Mateo 21, 28-32. Vigesimosexto domingo del Tiempo Ordinario. Con esta parábola Jesús reafirma su predilección por los pecadores que se convierten, y nos enseña que se requiere humildad para acoger el don de la salvación.
Dijo Jesús a los sumo sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: «Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña». El respondió: «No quiero». Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: «Voy, Señor», pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». «El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Ezequiel, Ez 18, 24-28
Salmo: Sal 25(24), 4-9
Segunda lectura: Carta de San Pablo a los Filipenses, Flp 2, 1-11
Oración introductoria
Padre mío, aunque me duela, tengo que aceptar que aún sabiendo que nos amamos infinitamente, yo puedo traicionarte muy fácilmente. Pero te creo y sé que tu misericordia es más grande que mis debilidades, por eso te pido que me guíes en esta oración para encontrar la fuerza para perseverar siempre en el Amor.
Petición
Señor, ayúdame a ser siempre fiel a tu amor.
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la liturgia nos propone la parábola evangélica de los dos hijos enviados por el padre a trabajar en su viña. De estos, uno le dice inmediatamente que sí, pero después no va; el otro, en cambio, de momento rehúsa, pero luego, arrepintiéndose, cumple el deseo paterno. Con esta parábola Jesús reafirma su predilección por los pecadores que se convierten, y nos enseña que se requiere humildad para acoger el don de la salvación. También san Pablo, en el pasaje de la carta a los Filipenses que hoy meditamos, nos exhorta a la humildad: «No hagáis nada por rivalidad, ni por vanagloria —escribe—, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismos» (Flp 2, 3). Estos son los mismos sentimientos de Cristo, que, despojándose de la gloria divina por amor a nosotros, se hizo hombre y se humilló hasta morir crucificado (cf. Flp 2, 5-8). El verbo utilizado —ekenose— significa literalmente que «se vació a sí mismo», y pone bien de relieve la humildad profunda y el amor infinito de Jesús, el Siervo humilde por excelencia.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Ángelus del domingo, 28 de septiembre de 2008
Propósito
Iniciar y terminar el día con un momento de oración humilde ante el Dueño de mi vida.
Diálogo con Cristo
Tengo que salir de mí mismo, de mis gustos y proyectos cuando no están en consonancia con mi vocación a la santidad. Sé que cuento con tu presencia, cercana y amorosa en la Eucaristía, ayúdame a no sólo oír sino saber responder a tu llamado, apoyado en tu gracia.
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Evangelio en Evangelio del día