La transmisión de la fe en la familia, artículo 5

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La oración en familia: un método infalible

Que la oración brote de la escucha de Jesús, de la lectura del Evangelio, no olviden, cada día leer un pasaje del Evangelio. Que la oración brote de la confianza con la Palabra de Dios. ¿Hay esta confianza en nuestra familia? ¿Tenemos en casa el Evangelio? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos rezando el Rosario? El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Y en la mañana y en la noche, y cuando nos sentamos en la mesa, aprendemos a decir juntos una oración, con mucha sencillez: es Jesús que viene entre nosotros, como iba en la familia de Marta, María y Lázaro.

Una cosa que tengo en el corazón, que he visto en las ciudades: ¡hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la Cruz! Tú mamá, papá, enseña al niño a rezar, a hacer la señal de la Cruz, esta es una tarea bella de las mamás y de los papás.

En la oración de la familia, en sus momentos fuertes y en sus pasajes difíciles, somos confiados los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en familia sea cuidado por el amor de Dios.

SS Francisco, Audiencia general del 26 de agosto de 2015.

Sumario

1.  La oración de Jesús en el hogar de Nazaret

2. La oración en familia según la Sagrada Escritura.

3. La oración en familia en la enseñanza de los Papas.

4. El niño ora como ve orar a sus padres.

5. La oración en familia requiere un clima peculiar de libertad y responsabilidad

6. Algunas sugerencias para la oración en familia.

7. Un posible esquema para la oración en familia

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1.  La oración de Jesús en el hogar de Nazaret

familia05-02No sabemos casi nada de cómo era la oración de Jesús durante su infancia. Solamente conocemos el episodio del templo cuando tenía doce años. El evangelio de san Lucas nos cuenta la peregrinación que hicieron a Jerusalén José y María con Jesús para la fiesta de la Pascua cuando el niño cumplió doce años (Lc 2, 41-50). Jesús rezaría en el templo en esos días junto a María y a José.

La respuesta que dio Jesús a sus padres —“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?”— deja entrever “el misterio de la consagración total de Jesús a una misión derivada de su filiación divina” (CCE, 534).

Sabemos también que, al retornar a Nazaret, María meditada todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 51). Y, por supuesto, Jesús oraba en todo momento: durante su trabajo en el taller elevaría con frecuencia la mente y el corazón a su Padre celestial para ofrecerle aquella tarea redentora. Y al atardecer se apartaría a algún lugar solitario, como le vemos hacer de adulto, para hablar con su Padre del cielo.

Antes, siendo más pequeño, rezaría con sus padres en el hogar de Nazaret, como se hacía en cualquier familia hebrea. “¡Qué grato es representarse a María ayudando a Jesús a balbucir sus primeras oraciones, enseñándole a leer algunos salmos, contándole los principales episodios de la historia de Israel…!” (Fillion). Junto a José y a María rezaría la famosa oración del “Shemá” y algunos Salmos y, quizás, cuando leían en familia alguna profecía mesiánica, el silencio y recogimiento de la oración se haría más intenso. ¡Qué contraste entre esta oración fundamentada en las Sagradas Escrituras y la de nuestro tiempo en el que su conocimiento es tan escaso!

(dibujo de la Sagrada Familia haciendo un rato de lectura de la Biblia en su casa de Nazaret. José lee, la Virgen cose y el Niño –de unos 8 años— escucha atentamente)

Nada más comenzar su vida pública, vemos a Jesús orando con mucha frecuencia. Toda su vida pública aparece en los evangelios como una vida de oración.

Benedicto XVI nos dijo: “la oración no es algo accesorio u opcional (en la vida de un cristiano o de una familia cristiana), sino una cuestión de vida o muerte”. “Solo quien ora puede entrar en la vida eterna”. “La verdadera oración consiste en unir nuestra voluntad con la de Dios”. Estas verdades cristianas esenciales deberían ser percibidas por los hijos, desde muy pequeños, al ver rezar a sus padres. Y, en cualquier caso, la Sagrada Escritura, debería ser el principal punto de referencia para la oración familiar.

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2. La oración en familia según la Sagrada Escritura

Veíamos en el capítulo 2 los estragos que está causando el secularismo en la sociedad actual, sobre todo en occidente. ¿Cómo pueden las familias cristianas responder a este cambio de época que parece dar la espalda a Dios? ¿Cómo pueden sostenerse los valores cristianos en un ambiente tan adverso? Sólo hay una respuesta: la oración en familia. Nos lo ha dicho el mismo Dios en la Sagrada Escritura, concretamente en la célebre oración llamada “Shemá”, que el Señor mandó recitar al pueblo de Israel:

“iEscucha, Israel. El Señor es nuestro Dios, Él es Único. iAmarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas!”

Y enseguida añade:

«¡Que estas palabras que te dicto hoy estén siempre en tu corazón. Las repetirás a tus hijos, y hablaras de ellas cuando estés sentado en casa y al ir de camino, al acostarte y al levantarte!» (Dt 6, 4-9).

“Grabad bien estas palabras en vuestro corazón y en vuestras almas. Atadlas como una señal en vuestra mano, y sirvan como un recordatorio ante vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos; háblales de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas” (Dt 11, 18-20).

El «Shemá» es la oración fundamental del pueblo de Israel. Este texto bíblico, que ha mantenido unido al pueblo hebreo a lo largo de los siglos, nos ayuda a entender la importancia que tiene que los padres transmitan personalmente la fe a sus hijos; es un mandamiento divino que ha dado Dios a los padres y estos no lo deben delegar fácilmente en otras personas.

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Sin embargo, son muchos los padres católicos que han decidido poner en manos de otras personas la decisiva tarea de enseñar la fe a sus hijos. Unas veces, la han confiado a la catequesis parroquial, otras, a un colegio de ideario católico. Y después, “cuando los hijos han ido a la universidad, esos padres cristianos se asombran de que sus hijos hayan perdido la fe” (Kico Argüello).

Entre los primeros cristianos la transmisión de la fe a los hijos, por medio de las Sagradas Escrituras cumplidas en Jesucristo, era una misión fundamental que asumían gozosamente los padres. Conocemos el testimonio en la segunda carta de San Pablo a Timoteo: «Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2 Tim 3,14-15).

Es de vital importancia que esa tradición que se ha venido manteniendo a lo largo de tantos siglos en las familias cristianas se mantenga viva también en nuestros días. De ello depende la supervivencia del cristianismo en occidente.

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3. La oración en familia en la enseñanza de los Papas

Los Papas del siglo XX y del XXI han insistido unánimemente en que la familia cristiana es el ámbito más eficaz para educar la fe de los hijos y para enseñarles a orar. Analicemos algunas de sus enseñanzas:

familia05-03Pablo VI (hablando a matrimonios cristianos): “¿Enseñáis a vuestros niños las oraciones del cristiano? ¿Les preparáis, de acuerdo con los sacerdotes, para recibir los sacramentos de la primera edad: confesión, eucaristía, confirmación? ¿Los acostumbráis, si están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda de la Virgen María y de los santos? ¿Rezáis el Rosario en familia? Vuestro ejemplo, vale una lección de vida… Recordad: así edificáis la Iglesia” (citado por Juan Pablo II en FC, n. 60)

famicrisis_005Juan Pablo II: “Elemento fundamental e insustituible para la educación de la oración es el ejemplo y el testimonio vivo de los padres; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas profundas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar” (FC, n. 60).

“Los padres son los primeros mensajeros del Evangelio ante sus hijos. Es más, rezando con los hijos (…) llegan a ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de la vida corporal, sino de aquella que brota de la Cruz y Resurrección de Cristo” (FC, n. 39).

famicrisis_006Benedicto XVI: “Queridos amigos: La familia es Iglesia doméstica y debe ser la primera escuela de oración. En la familia, los niños, desde su más tierna edad, pueden aprender a percibir el sentido de Dios, gracias a la enseñanza y al ejemplo de sus padres… Una educación auténticamente cristiana no puede prescindir de la oración. Si no se aprende a orar en familia, será más difícil luego llenar este vacío. Por lo tanto, quisiera invitar a todos a redescubrir la belleza de rezar juntos, como familia, en la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret y, así, llegar a ser realmente un solo corazón y una sola alma, una verdadera familia (Audiencia 29-12-2012).

famicrisis_007Francisco: Al culminar la Misa celebrada en la Plaza San Pedro ante 200.000 personas de movimientos familiares cristianos, elevó al cielo una plegaria por las familias ante la imagen de la Sagrada Familia de Nazaret:

(…) Sagrada Familia de Nazaret,
fiel custodia del ministerio de la salvación:
haz de nuestras familias círculos de oración
y conviértelas en pequeñas Iglesias domésticas (…) (28-X-2013).

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4. El niño ora como ve orar a sus padres.

La oración que hacen los padres junto con sus hijos tiene una enorme importancia para su formación humana y cristiana. Por eso, cuando los padres no oran en familia descuidan el medio principal de transmitir la fe a sus hijos. Jesús nos animó a orar en familia cuando dijo: “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre (para orar), allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Y con más razón si los que se reúnen para rezar son los miembros de una familia, los padres con los hijos.

Los niños necesitan sentir y vivir desde muy pequeños sus primeras experiencias de oración en familia. Los padres serán sus mejores guías, ya que la vida de oración de los adultos, en especial de los padres, impacta a los niños de tal manera que, enseguida, desean imitar y compartir los gestos y fórmulas de los mayores. Juan Pablo II comentaba que nunca había olvidado la imagen de su padre puesto de rodillas, rezando, en su hogar de Wadovice. Le bastaba su ejemplo para desear imitar su piedad y su sentido del deber.

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Lo más importante es que el niño vea rezar sus padres. Si ve a sus padres rezar sin prisas, leer y meditar en silencio un texto del Evangelio, cerrar los ojos para hablar con el Señor, o desgranar las cuentas del Rosario, el niño que observa, percibe la presencia de Dios en el hogar como algo bueno, santo, y aquellas palabras y aquellos signos quedarán grabados para siempre en su memoria y en su experiencia religiosa. “En el fondo —se preguntaba el papa Pabo VI— ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?” (EN, n. 46).

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Nada puede sustituir a esta experiencia en el seno del hogar. Por eso, recomendamos a los padres que hagan a sus hijos, desde pequeños, partícipes de su oración; que así puedan aprender de ellos a repetir algunas fórmulas sencillas, algún signo, algún pequeño canto o a estar en silencio hablando Dios. El niño ora como ve orar a sus padres. Cuando se ha vivido esta experiencia, el niño llega a captar la oración como algo que pertenece a la vida de la familia, como el hablar, el reír, el comer juntos, el discutir o el pasar un rato divertido.

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5. La oración en familia requiere un clima peculiar de libertad y de responsabilidad

A los niños muy pequeños (0 a 3 años) hay que enseñarles a repetir alguna jaculatoria muy sencilla, “echar besos” a Jesús y a la Virgen María, alguna oración infantil en forma de poesía (hay varias muy conocidas: “Jesús, José y María…”; “Angel de mi guarda…”), etc.

Cuando el niño tiene 4 ó 5 años y ha visto rezar a sus padres, no es difícil que quiera unirse a ellos si estos le invitan a rezar con ellos un ratito de oración breve y dinámico, por ejemplo: leer un ratito el Evangelio, un breve silencio para pensar lo que se ha leído y una jaculatoria para terminar. En total unos 3 minutos. Y esto no todos los días, sino cuando se vea que la situación es favorable. No lo sería, si el niño está metido de lleno en un juego que vamos a cortar para ponerle a rezar. Usando un poco de sentido común todo suele ir bien.

El problema suele aparecer cuando los niños se van haciendo más mayores. Pero es necesario sembrar en la infancia. Cuando llegan a los 11-12 años será el momento de hablar a solas con ellos para animarles a seguir rezando como buenos cristianos, si quieren con sus padres y, si lo prefieren, a solas. Que no vean la oración familiar como algo impuesto. Si quieren venir, ya vendrán. Lo han de hacer de modo voluntario.

En todo caso, habrá que fomentar siempre un ambiente positivo de amor a la libertad y a la responsabilidad. Ellos necesitan ver a sus padres viviendo una atmósfera de paz, equilibrio y serenidad, un ambiente en el que habrá alguna vez preocupaciones, pero sin complicaciones. Un clima de piedad presidido por la confianza en Dios y el poder de la oración.

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6. Algunas sugerencias para la oración en familia

Sin duda, hay muchos modos de orar en familia. Muchas veces dependerá de lo que se haya aprendido de los padres, de los consejos de un sacerdote o de un grupo de formación cristiana que se frecuenta. Y, por supuesto, de la edad de los hijos.

familia05-06No obstante, y dejando a salvo la gran diversidad de experiencias, enunciamos algunas orientaciones para la oración en familia.

Reunirse para rezar en familia

El primer requisito es decidir el padre y la madre en qué momento van a rezar junto a sus hijos, porque, como enseña Benedicto XVI “la familia cristiana transmite la fe cuando los padres enseñan a sus hijos a rezar y rezan con ellos” (Valencia, 9-VII-2006).

Las oraciones de la noche

¿Qué prácticas espirituales se pueden rezar cuándo lo niños son pequeños? A esta pregunta san Josemaría Escrivá respondía a un grupo de padres: “Enséñales a rezar a la Virgen, por la noche, una oración muy corta: un Avemaría, o a lo más, tres; aunque con una bastaría. Y al Ángel Custodio. Tú verás. Lo que a ti te enseñó tu madre (…). No les obliguéis a grandes rezos: poquitos, pero todos los días (…). La piedad que dejáis en vuestros hijos es como una semilla en tierra fecunda” (Tertulia con padres en Sao Paulo, 4-VI-1974). Y en otra ocasión les decía: “Que vuestros hijos no se vayan a dormir como perritos (Tertulia en el colegio El Prado, Madrid, 18-X-1972).

La lectura de la Biblia en familia

Los últimos Papas están insistiendo mucho en la lectura de la Biblia en familia. “Los esposos son los primeros anunciadores de la Palabra de Dios ante sus propios hijos… Por eso, el Sínodo desea que cada casa tenga su Biblia y la custodie de manera que se la pueda leer y utilizar para la oración” (Benedicto XVI, VD, 85). Lógicamente, esta lectura se podrá hacer junto a los hijos cuando estos tengan una cierta edad, por ejemplo, a partir de los 5 ó 6 años y usando para estas edades una edición dirigida a los pequeños, que habrá que seleccionar muy bien. A partir de los 7 u 8 años se puede usar una edición completa de la Biblia, escogiendo pasajes adecuados, sobre todo de la vida de Jesús.

El rezo del Santo Rosario

El Rosario es una oración muy grata al Señor y a la Virgen María. Es como una corona de rosas que ofrecemos a la Virgen María. También se compara con un Evangelio en pequeño, ya que en los misterios del Rosario se van recordando las escenas de la vida del Señor y de su Madre Santísima. Pero a los niños pequeños no se les debe cansar con muchos rezos. Cuando los niños son pequeños (4-6 años) basta que vean que sus padres practican esta devoción y que luego rezan algunas Avemarías con ellos. Cuando son más mayorcitos se les puede invitar a rezar algún misterio, según las edades, y que ellos mismos propongan la intención o intenciones por las que lo ofrecemos a la Virgen.

Asistir juntos a la Eucaristía del Domingo

Los padres deben considerar la Santa Misa como la principal oración familiar en el día del Señor que llamamos Domingo. La celebración de la Eucaristía es el centro y cima de la vida cristiana. Esta es una verdad que los padres católicos han de procurar vivir y enseñar a sus hijos, poco o poco, desde que son pequeños. Lo conseguirán si, además de actuar movidos por la fe, lo enseñan mediante una pedagogía adecuada. No es fácil, pero se puede conseguir o por lo menos se puede intentar. Pero de este tema trataremos con más amplitud en otro capítulo.

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Se podría seguir hablando de otras formas de oración en familia, pero estas son probablemente las principales.

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Apéndice: Un posible esquema para la oración en familia

El siguiente esquema podría ser útil para un rato de oración en familia (con niños entre 5 y 7 años) que puede durar unos 5 ó 6 minutos.

  1. Comenzamos haciendo la señal de la cruz.
  2. El padre o la madre pueden leer unos versículos del Evangelio (unas breves líneas bien seleccionadas). Si parece conveniente se pueden tomar del Evangelio de la Misa de ese día o del día siguiente. Algunos días, si parece más oportuno, se puede leer unos párrafos bien seleccionados de una breve semblanza de un santo (hay libros para niños muy ilustrativos y que, además, les resultan amenos).
  3. El padre o la madre pueden hacer un breve comentario a la lectura. En la medida que parezca conveniente pueden intervenir alguno de los hijos (con libertad y espontaneidad).
  4. En presencia de Dios, repasamos el día haciendo unas breves pausas:
    1) ¿Qué hice hoy bien?
    2) ¿Qué hice mal?
    3) ¿Qué puedo hacer mañana mejor?
    Decimos todos: “Jesús, ayúdame. Virgen María, ruega por mi”.
  5. Terminamos rezando un Avemaría a la Virgen ofrecida por alguna necesidad concreta.

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