La Navidad es algo más: nosotros vamos por este camino para encontrar al Señor. ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón, con la vida; encontrarlo viviente, como es Él; encontrarlo con fe. Y no es fácil vivir con la fe. El Señor, en la palabra que hemos escuchado, se maravilló de este centurión: se maravilló de la fe que él tenía. Había emprendido un camino para encontrar al Señor, pero lo había hecho con fe. Por esto no solamente él ha encontrado al Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor. Y este es precisamente el encuentro que queremos: ¡el encuentro de la fe! […]
Cuando solamente somos nosotros los que encontramos al Señor, somos nosotros — entre comillas, digámoslo — los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él que entra dentro de nosotros, es Él que renueva todo, porque ésta es la venida, aquello que significa cuando viene Cristo: renovar todo, renovar el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. ¡Nosotros estamos en camino con fe, con la fe de este centurión, para encontrar al Señor y principalmente para dejarnos encontrar por Él! […]
¡Corazón abierto, para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiera decirme, que no siempre es aquello que yo quiero que me diga! Él es el Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como a una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno en la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es amor concreto! De persona a persona: El Señor, persona, me mira a mí, persona. Dejarse encontrar por el Señor es justamente esto: ¡dejarse amar por el Señor! […]
En la oración al inicio de la misa hemos pedido la gracia de hacer este camino con algunas actitudes que nos ayuden. La perseverancia en la oración: rezar más. La laboriosidad en la caridad fraterna: acercarnos un poco más a quienes tienen necesidad. Y la alegría en la alabanza al Señor […].
Comenzamos este camino con la oración, la caridad y la alabanza, a corazón abierto, para que el Señor nos encuentre.
SS Francisco, Extracto de la Homilía en Santa Marta del 2 de diciembre de 2013.
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Colección de oraciones para el Adviento
I. La creación de la felicidad
3. Diez razones para la alegría
4. La alegría y la paz de Dios
1. El sueño
4. En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra
5. Señor, enséñame tus caminos (Sal 24)
6. Oración
III. El simbolismo de Juan Bautista
2. Súplica a favor del testigo (Sal 71)
4. A tientas
5. Sensibilidad para apreciar los valores
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Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén (So 3, 14)
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La creación de la felicidad
En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y a la mujer. Y planearon hacerlo a su imagen y semejanza. Entonces uno de ellos dijo:
—Esperen; si vamos a hacerlos a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, y una fuerza y una inteligencia iguales a las nuestras. Debemos pensar en algo que los diferencia de nosotros; de lo contrario, estaríamos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo; pero ¿qué les quitamos?
Después de mucho pensar, uno de ellos dijo: —¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. Aunque el problema va a ser dónde la escondemos para que no la encuentren jamás…
Propuso el primero: —Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.
A lo que inmediatamente repuso el segundo: — No, recuerda que les dimos fuerza; alguna vez alguien subirá y la encontrará; y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está…
Luego propuso otro: — Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Y otro replicó: — No, recuerda que les dimos inteligencia. Alguna vez alguien construirá una esquina por la que pueda entrar y bajar, y entonces la encontrará.
Otro más dijo: — Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.
Y le dijeron: — No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá una nave en la que puedan viajar a otros planetas, y la descubrirán; y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.
Y el último de ellos era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses. Tras analizar en silencio cada una de ellas, rompió el silencio y dijo: —Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren.
Todos se sorprendieron y preguntaron al unísono: — ¿Dónde?
— La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera que nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así. El ser humano pasa su vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.
José Carlos Bermejo: Regálame la salud de un cuento
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Tu alegría insobornable
Concédenos, Señor, tu alegría insobornable.
La diversión tiene precio y propaganda,
y sus mercaderes son expertos.
Se alquila la evasión fugaz
con sus rutas exóticas y vanas.
Se bebe el gozo con tarjetas de crédito
y se estruja como un vaso desechable.
Pero tu alegría no tiene precio,
ni podemos seducirla.
Es un don para ser acogido y regalado.
Concédenos, Señor, tu alegría sorprendente.
Más unida al perdón recibido
que a la perfección farisaica de las leyes.
Encontrada en la persecución por el Reino
más que en el aplauso de los jefes.
Crece al compartir lo mío con las otras
y se muere al acumular lo de los otros como mío.
Se ahonda al servir a los criados de la historia
más que ser servidos como maestros y señores.
Se multiplica al bajar con Jesús al abismo humano,
se diluye al trepar sobre cuerpos despojados.
Se renueva al apostar por el futuro inédito,
se agota al acaparar las cosechas del pasado.
Tu alegría es humilde y paciente
y camina de la mano de los pobres.
Concédenos, Señor, la “perfecta alegría”.
La que mana como una resurrección fresca
entre escombros de proyectos fracasados.
La que no logra desalojar de los pobres
ni la cárcel de los sistemas sociales
ni los edictos arbitrarios de los amos.
La decepción más honda y golpeada
no puede blindarnos para siempre
contra su iniciativa inagotable.
Tu alegría es perseguida y golpeada
pero es inmortal desde tu Pascua.
Concédenos, Señor, la sencilla alegría.
La que es hermanas de las cosas pequeñas,
de los encuentros cotidianos y de las rutinas necesarias.
La que se mueve libre entre los grandes,
sin uniforme ni gestos entrenados, como brisa sin amo ni codicia.
Tu alegría es confiada y veraz,
ve la más pequeña criatura amada por ti,
con un puesto en tu corazón y tu proyecto.
Benjamín González Buelta, SJ
* * *
Ven, Señor, a salvarnos
Necesitamos, sí, tu salvación,
porque sólo un Dios puede salvarnos.
El progreso científico-técnico nos enriquece,
pero nada más.
El consumo nos engorda, pero nos deja vacíos.
Los sabios y los líderes nos asombran,
pero no nos cambian.
Los artistas y los famosos nos entretienen,
también nos aburren.
No son nuestros salvadores.
Y tampoco nos salvan los políticos,
los militares, banqueros y periodistas,
los tecnócratas y deportistas,
y tampoco los maestros o gurúes o los eclesiásticos.
Sólo un Dios puede salvarnos:
de la tristeza, des desencanto, del desamor.
Sólo un Dios puede salvar al mundo
de sus cegueras y sus crueldades,
de sus cadenas y sus miserias,
de todas sus profundas llagas.
¡Ven, Señor, a salvarnos!
Salva a los oprimidos que esperan justicia,
a los hambrientos que sueñan con el pan,
a los cautivos que no ven el día de su libertad.
Ven, Señor, a abrir los ojos de los ciegos,
a enderezar a los que se doblan,
a guardar a los emigrantes,
a sustentar a los que desfallecen.
Ven, Señor. Pero Dios viene siempre.
Dios ya ha venido.
Vino Dios a salvarnos, e hizo algo más,
hizo de nosotros salvadores.
Somos un dios en pequeño.
Sed lo que sois, cristianos.
Cada miseria es un compromiso.
Hijos de Dios, salvad, por favor al mundo.
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Diez razones para la alegría
La cristiana se alegra:
1. Porque se siente inmensamente amada
2. Porque ha dado sentido a su vida, que no es otro que el amor
3. Porque nunca se siente sola. Vive siempre el gozo de la comunión, tanto hacia dentro —íntima comunión divina— como hacia fuera —gozosa comunión con los hermanos—
4. Porque ya no teme nada. Sabe que está en buenas manos, y se siente enteramente y constantemente protegida.
5. Porque asegura el cumplimiento de su esperanza y deseos. Sabe de quién se fía.
6. Porque se siente salvada. Posee ya las arras del Espíritu, “que a vida eterna sabe”.
7. Porque convierte su trabajo en vocación.
8. Porque puede iluminar sus relaciones oscuras, como el sufrimiento, la limitación y el fracaso. Todo lo relativiza, con gran sentido del humor.
9. Porque está segura que nada, ni sus pecados, le apartarán de su Absoluto, de su Amor. Por eso, sabe reírse de sí misma.
10. Porque, gracias a Cristo, incluso la muerte se le convierte en Pascua. Es por eso la persona de mayor esperanza.
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La alegría y la paz de Dios
Estad alegres. La paz de Dios custodiará vuestros corazones (Flp 4, 7)
La paz de Dios consolida nuestra confianza básica,
nos infunde tenacidad y coraje,
temple y arrojo para llegar lejos
sin perder altura de miras.
La alegría y la paz de Dios
La paz de Dios afianza y dinamiza nuestra voluntad
es paciente para sostener y resistir,
es impaciente para resignarse y consolarse,
regula y dirige nuestro esfuerzo.
La alegría y la paz de Dios
La paz de Dios atempera nuestro ímpetu vehemente
para que no atropelle y desbarate.
Encauza nuestra pasión cegada
para que no se desvíe y se pierda.
La alegría y la paz de Dios
La paz de Dios nos moviliza y nos da aplomo,
nos pone en marcha y nos modera,
sopla viento en nuestras velas
y echa el ancla cuando es preciso.
La alegría y la paz de Dios
Joaquín Suárez
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Mirad que llegan días —oráculo del Señor—, en que cumpliré la promesa que hice
a la casa de Israel y a la casa de Judá (Jr 33, 14).
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El Adviento es soñador
He tenido un sueño….
Soñé que un día las naciones de la tierra escuchaban el clamor desgarrado de los pobres de la tierra. De repente, se les abrieron los oídos y sus corazones se estremecieron ante tanto sufrimiento, sus ojos se abrieron para contemplar los millones de hermanos que morían cerca, muy cerca de ellos y al ver sus rostros demacrados y al cruzarse su mirada con aquellos ojos enormes, silenciosos, océanos de sufrimiento y humillaciones incontables, sintieron que eran carne de su carne y sangre de su sangre.
Y se reunieron, alrededor de una inmensa mesa redonda, representantes de todos los pueblos, tribus, razas y naciones. Y todos eran iguales. No hubo muchas palabras, ni discursos; al mirarse a los ojos, comprendieron que el mundo no podía seguir así y estrecharon sus manos y anudaron sus brazos en una inmensa cadena de solidaridad fraterna.
E hicieron un pacto de no agresión y de amistad, que sellaron con pan y con vino; y nunca el pan les supo tan sabrosos, ni el vino tan embriagador.
Y un día convenido, una gran luminaria se encendió sobre la tierra: en una pira inmensa quemaron los cañones, las pistolas, los fusiles, obuses, misiles y lanzaderas, y fundieron el hierro, con el que hicieron tractores…. Y de nuevo se sentaron alrededor de la mesa redonda para repartir equitativamente los bienes de la tierra, de forma que ya no existiera más hambre, ni paro, ni injusticia.
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El sueño
Una vez, en un el lugar más hermoso del universo, vivía un niño llamado Sueño, el cual anhelaba crecer y conocer otros mundos.
Sueño se entretenía por allá arriba, por las nubes, jugando y jugando todo el día.
Un día, Sueño, se dio cuenta de que él no crecía como crecían sus amigos; además empezó a sentirse muy débil y, poco a poco, perdió sus ganas de jugar.
De pronto, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín muy especial, el cual contenía alimentos para fortalecer y hacer crecer a Sueño.
Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba con aquellos manjares. Muchos caldos de constancia con fuerza, platos muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres hechos a base de paciencia, fantásticos jugos hechos con decisión…. y, lo más importante, tratándolo con mucha confianza.
Sueño creció y creció y llegó a dejar de ser Sueño para convertirse en Meta, y claro que siguió jugando, pero ya no por las nubes, sino aquí en la tierra, conociendo cada vez más mundos, como la felicidad y la satisfacción. Y un buen día Meta dejó de ser Meta y se transformó en Realidad.
«Regálame la salud de un cuento». Sal Térrea.
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¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!
Yo no soy un Buda feliz
que arrancó la raíz de los deseos.
Yo soy el amigo que dice: Ven.
Yo soy la novia que grita: Ven.
Yo soy la madre que espera: Ven.
El mundo lucha y evoluciona.
Es la historia que está de parto,
que ha sido fecundada por el Espíritu,
que prepara la llegada del hijo nuevo.
El Adviento.
Los trabajos del científico y del obrero,
las luchas del guerrillero
y del no-violento,
los desvelos de los padres y los líderes,
los sufrimientos
de los enfermos marginados
cantan a coro: Ven.
Las ilusiones de los niños,
las esperanzas del joven,
el tedio de los ancianos,
el canto de los que triunfan
y el llanto de los caídos
no dejan de repetir: Ven.
Un Adviento creciente,
hijo de la esperanza y la paciencia,
padre de la ilusión y del esfuerzo.
Una fuente secreta
y un murmullo repetido,
orquestado por el Espíritu:
¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!
* * *
Rebosar de amor
Que el Señor os come y os haga rebosar de amor (1 Tes 3, 12)
Que el Señor nos colme de su amor
hasta saciarnos y más.
Nos llene de amor mutuo y de amor universal.
Y nos haga rebosar.
Rebosar de amor
Que el Señor nos colme
de buenos sentimientos y palabras afectuosas,
capaces de llegar al corazón
y conmover las entrañas.
Y nos haga rebosar.
Rebosar de amor
Que el señor nos colme
de sensibilidad al dolor ajeno
y conciencia lúcida y avispada
para salir al encuentro del mal.
Y nos haga rebosar.
Rebosar de amor
Que el Señor nos colme
de actitudes cordiales y bondad tangible.
Un amor solidario, traducido
en gestos altruista, en acciones humanitarias.
Y nos haga rebosar.
Rebosar de amor
Joaquín Suárez
* * *
En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra
Cristo trae esperanza a todos los que la han perdido.
Luz a todos los que viven en la oscuridad.
Justicia a quienes viven bajo el yugo de la opresión.
Él viene como salvación para todos.
¿Te dice algo todo esto?
¿Sientes dentro de ti la necesidad de gritar, con todas tus fuerzas “Ven Señor”?
Si no lo sientes, tal vez sea porque el lugar que debe ocupar Dios en tu vida de cristiana,
esté ocupado ya y esperas luz, salvación, justicia…. de otros dioses a quienes das culto:
el dinero, la comodidad, el consumismo…
o porque no te preocupa demasiado que haya en el mundo
marginados, víctimas de la guerra, estructuras injustas de poder…
El Señor está cerca… Él viene… ya está ahí…
Pero sólo para quienes lo esperan ansiosamente.
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Señor, enséñame tus caminos (Sal 24)
A ti, Señor, levanto mi alma.
No te pido que me escuches,
porque todo está abierto a tu presencia,
porque tienes tu oído pegado a mi corazón
y oyes el flujo de mi vida
y escuchas hasta mis silencios.
Sólo pido que yo sepa escucharte.
No te pido que me enseñes tus caminos,
porque ya los has enseñado maravillosamente.
Tus caminos están abiertos ante mí
y están perfectamente señalizados.
Sólo te pido que mis pasos
no se desvíen ni un milímetro de tus caminos.
Ayúdame a recorrer los caminos que me has enseñado,
el Camino que me has regalado.
No es camino de estrellas, ni de leyes ni de libros,
es un camino de carne.
Es un camino cimentado en el amor,
asfaltado por la misericordia,
señalizado por el servicio y la entrega.
Tu Camino es el Hijo del amor y la misericordia.
Tu Camino son los hijos necesitados
del amor y la misericordia.
Que yo sepa andar por tus caminos,
despacito y vigilante,
para no dejar pasar ninguna de sus señales,
para llenarme y derramarme
en amor y misericordia.
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Oración
Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento, ponemos en ti nuestra confianza. Fortalece nuestra esperanza para saber descubrirte ya presente entre nosotros. Despiértanos de nuestros sueños y levántanos de nuestras pasividades e indiferencias.
Haz, Señor, que este Adviento nos empuje hacia ti; nos ayude a vivir centradas en tu Hijo Jesucristo. Que sea un tiempo de salvación. Un tiempo de encuentro y de conversión.
A pesar de dificultades y contratiempos seguimos confiando. Tu presencia entre nosotros nos ilumina y fortalece en el camino de la fe.
Te esperamos y salimos a tu encuentro, pues Tú eres nuestra esperanza.
Revista «Dabar»
* * *
El simbolismo de Juan Bautista
Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos (Lc 3, 5)
La importancia que tiene el Bautista en Adviento le viene no sólo a título personal, sino por todo lo que representa. El Bautista es el último eslabón de la economía antigua. Representa a Moisés y a todos los profetas. Por eso su testimonio es tan importante. En su boca se condensa todo el testimonio del Antiguo Testamento a favor del Nuevo. Él es el último eslabón de los testigos de la luz. Pero le ha llegado su tiempo de ser dejado atrás por aquel que se pone delante.
El Bautista nos repetirá hasta la saciedad “Yo no soy”. Yo no soy el Cristo, no soy Elías, no soy el profeta, no soy la luz. Esta es la naturaleza del testigo. No importa quién sea. Es sólo una voz sin rostro, sin nombre. Lo único que importa es el contenido es el contenido de su mensaje. La voz es efímera, pasa y se pierde en el espacio. Sólo queda la palabra. Pero Juan no es la palabra, es sólo la voz.
Es la verdadera naturaleza de todo testigo de Cristo. “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Co 4, 5). Todo testigo de Cristo descubre en la persona del Bautista la fuente del verdadero gozo.
Juan Manuel Martían-Moreno: «Personajes del cuarto evangelio».
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Allanad los caminos
Allanad los caminos.
Allanad, sí, todos los caminos de la tierra
porque el Señor está cerca.
El vendrá y llenará de esperanza
a quienes la perdieron
Vendrá en la noche para ser luz.
Vendrá para acompañar a los cansados,
a los eternos desilusionados.
Ya pueden cantar victoria
quienes se creían abandonados.
Ya está el Salvador a la puerta.
Allanad los caminos.
Abrid caminos de esperanza,
quienes pasáis por este mundo
sin encontrar sentido a la vida.
Allanad los senderos, porque él vendrá.
Vendrá como rocío mañanero.
Rasgará los corazones de piedra
y ablandará la dureza
de nuestra tierra seca.
Vendrá el Señor, no tardará.
Esperadlo en el umbral de vuestra casa,
porque sin hacer ruido vendrá
y lo inundará todo con su amor.
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Súplica a favor del testigo (Sal 71)
Inunda, oh Dios, con el torrente de tu audacia
a la persona llamada a ser tu testigo:
que su compromiso a favor de los pobres
y su estar al lado del necesitado y desvalido
ayuden a desvelar tu imagen
de un Dios que aborrece toda iniquidad;
que la experiencia de tu amor en su vida
sea como lluvia y rocío
que hagan fértil la tierra baldía de nuestras desesperanzas;
que la paz de su corazón y de sus palabras
hagan posible el abrazo de todas las ideas y creencias;
y que nos ayude a comprender que el único enemigo del ser humano
es el que niega o hace imposible al hermano
su vocación de amor universal.
Caigan rendidos ante la fuerza de su testimonio
quienes defendían la necesidad de la guerra
e incrementaban el poder de las armas aniquiladoras;
que los poderosos de este mundo alcancen a ver en él
que todo poder es corrupción
cuando no es servicio desinteresado.
Pues la vida de un desheredado es más valiosa a tus ojos,
Señor, que todas las culturas y civilizaciones
que se sostienen a costa de la miseria de muchos.
¡Jamás nos falte un testigo de tu amor!
Sólo él /ella nos hará abundar en la perfecta alegría,
porque cambiará nuestros cultivos de egoísmo
en campos ubérrimos de comunión y amistad;
sólo él conseguirá que sea bendición
la maldición de mutua desconfianza
que hoy pesa sobre el ser humano;
sólo él, porque aceptó, con el sacrificio de su vida,
ser sendero de Dios entre los hombres y mujeres:
aurora de un mundo nuevo bajo el signo de la fraternidad.
¡Bendito el Dios de rostro humano,
único que lleva al ser humano al gozo de ser su testigo!
¡Bendito el Dios que nos envía signos clarividentes
de su amor hecho carne, presencia, riesgo!
¡Bendito el Dios que consagra los pasos de sus elegidos
con el cuenco abundante de la esperanza
que derriba todo muro de lo imposible!
La tierra estrenará nuevo taje de fiesta
allí donde los oídos se abran
a la palabra hecha carne del testigo de Dios.
Antonio López Baeza
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Para anunciar el Adviento
Este es el tiempo de la espera, del anhelo y la ilusión.
Es un tiempo de ojos abiertos,
de miradas largas como el horizonte
y de pasos ligeros por oteros y valles.
Es el tiempo de las salas de espera,
de los sueños buenos que soñamos
y de los embarazos de vida.
Es tiempo de anuncios, pregones y sobresaltos;
de vigías, centinelas y carteros,
de trovadores y profetas.
Es tiempo de luces y coronas,
de puertas y ventanas entreabiertas,
de susurros, sendas y parteras.
Es tiempo de pobres y emigrantes,
de cadenas y cárceles rotas
y de hojas con buenas noticias.
Es el tiempo de Isaías, Juan Bautista y María;
y de José, quitando fantasmas,
embarcado en la aventura
y pasando las noches en claro.
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A tientas
Esperar,
cuando una se adentra en la madurez de la vida,
o lleva años afirmando y regando el jardín de sus flores y seguridades,
no consiste en soñar, ni en volar,
ni adentrarse en un mundo de ilusiones,
ni en quitar las hierbas malas,
ni en dar respuesta a todos los interrogantes,
ni en tener una estructura lógica y razonable en la que apoyarse…
Esperar, hoy, Señor
es andar a tientas, tanto de día como de noche,
entre sombras y luces, bullicios y silencios
—que velan, desvelan, confunden y alertan—
e intentar, con los sentidos cansados,
olerte, oírte, verte, tocarte y besarte en tus mediaciones.
Y alegrarse de estar aquí así, a tientas.
F. Ulibarri: Al viento del Espíritu.
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Sensibilidad para apreciar los valores
Qué vuestra comunidad de amor siga creciendo en sensibilidad
para apreciar los valores (Flp. 1,9-10)
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad
Sensibilidad para apreciar los valores.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
en aquel conocimiento que nos hace comprensivas,
en aquel buen sentido que nos hace prudentes,
en aquella conciencia que nos hace honradas.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad
Sensibilidad para apreciar los valores.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
en la profundidad del océano divino,
en la superficie de la ternura,
en la densidad de la contemplación.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad
Sensibilidad para apreciar los valores.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
por dentro y hacia fuera, madure y fructifique,
se explicite en actitudes definidas,
se materialice en acciones concretas.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad
Sensibilidad para apreciar los valores.
Joaquín Suárez.
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primera parte, segunda parte, tercera parte.