Lucas 21, 34-36. Sábado de la 34.ª semana del Tiempo Ordinario. El cristiano es una persona que sabe vigilar su corazón mientras espera a Nuestro Señor Jesucristo.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro del Apocalipsis, Ap 22, 1-7
Salmo: Sal 95(94), 1-7
Oración introductoria
Señor Jesús, sé que tu Evangelio de hoy no tiene la finalidad de causar miedo o inquietud. Tú no estás esperando un momento de debilidad para llamarnos a juicio, al contrario, personalmente creo que llamas a cada persona en su mejor momento. Ilumina esta oración para que continúe con entusiasmo y confianza mi camino hacia la santidad: hacer lo que me toca hacer, siempre y todo por amor a Ti.
Petición
Señor, dame la gracia de la perseverancia final.
Meditación del Santo Padre Francisco
Saber «discernir los espíritus», discernir si una cosa nos hace permanecer en el Señor o nos aleja de Él. Nuestro corazón siempre tiene deseos, tiene anhelos, tiene pensamientos. Pero, ¿estos son del Señor o algunos de estos nos alejan del Señor? Hay que poner a prueba lo que pensamos y deseamos: Si esto va en la línea del Señor, así irá bien, pero si no va… Poner a prueba los espíritus para ver si son verdaderamente de Dios, porque muchos falsos profetas proceden del mundo. Profetas y profecías o propuestas: «¡Yo quiero hacer esto!» Pero no te lleva al Señor, te aleja de Él.
Por esto es necesaria la vigilancia. El cristiano es un hombre o una mujer que sabe vigilar su corazón. Y muchas veces nuestro corazón, con tantas cosas que van y vienen, parece un mercado local: de todo, encuentras de todo allí… ¡Y no! Debemos saber —esto es del Señor o esto no lo es— para permanecer en el Señor…
Santo Padre Francisco: Si el corazón es como un mercado
Homilía del martes, 7 de enero de 2014
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
«El Credo de la Iglesia» se concluye con las palabras: «de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos». Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo hacia arriba, sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había preanunciado repetidamente. Este mirar hacia adelante ha dado la importancia que tiene el presente para el cristianismo[…] En el desarrollo de la iconografía, sin embargo, se ha dado después cada vez más relieve al aspecto amenazador y lúgubre del Juicio, que obviamente fascinaba a los artistas más que el esplendor de la esperanza, el cual quedaba con frecuencia excesivamente oculto bajo la amenaza.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Carta encíclica Spe Salvi sobre la esperanza cristiana, n. 41
Catecismo de la Iglesia Católica, CEC
1731 La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
1732 Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito.
1733 En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (cf Rm 6, 17).
1734 La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos.
1735 La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales.
1736 Todo acto directamente querido es imputable a su autor:
Así el Señor pregunta a Adán tras el pecado en el paraíso: “¿Qué has hecho?” (Gn 3,13). Igualmente a Caín (cf Gn 4, 10). Así también el profeta Natán al rey David, tras el adulterio con la mujer de Urías y la muerte de éste (cf 2 S 12, 7-15).
Una acción puede ser indirectamente voluntaria cuando resulta de una negligencia respecto a lo que se habría debido conocer o hacer, por ejemplo, un accidente provocado por la ignorancia del código de la circulación.
1737 Un efecto puede ser tolerado sin ser querido por el que actúa, por ejemplo, el agotamiento de una madre a la cabecera de su hijo enfermo. El efecto malo no es imputable si no ha sido querido ni como fin ni como medio de la acción, como la muerte acontecida al auxiliar a una persona en peligro. Para que el efecto malo sea imputable, es preciso que sea previsible y que el que actúa tenga la posibilidad de evitarlo, por ejemplo, en el caso de un homicidio cometido por un conductor en estado de embriaguez.
1738 La libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en materia moral y religiosa (cf DH 2). Este derecho debe ser reconocido y protegido civilmente dentro de los límites del bien común y del orden público (cf DH 7).
Catecismo de la Iglesia Católica
Propósito
Prepararnos en el Adviento, orando y meditando para estar preparados a la venida de Jesús.
Diálogo con Cristo
Señor, los atractivos del mundo hacen peligrosa la travesía por sus borrascosas olas. Para no naufragar, te pido la fuerza que necesito para no sucumbir a lo que puede embotar mi mente: el vicio, la bebida, los agobios de la vida, el atractivo del placer, la esclavitud del «dios dinero». Quiero estar siempre en vela, en diálogo continuo contigo, en amistad cada día más firme. Tú y yo, mayoría absoluta, fuerza invencible.
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