Evangelio del día: Condiciones para seguir a Jesús

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Mateo 8, 18-22. Lunes de la 13.ª semana del Tiempo Ordinario. El seguimiento auténtico de Jesús exige tomar su Cruz para acompañarle en su camino, y también exige actos concretos, obras que muestren la fe.

Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. Entonces se aproximó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Amós, Am 2, 6-10.13-16

Salmo: Sal 50(49), 16-23

Oración introductoria

Señor, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad porque quiero ser un fiel seguidor tuyo; pero bien que conoces mi debilidad, mis apegos… Hoy me pongo de rodillas ante Ti y te suplico que me des la luz y la fuerza de tu Espíritu Santo.

Petición

Ven, Espíritu Santo, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad

Meditación del Santo Padre Francisco

 

Hoy es todavía tiempo de mártires: los cristianos son perseguidos en Oriente Medio donde son asesinados o se ven obligados a huir, también «de modo elegante, con los guantes blancos». En el día que la Iglesia hace memoria de los mártires de los primeros siglos, el Papa Francisco invitó a rezar «por nuestros hermanos que hoy viven en persecución». Porque, afirmó, hoy «no hay menos mártires» que en tiempos de Nerón. Precisamente al martirio, a su actualidad y a lo que lo caracteriza, el Pontífice dedicó la celebración eucarística del lunes 30 de junio.

 

«En la oración de inicio de la misa —dijo el Papa— hemos invocado al Señor de este modo: “Señor, que has fecundado con la sangre de los mártires los primeros brotes de la Iglesia de Roma”». Es una invocación apropiada, explicó, para la conmemoración de los «primeros mártires de esta Iglesia». Sobre todo, añadió, «sus huesos están cerca, aquí, no sólo en el cementerio, a pocos metros bajo tierra había muchos» y «quizá algunos aquí debajo».

 

Es particularmente significativo, señaló el Papa, que «el verbo que usamos para invocar al Señor es fecundar: “Tú has fecundado los brotes”». Por lo tanto «se habla de crecimiento y de una planta: esto nos hace pensar en las numerosas ocasiones que Jesús dijo que el Reino de los cielos era como una semilla». También «el apóstol Pedro, en su carta, nos dice que “hemos sido regenerados a partir de una semilla incorruptible”». Y ésta «es la semilla de la Palabra de Dios. Esto es lo que se siembra: la semilla es la Palabra de Dios, dice el Señor. Se siembra».

 

En una palabra, Jesús explica precisamente que «el Reino de los cielos es como un hombre que arrojó la semilla en la tierra, luego va a su casa, descansa, trabaja, vela, de día y de noche, y la semilla crece, germina, sin que él sepa cómo».

 

La cuestión central, afirmó el Papa, es preguntarse, «cómo se hace para que esta semilla de la Palabra de Dios crezca y se convierta en el Reino de Dios, crezca y llegue a ser Iglesia». El obispo de Roma indicó «las dos fuentes» que llevan a cabo esta obra: «el Espíritu Santo —la fuerza del Espíritu Santo— y el testimonio del cristiano».

 

Sobre todo, explicó el Papa, «sabemos que no hay crecimiento sin el Espíritu: es Él quien hace a la Iglesia, es Él quien hace crecer a la Iglesia, es Él quien convoca a la comunidad de la Iglesia». Pero, prosiguió, «es necesario también el testimonio del cristiano». Y «cuando el testimonio llega a su fin, cuando las circunstancias históricas nos piden un testimonio fuerte, allí están los mártires: los más grandes testigos». Y he aquí, pues, que «la Iglesia se riega con la sangre de los mártires». Precisamente «ésta es la belleza del martirio: comienza con el testimonio, día tras día, y puede acabar con la sangre, como Jesús, el primer mártir, el primer testigo, el testigo fiel.

 

Pero para ser verdadero, el testimonio «debe ser sin condiciones», afirmó el Pontífice. El Evangelio propuesto por la liturgia del día (Mateo 8, 18-22) es claro al respecto. «Hemos escuchado lo que dice el Señor» al discípulo, que para seguirle pide una condición: «Señor déjame primero ir a enterrar a mi padre». Pero «el Señor lo detiene: ¡No!». En efecto, precisó el Papa, «el testimonio es sin condiciones, debe ser firme, debe ser decidido, debe tener el lenguaje, tan fuerte, de Jesús: ¡sí sí, no no!». Es exactamente «este el lenguaje del testimonio».

 

Mirando a la historia de «esta Iglesia de Roma que crece, guiada por la sangre de los mártires», el Papa invitó a pensar «en los numerosos mártires de hoy que dan su vida por la fe: cristianos perseguidos». Porque, afirmó, «si en aquella persecución de Nerón hubo muchos, hoy no hay menos mártires, cristianos perseguidos». Los hechos son conocidos. «Pensemos en Oriente Medio», dijo, «en los cristianos que deben huir de la persecución» y «en los cristianos asesinados por los perseguidores». Y «también en los cristianos expulsados de un modo elegante, con guante blanco: también esa es una persecución».

 

En nuestros días, repitió el Papa, «hay más testimonios, más mártires en la Iglesia que en los primeros siglos». Y «haciendo memoria en la misa de nuestros gloriosos antepasados aquí en Roma», invitó a pensar y a rezar también por «nuestros hermanos que viven perseguidos, que sufren y que con su sangre hacen crecer la semilla de muchas Iglesias pequeñitas que nacen». Sí, concluyó, «recemos por ellos y también por nosotros.

Santo Padre Francisco: Martirio de guante blanco

 

Meidtación del lunes, 30 de junio de 2014

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

[…] Jesús pregunta primero a sus seguidores: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Mc 8,27), las respuestas que le dan son muy diferentes: Juan el Bautista, Elías, un profeta. También hoy, como a lo largo de los siglos, aquellos, que de una u otra manera, han encontrado a Jesús en su camino, ofrecen sus respuestas. Éstas son aproximaciones que pueden permitir encontrar el camino de la verdad. Pero, aunque no sean necesariamente falsas, siguen siendo insuficientes, pues no llegan al corazón de la identidad de Jesús. Sólo quien se compromete a seguirlo en su camino, a vivir en comunión con él en la comunidad de los discípulos, puede tener un conocimiento verdadero. Entonces es cuando Pedro, que desde hacía algún tiempo había vivido con Jesús, dará su respuesta: «Tú eres el Mesías» (Mc 8,29). Respuesta acertada sin duda alguna, pero aún insuficiente, puesto que Jesús advirtió la necesidad de precisarla. Se percataba de que la gente podría utilizar esta respuesta para propósitos que no eran los suyos, para suscitar falsas esperanzas terrenas sobre él. Y no se deja encerrar sólo en los atributos del libertador humano que muchos esperan.

Al anunciar a sus discípulos que él deberá sufrir y ser ajusticiado antes de resucitar, Jesús quiere hacerles comprender quién es de verdad. Un Mesías sufriente, un Mesías servidor, no un libertador político todopoderoso. Él es siervo obediente a la voluntad de su Padre hasta entregar su vida. Es lo que anunciaba ya el profeta Isaías en la primera lectura. Así, Jesús va contra lo que muchos esperaban de él. Su afirmación sorprende e inquieta. Y eso explica la réplica y los reproches de Pedro, rechazando el sufrimiento y la muerte de su maestro. Jesús se muestra severo con él, y le hace comprender que quien quiera ser discípulo suyo, debe aceptar ser un servidor, como él mismo se ha hecho siervo.

Decidirse a seguir a Jesús, es tomar su Cruz para acompañarle en su camino, un camino arduo, que no es el del poder o el de la gloria terrena, sino el que lleva necesariamente a la renuncia de sí mismo, a perder su vida por Cristo y el Evangelio, para ganarla. Pues se nos asegura que este camino conduce a la resurrección, a la vida verdadera y definitiva con Dios. Optar por acompañar a Jesucristo, que se ha hecho siervo de todos, requiere una intimidad cada vez mayor con él, poniéndose a la escucha atenta de su Palabra, para descubrir en ella la inspiración de nuestras acciones.

[…]

Santiago nos ha recordado cómo este seguir a Jesús, para ser auténtico, exige actos concretos: «Yo con mis obras, te mostraré la fe» (Sant 2, 18). Servir es una exigencia imperativa para la Iglesia y, para los cristianos, el ser verdaderos servidores, a imagen de Jesús. El servicio es un elemento fundacional de la identidad de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13,15-17). La vocación de la Iglesia y del cristiano es servir, como el Señor mismo lo ha hecho, gratuitamente y a todos, sin distinción. Por tanto, en un mundo donde la violencia no cesa de extender su rastro de muerte y destrucción, servir a la justicia y la paz es una urgencia, para comprometerse en aras de una sociedad fraterna, para fomentar la comunión.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Homilía del domingo, 16 de septiembre de 2012

Propósito

Ante el Santísimo Sacramento, revisar mi vida: ¿qué me pide Dios? ¿Cómo le voy a responder?

Diálogo con Cristo

Señor, el ambiente social y los medios de comunicación buscan imponer un estilo de vida donde lo práctico y el bienestar ocupan el primer lugar. Seguirte, comprometer la vida al ideal del Evangelio, es ir contra corriente. Así es, y así ha sido siempre. No permitas que me engañe, que busque evadir mis responsabilidades. Ayúdame a saber vivir mi misión, identificándome plenamente con el ideal que me propone Tu Evangelio.

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