Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Nos podemos hacer mucho daño a nosotros mismos y a los demás

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Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida «en vasijas de barro» (2 Cor 4, 7), estamos aún sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por ello el Señor Jesús quiso que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia los propios miembros, en especial con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los enfermos, que se pueden unir con el nombre de «sacramentos de curación». El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien. La imagen bíblica que mejor los expresa, en su vínculo profundo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).

SS Francisco, Audiencia general, 19 de febrero de 2014.

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Objetivo

Comprender los efectos del pecado en nosotros mismos y de nuestros pecados en los demás.

Vídeos

Pecado y perdón de David, Markowitz, 1997, 13´

El hijo pródigo. Versión moderna

Canción de perdón

Martín Valverde. El Perdón 4′

Charla aclaratoria para debatir en los grupos

Nuestra energía básica es el amor, que se desarrolla desde lo más íntimo de nuestro ser. Pero de nosotros mismos surgen también otras fuerzas contrarias al amor, mezcla de egoísmos, perezas, soberbia e hipocresía. Nuestra vida es lucha entre estas dos tendencias, en la que nos jugamos nuestro grado de felicidad. Nos podemos hacer mucho daño en la medida en que triunfen en nosotros las fuerzas anti-amor.

El amor jamás se desarrolla a la fuerza. Por eso Dios respeta tan a fondo nuestra libertad de elección. Somos realmente capaces de optar por lo que nos hace daño o lo que nos hace bien.

Dios respeta nuestras decisiones. Pero sufre cuando ve que tiramos a la basura esas hermosas cualidades que él nos dio. No producen frutos para nadie. O están raquíticas. Esa terrible ingratitud le duele, porque nos quiere. Sufre cuando nos ve pasarlo mal, lejos del cariño de su casa.

A Dios no lo podemos ofender directamente. Somos muy pequeños para poder dañar a Señor tan grande. Pero ese Gran Señor nos ama tiernamente. Con inmenso amor nos ha dotado de maravillosas posibilidades. Sueña ilusionado con nuestra felicidad. Por eso, no cultivar debidamente las cualidades que nos da es pecado de ingratitud para con él. Y cuando cambiamos a Dios, todo Amor, por cualquier idolillo de porquería, pecamos de infidelidad.

Las tonteras que realizamos le avergüenzan y le duelen al Dios-Amor. Cuando nos hacemos daño a nosotros mismos o a los demás, o ponemos en peligro nuestro futuro, el Amor sufre…

Dios nos respeta cuando transitamos por malos caminos, pero nos espera siempre con los brazos abiertos. Experimentar el abrazo de Dios, su perdón, es la vuelta al camino de la felicidad.

Canción de petición de perdón

Zamba del perdón. Navi, 3′ (letra para escuchar en oración)

Textos iluminadores para orar y dialogar en grupos

Lc 15,1-2.11-32: El hijo perdido. ¿Es verdad que podemos arruinar nuestro futuro?

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».

Jesús dijo: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte de herencia que me corresponde». Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!». Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: «Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;  ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros». Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: «Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo». Pero el padre dijo a sus servidores: «Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado». Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: «Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo». Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: «Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!» Pero el padre le dijo: «Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado»».

¿Me dejo yo abrazar por mi Papá-Mamá Dios? Me respeta cuando me hago daño, pero se alegra muchísimo cuando decido volver a él.

Sal 51: Limpia mi pecado.

Del maestro de coro. Salmo de David.

Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé.

¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!

¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.

Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.

Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;

yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre.

Tú amas la sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior.

Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.

No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:

yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!

Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:

mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

Trata bien a Sión por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén,

Entonces aceptarás los sacrificios rituales
–las oblaciones y los holocaustos–
y se ofrecerán novillos en tu altar.

Sentir cómo Dios me purifica desde dentro.
¿Me dejo «restaurar» por mi Artista?

Oración resumen

Padre, dame fuerzas para reconocer mis ingratitudes e infidelidades para contigo.

Tú has sido siempre muy generoso conmigo.

Que me vea, Jesús, como tú me ves.

Con frecuencia no reconozco mis malos pasos, por querer proteger mis necios orgullos…

Muchas veces me hago daño a mí mismo, y no lo acepto.

Me esclavizo a tonteras y a suciedades, y no quiero soltarme de ellas.

Estropeo con egoísmos mi sexualidad, mi personalidad, mi futuro…

Concédeme un conocimiento sereno de mi realidad de pecador, / de forma que me puedas perdonar y llamar a tu servicio.

Enséñame a llorar por los sufrimientos que he infligido a mis hermanos, / y en ellos, a ti mismo, Jesús.

Necesito imperiosamente tu ayuda, pues soy pequeño, frágil, débil y ensuciable.

Que la experiencia de tu perdón y tu sanidad me dejen tan agradecido, que quede para siempre a tu servicio.

(Añadir oraciones personales.)

Tarea

Prepararme en privado para realizar una buena confesión, y buscar por mi cuenta realizarla.

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Para acceder a otros escritos y materiales del padre José Luis Caravias SJ,
puedes entrar en su magnífico blog en wordpress

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