Evangelio del día: El mayor entre ustedes será el servidor
Mateo 23, 1-12. Sábado de la 20.ª semana del Tiempo Ordinario. ¡Cristo es nuestro verdadero y único Maestro! Por ello, estamos llamados a seguir al Hijo de Dios, al Verbo encarnado, que manifiesta la verdad de su enseñanza a través de la fidelidad a la voluntad del Padre, a través del don de sí mismo.
Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agradan las filacterias y alargas los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludamos en las plazas y oírse llamar «mi maestro» por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar «maestro», porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. a Nadie en el mundo llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco «doctores», porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Ezequiel, Ez 43, 1-7a
Salmo: Sal 85(84), 9-14
Oración introductoria
Padre mío, te pido que me libres de toda presunción e hipocresía. Tú sólo debes ser el centro de mi vida. Ilumina mi oración, soy tuyo y por este amor quiero servir a los demás.
Petición
Padre, que nuestro testimonio de cristianos sea coherente entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en práctica.
Meditación del Santo Padre Francisco
El cristiano que piensa que puede salvarse por sí solo «es un hipócrita», un «cristiano maquillado». La Cuaresma es el tiempo propicio para cambiar de vida y acercarse a Jesús pidiendo perdón, arrepentidos y dispuestos a testimoniar su luz ocupándose de los necesitados. Una nueva reflexión cuaresmal propuso el Papa Francisco el martes 18 de marzo en la misa celebrada en Santa Marta.
«Esto es la Cuaresma —así, en efecto, introdujo la homilía—, es un tiempo para acercarnos más al Señor». Por lo demás, explicó, lo dice la palabra misma, ya que Cuaresma significa conversión. Y precisamente con una invitación a la conversión, destacó refiriéndose al pasaje de Isaías (1, 10.16-20), «comienza la primera lectura de hoy. El Señor, en efecto, llama a la conversión; y curiosamente llama a dos ciudades pecadoras», Sodoma y Gomorra, a las que dirige la invitación: «Convertíos, cambiad de vida, acercaos al Señor». Esta, explicó, «es la invitación de la Cuaresma: son cuarenta días para acercarnos al Señor, para estar más cerca de Él. Porque todos nosotros necesitamos cambiar la vida». Y es inútil decir: «Pero, padre, yo no soy tan pecador…», porque «todos tenemos dentro alguna cosa y si miramos en nuestra alma encontraremos alguna cosa que no funciona, todos».
La Cuaresma, por lo tanto, «nos invita a ajustar, a acomodar nuestra vida» indicó el Pontífice. Es precisamente esto lo que nos permite acercarnos al Señor.
Al respecto, el Papa citó una vez más las palabras de la primera lectura: «Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve». Y continuó: «“Yo te cambio el alma”: esto nos dice Jesús. ¿Y qué nos pide? Que nos acerquemos. Que nos acerquemos a Él. Dios es Padre; nos espera para perdonarnos. Y nos da un consejo: “No seáis como los hipócritas”». Para explicarlo, el Papa Francisco luego hizo referencia al pasaje del Evangelio de Mateo (23, 1-12) poco antes proclamado: «Lo hemos leído en el Evangelio: este tipo de acercamiento el Señor no lo quiere. Él quiere un acercamiento sincero, auténtico. En cambio, ¿qué hacen los hipócritas? Se maquillan. Se maquillan de buenos. Ponen cara de estampa, rezan mirando al cielo, haciéndose ver, se sienten más justos que los demás, despreciando a los demás». Y presumen de ser buenos católicos porque tienen conocidos entre bienhechores, obispos y cardenales.
«Esto es la hipocresía —destacó—. Y el Señor dice no», porque nadie debe sentirse justo por su juicio personal. «Todos necesitamos ser justificados —repitió el obispo de Roma— y el único que nos justifica es Jesucristo. Por ello debemos acercarnos: para no ser cristianos maquillados». Cuando la apariencia se desvanece «se ve la realidad y éstos no son cristianos. ¿Cuál es la piedra de toque? Lo dice el Señor mismo en la primera lectura: “Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien”». Esta, repitió, es la invitación.
Pero, «¿cuál es la señal de que estamos en el buen camino? Lo dice la Escritura: socorrer al oprimido, cuidar al prójimo, al enfermo, al pobre, a quien tiene necesidad, al ignorante. Esta es la piedra de toque». Y aún más: «Los hipócritas no pueden hacer esto, porque están tan llenos de sí mismos que son ciegos para mirar a los demás». Pero «cuando uno camina un poco y se acerca al Señor, la luz del Padre hace ver estas cosas y va a ayudar a los hermanos. Este es el signo de la conversión».
Cierto, añadió, esta «no es toda la conversión; porque la conversión —explicó— es el encuentro con Jesucristo. Pero la señal de que estamos con Jesús es precisamente esta: atender a los hermanos, a los pobres, a los enfermos como el Señor nos enseña en el Evangelio».
Por lo tanto, la Cuaresma sirve para «cambiar nuestra vida, para ajustar la vida, para acercarnos al Señor». Mientras que la hipocresía es «el signo de que estamos lejos del Señor». El hipócrita «se salva por sí mismo, al menos así piensa», continuó el Santo Padre. Así, la conclusión: «Que el Señor nos dé a todos luz y valor: luz para conocer lo que sucede dentro de nosotros y valor para convertirnos, para acercarnos al Señor. Es hermoso estar cerca del Señor».
Santo Padre Francisco: Cristianos sin maquillaje
Meditación del martes, 18 de marzo de 2014
Meditación del Santo Padre Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
En la liturgia de este [día], el apóstol san Pablo nos invita a considerar el Evangelio «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1 Ts 2, 13). De este modo podemos acoger con fe las advertencias que Jesús dirige a nuestra conciencia, para asumir un comportamiento acorde con ellas. En el pasaje de hoy, amonesta a los escribas y fariseos, que en la comunidad desempeñaban el papel de maestros, porque su conducta estaba abiertamente en contraste con la enseñanza que proponían a los demás con rigor. Jesús subraya que ellos «dicen, pero no hacen» (Mt 23, 3); más aún, «lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar» (Mt 23, 4). Es necesario acoger la buena doctrina, pero se corre el riesgo de desmentirla con una conducta incoherente. Por esto Jesús dice: «Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen» (Mt 23, 3). La actitud de Jesús es exactamente la opuesta: él es el primero en practicar el mandamiento del amor, que enseña a todos, y puede decir que es un peso ligero y suave precisamente porque nos ayuda a llevarlo juntamente con él (cf. Mt 11, 29-30).
Pensando en los maestros que oprimen la libertad de los demás en nombre de su propia autoridad, san Buenaventura indica quién es el auténtico Maestro, afirmando: «Nadie puede enseñar, ni obrar, ni alcanzar las verdades conocibles sin que esté presente el Hijo de Dios» (Sermo I de Tempore, Dom. XXII post Pentecosten, Opera omnia, IX, Quaracchi, 1901, p. 442). «Jesús se sienta en la «cátedra» como el Moisés más grande, que extiende la Alianza a todos los pueblos» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 93). ¡Él es nuestro verdadero y único Maestro! Por ello, estamos llamados a seguir al Hijo de Dios, al Verbo encarnado, que manifiesta la verdad de su enseñanza a través de la fidelidad a la voluntad del Padre, a través del don de sí mismo. Escribe el beato Antonio Rosmini: «El primer maestro forma a todos los demás maestros, del mismo modo que forma a los discípulos, porque [tanto unos como otros] existen sólo en virtud de ese tácito pero poderosísimo magisterio» (Idea della Sapienza, 82, en: Introduzione alla filosofia, vol. II, Roma 1934, p. 143). Jesús condena enérgicamente también la vanagloria y asegura que obrar «para que los vea la gente» (Mt 23, 5) pone a merced de la aprobación humana, amenazando los valores que fundan la autenticidad de la persona.
Queridos amigos, el Señor Jesús se presentó al mundo como siervo, se despojó totalmente de sí mismo y se rebajó hasta dar en la cruz la más elocuente lección de humildad y de amor. De su ejemplo brota la propuesta de vida: «El primero entre vosotros será vuestro servidor» (Mt 23, 11). Invoquemos la intercesión de María santísima y pidamos, de modo especial, por aquellos que en la comunidad cristiana están llamados al ministerio de la doctrina, para que testimonien siempre con obras las verdades que transmiten con la palabra.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Ángelus del domingo, 30 de octubre de 2011
Propósito
Que Dios sea todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás.
Diálogo con Cristo
Jesús mío, meditando tu Evangelio, me doy cuenta de que frecuentemente me preocupo de cosas sin importancia, olvidando lo que debe ser mi principal preocupación: corresponder a tu amor. Mi fe no se manifiesta en ritos o devociones, sino en mis actos concretos de amor a Dios y a los demás. Ayúdame, dame tu gracia, para que sepa amar, dejando a un lado toda vanidad y deseo de aparecer.
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