Poema: El Dios que trabaja

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El amor hace tener por descanso el trabajo.

Santa Teresa de Jesús

El trabajo es forjador del carácter porque ofrece la ocasión de practicar muchas virtudes, acrecienta la conciencia de la propia responsabilidad, exige la constancia en el deber monótono y tantas veces oscuro, frena los instintos de la naturaleza rebelde, aleja de las ocasiones de pecado, distrae del objeto de la concupiscencia, fatiga el organismo, satisface lo debido por los propios pecados y por los del mundo, y santifica las almas. Si me mandáis trabajar – Morir quiero trabajando escribirá Santa Teresa, a quien el Señor le hacía merced de ser la primera en el trabajo.


El Dios que trabaja, poema


Inmenso Dios creando como un torbellino inmóvil y amoroso, afanándose en su obra para su gloria en el hombre. Pasa revista a todo, estrellas, mares, calandrias y elefantes, aves del paraíso y águilas reales, altísimas montañas, palomas raudas, palmeras y cipreses, colibrís y elefantes… el hombre y la mujer…, dijo: ¡Bien. Todo está bien. Me ha quedado todo estupendo!…

Y vio Dios que lo había hecho bien.


El amor de Dios ya se nos manifiesta en la creación.

Maravillas de amor del trigo verde.

Maravillas de amor de los ríos caudalosos.

De los hondos mares bravíos.

De las altas montañas escarpadas.

Del ondular de las colchas de sangre de amapolas.

De los rosarios rosados del maíz.

Del néctar de los melones deliciosos.

De los crujientes cacahuetes.

De los prados de verduras

De los racimos de los plátanos.

Y vio Dios que lo había hecho bien.


Riquezas de amor del oro pálido.

De los diáfanos diamantes.

De los zafiros y de los topacios.

De las aguas marinas románticas.

De los rojos corales.

De las amatistas y rubíes de sangre.

De la plata rutilante.

Y vio Dios que lo había hecho bien.


El regalo de amor de la vida animal.

De los ágiles caballos.

De las gacelas tímidas.

De los jilgueros y de los gorriones cantarines.

De los locuaces periquitos.

De los toros solemnes y orgullosos.

De las ballenas como casas.

De los leones regios.

De los pavos reales de ensueño.

De las altísimas jirafas.

De los canarios melodiosos.

Y vio Dios que lo había hecho bien.


Y el lujo de los jardines.

Las rosaledas lujuriantes, jaspeadas.

Los jazmines embriagadores.

Las madreselvas de embrujo.

Los claveles rojos, naranja, blancos, amarillos.

Los tulipanes de nácar.

Y vio Dios que lo había hecho bien.


Maravillas de amor.

Y el hombre. Y la mujer.

Y el paraíso sin dolor.

La chispa primera de la inteligencia.

El latido de la primera emoción, del primer amor.

Y vio Dios que lo había hecho bien.


Misterio de amor.

Y la Redención.

Hijos en el Hijo.

Vida de Dios. Como si a las hormigas

las eleváramos a la vida humana,

inteligente y voluntaria.

Como si les pudiéramos decir:

¡Hormigas, qué alegría,

sois hombres, siendo a la vez hormigas!

Hombres – dioses.

Y vio Dios que lo había hecho bien.


Al animal con suplemento

de inteligencia: hombre.

Al hombre con la gracia = dios.

Divinizado Pero comprado con Sangre divina.

La Sangre del Cordero.

Y ese hombre, ya liberado en general,

tiene que ser liberado en concreto.

Tú, yo, él, todos.

La Iglesia.

La humanidad.

La humanidad en el crisol.

Y vio Dios que lo había hecho bien.


*  *  *

Reflexiones y meditaciones del Padre Jesús Martí Ballester

Fuente original: autorescatolicos.org

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