Historia de José (I)

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Esta es la historia de José, uno de los doce hijos de Jacob (Israel). No era el mayor, era el número once. Su asombrosa aventura nos descubre que a pesar de llegar a ser un personaje importantísimo en la corte del faraón de Egipto, tenía un  corazón que sabía perdonar. Él consiguió para todos sus hermanos y familiares una larga prosperidad en aquel rico país.

José era el hijo predilecto de su padre, Israel, y por eso sus hermanos le tenían envidia. A veces les contaba extraños sueños como éste: “Estábamos todos los hermanos en el campo atando haces de espigas cuando vi que se levantaba mi haz y se tenía en pié, y los vuestros lo rodeaban y se inclinaban ante el mío, adorándole”  Ellos le contestaban: “¿Es que vas a reinar sobre nosotros y vas a dominarnos?”

Otro día les decía: “mirad, he tenido otro sueño, he visto que el sol, la luna y once estrellas me adoraban” Ellos pensaban: “¡Qué soberbio!”. En el fondo le detestaban.

Un día, su padre le envió al campo para ver si todos sus hermanos, que estaban cuidando el ganado, se encontraban bien. Cuando lo vieron acercarse  dijeron: “Aquí viene el soñador, vamos a matarle y lo arrojaremos a uno de estos pozos y diremos que le ha devorado una fiera; así veremos de qué le sirven sus sueños” Pero Rubén, que era el mayor y quería salvarle dijo: “No lo matéis, arrojadle en ese pozo que no tiene agua” Sus hermanos lo apresaron, le quitaron la túnica, que se la había regalado su padre, y lo arrojaron al pozo luego se pusieron a comer tranquilamente.

Pasó por allí una caravana de camellos que se dirigía a Egipto y entonces Judá, otro de sus hermanos, preocupado por José y temiendo que muriera tuvo una idea mejor: “Vamos a vendérselo a esos mercaderes, pues al fin y al cabo es de nuestra misma carne y dentro del pozo se morirá sin remedio” Todos lo vieron acertado y lo vendieron por veinte monedas de plata. José fue llevado como esclavo al país de  Egipto.

Luego tomaron la túnica que le habían quitado y la mancharon con sangre de un cabrito, y cuando llegaron a su casa dijeron a su padre: “Mira, a José le ha devorado una fiera” Cuando Israel reconoció la túnica de su hijo y la vio manchada de sangre, creyó la historia y lloró y se entristeció muchísimo pues quería a José con todo su corazón.

Al llegar a Egipto los mercaderes vendieron a José al ministro del faraón y jefe de la guardia que se llamaba Putifar.

José entró al servicio de Putifar  y, enseguida, éste comprobó que todo lo que hacía José prosperaba muy rápidamente porque Dios le favorecía, de tal modo que le nombró mayordomo de toda su casa y estaba muy contento con él. Pero la mujer de Putifar —que era mala— acusó falsamente a José de pretender atraerla y Putifar lo metió en la cárcel donde estaban encerrados los prisioneros del faraón.

Dios favoreció también a José dentro de la cárcel y todo lo que hacía igualmente prosperaba, por eso el jefe de la cárcel le encargaba muchas cosas y tenía gran confianza en él, más que en los otros presos.

Y sucedió que, por aquel tiempo, fueron encarcelados el jefe de los coperos y el jefe de los reposteros del faraón y llevados a la misma cárcel donde se encontraba José.  Una noche tuvieron ambos un extraño sueño, cada uno el suyo, y cada sueño de distinta significación: José los encontró tristes por la mañana y les preguntó: “¿Por qué tenéis tan mala cara?” Ellos le contestaron: “Hemos tenido un sueño y no hay quien nos lo interprete”. José les dijo:” ¿No es de Dios la interpretación de los sueños?; contádmelos a mí si queréis”

El jefe de los coperos le refirió: “En mi sueño tenía ante mí una vid con tres sarmientos que estaban como echando brotes, subían y florecían y maduraban sus racimos. Tenía en mis manos la copa del faraón, y tomando los racimos los exprimía en la copa del faraón y la puse en sus manos”. José le dijo: “Esta es la interpretación de tu sueño: Dentro de tres días el faraón te devolverá tu trabajo de copero y podrás volver a poner la copa en sus manos como hacías antes” y añadió: “Acuérdate de hablar bien de mí al faraón para que me  saque de la cárcel pues he sido injustamente condenado”. Una oración muy bonita que se inspira en este ruego de José al copero del faraón se reza en la misa dedicada a María Mediadora de todas las gracias y dice así:

“Acuérdate, Virgen Madre de Dios,
cuando estés en la presencia del Señor,
de hablarle cosas buenas de nosotros”.

También el jefe de los reposteros contó a José su sueño: “Llevaba yo sobre mi cabeza tres cestos de pan blanco, sobre el que estaba arriba había toda clase de sabrosas pastas de las que hacemos los reposteros para el faraón, y venían las aves del cielo y se las comían”

José contestó diciendo: “Dentro de tres días te quitará el faraón la cabeza y te colgará de un árbol, y las aves del cielo comerán tu carne” Este era un castigo terrible para un egipcio pues pensaban que debían conservar su cuerpo entero después de la muerte para entrar en la eternidad.

Efectivamente sucedió todo tal como José había dicho: Al tercer día celebró el faraón su cumpleaños y ordenó traer ante sí al copero y al repostero, perdonando al primero y condenando a muerte al segundo.

Pasaron dos largos años y nadie se acordaba de José, pero un buen día el faraón tuvo también un extraño sueño, luego se volvió a dormir y tuvo otro sueño. Preocupado, hizo llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto para que le interpretaran su significado, pero ninguno fue capaz de hacerlo. Fue entonces cuando el jefe de los coperos se acordó de José e hizo saber al faraón cómo éste había acertado al explicar los sueños que habían tenido él y el jefe de los reposteros.

Mandó pues el faraón llamar a José, y apresuradamente le sacaron de la prisión. Se cortó el pelo, se cambió de ropas y se presentó ante el faraón. Éste le dijo: “He oído decir de ti que en cuanto oyes un sueño lo interpretas, ¿es cierto?” José respondió: “No soy yo; es Dios quien dará una respuesta favorable al faraón”. Habló pues el faraón y dijo: “Este es mi sueño: Estaba yo en la orilla del río y vi subir del río siete vacas gordas y hermosas que se pusieron a pacer en la hierba. Detrás de ellas subieron otras siete vacas tan flacas como yo jamás he visto  en toda la tierra de Egipto. Las siete vacas flacas se comieron a las gordas pero seguían siendo tan flacas y feas como al principio. Vi también en sueños que salían de una misma caña siete espigas llenas de granos de trigo y muy hermosas, y después de ellas salían otras siete espigas malas y sin granos; las siete espigas malas devoraron a las siete hermosas”

José tomó la palabra y dijo: “Dios ha dado a conocer al faraón lo que va a hacer: Las siete vacas gordas son siete años y las siete espigas hermosas también son esos mismos siete años; el sueño es, en realidad, uno solo. Las siete vacas flacas y las espigas malas son otros siete años. Habrá en Egipto siete años de gran abundancia, y detrás de ellos vendrán otros siete años de gran escasez y de hambre en toda esta tierra. Al haber soñado dos veces sobre este mismo asunto, Dios te está advirtiendo  que ocurrirá muy pronto, así, pues, el faraón deberá buscar a un hombre inteligente y sabio, y ponerlo al frente de la tierra de Egipto; deberá guardar una quinta parte de toda la cosecha que se recoja en los siete años de abundancia para poder  consumirla en los años de escasez y no muera la gente de hambre durante ese tiempo”

El faraón quedó impresionado por la interpretación que le dio José a su sueño y exclamó: “¿Podríamos encontrar acaso otro hombre como este, lleno del espíritu de Dios?”, y añadió: “Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo el faraón será mayor que tú, te pongo al frente de toda la tierra de Egipto”. A continuación se quitó el anillo y lo puso en la mano de José; hizo que lo vistieran con blancas vestiduras de lino y rodeó su  cuello con un collar de oro.

José tenía treinta años cuando sucedieron estas cosas. Se casó con la hija de Putifar y tuvo dos hijos a los que llamó Manasés y Efraím. Era muy feliz.

Durante los siete años de abundancia recorrió todo Egipto y fue almacenando trigo y alimentos en cada ciudad del reino según lo que cada una producía. Llegando a reunir tanto trigo que ya no lo podían contar.

Tras los siete primeros años de abundancia vinieron los siete de escasez, como lo había anunciado José; y hubo hambre en toda aquella tierra y en los países de alrededor, pero en Egipto no faltaba el pan; y si el pueblo acudía al faraón pidiendo ayuda, éste les respondía: “Acudid a José y haced lo que él os diga”. Fijándose en estas palabras,  la Santa Iglesia nos invita a acudir a San José, el esposo de la Virgen María, como intercesor eficaz ante Jesús, ya que fue San José quien hizo tan admirablemente la función de padre de nuestro Divino Salvador en la tierra. Santa Teresa de Jesús, San Josemaría Escrivá y otros muchos santos recomiendan una confiada devoción a San José para que nos ayude cuando pedimos cosas al Señor.

Fueron avanzando esos siete años y el hambre aumentaba, no solo en Egipto sino en todas las tierras cercanas y también lejanas. José iba dando orden de abrir los graneros y vendía trigo al pueblo egipcio y a los que venían de fuera.

El hambre también llegó a la tierra de Canaán donde vivía Israel (Jacob) el padre de José y todos sus hermanos. Al saber que había trigo en Egipto decidieron partir hacia allá diez de los  hermanos de José animados por los consejos de su padre. Se quedó en casa Benjamín, el más pequeño, por temor de que le sucediera alguna desgracia.

Llegaron los hijos de Israel a Egipto con otros muchos que venían a comprar trigo, pues había hambre por todos los lugares.

Como José era el jefe de la tierra y el que vendía el trigo a cuantos venían a comprarlo, los hermanos de José entraron, y se postraron ante él rostro en tierra.

Se habían cumplido los sueños que José tuvo de joven.

Al verlos, José los reconoció: “¡Son mis hermanos!” se dijo, pero disimuló, y les habló con dureza preguntándoles: “¿De dónde venís?”   Ellos respondieron: “de la tierra de Canaán para comprar provisiones”  Y aunque José reconoció a sus hermanos, éstos no le identificaron a él porque había crecido y estaba muy cambiado.

En este enlace puedes leer el resto de la historia de José.

Vocabulario

Copero: El encargado de repartir las copas de las bebidas al faraón y a sus invitados

Cosecha: Conjunto de frutos que se recogen de la tierra

Haz: Porción atada de trigo, leña u otras cosas

Lino: Tejido obtenido de una planta, muy apreciado en la antigüedad y también ahora

Ministro: El que es enviado para  transmitir y hacer cumplir las órdenes de un jefe, por ejemplo: del faraón

Repostero: El que prepara los dulces y las pastas para la comida

Para la catequesis

  • ¿Por qué crees que José tenía tanta cercanía con Dios?
  • ¿Por qué prosperaba todo lo que hacía José?
  • ¿Crees que era trabajador, o esperaba que Dios le solucionase las cosas sin trabajar?
  • ¿Crees que sería triste o alegre?
  • ¿Qué tendría José que inspiraba tanta confianza a Putifar, al carcelero, al faraón…?
  • ¿Cómo se comportaría José a la hora de repartir el trigo a los necesitados en los años de hambre?
  • Aunque sabes que la Virgen siempre está velando por ti en el cielo, aprende la oración dirigida a ella que viene en esta historia y que se basa en el ruego de José al copero, para rezarla cuando pases delante de alguna imagen de tu Madre del Cielo.


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