Las diferentes formas de oración con los niños

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Todo cristiano, o mejor, toda persona que sinceramente desea comunicarse con su Señor, va experimentando diferentes formas de oración a lo largo de su vida. Podríamos resumirlas o agruparlas en torno a tres elementos:

1. Los momentos reservados a la oración personal.

2. Una actitud de fe que informa e inspira sus actos diarios.

3. La celebración comunitaria de esa fe.

El niño tendrá que ir experimentando desde pequeño las diferentes formas de oración que han surgido en la historia del Pueblo de Dios. Para cada momento el niño conocerá y vivirá una forma de oración. Así, conocerá la alabanza por todo lo bello y hermoso que Dios nos dio; la oración de súplica; la de acción de gracias; la oración a través del canto, del gesto, del dibujo; las oraciones de carácter repetitivo, los textos breves de la Palabra de Dios, la oración personal, etcétera.

Aunque existen diversas maneras de hacer oración, podríamos hablar de dos formas básicas: la oración personal o silenciosa y la oración comunitaria. Es decir, la oración individual que cada ser humano realiza con su Dios y la oración compartida con los hermanos en torno a un mismo Padre.


La oración personal o silenciosa

Los niños tienen que acostumbrarse paulatinamente a lograr espacios de silencio interior. Es decir, a lograr momentos de comunicación profunda con Dios nuestro Padre. El niño -también el adulto- tiene que poder ponerse delante de Dios, para presentarle sus inquietudes, sus temores y esperanzas, sus peticiones, sus alabanzas, sus acciones de gracias. En todo momento debe captar que Dios es su Padre y que nunca lo abandona, aun en los momentos difíciles. El niño debe aprender a invocar a Dios que nos ama y nos conserva; a Jesús Hijo de Dios y hermano nuestro que nos conduce al Padre; al Espíritu Santo que habita en nosotros y a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.


La oración comunitaria

Los niños necesitan ir realizando sus primeras experiencias de oración comunitaria, desde pequeños. Ellos deben poder captar que la comunidad, la familia, los amigos, los demás también están para rezar con uno, para compartir alegrías y dolores, para rezar juntos por una intención personal. Un niño pidiendo a sus amigos que recen por su gatito enfermo está generando un acto salvífico del amor de Dios.

Así, por medio de la oración comunitaria, el niño conocerá:

  • la oración de alabanza por todo lo bello y hermoso que Dios nos da y nos regala constantemente a través de toda la Creación. La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que Él es. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquél que es su fuente y su término. La alabanza tiene su síntesis vital del Antiguo Testamento en la expresión hebrea «¡Hallelu-Ya!» (Aleluya), «¡Alabad al Señor!»
  • la oración de súplica y petición: que no sólo presenta ante Dios todas nuestras necesidades, angustias y miedos sino que nos solidariza con el resto de los hombres, haciéndonos conscientes y responsables de todos aquellos a quienes tenemos presentes en nuestras oraciones, abriéndonos a todos los problemas personales y sociales. Orar por otros, como expresión de la “comunión de los santos”, incluso por los enemigos; nos acerca a la oración de Jesús.
  • la oración de acción de gracias: expresa nuestro continuo agradecimiento por todo lo que Dios nos regala y realiza cada día y en cada momento por nosotros. Agradecemos por que su Amor es infinito. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros (1 Ts 5, 18).

Es muy importante que los niños puedan hacer oración y expresar en voz alta sus propias preocupaciones, sus propias intenciones. Estas oraciones espontáneas -de petición, de alabanza y de agradecimiento- muy gratas a los niños y, estoy convencido, que a Dios también, van a ir despertando el sentido comunitario de la oración.

En ese sentido, tenemos que ayudar a los niños, para que escuchen atentamente las oraciones de los otros y no las repitan por imitación o costumbre y tratar de que las oraciones sean lo más personalizadas posibles. La idea es ponerle rostros concretos de personas a todas las oraciones y siempre en primera persona (singular o plural). Ejemplos:

  • Una cosa es orar diciendo: “Yo le pido al Señor por los chicos pobres…” (impersonal y en 3.ª persona) y, otra muy distinta, es orar diciendo: “Yo te pido Jesús por esos tres chicos que hoy a la mañana observé limpiando los parabrisas de los coches, para que los ayudes…”.
  • Una cosa es pedir “por los enfermos” y otra muy distinta, es compartir con los compañeros: “Buen Jesús, te pido por mi abuela Clara que está enferma…”.
  • Una cuestión es rezar para “que seamos cada vez más buenos” y otra, muy diferente es rezar por “fulano” (con nombre y apellido) ese compañero que no me llevo muy bien, para que pueda comprenderlo mejor y acercarme a él…

De esta manera, por las experiencias de oración junto a los demás (sobre todo, en las Celebraciones de la Palabra), los niños van tomando conciencia paulatina de la gran oración comunitaria de la Iglesia: la Liturgia, que alcanza su expresión máxima en la Eucaristía o Santa Misa. Es de lamentar que a medida que pasan los años, más nos vamos alejando de la oración comunitaria, compartida desde la vida.

*  *  *

No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es Él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con él en oración. El quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos…

San Agustín

(De la Serie «Iniciación en la oración», columna 6.ª)

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