Lucas 16, 9-15. Sábado de la 31.ª semana del Tiempo Ordinario. La codicia hace enfermar al hombre, conduciéndole al interior de un círculo vicioso en el que cada pensamiento está «en función del dinero».
Pero yo les digo: «Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No puede servir a Dios y al Dinero». Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. El les dijo: «Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Carta de san Pablo a los Filipenses, Flp 4, 10-19
Salmo: Sal 112(111), 1-2.5-6.8a.9
Oración introductoria
¡Señor, soy un pobre que necesita todo de Ti! Mi apego a lo pasajero, mi soberbia y autosuficiencia me alejan fácilmente del camino a la santidad. Ven e ilumina esta meditación para que sea la fuerza que me lleve a ponerte, ¡siempre!, como Rey y Señor de mi vida.
Petición
Señor, permite que sepa como crecer en la humildad, para poder crecer en el amor.
Meditación del Santo Padre Francisco
El dinero sirve para realizar muchas obras buenas, para hacer progresar a la humanidad, pero cuando se transforma en la única razón de vida, destruye al hombre y sus vínculos con el mundo exterior. […]
[…] «Cuántas familias destruidas —comentó— hemos visto por problemas de dinero: ¡hermano contra hermano; padre contra hijos!». Porque la primera consecuencia del apego al dinero es la destrucción del individuo y de quien le está cerca. «Cuando una persona está apegada al dinero —explicó el Obispo de Roma— se destruye a sí misma, destruye a la familia».
Cierto, el dinero no hay que demonizarlo en sentido absoluto. «El dinero —precisó el Papa Francisco— sirve para llevar adelante muchas cosas buenas, muchos trabajos, para desarrollar la humanidad». Lo que hay que condenar, en cambio, es su uso distorsionado. Al respecto el Pontífice repitió las mismas palabras pronunciadas por Jesús en la parábola del «hombre rico» contenida en el Evangelio: «El que atesora para sí, no es rico ante Dios». De aquí la advertencia: «Guardaos de toda clase de codicia». Es ésta en efecto «la que hace daño en relación con el dinero»; es la tensión constante a tener cada vez más que «lleva a la idolatría» del dinero y acaba con destruir «la relación con los demás». Porque la codicia hace enfermar al hombre, conduciéndole al interior de un círculo vicioso en el que cada pensamiento está «en función del dinero».
Por lo demás, la característica más peligrosa de la codicia es precisamente la de ser «un instrumento de idolatría; porque va por el camino contrario» del trazado por Dios para los hombres. Y al respecto el Santo Padre citó a san Pablo, quien recuerda «que Jesucristo, que era rico, se hizo pobre para enriquecernos a nosotros». Así que hay un «camino de Dios», el «de la humildad, abajarse para servir», y un recorrido que va en la dirección opuesta, adonde conduce la codicia y la idolatría: «Tú que eres un pobre hombre, te haces dios por la vanidad».
Por este motivo —añadió el Pontífice— «Jesús dice cosas tan duras y fuertes contra el apego al dinero»: por ejemplo, cuando recuerda «que no se puede servir a dos señores: o a Dios o al dinero»; o cuando exhorta «a no preocuparnos, porque el Señor sabe de qué tenemos necesidad»; o también cuando «nos lleva al abandono confiado hacia el Padre, que hace florecer los lirios del campo y da de comer a los pájaros del cielo».
[…] De ahí el deseo de que «permanezca hoy en nuestro corazón la palabra del Señor», con su invitación a mantenerse lejos de la codicia, porque, «aunque uno esté en la abundancia, su vida no depende de lo que posee».
Santo Padre Francisco: El dinero sirve pero la codicia mata
Homilía del lunes, 21 de octubre de 2013
Catecismo de la Iglesia Católica, CEC
I. El destino universal y la propiedad privada de los bienes
2402 Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf Gn 1, 26-29). Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. Sin embargo, la tierra está repartida entre los hombres para dar seguridad a su vida, expuesta a la penuria y amenazada por la violencia. La apropiación de bienes es legítima para garantizar la libertad y la dignidad de las personas, para ayudar a cada uno a atender sus necesidades fundamentales y las necesidades de los que están a su cargo. Debe hacer posible que se viva una solidaridad natural entre los hombres.
2403 El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo, no anula la donación original de la tierra al conjunto de la humanidad. El destino universal de los bienescontinúa siendo primordial, aunque la promoción del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su ejercicio.
2404 “El hombre, al servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas que posee legítimamente no sólo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de que puedan aprovechar no sólo a él, sino también a los demás” (GS 69, 1). La propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a otros, ante todo a sus próximos.
2405 Los bienes de producción —materiales o inmateriales— como tierras o fábricas, profesiones o artes, requieren los cuidados de sus poseedores para que su fecundidad aproveche al mayor número de personas. Los poseedores de bienes de uso y consumo deben usarlos con templanza reservando la mejor parte al huésped, al enfermo, al pobre.
2406 La autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad (cf GS 71, 4; SRS 42; CA 40; 48).
Catecismo de la Iglesia Católica
Propósito
Pensar que lo importante y lo que vale no es lo material. Donde esta mi tesoro, estará mi corazón.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, sé que mi vida no sirve de nada si no la doy por Ti, pero sabes cuánto me cuesta desprenderme de mi tiempo, de mis gustos y de mis haberes. Ayúdame a tomar una decisión irrevocable, sin tratar de servir a Ti y al mundo. Dándote el primer lugar en mi vida podré servir mejor a mi familia, a mis amigos y a los demás.
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