Lucas 9, 7-9. Jueves de la 25.ª semana del Tiempo Ordinario. No se puede conocer a Jesús sin involucrarse con Él, sin apostar la vida por Él.
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado». Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado». Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?». Y trataba de verlo.
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Eclesiastico, de Sirac 1, 2-11.
Salmo: Sal 90(89), 3-6.12-14.17
Oración introductoria
Señor Jesus, con la señal de la cruz inicio mi oración pidiendo la asistencia de tu Santo Espíritu. No me mueve la curiosidad, busco encender en mi corazón la fe y el amor al Padre y la alegría de ser cristiano. Ilumina mi mente y despierta en mí el deseo de contemplarte.
Petición
Jesús, ayúdame a orar con atención, para que día con día vaya creciendo en el amor a Dios y los demás.
Meditación del Santo Padre Francisco
Para conocer verdaderamente a Jesús hay que hablar con Él, dialogar con Él mientras le seguimos en el camino. El Papa Francisco centró en el conocimiento de Jesús la homilía [de hoy].
El Pontífice se remitió al pasaje del Evangelio de Lucas (9, 7-9) en el que Herodes se interroga sobre quién es ese Jesús de quien tanto se oye hablar. La persona de Jesús, recordó el Papa, suscitó a menudo preguntas del tipo: «¿Quién es éste? ¿De dónde viene? Pensemos en Nazaret, por ejemplo, en la sinagoga de Nazaret, cuando se marchó la primera vez: ¿pero dónde ha aprendido estas cosas? Nosotros le conocemos bien: es el hijo del carpintero. Pensemos en Pedro y en los apóstoles después de aquella tempestad, ese viento que Jesús hizo callar. ¿Pero quién es éste a quien obedecen el cielo y la tierra, el viento, la lluvia, la tempestad? ¿Pero quién es?».
Preguntas, explicó el Papa, que se pueden hacer por curiosidad o para tener seguridades sobre el modo de comportarse ante Él. Persiste en cualquier caso el hecho de que cualquiera que conozca a Jesús se hace estas preguntas. Es más, «algunos —prosiguió el Santo Padre, volviendo al episodio evangélico— empezaron a sentir temor de este hombre, porque les puede llevar a un conflicto político con los romanos»; y así que piensan en no tener más en consideración «a este hombre que crea tantos problemas».
¿Y por qué —se interrogó el Pontífice— Jesús crea problemas? «No se puede conocer a Jesús —fue su respuesta— sin tener problemas». Paradójicamente —siguió— «si quieres tener un problema, vas por el camino que te lleva a conocer a Jesús» y entonces surgirán muchos problemas. En cualquier caso a Jesús no se le puede conocer «en primera clase» o «en la tranquilidad», menos aún «en la biblioteca». A Jesús se le conoce sólo en el camino cotidiano de la vida.
Y se le puede conocer «también en el catecismo —afirmó—. ¡Es verdad! El catecismo nos enseña muchas cosas sobre Jesús y debemos estudiarlo, debemos aprenderlo. Así aprendemos que el Hijo de Dios vino para salvarnos y comprendemos por la belleza de la historia de la salvación el amor del Padre». En cualquier caso, incluso el conocimiento de Jesús a través del catecismo «no es suficiente»: conocerle con la mente ya es un paso adelante, pero «a Jesús es necesario conocerle en el diálogo con Él. Hablando con Él, en la oración, de rodillas. Si tú no rezas, si tu no hablas con Jesús —expresó—, no le conoces».
Hay finalmente un tercer camino para conocer a Jesús: «Es el seguimiento, andar con Él, caminar con Él, recorrer sus vías». Y mientras se camina con Él, se conoce «a Jesús con el lenguaje de la acción. Si tú conoces a Jesús con estos tres lenguajes: de la mente, del corazón, de la acción, entonces puedes decir que conoces a Jesús». Llevar a cabo este tipo de conocimiento comporta la implicación personal. «No se puede conocer a Jesús —recalcó el Pontífice— sin involucrarse con Él, sin apostar la vida por Él». Así que, para conocerle, verdaderamente es necesario leer «lo que la Iglesia te dice de Él, hablar con Él en la oración y andar por su camino con Él». Este es el camino y «cada uno —concluyó— debe hacer su elección».
Santo Padre Francisco: Para conocer a Jesús
Homilía del jueves, 26 de septiembre de 2013
Catecismo de la Iglesia Católica, CEC
III Cristo Jesús, «mediador y plenitud de toda la Revelación» (DV 2)
Dios ha dicho todo en su Verbo
65 «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo» (Hb 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. San Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hb 1,1-2:
«Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra […]; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (San Juan de la Cruz, Subida del monte Carmelo 2,22,3-5:Biblioteca Mística Carmelitana, v. 11 (Burgos 1929), p. 184.).
No habrá otra revelación
66 «La economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (DV4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.
67 A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de «mejorar» o «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.
La fe cristiana no puede aceptar «revelaciones» que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes «revelaciones».
Catecismo de la Iglesia Católica
Propósito
La pureza de corazón y la rectitud de intención deben ser valores a potenciar por cada uno de nosotros para que así la paz sea nuestra dicha.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, libra nuestro corazón de todo mal deseo, purifica nuestra inteligencia de todo pensamiento malo, fortalece nuestra voluntad para amarte a ti sobre todas las cosas y servir a los hombres en sus necesidades para que así el mundo sea un hogar de paz para todos.
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