Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Mi compromiso en la Confirmación

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La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.

La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la vida.

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1316 y 1317.

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Objetivo

Asumir mi compromiso en la Confirmación: Con la ayuda del Espíritu, me comprometo a cultivar responsablemente mi fe en Jesús, y ser siempre su fiel amigo.

Video

Sacramento de la Confirmación (Película de animación)

Cesáreo Gabaráin: Pescador de hombres (Señor, me has mirado a los ojos). Con letra.

Si quieres la letra, tablatura para guitarra o teclado,
partitura y más versiones de esta canción, pincha aquí.

Charla aclaratoria para compartir

El sacramento de la Confirmación está íntimamente unido al Bautismo. Porque nos bautizaron siendo aun bebés, es muy importante que ahora, ya crecidos, confirmemos nuestro bautizo. Pero es tan grande este compromiso, que Jesús nos ofrece un nuevo sacramento de fortalecimiento.

Se trata de recibir una ayuda especial del Espíritu Santo que nos fortalezca para poder crecer siempre en la fe en Jesús, de forma que seamos capaces de dar testimonio de su amor, sin avergonzarnos de vivir claramente como seguidores suyos, ni de hablar de él a los demás.

Este sacramento es de fortificación, de decisiones firmes. Nos comprometemos en serio a conocer, amar y seguir de cerca a Cristo en nuestra futura profesión y posible familia. Pudiera ser que me llamara a seguirlo en el sacerdocio o vida religiosa… Acepto discernir con él mi futuro. Él me conoce y quiere lo mejor para mí.

Nos comprometemos a que la fe en Jesús no quede nunca desfasada; a que crezca constantemente según crece nuestra personalidad. A que sea siempre la luz y el vigor de nuestra vida, en todas las etapas.

Ésta es una decisión de adultos. Ya no somos niños. Y por consiguiente tiene que realizarse con toda libertad. No porque me lo dicen o me lo imponen. Si no estoy convencido, será mejor que sea honrado y no participe.

Canto

Adrián Romero: No hay paredes (con letra)

Textos bíblicos para reflexionar

Hc 2, 1-17. 32s: El Espíritu Santo se apodera de los discípulos y les hace actuar con claridad y valentía.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios». Unos a otros se decían con asombro: «¿Qué significa esto?». Algunos, burlándose, comentaban: «Han tomado demasiado vino». Entonces, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: «Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Estos hombres no están ebrios, como ustedes suponen, ya que no son más que las nueve de la mañana, sino que se está cumpliendo lo que dijo el profeta Joel: «En los últimos días, dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres y profetizarán sus hijos y sus hijas; los jóvenes verán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos».

»A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen. Porque no es David el que subió a los cielos; al contrario, él mismo afirma: «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a todos tus enemigos debajo de tus pies». Por eso, todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías». Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?». Pedro les respondió: «Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar». Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil. Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Intimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.

¿Soy valiente y claro para hablar sobre Jesucristo?

Debatir entre todos qué entendemos y a qué
nos comprometemos en la Confirmación.

Oración síntesis

Reconozco, Jesús, que estoy confundido, que me siento débil, que busco quién me sepa ayudar…

Necesito con frecuencia un consolador y un abogado, pues me meto en muchos problemas.

Tú, Jesús, amigo fiel, me ofreces un maravilloso consolador y un magnífico abogado.

Pero yo, con demasiada frecuencia, no acepto tus ofrecimientos, por orgulloso, por necio.

Soy terco, ocioso, irresponsable con mi futuro. Me muero de hambre rodeado de alimentos…

Creo, Espíritu Santo, don precioso de Jesús, que vives en mí desde el día de mi bautismo.

Ahora quiero ser consecuente con mi Confirmación.

Quiero recibir, a pecho descubierto, tus reconfortantes energías.

Sé que con tu ayuda, nada ni nadie me impedirían desarrollar mi auténtica personalidad.

Enséñame a experimentar la fraternidad de Jesús, sus energías de resucitado.

Enséñame a ser miembro activo de la Iglesia de Cristo.

Ayúdame a elegir un movimiento juvenil cristiano que me ayude a seguir creciendo en mi fe.

Ayúdame a sentirme hermano, servidor y constructor de un mundo nuevo.

Tarea

A qué me comprometo para poder seguir siempre cultivando la fe en Jesús.

Concretar la pertenencia activa a un movimiento juvenil cristiano.

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Para acceder a otros escritos y materiales del padre José Luis Caravias SJ,
puedes entrar en su magnífico blog en wordpress

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