
Orientación para las parejas casadas y comprometidas.
El verdadero guardián y vigilante de la extraordinaria dignidad del ser humano es la familia, en particular, los esposos y las esposas, que ejercen una función tutelar de la santidad de la vida. La pornografía no solamente presenta un peligro para la promesa de fidelidad, que es el elemento fundamental del vínculo matrimonial, sino que amenaza el desarrollo moral y sexual de los niños, cuya educación se confía al cuidado vigilante de los padres. Los esposos y las esposas son los combatientes más inmediatos y directos en la lucha contra la pornografía.
Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo.
Efesios 5, 28-30
Si bien los esposos y las esposas comparten la misma dignidad como personas, no comparten las tentaciones por igual, sobre todo la tentación relacionada con el azote de la pornografía. Cabe reconocer que, en gran parte, aunque no exclusivamente, el uso de la pornografía está relacionado con los hombres. Si un matrimonio comienza a desmoronarse por la pornografía, esta última será introducida muy probablemente por el esposo.
Esposos, tengan presente que su solemne promesa de fidelidad, que es la base de la formación de su familia, se deteriora por cualquier uso de la pornografía. Esfuércense por honrar la promesa que hicieron al comienzo de su vida matrimonial. Las épocas en que la intimidad sea difícil son oportunidades para practicar el amor de sacrificio de un esposo, que solamente su noble vocación ilustra con máxima perfección.
La búsqueda de consuelo en la ilusión de la pornografía corromperá gradualmente su comprensión de sí mismo, su percepción de su amada esposa y el modelo que presenta a sus hijos. Es absurdo creer que esta preocupación secreta se puede contener y aislar de la vida familiar. Poco a poco, el egocentrismo y la falta de respeto de sí mismo y de otros, que son el fundamento de este vicio, se manifestarán dentro de su relación con la familia.
Las esposas que descubran que sus cónyuges han sucumbido a la pecaminosa atracción de las imágenes o historias pornográficas deben ser cariñosas y perdonarlos, pero también deben ser severas para exigirle al esposo que vuelva a su verdadera vocación matrimonial. La traición de un cónyuge por algo que es apenas una ilusión es una experiencia amarga, sin embargo, en este caso el mejor antídoto es el amor, acompañado de apoyo y orientación.
El campo de la orientación psicológica, cuando se realiza con la debida comprensión de la persona humana y de la ley natural, también puede ser de gran ayuda. Muchos han descubierto que no pueden luchar contra la impureza solos y que la asistencia de un orientador o un terapeuta representa una enorme diferencia (que, a veces, es definitiva).
Los esposos y las esposas deben ejercer constante vigilancia para asegurarse de que la plaga de la pornografía no entre a la vida de sus hijos. Esta vigilancia comienza con un control prudencial de los medios de comunicación disponibles en la casa. Aliente a sus hijos a usar revistas, películas y libros que eleven el espíritu y dejen un mensaje constructivo. Cuando los padres ejercen control sobre los medios de comunicación, deben dar a los hijos normas comprensibles y razones morales para recomendar y rechazar el contenido de los mensajes transmitidos por los medios de comunicación. Sean siempre claros y coherentes al explicar estas normas y demuestren su importancia al aceptarlas ustedes mismos.
Insistan en tener controles estrictos y claros sobre el uso de internet por cualquier niño. El uso de internet en la casa debe ocurrir siempre en los lugares de reunión de la familia. No se debe dar acceso a los niños, ni siquiera a los de mayor edad, en la privacidad de su habitación. Los controles tecnológicos tanto en los computadores como en la televisión deben ser parte ordinaria del uso de los medios de comunicación por la familia.
Lo que es más importante, los esposos y las esposas proporcionan las enseñanzas más claras y seguras de castidad por medio del amor, la devoción y el propio sacrificio que demuestren en su relación mutua. Recuerden siempre que el Señor les ha confiado a ustedes por su propia vida en común el medio perfecto de llevar a sus hijos a comprender la intimidad humana, de una forma verdadera y madura.
Encomiéndense a sí mismos y encomienden a sus hijos siempre al cuidado de San José, el esposo perfecto.
Proteged, oh providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la escogida descendencia de Jesucristo. Amantísimo Padre, apartad de nosotros toda mancha de error y corrupción. Asistidnos propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de la muerte, así, ahora, defended la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro y sostenidos por vuestro auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna felicidad. Amén.
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Fuente original: Pornografía: un ataque al templo de Dios vivo
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