Evangelio del día: Jesús reprende a sus discípulos

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Marcos 8, 14-21. Martes de la 6.ª semana del Tiempo Ordinario. Cuando somos tentados sólo la Palabra de Dios nos salva. Escuchar esa Palabra nos abre el horizonte porque «Dios está siempre dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación.

Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?». Ellos le respondieron: «Doce». «Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?». Ellos le respondieron: «Siete». Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Génesis, Gén 6, 5-8; 7, 1-5.10

Salmo: Sal 29(28), 1a.2.3ac-4.3b.9b-10

Oración introductoria

Señor, creo, espero y te amo, pero tengo un corazón duro, como el de tus discípulos, que no acaba de comprender el significado de tu presencia real en mi vida. Envía tu Espíritu Santo para que guíe e ilumine mi oración, para que pueda relacionarme contigo como un hijo fiel y sencillo.

Petición

Señor, concédeme la gracia de valorar y apreciar el milagro de tu presencia real en mi vida.

Meditación del Santo Padre Francisco

La tentación se nos presenta de modo solapado, contagia todo el ambiente que nos rodea, nos impulsa a buscar siempre una justificación. Y al final nos hace caer en el pecado, cerrándonos en una jaula de la cual es difícil salir. Para resistir a la tentación es necesario escuchar la Palabra del Señor, porque «Él nos espera», nos da siempre confianza y abre ante nosotros un nuevo horizonte. Es éste, en síntesis, el sentido de la reflexión propuesta por el Papa Francisco el [día de hoy].

El Pontífice partió, como es costumbre, de la liturgia del día, en especial de la Carta de Santiago (12-18) en la que el apóstol «tras habernos hablado ayer de la paciencia —destacó— nos habla hoy de la resistencia. Resistencia a las tentaciones. Y nos explica que cada uno es tentado por las propias pasiones, que le atraen y le seducen. Luego, las pasiones engendran, generan el pecado. Y el pecado, una vez cometido, genera la muerte».

¿Pero de dónde viene la tentación? ¿Cómo actúan dentro de nosotros? Para responder a estos interrogantes, el Papa recurrió nuevamente al texto de la Carta de Santiago. «El apóstol —indicó— nos dice que no viene de Dios sino de nuestras pasiones, de nuestras debilidades interiores, de las heridas que dejó en nosotros el pecado original. De allí vienen las tentaciones». Y al respecto se centró en las características de la tentación, que, dijo, «crece, contagia y se justifica».

Inicialmente, por lo tanto, la tentación «comienza con un aire tranquilizador», pero «luego crece. Jesús mismo lo decía cuando contó la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13, 24-30). El trigo crecía, pero crecía también la cizaña sembrada por el enemigo. Y así también la tentación crece, crece, crece. Y si uno no la detiene, ocupa todo». Después tiene lugar el contagio. La tentación «crece —explicó el obispo de Roma—, pero no ama la soledad»; por lo tanto, «busca a otro para que le acompañe, contagia a otro y así acumula personas». Y la tercera característica es la justificación, porque nosotros, hombres, «para estar tranquilos nos justificamos».

Al respecto, el Pontífice observó que la tentación se justifica desde siempre, «desde el pecado original», cuando Adán culpó a Eva por haberle convencido de comer el fruto prohibido. Y en este crecer, contagiar y justificarse, la tentación «nos encierra en un ambiente desde el que no se puede salir con facilidad». Para explicarlo, el Papa se refirió al pasaje del Evangelio de Marcos (8, 14-21): «Es lo que sucedió a los apóstoles que estaban en la barca: se les olvidó tomar el pan» y se pusieron a discutir culpándose mutuamente por haberlo olvidado. «Jesús les miraba. Yo pienso —comentó— que Él sonreía mientras les miraba. Y les dijo: ¿Recordáis la levadura de los fariseos, de Herodes? Estad atentos, mirad a vuestro alrededor». Sin embargo, ellos «no entendían nada, porque estaban tan cerrados culpándose que no tenían ya espacio para otra cosa, no tenían más luz para la Palabra de Dios».

Lo mismo sucede «cuando caemos en tentación. No escuchamos la Palabra de Dios. No comprendemos. Y Jesús tuvo que recordar la multiplicación de los panes para ayudar a los discípulos a salir de ese ambiente». Esto sucede, explicó el Pontífice, porque la tentación nos cierra todo horizonte «y así nos conduce al pecado». Cuando somos tentados, «sólo la Palabra de Dios, la palabra de Jesús nos salva. Escuchar esa Palabra nos abre el horizonte», porque «Él está siempre dispuesto a enseñarnos a cómo salir de la tentación. Jesús es grande porque no sólo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza».

Al respecto, el Papa Francisco recordó el episodio relatado por el Evangelio de Lucas (22, 31- 32) a propósito del diálogo entre Jesús y Pedro, durante el cual el Señor «dice a Pedro que el diablo quería cribarlo»; pero al mismo tiempo le revela que había rezado por él y le confía una nueva misión: «Cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos». Por lo tanto, Jesús, destacó el Santo Padre, no sólo nos espera para ayudarnos a salir de la tentación, sino que confía en nosotros. Y «ésta es una gran fuerza», porque «Él nos abre siempre nuevos horizontes», mientras que el diablo con la tentación «cierra y hace crecer el ambiente donde se riñe», por lo cual «se buscan justificaciones acusándose uno a otro».

«No nos dejemos aprisionar por la tentación», fue la exhortación del obispo de Roma. Desde el círculo donde nos encierra la tentación «se sale sólo escuchando la Palabra de Jesús» recordó, concluyendo: «Pidamos al Señor que siempre, como hizo con los discípulos, con su paciencia, cuando seamos tentados nos diga: Deténte. Tranqulízate. Levanta los ojos, mira el horizonte, no te cierres, sigue adelante. Esta palabra nos salvará de caer en el pecado en el momento de la tentación».

Santo Padre Francisco: Para no dejarse contagiar por la tentación

Meditación del martes, 18 de febrero de 2014

Catecismo de la Iglesia Católica, CEC

VI. «No nos dejes caer en la tentación»

2846 Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos “deje caer” en ella. Traducir en una sola palabra el texto griego es difícil: significa “no permitas entrar en” (cf Mt26, 41), “no nos dejes sucumbir a la tentación”. “Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie” (St 1, 13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate “entre la carne y el Espíritu”. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza.

2847 El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una “virtud probada” (Rm 5, 3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1, 14-15). También debemos distinguir entre “ser tentado” y “consentir” en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es “bueno, seductor a la vista, deseable” (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.

«Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres […] En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado» (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17).

2848 “No entrar en la tentación” implica una decisión del corazón: “Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón […] Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6, 21-24). “Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este “dejarnos conducir” por el Espíritu Santo. “No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito” (1 Co 10, 13).

2849 Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía (cf Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf Mc 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es “guarda del corazón”, y Jesús pide al Padre que “nos guarde en su Nombre” (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Co 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. “Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela” (Ap 16, 15).

Propósito

Hacer una visita a Cristo Eucaristía para abrirle mi corazón y darle mi amor.

Diálogo con Cristo

Padre Santo, es increíble que habiendo experimentado tu amor sea capaz de rechazar u olvidar la grandeza de tu amor. Rechazo u olvido que se manifiesta en mi pasividad, falta de entusiasmo o incluso indiferencia ante tu presencia en la Eucaristía. Ayúdame, Señor, para que nunca te excluya de mi vida. Que al contemplar el crucifijo mi fe se reavive, y que recuerde que la fe se expresa en la caridad, en el servicio, en el amor a los demás.

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