Oración, meditación… Mirar el rostro de Dios, sentirse mirado por Dios… No tanto hablar, hablar… déjate mirar por el Señor… Y déjate guiar por su mano.
Papa Francisco
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¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro! Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.
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¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.
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Santísima y siempre pura Virgen María, Madre de Jesucristo, Reina del mundo y Señora de todo lo creado; que a ninguno abandonas, a ninguno desprecias ni dejas desconsolado a quien recurre a Ti con corazón humilde y puro. No me deseches por mis gravísimos e innumerables pecados, no me abandones por mis muchas iniquidades, ni por la dureza e inmundicia de mi corazón me prives de tu gracia y de tu amor, pues soy tu hijo. Escucha a este pecador que confía en tu misericordia y piedad: socórreme, piadosísima Madre del Perpetuo Socorro, de tu querido Hijo, omnipotente Dios y Señor nuestro Jesucristo, la indulgencia y la remisión de todos mis pecados y la gracia de tu amor y temor, la salud y la castidad y el verme libre de todos los peligros de alma y cuerpo. En los últimos momentos de mi vida, sé mi piadosa auxiliadora y libra mi alma de las eternas penas y de todo mal, así como las almas de mis padres, familiares, amigos y bienhechores, y las de todos los fieles vivos y difuntos, con el auxilio de Aquel que por espacio de nueve meses llevaste en tu purísimo seno y con tus manos reclinaste en el pesebre, tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.
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Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere. Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: María, María, Madre Mía.
Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía. Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para bien nuestro ese nombre tan dulce, tan amable y bello. Mas no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo Socorro.
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Triduo
INVOCACIONES
A cada invocación se responde:
«Madre de amor, ven en mi socorro»
* Madre del Perpetuo Socorro, cuyo solo nombre inspira confianza: R/.
* En el momento difícil de la prueba, para ser fuerte. R/.
* Cuando haya tenido la desgracia de caer, para que vuelva a levantarme. R/.
* Frente a la mentira y a la injusticia, frente al afán de poseer para mantenerme libre. R/.
* Si se oscurece mi fe, decae mi esperanza y me enfrío en el amor. R/.
* Al participar en los sacramentos y en el servicio a Dios y a los hermanos. R/.
* En todos los acontecimientos y ocupaciones de la vida. R/.
* Para estar atento a la Palabra de Dios y responder a sus dones. R/.
* Para conseguir con mi ejemplo que los demás te invoquen y te amen. R/.
* Madre mía, para ser fiel a Cristo, hasta llegar a la gloria del Padre. R/.
Rezar la oración del día correspondiente:
DÍA PRIMERO
ORACIÓN. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Aquí tenéis a vuestros pies a un miserable pecador que a Vos acude y en Vos confía. Madre de misericordia, tened piedad de mi. Oigo que todos os llaman Refugio y Esperanza de los pecadores; sed, pues, el refugio y la esperanza mía. Socorredme por amor de Jesucristo, tended la mano a un miserable caído que a Vos se encomienda y se consagra por vuestro siervo perpetuo. Bendigo y doy gracias a Dios que por su misericordia me ha concedido esta confianza en Vos, que yo miro como una prenda de mi salvación. ¡Ah, infeliz de mi! En el tiempo pasado he caído en la culpa por no haber acudido a Vos; y tengo por cierto que si a Vos me encomiendo me ayudaréis y saldré victorioso; pero este es mi temor; que en las ocasiones de pecar deje de llamaros en mi ayuda y así me pierda. Concededme, pues, esta gracia que ardientemente os pido; alcanzadme que en los asaltos del infierno recurra a Vos diciendo; María, ayudadme; Virgen del Perpetuo Socorro, no permitaís que pierda a mi Dios.
Rezar cinco Avemarías. Hacer la petición del favor que se desea obtener con este triduo. Terminar con laoración final para todos los días.
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DÍA SEGUNDO
ORACIÓN. ¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! Concededme la gracia de que pueda siempre invocar vuestro poderosísimo nombre, ya que él es el socorro del que vive y la salvación del que muere. ¡Ah, María dulcísima, María purísima! haced que vuestro nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que os llame, Señora mía, apresuraos a socorrerme, pues en todas mis necesidades propongo no dejar de invocaros, diciendo y repitiendo: ¡María, María!… ¡Oh qué aliento, qué dulzura, qué confianza, qué ternura no siente mi alma con solo repetir vuestro nombre y pensar en Vos! Doy gracias a Dios, que os ha dado para bien mío ese nombre tan dulce, tan amable y tan poderoso! Mas no me contento con pronunciar vuestro bendito nombre; quiero pronunciarlo por amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo llamaros: Madre del Perpetuo Socorro.
Rezar cinco Avemarías. Hacer la petición del favor que se desea obtener con este triduo. Terminar con laoración final para todos los días.
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DÍA TERCERO
ORACIÓN. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Vos sois la dispensadora de todas las gracias que Dios nos concede a nosotros pecadores; y si os ha hecho tan poderosa, tan rica y tan benigna, es para que nos socorráis en nuestras miserias. Vos sois la abogada de los reos más abominables y desamparados que a Vos recurren; socorredme también a mí, que a Vos me encomiendo, en vuestras manos pongo mi eterna salvación y a Vos entrego mi alma; contadme en el número de vuestros más especiales siervos; acogedme bajo vuestra protección, y eso me basta. Si, porque si Vos me protegéis ya nada temeré; no temeré mis pecados, porque Vos me alcanzaréis perdón de ellos; no a los demonios, porque Vos sois mas poderosa que todo el Infierno; no temeré a mi propio Juez, Jesucristo, porque con una súplica vuestra El se aplaca. Solo temo que por mi descuido deje de encomendarme a Vos, y así me pierda. Obtenedme, Señora mía, el perdón de mis pecados, el amor a Jesucristo, la perseverancia final y la gracia de acudir siempre a Vos, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!
Rezar cinco Avemarías. Hacer la petición del favor que se desea obtener con este triduo. Terminar con laoración final para todos los días.
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ORACIÓN FINAL
V. Te has hecho, Señora, nuestro Refugio.
R. Socorriéndonos oportunamente en la tribulación.
ORACION. Dios Omnipotente, que en tu misericordia nos diste la Imagen de tu Bienaventurada Madre, para que con el titulo especial de Perpetuo Socorro la venerásemos: concédenos, Señor, que en todas las vicisitudes de nuestra peregrinación en esta vida seamos, con la continua protección de la Inmaculada y siempre Virgen María, asistidos y amparados y merezcamos conseguir los premios eternos de tu Redención. Que vives y reinas por los de los siglos. Amén.
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