Lucas 1, 39-45. Cuarto IV Domingo del Tiempo de Adviento. La Virgen María es causa de nuestra alegría porque trae la alegría más grande: trae a Jesús.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Miqueas, Miq 5, 1-4a
Salmo: Sal 80(79), 2-3.15-19
Segunda lectura: Carta de san Pablo a los Hebreos, Heb 10, 5-10
Oración introductoria
Señor, así como María supo acoger el anuncio del ángel, permite que yo sepa escuchar y aceptar lo que hoy quieres decirme en mi oración, porque mi anhelo es que la verdad de tu Evangelio impregne mi modo de ver, pensar y de actuar.
Petición
Jesús, permite que siempre diga un «sí», alegre y confiado, a lo que Tú quieras pedirme.
Meditación del Santo Padre Francisco
Son muchos los cristianos que no conocen la alegría. Si aprendieran a salir de sí mismos y a dar gracias a Dios, «comprenderían realmente esa alegría que nos hace libres». Este fue el núcleo de la homilía del Papa Francisco en la celebración eucarística del 31 de mayo, fiesta de la Visitación.
«Las dos lecturas del día —apuntó el Pontífice refiriéndose a Sofonías (3, 14-18) y al Evangelio de Lucas (1, 39-56)— nos hablan de alegría, de gozo: «alégrate, grita de alegría», dice Sofonías. Gritar de alegría. ¡Es fuerte esto! «El Señor está contigo»; no temas; «no dejes caer los brazos». El Señor es poderoso; se alegrará por ti». Y en el relato evangélico, la alegría caracteriza la visita de María a Isabel. El Papa se fijó en ese «salto del niño en el seno de Isabel», revelado por ésta a María: «He aquí que en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno».
«Todo es alegría. Pero nosotros cristianos —indicó el Obispo de Roma— no estamos muy acostumbrados a hablar de alegría, de gozo. Creo que muchas veces nos gustan más los lamentos. ¿Qué es la alegría? La clave para comprender esta alegría es lo que dice el Evangelio: «Isabel fue colmada de Espíritu Santo». Es el Espíritu Santo quien nos da la alegría».
El Papa habló de otro aspecto de la alegría que nos viene del Espíritu. «Pensemos —dijo— en ese momento en el que la Virgen y san José llevaron a Jesús al templo para cumplir la Ley». Estaban también allí dos ancianos; pero el Evangelio no dice que estos fueron allí para cumplir la Ley, sino más bien impulsados por la «fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu les condujo al templo». De modo que, ante Jesús, «hacen una oración de alabanza: éste es el Mesías, ¡bendito sea al Señor! Y hacen también una liturgia espontánea de alegría». Es la fidelidad madurada durante tantos años de espera del Espíritu Santo lo que hace que «este Espíritu venga y les dé la alegría».
«Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas», constató; en cambio, la alegría cristiana deriva precisamente de la alabanza a Dios. «¿Qué es este alabar a Dios?», se preguntó el Papa. «Alabarle a Él gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da» fue su respuesta. Y «la eternidad será esto: alabar a Dios. Pero esto no será aburrido, será bellísimo. Esta alegría nos hace libres».
El Papa concluyó con una observación: «Es precisamente la Virgen quien trae las alegrías. La Iglesia la llama causa de nuestra alegría, causa nostrae letitiae. ¿Por qué? Porque trae nuestra alegría más grande, trae a Jesús. Y trayendo a Jesús hace que «este niño salte de alegría en el seno de la madre». Ella trae a Jesús. Ella con su oración hace que el Espíritu Santo irrumpa. Irrumpe ese día de Pentecostés; estaba allí. Debemos rezar a la Virgen para que al traer a Jesús nos dé la gracia de la alegría, de la libertad; nos dé la gracia de alabar, de hacer oración de alabanza gratuita, porque Él es digno de alabanza, siempre».
Santo Padre Francisco: La eternidad no será aburrida
Homilía del viernes, 31 de mayo de 2013
Propósito
Rechazar preocupaciones sobre las que no puedo hacer nada, para actuar confiadamente sobre lo que sí puedo cambiar.
Diálogo con Cristo
Dios mío, gracias por quedarte en la Eucaristía y por darme a María como madre y modelo de mi vida. Contemplar su gozo, su actitud de acogida y aceptación, su humildad, me motivan a exclamar con gozo: heme aquí Señor, débil e infiel, pero lleno de alegría por saber que con tu gracia, las cosas pueden y van a cambiar.
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