Guía para vivir el Año Santo de la Misericordia junto al Papa Francisco: Febrero 2016

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La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada. También para llegar a la Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación, entonces, sea estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros.

En el texto de Lucas, el Señor Jesús indica las etapas de la peregrinación mediante la cual es posible alcanzar esta meta. Dice, ante todo, no juzgar y no condenar. Si no se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del propio hermano. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras el Padre mira el interior. ¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia! Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al descrédito, a comprometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme. No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo. Sin embargo, esto no es todavía suficiente para manifestar la misericordia. Jesús pide también perdonar y dar. Ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios. Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad.

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(Misericordiae Vultus, 14)

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Peregrinemos juntos en este Año Santo

Escuchamos al Papa Francisco

La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia.  La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada.  También para llegar a la Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación.  Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio.  La peregrinación, entonces, sea estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros.

En el texto de Lucas, el Señor Jesús indica las etapas de la peregrinación mediante la cual es posible alcanzar esta meta.  Dice, ante todo, no juzgar y no condenar. Si no se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del propio hermano.  Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras el Padre mira el interior.  ¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia!  Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al descrédito, a comprometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme. No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo.  Sin embargo, esto no es todavía suficiente para manifestar la misericordia. Jesús pide también perdonar y dar.  Ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios.  Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad.

Misericordiae Vultus, 14

Guía para vivir el Año Santo de la Misericordia junto al Papa Francisco: Febrero 2016

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Escuchamos la Palabra de Dios

“Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.  Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman.  Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.  Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.  Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.  Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.  Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.  Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio.  Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.  Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.  No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.  Den, y se les dará.  Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes…” 

Evangelio de Lucas 6, 27-38

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Un salmo para alabar

A cada estrofa del salmo repetimos:

¡Felices los que van por un camino intachable,

los que siguen la ley del Señor!

Tu palabra, Señor, permanece para siempre,
está firme en el cielo.

Tu verdad permanece por todas las generaciones;
tú afirmaste la tierra y ella subsiste.

Todo subsiste hasta hoy conforme a tus decretos,
porque todas las cosas te están sometidas.

Si tu ley no fuera mi alegría,
ya hubiera sucumbido en mi aflicción.

Nunca me olvidaré de tus preceptos:
por medio de ellos, me has dado la vida.

Sálvame, porque yo te pertenezco
y busco tus preceptos.

Los malvados están al acecho para perderme,
pero yo estoy atento a tus prescripciones.

He comprobado que toda perfección es limitada:
¡qué amplios, en cambio, son tus mandamientos!

Salmo 119, 89-96

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Para reflexionar y/o compartir en grupo

  1. ¿Qué diferencias observamos entre “transitar al lado de” otros y “peregrinar junto con” los otros?  Enumeramos una lista con similitudes y diferencias.
  2. ¿Cuáles serán los elementos esenciales y constitutivos de nuestra peregrinación por la vida, según el Papa Francisco? 
  3. ¿Qué significará para nosotros, los cristianos, “alcanzar la meta? ¿Qué es lo importante en la vida?  ¿Qué cosas no son tan necesarias?
  4. ¿Somos instrumentos del perdón para los demás?  ¿Sabemos percibir lo bueno que hay en cada persona o vivimos juzgando y/o hablando mal de nuestros hermanos?
  5. En este Año Santo, ¿en qué situaciones de nuestra vida, personal y comunitaria, necesitamos convertirnos y dejarnos abrazar por la misericordia de Dios?  Realizamos un plenario en común, con todo lo reflexionado.

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Intenciones

A cada intención respondemos:

¡Señor de los peregrinos, ayúdanos en nuestro paso por la vida!

  • Te rogamos por nuestro querido Papa Francisco, para que le des la fuerza y serenidad necesaria para conducir a tu Iglesia por los caminos de la Misericordia Divina.  Oremos…
  • Para que aprendamos a peregrinar, junto a nuestros hermanos, como Pueblo de Dios y construyendo cada día una auténtica patria de hermanos.  Oremos…
  • Haz que vivamos con alegría y paz este Año Santo y que cada día nos encuentre más comprometidos con nuestros hermanos y compañeros de camino.  Oremos…
  • Danos paciencia y fuerza para atravesar la Puerta Santa de tu corazón. Oremos…
  • Ayúdanos asumir la Misericordia como un estilo de vida en nuestras vidas. Oremos…
  • Que en todo momento de nuestras vidas seamos capaces de transmitir y encontrarnos con la Misericordia de tu amor.  Oremos…

Agregamos nuestras intenciones personales y comunitarias…

Rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y el Gloria

Repetimos con convicción la advocación: ¡Jesús, en vos confío!  ¡Jesús, en vos confío!  ¡Jesús, en vos confío!

Oración: Señor de los peregrinos, que nos enviaste a Jesús para darnos vida plena y mostrarnos el rostro de la misericordia, te pedimos que tu Hijo nos guíe y conduzca en nuestro peregrinar en este mundo hacia tu presencia.  Ayúdanos a ser pacientes y misericordiosos con quienes peregrinan a nuestro lado en la vida. Enséñanos a amar con un sentimiento profundo, pleno de ternura, compasión, indulgencia y perdón.  ¡Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas, por los siglos de los siglos!  ¡Amén!

Señal de la Cruz

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Compromiso personal del mes

Este mes de febrero voy a participar, junto mis familiares y/o amigos de alguna peregrinación, de alguna ceremonia religiosa.  También podré acercarme a participar de la Misa o algún evento que me acerque más a Dios u otro compromiso similar.

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Para memorizar y rezar durante el mes

¡María de Guadalupe, ayúdanos a peregrinar juntos, como pueblo de Dios, en este Jubileo de la Misericordia!

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La misericordia en los santos

san_maximiliano_kolbeSan Maximiliano Kolbe (1894-1941). Por Jesús soy capaz de padecer aún más. En el campo de concentración de Auschwitz, Polonia, aprovechando algún descuido, un prisionero se fugó.  El terror congeló los corazones de aquellos hombres. Todos sabían el castigo: «por cada evadido, 10 de sus compañeros de trabajo, escogidos al azar, serian condenados a morir de hambre y sed en el sótano de la muerte.  Entre los condenados, exclama sollozando, el sargento Gajownieczek: ¡Adiós, adiós, mi pobre esposa!.. ¡Adiós, mis hijitos, hijitos huérfanos!  Las palabras del sargento sin duda tocan el corazón de muchos presos, pero en el corazón del padre Kolbe hacen más.   El P. Maximiliano salió de las filas y quitándose la gorra exclamó firmemente: «Soy sacerdote católico polaco; y quiero tomar su lugar, porque él tiene esposa e hijos…»  y así esperó santamente su terrible muerte.  Muchos años más tarde, el sargento Gajownieczek tuvo la gracia de asistir a la canonización de San Maximiliano Kolbe, su benefactor.

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Un cuento para rumiar

EL MONJE Y EL GURÚ

El gurú, que se hallaba meditando en su cueva del Himalaya, abrió los ojos y descubrió, sentado frente a él, a un inesperado visitante: el abad de un célebre monasterio vecino.

–¿Qué deseas? –le  preguntó el gurú.

El abad le contó una triste historia.  En otro tiempo, su monasterio había sido famoso en todo el mundo occidental, sus celdas estaban llenas de jóvenes novicios, y en su iglesia resonaba el armonioso canto de los monjes.  Pero habían llegado malos tiempos: la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu, la avalancha de jóvenes candidatos había cesado y el templo se hallaba silencioso.  Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus obligaciones.  Lo que el abad quería saber era lo siguiente:

–¿Hemos cometido algún pecado para que el monasterio se vea en esta situación?

–¡Sí! –respondió  el gurú: un pecado de ignorancia.

–¿Y qué pecado puede ser ése? –inquirió con curiosidad el abad.

–¡Uno de vosotros es el Mesías disfrazado, y vosotros no lo sabéis!  Y, dicho esto, el gurú cerró sus ojos y volvió a su meditación.

Durante el dificultoso viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía cómo su corazón se desbocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías! había vuelto a la tierra y había ido a parar justamente a su monasterio.  ¿Cómo no había sido capaz de reconocerlo?  ¿Y quién podía ser?  ¿Acaso el hermano cocinero?  ¿El hermano sacristán?  ¿El hermano administrador?  ¿O sería él, el hermano prior?  ¡No, él no!  Por desgracia, él tenía demasiados defectos… Pero resulta que el gurú había hablado de un Mesías “disfrazado”  ¿No serían aquellos defectos parte de su disfraz?  Bien mirado, todos en el monasterio tenían defectos ¡y uno de ellos tenía que ser el Mesías!

Cuando llegó al monasterio, reunió a los monjes y les contó lo que había averiguado.  Los monjes se miraban incrédulos unos a otros: ¿¡el Mesías aquí!?  ¡Increíble!  Claro que, si estaba disfrazado… Entonces, tal vez…  ¿Podía ser Fulano o Mengano? ¿O, podía ser…?

Una cosa era cierta: si el Mesías estaba allí disfrazado, no era probable que pudieran reconocerlo.  De modo que, empezaron todos a tratarse con respeto y consideración.  “Nunca se sabe”, pensaba cada cual para sí cuando trataba con otro monje, “tal vez sea éste…”.  El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo desbordante.  Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser admitidos en la Orden, y en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de los monjes, radiantes del espíritu de Amor.

Adaptación – Autor desconocido

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Para disfrutar del buen cine


TÍTULO EN CASTELLANO

ORIGEN

DIRECTOR

PROTAGONISTAS

Título Original / Otro Título

AÑO

DURACIÓN

GÉNERO

CALIFICACIÓN

LA MISIÓN

USA

Roland Joffe

Robert De Niro / Jeremy Irons

The Mission

1986

120 min

Testimonial

ATP

LA ERA DEL HIELO

USA

Chris Wedge

Ray Romano / John Leguizamo

Ice Age

2002

81 min

ANIMACIÓN

atp

La Misión. Hispanoamérica, siglo XVIII, zona de las misiones jesuitas, cercana a las cataratas de Iguazú, el padre Gabriel (Jeremy Irons) se acerca a una comunidad aborigen, sin más armas que su oboe, su gran su fe y el amor al prójimo. Es aceptado por los guaraníes y funda la misión de San Carlos. Entre sus seguidores está Rodrigo Mendoza (Robert De Niro), ex-traficante de esclavos y mercenario, quien arrepentido por haber asesinado a su hermano, se convierte e ingresa a la orden, encontrando la redención entre sus antiguas víctimas.  Después de lidiar juntos, durante años, por llevar adelante la misión, se ven obligados a defender a los nativos de los ataques de colonizadores.  Gabriel confía en el poder de la oración; Rodrigo, en la fuerza de la espada.  Es una película bella y memorable donde puede palparse el gran valor de la misericordia y el testimonio de la fe cristiana.

La Era de Hielo.  Durante la época glacial, un mamut, un perezoso gigante y un tigre encuentran un bebé, extraviado por su familia.  Esta extraña comunidad, decide cuidarlo y ponerse camino para llevarlo con su familia humana, que también están emigrando por los grandes deshielos.  Esta apasionante animación nos muestra cómo lo que verdaderamente importa para formar una comunidad no es el origen común sino el hecho de caminar con el otro, de peregrinar juntos en prosecución de un objetivo en común; que cuando hacemos las cosas guiados por el amor, las diferencias se achican y se agranda el corazón.


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