Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios… Con la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino en plenitud. “Dios es amor” (1 Jn 4,8.16), afirma por la primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión. Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de los interlocutores y respondía a sus necesidades más reales.
(Misericordiae Vultus, 1 y 8)
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Jesucristo es el rostro de la misericordia
Escuchamos al Papa Francisco
Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios… Con la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino en plenitud. “Dios es amor” (1 Jn 4,8.16), afirma por la primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión. Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de los interlocutores y respondía a sus necesidades más reales.
Misericordiae Vultus, 1 y 8
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Escuchamos la Palabra de Dios
Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente!– y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.
Carta de san Pablo a los Efesios 2, 4-10
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Un salmo para alabar
A cada estrofa del salmo repetimos:
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios?
Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.
Las lágrimas son mi único pan
de día y de noche,
mientras me preguntan sin cesar:
«Dónde está tu Dios?»
¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios
De día, el Señor me dará su gracia;
y de noche, cantaré mi alabanza
al Dios de mi vida.
Salmo 42
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Para reflexionar y/o compartir en grupo
- ¿Somos capaces de leer en el corazón de los demás su situación de vida?
- ¿Qué cosas nos impiden acercarnos a los demás? Realizar un listado.
- ¿Qué actitudes nuestras facilitan el encuentro con el otro? Realizar un listado.
- Comparar ambos listados y contrastarlos con el actuar de Jesús.
- ¿Los demás perciben en nosotros el rostro misericordioso de Jesús? ¿De qué manera? ¿En qué ocasiones?
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Intenciones
A cada intención respondemos: : ¡Ayúdanos a ser compasivos y misericordiosos como Jesús!
- Acompaña al Papa Francisco en su misión de anunciar y revelar el misterio del amor, proclamado por Jesús. Oremos…
- Ilumina a la Iglesia para que cada día demuestre, con su actuar, la riqueza del amor, manifestado en Cristo Jesús. Oremos…
- Haz que podamos descubrir en nuestros hermanos el rostro sufriente de Jesús. Oremos…
- Te pedimos que nos ayudes a ser compasivos con nuestros hermanos que sufren, están desamparados y son excluidos de las riquezas de este mundo. Oremos…
- Ayúdanos a enfrentar, con paciencia y fortaleza, el camino de la enfermedad que nos doblega el espíritu y el cuerpo, cuando afecta nuestras vidas. Oremos…
- Enséñanos a ser solidarios con todos nuestros hermanos que están pasando por momentos de dolor; convierte nuestra indiferencia, que es otra cara silenciosa de la violencia. Oremos…
Agregamos nuestras intenciones personales y comunitarias…
Rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y el Gloria.
Repetimos con convicción la advocación: ¡Jesús, en vos confío! ¡Jesús, en vos confío! ¡Jesús, en vos confío!
Oración: Señor del Perdón, que nos enviaste a tu Hijo único, Jesús, para que conozcamos el Camino, la Verdad y la Vida, te pedimos que nunca nos apartemos de la senda que nos conduce a tu divina misericordia. Haz que por sus méritos podamos alcanzar la felicidad y la vida eterna, junto a todos tus hijos en el Reino de los Cielos. A ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Aleluya!
Señal de la Cruz
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Compromiso personal del mes
Este mes de mayo voy a perdonar una deuda que tiene pendiente conmigo tal persona. También podré acoger al forastero ayudar en alguna institución católica que colabora con los inmigrantes u otro compromiso similar.
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Para memorizar y rezar durante el mes
¡María de Guadalupe, ayúdanos a reflejar el rostro misericordioso de Jesús a nuestros hermanos!
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La misericordia en los santos
Beato José Gabriel Brochero, el cura gaucho (1840-1914).
Peor que la lepra… En cierta ocasión un hombre le dijo al cura Brochero, luego de que este visitara a un enfermo de lepra.
-Señor Cura, no se exponga tanto a enfermarse… mire que vale más su vida que la de ese hombre. Ya lo ha confesado, déjelo que muera en paz.
-¡Caray, que habías sido bárbaro! Si la lepra no vale nada… La lepra hedionda es la de adentro, y esa no se pega, esa se lava con la caridad…
Al final de su vida, ya estando ciego y leproso, el cura Brochero decía:
-“Aquí me la paso desgranando rosarios…”
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Un cuento para pensar
El pan de Cristo
Víctor, al cabo de unos meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente. Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club privado, cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo. Víctor le pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.
–Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio –replicó éste.
La mujer, que oyó la conversación, preguntó: –¿Qué quería ese pobre hombre?
–Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre –respondió su marido.
–Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y ¡dejar a un hombre hambriento aquí afuera!
– ¡Hoy en día hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero para beber alcohol.
– ¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo –replicó la mujer.
Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron. Avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento oyó la voz amable de la mujer que le decía:
–Aquí tiene unas monedas. Consígase algo de comer. Aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas. En alguna parte hay un empleo para usted. Espero que pronto lo encuentre.
–¡Muchas gracias, señora! Me ha ayudado a recobrar ánimo y a comenzar de nuevo. Jamás olvidaré su gentileza.
–Estará usted comiendo el pan de Cristo. Compártalo –dijo ella con una cálida sonrisa –dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo.
El hombre encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día. Comería el pan de Cristo dos días. Víctor sintió como si una descarga eléctrica corría por su interior. ¡El pan de Cristo! En ese preciso instante pensó: “no puedo guardarme el pan de Cristo solamente para mí mismo”. Justo pasaba un anciano. Quizás ese pobre anciano tenga hambre, pensó. Tengo que compartir el pan de Cristo.
–¡Oiga! –exclamó Víctor. ¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida? El viejo se dio vuelta y lo miró con descreimiento.
–¿Habla usted en serio, amigo? El hombre no daba crédito a su buena fortuna hasta que se sentó a la mesa, cubierta con un hule y le pusieron delante un plato de guiso caliente. Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su servilleta de papel.
–¿Está guardando un poco para mañana? –le preguntó.
–¡No, no…! Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar. La ha pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé. Tenía hambre. Le voy a llevar el pan.
¡El pan de Cristo! -recordó nuevamente las palabras de la mujer- y tuvo la extraña sensación de que había un tercer convidado sentado en aquella mesa. A lo lejos, las campanas de una iglesia parecían entonar un viejo himno que había aprendido en la escuela dominical cuando era niño. Los dos hombres llevaron el pan al niño hambriento, que comenzó a engullírselo. De golpe se detuvo y llamó a un perro, un perro perdido y asustado.
–Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad –dijo el niño. El pan de Cristo alcanzará también para el hermano cuadrúpedo. El niño había cambiado totalmente de semblante. Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo.
–¡Hasta luego! –dijo Víctor al viejo. En alguna parte hay un empleo para usted. Pronto dará con él. No desespere. ¿Sabe? –Su voz se tornó en un susurro- esto que hemos comido, es el pan de Cristo; una señora me lo dijo, cuando me dio aquellas monedas para comprarlo. ¡El futuro nos deparará algo bueno!
Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le olfateaba la pierna. Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un collar que llevaba grabado la dirección del dueño. Víctor recorrió el largo camino hasta la lujosa casa del dueño y llamó a la puerta. Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso contentísimo. De golpe, la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por reprocharle a Víctor -que seguramente había robado el perro para cobrar la recompensa- pero no lo hizo. Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que lo detuvo. En cambio dijo:
–En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene!
Víctor miró el billete medio aturdido. –No puedo aceptarlo –dijo quedamente-. Sólo quería hacerle un bien al perro y a usted.
–¡Téngalo! Para mí, lo que usted hizo vale mucho más que eso. ¿Le interesaría un empleo? Venga a mi oficina mañana. Me hace mucha falta una persona íntegra como usted. Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma. Se titulaba “Parte y comparte el Pan de Cristo…”
Adaptación – Autor desconocido
Para disfrutar del buen cine
TÍTULO EN CASTELLANO |
ORIGEN |
DIRECTOR |
PROTAGONISTAS |
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Título Original / Otro Título |
AÑO |
DURACIÓN |
GÉNERO |
CALIFICACIÓN |
CADENA DE FAVORES |
USA |
Mimi Leder |
H. Hunt/ K. Spacey/H. Osment |
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Pay it forward |
2000 |
124 min |
COMEDIA |
ATP |
LAS LLAVES DEL REINO |
USA |
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The Keys of the Kingdom |
1944 |
147 min |
DRAMA |
SAM 14 |
Cadena de favores. Un niño (H. Joel Osment) imagina un curioso sistema para mejorar el mundo; hacer favores desinteresadamente. Su profesor (Kevin Spacey) lo alienta en este cometido y su madre (Helen Hunt) lo va acompañando en su cometido. Para sorpresa de todos, la generosa propuesta causa furor entre la gente. De alguna manera, el film nos está mostrando que cada vez que hacemos algo por los demás, todo alrededor nuestro cambia y nos vamos sintiendo cada día más humanos. Pensando en el mensaje cristiano, las obras de misericordia son el distintivo que debiera caracterizarnos.
Las llaves del Reino. Este clásico del cine nos muestra al Padre Francis Chisholm (Gregory Peck), un misionero de origen escocés que se encuentra trabajando en la China de los años treinta, donde la pobreza extrema y despotismo de sus gobernantes son moneda corriente. El Padre Francis, rodeado de un ambiente hostil a la religión católica, va enfrentándose a las dificultades y logra, a través de su bondad y amor al prójimo, ganarse el corazón de sus parroquianos. La película muestra cómo la misericordia es un lenguaje universal que llega a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.
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The Keys of the Kingdom |
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DRAMA |
SAM 14 |