Evangelio del día: Necesidad de creer en Jesús

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Juan 12, 44-50. Miércoles de la 4.ª semana del Tiempo de Pascua. El camino que Jesús quiso para su Iglesia es el camino de las dificultades, el camino de la cruz, el camino de las persecuciones.

Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó».

Lecturas

Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 12, 24-25; 13, 1-5a

Salmo: Sal 67(66), 2-8

Oración introductoria

Jesucristo, creo en Ti; creo en el Padre que te ha enviado; creo en tu Palabra que es la luz que ilumina mi camino. Por eso quiero oírte y poner en práctica tu mandamiento, que me promete la vida eterna. Ayúdame a que mi oración me ayude a gustarla ya desde ahora.

Petición

Señor, que la luz de tu Palabra ilumine siempre mi conciencia.

Meditación del Santo Padre Francisco

[Queridos hermanos y hermanas: ]

… entrar en la Iglesia es entrar en una historia de amor. De ella somos parte. Precisamente por esto, cuando se da demasiada importancia a la organización, cuando oficinas y burocracia asumen una dimensión preponderante, la Iglesia pierde su verdadera esencia y corre el riesgo de transformarse en una especie de ONG, de «organización no gubernamental». La historia de amor a la que se refirió el Papa Francisco durante la misa del [día de hoy] es la de la maternidad de la Iglesia. Una maternidad, dijo, que crece y se difunde en el tiempo «y que aún no termina», impulsada no por fuerzas humanas sino «por la fuerza del Espíritu Santo». Las lecturas del día, Hechos de los Apóstoles (12, 24-13, 5) y Evangelio de Juan (12, 44-50). «El camino que Jesús quiso para su Iglesia —dijo el Pontífice— es el camino de las dificultades, el camino de la cruz, el camino de las persecuciones». Y también esto nos hace pensar: «Pero, ¿qué es la Iglesia, esta Iglesia nuestra?, porque parece que no sea una empresa humana, sino otra cosa». La respuesta está una vez más en el Evangelio, donde Jesús «nos dice algo que tal vez puede iluminar esta pregunta: «Quien cree en mí, no cree en mí sino que cree en Aquel que me ha enviado»». También Cristo —explicó— fue «enviado, fue enviado por otro». Por lo tanto, cuando indica el programa de vida, el modo de vivir, a los doce apóstoles, lo hace «no por sí mismo» sino «por Aquel que lo ha enviado». Es el inicio de la Iglesia, que —prosiguió el Papa— «comienza allí, en el corazón del Padre, que tuvo esta idea. No sé si tuvo una idea: el Padre sintió amor. Y comenzó esta historia de amor, tan larga en el tiempo y que aún no termina. Nosotros, mujeres y hombres de Iglesia, estamos en medio de una historia de amor. Cada uno de nosotros es un eslabón en esta cadena de amor».

Santo Padre Francisco: En una historia de amor

Meditación del día 24 de abril de 2013

Meditación del Santo Padre Benedicto XVI

El Señor nos llama a caminar en la luz. Cada uno de vosotros ha emprendido la más grande y la más gloriosa de las batallas, la de ser consagrados en la verdad, la de crecer en la virtud, la de alcanzar la armonía entre pensamientos e ideales, por una parte, y palabras y obras, por otra. Adentraos con sinceridad y de modo profundo en la disciplina y en el espíritu de vuestros programas de formación. Caminad cada día en la luz de Cristo mediante la fidelidad a la oración personal y litúrgica, alimentados por la meditación de la Palabra inspirada por Dios. […] Que la plegaria y la meditación de la Palabra de Dios sean lámpara que ilumina, purifica y guía vuestros pasos en el camino que os ha indicado el Señor. Haced de la celebración diaria de la Eucaristía el centro de vuestra vida. En cada Misa, cuando el Cuerpo y la Sangre del Señor sean alzados al final de la liturgia eucarística, elevad vuestro corazón y vuestra vida por Cristo, con Él y en Él, en la unidad del Espíritu Santo, como sacrificio amoroso a Dios nuestro Padre.

Santo Padre Benedicto XVI

Homilía del sábado, 19 de julio de 2008

Catecismo de la Iglesia Católica, CEC

LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS

ARTÍCULO 2
CREEMOS

166 La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros.

167 «Creo» (Símbolo de los Apóstoles): Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. «Creemos» (Símbolo de Nicea-Constantinopla, en el original griego): Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. «Creo», es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: «creo», «creemos».

I «Mira, Señor, la fe de tu Iglesia»

168 La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al Señor (Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia, —A Ti te confiesa la Santa Iglesia por toda la tierra— cantamos en el himno Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados y llevados a confesar también : «creo», «creemos». Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. En el Ritual Romano, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: «¿Qué pides a la Iglesia de Dios?» Y la respuesta es: «La fe». «¿Qué te da la fe?» «La vida eterna».

169 La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: «Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación» (Fausto de Riez, De Spiritu Sancto, 1,2: CSEL 21, 104). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe.

II El lenguaje de la fe

170 No creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan y que la fe nos permite «tocar». «El acto [de fe] del creyente no se detiene en el enunciado, sino en la realidad [enunciada]» (Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q.1, a. 2, ad 2). Sin embargo, nos acercamos a estas realidades con la ayuda de las formulaciones de la fe. Estas permiten expresar y transmitir la fe, celebrarla en comunidad, asimilarla y vivir de ella cada vez más.

171 La Iglesia, que es «columna y fundamento de la verdad» (1 Tm 3,15), guarda fielmente «la fe transmitida a los santos de una vez para siempre» (cf. Judas 3). Ella es la que guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de fe de los apóstoles. Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con ello a comprender y a comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia y la vida de la fe.

Catecismo de la Iglesia Católica

Propósito

Invocaré al Señor a lo largo del día, pidiendo que su luz guíe todas mis acciones.

Diálogo con Cristo

Señor, el cirio pascual se ha ido consumiendo, derrochando su luz, invitándome a escuchar con atención, con amor, tu Palabra de salvación. ¿Cómo la he aprovechado? ¿Cómo me estoy preparando para recibir próximamente la luz del Espíritu Santo? ¿He sabido renunciar a todo lo que me puede apartar del amor? Ayúdame a que pueda decir siempre «sí al amor», en lo grande y en lo pequeño, para permanentemente seguir tu Luz y tu Palabra.

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