcha forzada, de tanto en tanto mira hacia atrás, con angustia, casi con desesperación. Yo, yo estoy muerta de miedo… veo soldados por todas partes… sé de sobra que no nos alcanzarán… pero una cosa es leerlo y otra estar… estar…
Falta poco para el amanecer. De pronto se escucha un galope cercano, se ve la arena removida por los cascos del animal que se acerca, es un jinete solitario, pero se dirige, peligrosamente, hacia nosotros. José nos recomienda calma, y no decir el nombre del niño. Por fin llega el personaje, un hombre más bien anciano, con la mirada perdida… loco… pobre infeliz… solo decía:
—¡Madres, corran, corran con sus hijos! ¡Huyan!…
José baja de su asno y se acerca al pobre hombre:
—¿Qué le ocurre, amigo? ¿Se siente usted bien?…
—¡Huyan, huyan mujeres con sus hijos! Sangre… muerte… niños muertos, en todo Belén… niños degollados, atravesadas sus carnecitas por las espadas de los soldados… no escapó ni uno… todo Belén es un grito… solo los pequeños murieron… los menores de dos años… ¿Por qué? ¿Por qué, Dios?— grita desgarradoramente el infeliz mirando al cielo— Huyan mujeres… huyan… corran… corran…
El pobre desquiciado comienza a cabalgar nuevamente repitiendo el ya inútil consejo. Tanto horror le ha enloquecido. Se pierde en el paisaje, queriendo huir de los macabros recuerdos pero no hay lugar en donde uno pueda esconderse de los recuerdos.
José y María se miran, abundantes lágrimas caen por sus mejillas, se abrazan y abrazan al niño. Es la noche más larga, más atroz, más cruel, que les ha tocado vivir a ambos. Es la noche anunciada por el profeta Jeremías:
«En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen porque ya no existen» (Mt 2, 18).
La travesía dura largos días, María se esconde muchas veces a llorar para que José no la vea… no quiere preocuparlo, más su corazón de madre está destrozado. Recuerda la espada anunciada por el anciano Simeón… ya ha comenzado a lastimarla. También veo a José llorar a escondidas, es el llanto de un hombre que se siente impotente ante la injusticia, es el llanto de un hombre justo clamando justicia.
Las primeras casas del poblado egipcio se divisan a la distancia. La noche larga ha terminado, el niño está a salvo, momentáneamente.
—Amiga— dices María, mirándome a los ojos, (mientras tus ropas y las mías vuelven a estos tiempos y el ruido de los automóviles nos sorprende frente la parroquia de Luján, en mi barrio) gracias por compartir conmigo esta noche, una de las más duras de mi tiempo en esta tierra. Realmente, cuesta ver a Dios detrás de tanto dolor, cuesta poder encontrarlo para que nos tome de la mano, cuesta no enloquecer como ese pobre viejo del desierto… cuesta, buena amiga, pero no es imposible, es más, es el único camino. Dios, tras el dolor que nos causan los seres humanos. Dios, sosteniendo. Dios, poniendo rosas sobre tantas espinas. Dios, transformando el dolor en camino de salvación. Dios, permitiendo que nuestra angustia ayude a otros a superar la suya. Cuando tu alma tenga más preguntas que respuestas, más dolor del que crees poder soportar, más soledad que compañía, más desilusión que sueños entonces, más que nunca, búscalo; que siempre habrá un Egipto donde puedas esconderte hasta que pase el temporal.
—Señora— y apenas si puedo contener mis lágrimas— ¡Cuánto, cuánto me amas, cuánto me cuidas, cuánto me enseñas! ¿Te dije ya cuánto te amo?— y me arrojo en tus brazos y lloro por los niños muertos, lloro por mí, lloro por la humanidad.
Mientras te alejas, y yo seco mis lágrimas, un grupo de jóvenes pasa riéndose de uno de ellos, al tiempo que le dicen «¡Qué la inocencia te valga! Ja,ja,ja» típico comentario de las bromas del Día de los Inocentes.
Tengo ganas de gritar, ganas de decirles que el origen de esa recordación es la sangre de niños pequeños derramada por Jesús, pero siento que no vale la pena; prefiero escribir este relato, escribirlo para que tú, después de leerlo, ya no rías con las bromas de los 28 de diciembre. Porque si tú no ríes, si le cuentas esta historia a un amigo y él ya tampoco ríe… entonces… entonces algo habrá cambiado en este mundo… porque recordando a nuestros mártires, los honramos.
Nota de la autora: «Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de «Cerrar los ojos y verla» o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.»
Si quieres contactar con la autora: susanaratero@yahoo.com.ar
Fuente: Cuento original en mercaba.org.
por CeF | Fuentes varias | 28 Dic, 2013 | Postcomunión Historias de la Biblia
Recordemos aquel trozo de pequeña historia política: ante el reyezuelo Herodes aparecieron un día tres sabios, preguntándole, incautos como buenos sabios, dónde estaba el rey que acababa de nacer. Herodes, disimulando el terror para utilizarles a ellos mismos como manera de cortar el peligro, convocó doctores que le dijesen dónde anunciaban las profecías el nacimiento del futuro rey redentor—»liberador», diríamos modernamente—, y se dispuso a luchar con los presagios y con los profetas. Aquellos sabios, sin infundir sospechas por su misma buena fe, le servirían para descubrir el escondrijo del niño. Pero—ya lo recordáis—los sabios, avisados en sueños, volvieron por otros caminos hacia su patria. Y Herodes contó los días, nervioso, irritado consigo mismo por su estupidez. Al fin se decidió a explorar, y se convenció de la decepción: se habían ido. Su remedio fue frío, feroz, burocrático, con estilo del siglo xx: calculó los tiempos, la tardanza del viaje de los Magos, la ida a Belén. Ia espera; añadió un «margen de seguridad», redondeó; salían dos años.
Entonces decretó: que murieran todos los niños de esa comarca nacidos en los últimos dos años. Fue como una leva militar, dos «reemplazos» de niños para morir, arrancados a sus madres; algunos ya andando, diciendo sus primeras palabras balbucidas: otros muertos sobre los pechos maternos. Que dentro de unos años se notara un extraño fenómeno —un vacio de edad entre los mozos, menos brazos para la siega, una escasez de novios para las muchachas—, esto era un detalle administrativo sin importancia. Lo que importaba era durar en el mando, no ser depuesto del trono. Todavia, tiempo después, algún espia herodiano recorreria la región sonsacando, preguntando por los niños, preguntando si alguien confiaba en un futuro rey, si tal vez, ahora mismo… Pero habia un vacio tranquilizador. El baño de sangre parecía haber borrado el peligro.
Esos son los Santos Inocentes, los mártires sin culpa. Pero—nos dice nuestro instinto respondón—también sin mérito. Tendemos a pensar que la bienaventuranza es sólo el pago debido a trabajos y sufrimientos conscientes y voluntarios, y que el niño pequeño todavía no es quién para la gloria. «Angelitos al cielo», decimos como fórmula hueca de consuelo, pero nos resistimos a pensar que allí sean, no cabecitas tontas con alas, no juegos inconscientes, sino personas enteras, que acaso gozarán de Dios mejor que muchos sabios y muchos grandes hombres. Pero ¿es que cuenta tanto la diferencia del crecer, si no es a los tristes efectos de ser más responsables de nuestras maldades? «El que no se haga semejante a uno de estos pequeñuelos no entrará en el reino de los cielos.» ¿Acaso hemos ido mucho más allá del niño en comprender a Dios, en saber por qué hacemos lo que hacemos en la vida? A veces es al contrario; hemos enredado, con nuestro orgullo de creer que sabemos explicarlo todo, la clara simplicidad del mundo que teníamos al llegar, donde todo era tan natural y tan enterizo, risa y miedo, cariño y horror, y el sentir que dependemos de algo, al fondo de la vida, nunca bien visible.
El niño tiene también su manera de gloria. San Pablo dice que hay diferencias entre la gloria de las almas como entre la luz de las estrellas: y acaso podemos entender que no sólo es que haya más o menos luz, sino que la luz es diversa, pura y quieta en alguna estrella pequeña: parpadeante y de colores en alguna estrella grande y agitada. El niño todavía está hecho, sin más, para la gloria, sin tener que curarse del arrastre vivido para brillar en luz: su gloria no tendrá ciertas profundidades—ciertos «gozos accidentales», diría la teología—del alma que llega de un largo viaje dolorido, pero será también gloria total, «de mayor». El niño crecerá para Dios en su madurez eterna. Y es que nuestros «méritos»—esa palabra que deberia hacernos ruborizar cada vez que la usamos—valen porque sirven para que Cristo nos dé los suyos. Como los jornaleros del Evangelio, acaso nos irrita pensar que lo que se nos dará tras de tanto peligro y esfuerzo, ya lo tienen unos niñitos que ni siquiera pudieron ser tentados y que apenas tuvieron tiempo de ser buenos y malos. Otra vez Cristo responde «Y a ti qué te importa? ¿No es acaso un enorme regalo el que os hago a todos, en cuanto no os negáis a ello? ¿Por qué no iban a tener los pequeños esa suerte? ¿Creéis que vais a tocar a menos? Tal vez os molesta ya la compañía de los niños en la tierra, porque os señala la vaciedad de lo que creéis vuestros «méritos» de mayores, y porque os desconciertan con sus grandes preguntas, que vosotros empequeñecéis y contestáis con una bobada superficial. Y os desazona pensar que la gloria no es simplemente un asunto de los de «personas mayores», como vuestros oficios, vuestras visitas y vuestras costumbres; que es algo tan arrollador y abierto que seguramente los niños, como en el campo, pueden estar más a gusto allí que vosotros, Pero así hay que hacerse todos: puros e infatigables, como niños jugando, para disfrutar del gran recreo definitivo.
Pero el niño—lo sabemos—, si no se le aplica la redención de Cristo, queda al margen, sin pena ni gloria; no hereda la condena adánica, pero tampoco se puede agarrar a la mano que abre la gloria. Es el caso del niño sin bautizar. Pero, así como hay un «bautismo de sangre», aun sin agua sacramental, para los hombres que reciban la muerte por amor de Dios, también lo puede haber para los niños. Ya sabemos que no hace falta que el niño crezca y diga su voluntad para ser llevado a la pila por el bautismo y entrar en la Iglesia de Cristo; así, tampoco hizo falta que crecieran para que el bautismo de muerte, recibido en ignorancia, les hiciera cristianos en el último momento. Asi entraron en tropel a la gloria para jugar, atónitos, con Dios.
Desde ellos, casi continuamente, de vez en cuando, la historia ha dado «inocentes al cielo». Cada vez que en el mundo hay una guerra o una matanza por las cosas de Dios, hay mártires inconscientes, involuntarios, que mueren revestidos, sin saberlo, de la sangre de Cristo. Basta que no estén enemistados con Dios: un bombardeo, un fusilamiento en masa, convierte en héroes de gloria incluso a quienes, preguntados uno por uno, tal vez se hubiesen acobardado. Tienen derecho al titulo de compañeros de Cristo en su martirio, a través de los siglos, y no se les negará sólo porque ellos no lo hayan pedido. Ocurre lo mismo con la patria: tan héroe es el que dió su sangre acudiendo a alistarse voluntario como el que fue quizá de mala gana, porque tocaba su turnno. Sus nombres no se distinguen en las listas y las lápidas.
Hay aquí un profundo y olvidado consuelo. La historia camina sobre mieses de cadáveres que nos parecerían muertos en vano, a ciegas, como animales en cataclismo; pero de entre tanta carnicería a veces se elevan ejércitos enteros de almas santas, transfiguradas súbitamente de su mediocridad y de su olvido por el sagrado azar de que les tocó caer por causa de Cristo, como una de las infinitas pavesas que brotan del largo incendio traído por la palabra de Dios.
«De la boca de los que no saben hablar sacaste tu alabanza», dice el profeta Jeremías anunciando la gloria evangélica de los niños. Y nosotros hemos de inclinarnos sobre la matanza de los Santos Inocentes para meditar cómo ahí está la mejor gloria que el hombre da a Dios muriendo: todos sus trabajos, todas sus reflexiones y sus convicciones quedan como diminuto añadido al lado de la gran entrega de la vida, ni siquiera pensada, simplemente porque se estaba en las manos de Dios y al morir se ha caído en ese gran abismo de luz que todo lo transfigura. No es preciso que nos alcance la muerte violenta por la causa divina para morir por Dios, para que nuestra muerte se una a la de Cristo, elevándonos de la miseria en que pasamos los días: nos basta ser obscuros siervos, preparados y fieles, y que nuestra vida esté echada siempre ante Él, para que nuestra muerte, por plácida que sea, ocurra «en acto de servicio» y transfigure nuestro pasado vivir como en renovado bautismo sangriento.
José María Valverde (mercaba.org)
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Otras fuentes en la red
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Recursos audiovisuales
Los Santos Inocentes, reflexión del evangelio del día por el Hno. Marcelo Caballero
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El martirio de los Santos Inocentes, fragmento de la película Jesús de Nazareth
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Los Santos Inocentes, por Encarni Llamas en DiócesisTV
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por Tere Fernández | Catholic.net | 29 Oct, 2012 | Catequesis Artículos
El día 1 de noviembre celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.
Comunión de los santos
La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.
Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:
¿Como alcanzar la santidad?
- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.
Un poco de historia
La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires
La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.
Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.
Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.
Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.
Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.
El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral
Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos).
Categorías de culto católico
Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.
- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.
Fuente original: Catholic.net
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por RELIFER | 27 Oct, 2012 | Despertar religioso Juegos
Con motivo de la commemoración del día de Todos los Santos, os presentamos estas láminas para que los más pequeños de la familia se entretengan coloreando. Los dibujos están creados por el magnífico ilustrador Nunzio Rubino, quien colabora habitualmente en religiocando.it un maravilloso portal web italiano con todo tipo de recursos para la catequesis que muy bien podréis aprovechar padres y catequistas.
Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando las imágenes o los títulos en texto de cada dibujo.
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Láminas de santos para colorear
Todos los Santos
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Fuente original: Relifer
por Arquidiócesis Primada de México | 22 Oct, 2012 | Primera comunión Dinámicas
Nos acercamos a la fiesta de Todos los Santos. En las últimas décadas su significado ha perdido valor a los ojos de muchos sectores de la sociedad, especialmente jóvenes y niños, con las cada vez más habituales celebraciones del Halloween durante la noche del 31 de octubre.
En anteriores artículos indicamos formas de celebración alternativas que acercan esta fiesta a su verdadero valor cristiano. En este, sin embargo, proponemos una dinámica catequética para los niños referida a esta fiesta, que ha sido elaborada por el equipo del Secretariado Diocesano de Evangelización y Catequesis de la Archidiócesis de México. Como es habitual, hemos actualizado la dinámica y la hemos reforzado con recursos.
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I. Experiencia del niño
Ir acomodando a la vista de los niños dibujos o fotos de los superhéroes que más conocen por la televisión, y también algunos anti-superhéroes; que ellos los vayan reconociendo por sus nombres.
Pulsad sobre la imagen o sobre este enlace y accederéis a un pequeño mural de superhéroes.
Preguntadles cuáles más conocen ellos, id apuntando en un lugar visible los nombres que vayan dando y entrad en un diálogo:
–¿Cuál es tu superhéroe favorito?
–¿Qué es lo que más te gusta de él?
–¿Te gustaría tener sus superpoderes?
–¿Qué harías tú si fueras superhéroe?
–¿Por qué algunos son buenos y otros son malos?
–¿Por qué tienen poderes?
–¿Te has topado con alguno de ellos por la calle?
–¿Existen de verdad estos superhéroes?
II. Experiencia de los santos
Los católicos estamos de fiesta porque el Primero de Noviembre se celebra a todos los santos. Esa es la verdadera fiesta de estos días, celebrar a los monstruos y a las brujas no es de cristianos. Celebrar el día de muertos es una tradición de México, pero también de otros muchos lugares en España e Hispanoamérica, y es bueno que como cristianos hagamos oración por nuestros difuntos. Pero… ¿por qué celebrar la fiesta de todos los santos? ¿Quiénes son los santos?
Los santos no son personas diferentes de nosotros, en todos los tiempos ha habido santos, de diferente edad, unos niños, otros jóvenes, adultos, viejitos, hay santos y hay santas, unos flaquitos, otros gorditos, unos muy inteligentes otros muy sencillos, algunos han nacido muy ricos otros fueron muy pobres, unos son blancos otros negros, unos han sido santos desde pequeños, otros llevaron una vida en la que no conocían a Dios, y se portaron muy mal, pero cuando se encontraron con Jesús, cambiaron, y decidieron ser felices siguiéndolo.
Todos, pero todos, estamos llamados a ser santos, Dios nos quiere santos, y para eso nos dio el Don de la Fe, fue su regalo cuando nos bautizaron, y todos los que estamos bautizados tenemos que ser santos, pero también tenemos que querer serlo. El Don de la Fe es más grande que todos los superpoderes de tus héroes favoritos y además es de verdad. Pero la fe no es para tener unos músculos muy fuertes, o para poder volar, o ver a través de las paredes, ni para golpear a nadie.
Ser santos es querer seguir a Jesús, actuar como él, hacer el bien como él, amar como él:
Ahora, dialoguemos con los niños:
–¿A qué santo o santa conoces?,
–¿Por qué es santo?
(Haced una pequeña lista como la de los superhéroes pero de los santos que los niños vayan nombrando).
–En tu casa, ¿hay imágenes de algún santo o santa?
–¿Sabes cómo vivió o qué hizo para ser santo?
–En la tele, ¿has visto algún programa o película sobre algún santo?
Vamos ahora a conocer algunos de ellos.
Santo Domingo Savio
Hace un tiempo hubo un niño llamado Domingo Savio, que desde muy chiquito entendió que ser amigo de Jesús era lo más importante en la vida. El día que hizo su primera comunión, escribió en un papelito: «Mis amigos serán Jesús y María, me confesaré y comulgaré los domingos y días de fiesta, prefiero morir antes que pecar». Quería hacer la voluntad de Dios en todo. Un día un maestro preguntó en el recreo a todos los niños: «Si supieran que hoy iban a morir ¿qué harían?, uno contestó «correría con mi mamá», otro dijo: «yo iría a la Iglesia a rezar y a confesarme», y Domingo dijo: «seguiría jugando porque en este momento esa es la voluntad de Dios». Era un niño alegre, feliz, porque amaba a Jesús.
Santa Teresa de Lisieux
Santa Teresita, también amaba mucho a Jesús y a María Santísima, tenía muchas hermanas y todas ellas quisieron consagrarse al Señor. Ella siempre supo que todas las cosas pequeñas, oraciones, trabajos, servicios hechos con amor eran lo que agradaba a Dios, un día le dijo a Jesús que ella quería ser su «pelotita» para que el niño Jesús jugara con ella. Cuando recibía la Sagrada Comunión era la más feliz del mundo. Era buena con todos y buscaba hacer favores a las personas que no sabían dar las gracias y eso le costaba trabajo pero se lo ofrecía a nuestro Señor. Rezaba como quien platica con el mejor de los amigos porque conocía muy bien quien era Jesús.
San Agustín de Hipona
San Agustín fue un gran santo, pero él no siempre se portó bien, hacía sufrir a su mamá con su mal comportamiento, pero su mamá que era muy santa, se llamaba Mónica, rezaba mucho para que su hijo conociera a Jesús, y el día que Agustín encontró a Jesús en su vida se llenó de tanta alegría que ya no quiso nunca más pecar, fue con su mamá y juntos rezaron y dieron gracias a Dios. San Agustín llegó a ser Obispo y tenía tanta confianza en el amor de Dios que le decía: «Señor, nos creaste para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti». Pensaba y meditaba en las cosas de Dios, escribió muchos libros que ahora en la Iglesia sirven de guía para todos los cristianos. Decía también: «Ama y haz lo que quieras», porque sabía muy bien, que cuando se ama a Dios sólo harás lo que le agrada.
Santa Teresa de Calcuta
La Madre Teresa de Calcuta, quiso agradar a Jesús sirviendo a los más pobres, a los que nada tenían, a los que no podían pagar con nada, cuidaba con mucho amor a los enfermos porque decía que en los enfermos más pobres encontraba a Jesucristo. Todas las mañanas asistía a Misa, y comulgaba, para que todo lo que hiciera en el día fuera obra de Jesús. Cuando ya estaba muy viejita, seguía trabajando, hablaba a mucha gente, a los presidentes de los países, a los sacerdotes a personas de todo el mundo y los invitaba a que cuidaran la vida de todas la personas, sobre todo la de los niños. Ella rezaba siempre el Santo Rosario porque así siempre tenía la ayuda de la Virgen María.
La labor de otros santos
Otros santos han ido a lugares muy lejanos donde no se conoce a Jesús y les enseñan a amar a nuestro Señor, a ellos se les llaman Misioneros. Algunos han muerto dando su vida por la fe: estos son los Mártires. Otros se han dedicado a cuidar a los enfermos, a los pobres, algunos fundaron colegios para que los niños se educaran y conocieran a Jesús. Otros se han quedado en su ciudad y en su casa pero han hecho la voluntad de Dios y se han mantenido en su amistad.
Algunos santos son muy conocidos por todos, pero hay otros que nadie conoce, más que Dios. Otros que han estado enfermos le entregan a Jesús todos sus sufrimientos, y así, nos encontramos que aunque los santos no salen mucho en la televisión ni los periódicos nos platican de ellos, están haciendo que en el mundo brille la gloria de Dios.
Los nombres que tenemos muchas veces son los nombres de algún santo o santa, son nuestros patronos, por ejemplo san Carlos Borromeo, santa Teresa de Jesús, santa Cecilia, san Pedro, san Juan, san Alberto Magno, etc.
El culto a los santos
A los santos, o sea, a quienes ya están en el cielo porque vivieron su bautismo, se los venera porque son:
Modelo: Porque viendo lo que ellos hicieron para ser amigos de Dios nosotros los podemos imitar.
Estímulo: Porque ellos, lucharon como ahora nosotros y ya gozan de la herencia a la que también nosotros estamos llamados.
Intercesores: Son amigos y hermanos nuestros y grandes bienhechores a quienes podemos recurrir suplicándoles que hagan valer su influencia ante Dios en ayuda de nuestras necesidades.
III. Experiencia cristiana
Ya nos dimos cuenta que los superhéroes son algunos personajes de la televisión, que nos divertimos y jugamos a que somos ellos, pero que en realidad no podemos tener superpoderes porque ellos solo existen en las caricaturas y las películas, en cambio los santos son aquellos que han sido fieles a su bautismo, que el don de la fe que recibieron lo usaron muy bien.
Los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI nos han invitado a vivir la santidad muchas veces: ellos han llevado una vida de santidad y han subido al altar a muchos santos, y nos dicen que para ser santos hay que:
Orar. Hacer oración, no sólo rezar oraciones de memoria sino poner en ellas el corazón, orar es platicar con Dios.
Ir a Misa y comulgar. La Misa (la Eucaristía), es el lugar más hermoso del mundo, es como estar en el cielo porque ahí está presente Jesús que se nos da en la comunión.
La Confesión. Acercaros seguido al perdón que Dios siempre nos da cuando hemos pecado. Así recuperamos su amistad y volvemos a ser felices.
La Gracia. Confiar en Dios, saber que sólo porque Jesús nos acompaña siempre, podemos ser buenos.
Escuchar la Palabra de Dios. Conocer lo que Dios nos dice en la Biblia, aprender el catecismo, para hacer lo que le agrada a Dios.
Anunciar la Palabra de Dios. Ser misioneros, llevar a otros la alegría de encontrarse con Jesús, lo podemos hacer con palabras, con nuestro comportamiento, con nuestra compañía, ayudando a los demás con amor.
La Santísima Virgen, san José, los apóstoles, mártires y santos todos esperan nuestro triunfo, están atentos a nuestra lucha, no nos olvidan.
Concluimos la dinámica, dialogando con los niños:
–¿Qué crees que puedes hacer tú para ser santo?
–De los santos que hemos hablado hoy, ¿a quién te gustaría parecerte?
* * *
Fuente original: Secretariado Diocesano de Evangelización y Catequesis de la Archidiócesis de México.
por Aciprensa | 29 Oct, 2009 | Primera comunión Dinámicas
Para los creyentes, la fiesta de Todos los Santos refleja la fe en el futuro para quienes esperan y viven según el Evangelio predicado por Jesús. El respeto a los restos mortales de quienes murieron en la fe y su recuerdo, se inscribe en la veneración de quienes han sido «templos del Espíritu Santo».
La fiesta de Todos los Fieles Difuntos fue instituida por San Odilón, monje benedictino y quinto Abad de Cluny en Francia el 31 de octubre del año 998. Al cumplirse el milenario de esta festividad, el papa Juan Pablo II recordó que «San Odilón deseó exhortar a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. A partir del Abad de Cluny comenzó a extenderse la costumbre de interceder solemnemente por los difuntos, y llegó a convertirse en lo que San Odilón llamó la Fiesta de los Muertos, práctica todavía hoy en vigor en la Iglesia universal».
«Al rezar por los muertos —decía san Juan Pablo II—, la Iglesia contempla sobre todo el misterio de la Resurrección de Cristo que por su Cruz nos obtiene la salvación y la vida eterna. La Iglesia espera en la salvación eterna de todos sus hijos y de todos los hombres».Tras subrayar la importancia de las oraciones por los difuntos, el Pontífice afirma que las «oraciones de intercesión y de súplica que la Iglesia no cesa de dirigir a Dios tienen un gran valor. El Señor siempre se conmueve por las súplicas de sus hijos, porque es Dios de vivos. La Iglesia cree que las almas del purgatorio “son ayudadas por la intercesión de los fieles, y sobre todo, por el sacrificio propiciatorio del altar”, así como “por la caridad y otras obras de piedad”».
En razón a ello, el Papa anima a los católicos «a rezar con fervor por los difuntos, por sus familias y por todos nuestros hermanos y hermanas que han fallecido, para que reciban la remisión de las penas debidas a sus pecados y escuchen la llamada del Señor».
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¿Qué es y qué significa «Halloween»?
Halloween deriva de All hallow’s eve, expresión del inglés antiguo que significa ‘víspera de todos los santos’, ya que se refiere a la noche del 31 de octubre, víspera de la Fiesta de Todos los Santos. Sin embargo, la antigua costumbre anglosajona le ha robado su estricto sentido religioso para celebrar en su lugar la noche del terror, de las brujas y los fantasmas. Halloween marca un triste retorno al antiguo paganismo, tendencia que se ha propagado también entre los pueblos hispanos.
Cultura y negocio del terror
Una cultura de consumo que propicia y aprovecha las oportunidades para hacer negocios, sin importar cómo. Hollywood ha contribuido a la difusión del Halloween con una serie de películas en las cuales la violencia gráfica y los asesinatos crean en el espectador un estado morboso de angustia y ansiedad. Estas películas son vistas por adultos y niños, creando miedo en estos últimos y una idea errónea de la realidad. El Halloween hoy es, sobre todo, un gran negocio. Máscaras, disfraces, dulces, maquillaje y demás artículos necesarios son un motor más que suficiente para que algunos empresarios fomenten el «consumo del terror». Se busca además favorecer la imitación de las costumbres norteamericanas por considerarse que esto está bien porque este país tiene chapa de «superior».
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Pensándolo desde la fe
Una propuesta de temas para considerar detenidamente nuestra fe católica y la actitud que debemos tomar ante el Halloween.
Ante todos estos elementos que componen hoy el Halloween, vale la pena reflexionar y hacerse las siguientes preguntas:
- ¿Es que, con tal que se diviertan, podemos aceptar que los niños al visitar las casas de los vecinos, exijan dulces a cambio de no hacerles un daño (estropear muros, romper huevos en las puertas, etc.)? Respecto de la conducta de los demás se puede leer el criterio de Nuestro Señor Jesucristo en Lc 6, 31.
- ¿Qué experiencia (moral o religiosa) queda en el niño que para «divertirse» ha usado disfraces de diablos, brujas, muertos, monstruos, vampiros y demás personajes relacionados principalmente con el mal y el ocultismo, sobre todo cuando la televisión y el cine identifican estos disfraces con personajes contrarios a la sana moral, a la fe y a los valores del Evangelio.? Veamos qué dice Nuestro Señor Jesucristo del mal y lo malo en Mt 7, 17 y Mt 6, 13. La Palabra de Dios nos habla de esto también en 1 Pe 3, 8-12.
- ¿Cómo podemos justificar como padres de una familia cristiana que nuestros hijos, el día de Halloween hagan daño a las propiedades ajenas? ¿No seríamos totalmente incongruentes con la educación que hemos venido proponiendo en la cual se debe respetar a los demás y que las travesuras o maldades no son buenas? ¿No sería esto aceptar que, por lo menos, una vez al año se puede hacer el mal al prójimo? ¡Qué nos enseña Nuestro Señor Jesucristo sobre el prójimo? Leamos Mt 22, 37-40.
- Con los disfraces y la identificación que existe con los personajes del cine … ¿no estamos promoviendo en la conciencia de los pequeños que el mal y el demonio son solo fantasías, un mundo irreal que nada tiene que ver con nuestras vidas y que por lo tanto no nos afectan? La Palabra de Dios afirma la existencia del diablo, del enemigo de Dios en St 4, 7; 1 Pe 5, 18; Ef 6, 11; Lc 4, 2; Lc 25, 41.
- ¿Qué experiencia religiosa o moral queda después de la fiesta del Halloween?
- ¿No es Halloween otra forma de relativismo religioso con la cual vamos permitiendo que nuestra fe y nuestra vida cristianas se vean debilitadas?
Si aceptamos todas estas ideas y las tomamos a la ligera en «aras de la diversión de los niños» ¿Qué diremos a los jóvenes (a quienes durante su infancia les permitimos jugar al Halloween) cuando acudan a los brujos, hechiceros, médiums, y los que leen las cartas y todas esas actividades contrarias a lo que nos enseña la Biblia?
Es que nosotros, como cristianos, mensajeros de la paz, el amor, la justicia, portadores de la luz para el mundo ¿podemos identificarnos con una actividad en donde todos sus elementos hablan de temor, injusticia, miedo y oscuridad? Sobre el tema de la paz podemos leer Fil 4, 9 y Gal 5, 22. Ver qué dice Jesús sobre esto en Mt 5, 14 y Jn 8, 12.
Si somos sinceros con nosotros mismos y buscamos ser fieles a los valores de la Iglesia católica, llegaremos a la conclusión de que el Halloween no tiene nada que ver con nuestro recuerdo cristiano de los Fieles Difuntos, y que todas sus connotaciones son nocivas y contrarias a los principios elementales de nuestra fe.
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Sugerencias para los padres de familia
¿Cómo darle a los hijos una enseñanza auténtica de la fe católica en estas fechas? ¿Cómo hacer que se diviertan con un propósito verdaderamente católico y cristiano? ¿Qué podemos enseñarles a los niños sobre esta fiesta?
Ante la realidad que inunda nuestro medio y que es promovida sin medida por el consumismo nos preguntamos ¿qué hacer? ¿Taparnos los ojos para no ver la realidad? ¿Buscar buenas excusas para justificar su presencia y no darle mayor importancia a este «juego»? ¿Debemos prohibirles a nuestros hijos participar en el Halloween mientras que sus vecinos y amigos se «divierten»? ¿Serían capaces los niños de entender todos los peligros que corren y por qué de nuestra negativa a participar en esto?
La respuesta no es sencilla, sin embargo creemos que sí hay algunas cosas que podemos hacer:
Lo primero es organizar una catequesis con los niños en los días anteriores al Halloween, con el objeto de enseñarles el por qué de la festividad católica de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, haciéndoles ver la importancia de celebrar nuestros Santos, como modelos de la fe, como verdaderos seguidores de Cristo.
En las catequesis y actividades previas a estas fechas, es buena idea que nuestros hijos inviten a sus amigos, para que se atenúe el impacto de rechazo social y sus compañeros entiendan por qué no participan de la misma forma que todo el mundo.
Debemos explicarles de manera sencilla y clara, pero firme, lo negativo que hay en el Halloween y la manera en que se festeja. Es necesario explicarles que Dios quiere que seamos buenos y que no nos identifiquemos ni con las brujas ni con los monstruos, pues nosotros somos hijos de Dios.
Proponemos a los padres de familia una opción para sus hijos, pues seguramente los niños querrán salir con sus amigos en la noche del Halloween: Los niños pueden disfrazarse de ángeles y preparar pequeñas bolsas con dulces, regalos o tarjetitas con mensajes y pasar de casa en casa, y en lugar de hacer el «obsequio o truco» o de pedir dulces, regalarlos a los hogares que visiten y que expliquen que entregan dulces porque la Iglesia católica tendrá muy pronto una fiesta muy importante en la que se celebra a todos aquellos que fueron como nosotros deberíamos ser: los Santos.
Aunque este cambio no será sencillo para los niños, es necesario vivir congruentemente con nuestra fe, y no permitir que los más pequeños tomen como algo natural la connotación negativa del Halloween. Con valor y sentido cristiano, los católicos podemos dar a estas fechas, el significado que tienen en el marco de nuestra fe.
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Ideas creativas de cómo dar a los niños una enseñanza positiva en estas fechas
Los chilenos cambian «Halloween» por «Fiesta positiva»
Con el fin de cambiar los contenidos de muerte y terror promovidos en la fiesta de Halloween, numerosas instituciones y familias chilenas están impulsando una campaña para establecer el 31 de octubre como la «Fiesta de la Primavera», en donde los principales disfraces son de ángeles, santos y princesas, en vez de los terroríficos modelos de la celebración de origen celta y popularizado por Estados Unidos.
Algunos colegios, organizaciones comerciales y hasta supermercados de la capital se han sumado a la campaña. «Hay un público consumidor que está de acuerdo con el formato del festejo, pero otro que está mirando qué pasa y buscando tener algo para que sus hijos participen. Entonces vimos una masa que necesitaba tener una nueva fiesta y lanzamos otros productos», explicó el gerente de ventas de Arcor-Dos en Uno, Jorge Borselli.
Dicha empresa estrenó el año pasado la línea de caramelos «Hadas y magos»; junto con la empresa de golosinas Ambrosoli, que incorporó también esta temporada su línea «Magic» asociada a la bondad, la sabiduría y la valentía.
Asimismo, diversas compañías de disfraces están modificando su oferta para atender los requerimientos de esta nueva celebración. La socia de Duende Azul —con locales en la zona oriente y centro de Santiago—, Belén Aleu, afirmó que «la demanda ha ido cambiando en los últimos diez años. Antes pedían solo cosas de terror. Ahora llevan trajes de princesas, ángeles, cenicientas o damas antiguas».
Por otro lado, los supermercados de la capital se están sumando a este «Halloween blanco» cambiando su decoración para la festividad. «Ahora es una fiesta a la chilena, ya no solo con la connotación de fiesta de brujas», explicó el gerente de marketing de Jumbo, Francisco Guzmán.
Fiesta de Todos los Santos
«Los invitamos a participar de una alegre celebración
31 de octubre del 2003».
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- Hace ya dos años, una simple presentación como esta, distribuida por correo electrónico, inició un cambio radical en nuestra sociedad: rescatar el sentido original de la víspera de Todos los Santos.
- Esta iniciativa tuvo una gran acogida, adultos, jóvenes y niños celebramos esta fiesta en forma positiva, entretenida, sana y alegre y más acorde con nuestras costumbres y valores.
- Cada año somos más, por eso los invitamos a sumarse a esta iniciativa.
- En este año de consolidación queremos llegar a todos los rincones, celebrando masivamente «La Fiesta de Todos los Santos».
Estrategia
- Más que combatir la forma en que hoy se celebra «Halloween», que nada tiene que ver con nuestras costumbres y valores; queremos retomar el sentido original de esta fecha y celebrar la «Fiesta de Todos los Santos».
- Mantendremos los elementos buenos y positivos; celebrar, disfrazarse y compartir, pero proponemos cambiar los negativos:
— Muerte y oscuridad… por vida,
— terror y miedo… por alegría,
— violencia… por paz y amor,
— amedrentamiento y chantaje… por respeto y entrega.
- Proponemos una celebración amplia a la cuál todos se sumen alegremente independiente de su cercanía con la religión.
- De esta manera formaremos valores positivos en los niños ya que aprenderán a dar parte de sí para lograr sus objetivos, a respetar y no amedrentar y que por sobre todo deben prevalecer la vida, el amor, la paz y la alegría.
Planteamiento
Celebraremos la fiesta de «Todos los Santos».
Los niños y jóvenes saldrán a la calle a compartir con sus vecinos en un sano ambiente de amistad.
Los niños:
- Se disfrazarán de algo positivo como payaso, flor, santo, princesa, animalito, etc..
- Saldrán a las calles acompañados de algún adulto o joven responsable, a pedir dulces.
- Solo tocarán el timbre en las casas que tengan globos o cintas de color blanco en sus puertas o rejas, aceptando así participar en esta celebración. Al resto sencillamente no se les molestará.
- Para recibir los dulces los niños deberán entregar algo a cambio.
- A lo que entreguen le llamaremos «gracia» y puede ser un dibujo, una poesía, una oración, una flor, un santito, una tarjeta o algo hecho por ellos en su clase de Religión o de Arte.
Los jóvenes:
- Acompañarán a los niños en esta celebración siendo modelo y ejemplo para ellos, es decir celebrando en forma positiva para sembrar paz, amor y alegría.
- Si quieren organizar alguna fiesta o celebración los invitamos a hacer «Fiestas Blancas» donde todos se vistan de ese color y lo pasen muy bien en un ambiente positivo y alegre.
¿Qué les pedimos?
- Que distribuyan esta presentación a todas las personas que puedan.
- Que comenten esta iniciativa con su familia, amigos y conocidos.
- Que la hagan llegar a las empresas que estén interesadas en esta fiesta, a los medios de comunicación y a quienes puedan apoyarla.
- Propongan en Colegios, Jardines Infantiles e Iglesias, que la fiesta se aborde de manera positiva y constructiva.
- Apoyen y acompañen a sus hijos en esta celebración, así estaremos educándolos en los valores que esta fiesta nos invita a celebrar.
SI TODOS EMPUJAMOS ESTA IDEA,
CADA DÍA SEREMOS MÁS LOS QUE CELEBRAREMOS CON ALEGRÍA
«LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS».
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El Episcopado francés ilustra las fiestas de Todos los Santos y de los Difuntos
En medio de las campañas publicitarias de promoción de la fiesta de Halloween, la Conferencia Episcopal de Francia ha publicado un comunicado para explicar el sentido de las fiestas de Todos los Santos y del día de los Difuntos.
«A lo largo del año, la Iglesia católica celebra a los santos que ha canonizado oficialmente y que presenta como modelos y testigos ejemplares de la fe», recuerda el texto.
Con la fiesta del 1 de noviembre, día de Todos los Santos, la Iglesia desea «honrar a los santos «anónimos» —mucho más numerosos— que con frecuencia han vivido en la discreción al servicio de Dios y de sus contemporáneos».
En este sentido, aclara el documento, es la fiesta de «todos los bautizados, pues cada uno está llamado por Dios a la santidad». Constituye, por tanto, una invitación a «experimentar la alegría de aquellos que han puesto a Cristo en el centro de su vida».
El 2 de noviembre, día de oración por los difuntos, explican los prelados franceses, propone una práctica que comenzó con los primeros cristianos.
La idea de convocar una jornada especial de oración por los difuntos, continuación de Todos los Santos, surgió antes del siglo X, siguen explicando.
«El 1 de noviembre, los católicos celebran en la alegría la fiesta de Todos los Santos; al día siguiente, rezan de manera más general por todos los que han muerto», afirman.
De este modo, la Iglesia quiere dar a entender que «la muerte es una realidad que se puede y que hay que asumir, pues constituye el paso en el seguimiento de Cristo resucitado».
Esto explica las flores con que en estos días se adornan las tumbas, «signo de vida y de esperanza», concluyen los prelados.
«Holywins» una propuesta creativa de la Diócesis de París
La iniciativa, bautizada con el nombre de «Holy wins» (‘la santidad gana’) —juego de palabras contrapuesto a Halloween— ha sido lanzada por la arquidiócesis de París.
En el 2002, varios centenares de jovenes en la misión en las calles de París, más de 8000 personas al concierto del Place St. Sulpice, con una amplia cubierta en los medios.
Para el 2003, con el éxito de la primera edición, la gente joven va otra vez por las calles el 31 de octubre. ¿Su motivación? «Atestigüe su esperanza y su fe en la Resurrección».
(…) En una sociedad que tiende a eludir la cuestión de la muerte, la fiesta de Halloween tiene el mérito de interrogarnos sobre este tema, pero solo hace referencia a los rituales morbosos y macabros. Por este motivo los jóvenes de de París quieren aprovechar el éxito de Halloween para testimoniar su fe y la esperanza cristiana ante la muerte en la vigilia de la fiesta de Todos los Santos (1 de noviembre) y de los Difuntos, de los que se hace memoria al día siguiente.
Fuente: Documentos de Aciprensa