San Juan Casiano, maestro de la oración

por

Catequesis en familia - Inicio 5 Confirmación 5 Confirmación Vida de los Santos 5 San Juan Casiano, maestro de la oración

Abracémonos, pues, con todas nuestras ener­gías a lo que puede encaminamos a lograr el objetivo de la pureza del corazón; evitemos, por el contrario, como funesto y malsano, lo que nos apartaría de él. Esta pureza es cabalmente la razón de ser de todas nuestras acciones y de todos nuestros sacrificios. Por ella, y para poder con­servarla siempre intacta, hemos dejado a los pa­dres, la patria, los honores, las riquezas. Todas las delicias y placeres del mundo nos parecen cosa deleznable.

San Juan Casiano

*  *  *

Monje y escritor ascético del sur de la Galia, primero en introducir las reglas del monacato oriental en Occidente; nació, probablemente, en Provenza hacia el 360 y murió alrededor de 435, probablemente cerca de Marsella. Genadio se refiere a él como escita de nacimiento (natione Scytha), pero se considera que es una afirmación errónea basada en el hecho de que Casiano pasó varios años de su vida en el desierto de Escitia (heremus Scitii), en Egipto. Hijo de padres ricos, recibió una buena educación, y cuando aún era joven visitó los santos lugares en Palestina, acompañado por su amigo Germano, algo mayor que él. En Belén Casiano y Germano asumieron las obligaciones de la vida monástica, pero como ocurre con muchos de sus contemporáneos, el deseo de adquirir la ciencia de la santidad directamente de sus más eminentes maestros, pronto los llevó de sus celdas en Belén a los desiertos egipcios. Antes de abandonar su primera casa monástica, ambos amigos prometieron volver lo antes posible, pero esta cláusula la interpretaron muy ampliamente, puesto que no volvieron a ver Belén hasta siete años después.

Durante su ausencia visitaron a los solitarios más famosos de Egipto por su santidad y se sintieron tan atraídos por sus grandes virtudes que después de conseguir en Belén una extensión de su permiso de ausencia, volvieron a Egipto donde permanecieron siete años más. Fue durante este período de su vida que Casiano recopiló los materiales para sus dos principales obras, «Institutos «y «Conferencias». Ambos pasaron de Egipto a Constantinopla donde Casiano se convirtió en el discípulo preferido de San Juan Crisóstomo. El famoso obispo de la capital oriental elevó a Casiano al diaconato y le encomendó los tesoros de su catedral. Después de la segunda expulsión de Crisóstomo, Casiano fue enviado a Roma por el clero de Constantinopla para interesar al Papa San Inocencio I a favor de su obispo. Fue probablemente en Roma donde Casiano fue ordenado sacerdote, pues es cierto que al llegar a la Cuidad Eterna aún era diácono. Desde este momento ya no se vuelve a oír sobre Germano, y de Casiano mismo no se conoce nada por la próxima década.

Hacia el 415 estaba en Marsella donde fundó dos monasterios, uno para hombres, sobre la tumba de San Víctor, un mártir de la última persecución cristiana de Maximiano (286-305), y el otro para mujeres. El resto de sus días los pasó en o cerca de Marsella. Su influencia personal y sus escritos contribuyeron mucho a la difusión del monacato en occidente. Aunque nunca fue formalmente canonizado, San Gregorio I Magno lo consideraba un santo, y se cuenta que el Papa Urbano V (1362-1370), quien había sido abad de San Víctor, hizo que se grabaran las palabras «San Casiano» en el relicario de plata que contenía su cabeza. Su fiesta se celebra en Marsella, con octava, el 23 de julio y su nombre se halla entre los santos del calendario griego.

Las dos principales obras de Casiano tratan de la vida cenobítica y de los pecados principales o mortales. Se titulan: De institutis coenobiorum et de octo principalium vitiorum remediis libri XII y Collationes XXIV. La primera fue escrita entre el 420 y 429. Casiano mismo describe la relación entre las dos obras (Instit., II, 9) de la siguiente manera: «Estos libros [Institutos]… tratan principalmente de lo que pertenece al hombre exterior y de las costumbres de los cenobios (es decir, las institutos de vida monástica en común); las otras [las Collationes o Conferencias] tratan más de la disciplina del hombre interior y la perfección del corazón». Los primeros cuatro libros de los Institutos tratan de las reglas que gobiernan la vida monástica, ilustradas con ejemplos sacados de la observación personal del autor en Egipto y Palestina; los ocho libros restantes están dedicados a los ocho principales obstáculos que encuentran los monjes en el camino hacia la perfección: gula, impureza, avaricia, ira, desaliento, accidia (tedio), vanagloria y orgullo. Las Conferencias contienen el relato de las conversaciones de Casiano y Germano con los solitarios egipcios, sobre el tema de la vida interior. Lo compuso en tres partes: el primer fascículo (libros I-X) estaba dedicado al obispo San Leoncio de Fréjus y a un monje [luego obispo] llamado Heladio; el segundo (libros XI-XVII), a San Honorato de Arles y a San Euquerio de Lyon; el tercero (libros XVIII-XXIV), a los «santos hermanos» Joviniano, Minervo, Leoncio y Teodoro.

Ambas obras, especialmente la segunda, fueron muy estimadas por sus contemporáneos y por varios fundadores de órdenes religiosas posteriores. San Benito de Nursia utilizó a Casiano al escribir su Regla y ordenó que se leyeran diariamente en sus monasterios selecciones de las «Conferencias», a las que llamó espejo del monacato (speculum monasticum). Casiodoro también recomendaba las Conferencias a sus monjes, sin embargo con reservas respecto a las ideas del autor sobre el libre albedrío. Por otra parte, el decreto atribuido al Papa Gelasio De recipiendis et non recipiendis libris (de principios del siglo VI), censura esta obra como «apócrifa» es decir, que contenía doctrinas erróneas. Euquerio de Lyons hizo un resumen de la obra, que ha llegado a nuestros días (P.L., L, 867 ss.).

Una tercera obra de Casiano, escrita hacia 430-431, a petición del archidiácono romano León, que después fue Papa San León I Magno, era una defensa de la doctrina ortodoxa contra los errores de Nestorio: De Incarnatione Domini contra Nestorium (P.L., L, 9-272). Parece que se escribió con alguna precipitación y, consiguientemente, no es del mismo valor que las otras del mismo autor. Una gran parte consiste de pruebas, sacadas de la Escritura, la Divinidad de Nuestro Señor y en apoyo del título de María como «Madre de Dios»; el autor denuncia el pelagianismo como fuente de la nueva herejía, que considera incompatible con la doctrina de la Trinidad.

Sin embargo, el mismo Casiano no escapó de la sospecha de enseñanzas erróneas; de hecho, se le considera originador de lo que, desde la Edad Media, se ha conocido como semipelagianismo. En su tercera y quinta, pero especialmente en la décimo tercera, de sus Conferencias se hallan puntos de vista de ese estilo atribuidos a él. Preocupado como estaba por las cuestiones morales, exageró el papel del libre albedrío al reclamar que los pasos iniciales hacia la salvación estaban en poder de cada individuo, sin la ayuda de la gracia. La enseñanza de Casiano sobre este punto fue una reacción contra lo que él veía como una exageración de San Agustín en su tratado De correptione et gratia respecto al poder irresistible de la gracia y la predestinación. Casiano vio en la doctrina de San Agustín un elemento de fatalismo y mientras trataba de encontrar una via media entre las opiniones del gran obispo de Hipona y Pelagio, presentó ideas que eran solamente menos erróneas que las del heresiarca mismo.

No negaba la doctrina de la caída: hasta admitía la existencia y necesidad de una gracia interior, que apoya a la voluntad para resistir las tentaciones y lograr la santidad. Pero afirmaba que después de la caída aún quedaba en cada alma «algunas semillas de bondad… implantadas por la bondad del Creador», la que, sin embargo, debe ser «avivada por la asistencia de Dios». Sin esta ayuda «no serán capaces de conseguir un aumento de la perfección» (Coll., XIII, 12). Por consiguiente «debemos preocuparnos de no referir todos los méritos de los santos al Señor de tal manera que solo atribuyamos a la naturaleza humana lo que es perverso». No debemos mantener que «Dios hizo al hombre tal que no puede nunca desear o ser capaz del bien, pues de lo contrario no le ha concedido una voluntad libre, si sólo puede querer o ser capaz de lo que es malo» (ibid.).

Los tres puntos de vista opuestos se han resumido de la siguiente manera: San Agustín veía al hombre en su estado natural como muerto, Pelagio como muy sano y Casiano como enfermo. El error de Casiano fue ver un acto puramente natural, que procede del ejercicio del libre albedrío, como el primer paso para la salvación. Casiano no tomó parte en la controversia sobre sus enseñanzas que surgió poco antes de su muerte. Su primer oponente, Tiro Próspero de Aquitania se refiere a él, sin nombrarlo, como hombre de virtudes más que ordinarias. El semipelagianismo fue por fin condenado por el Concilio de Orange en 529.

Artículo original en la Enciclopedia Católica

*  *  *


Otros recursos en la red

*  *  *

Recursos audiovisuales

*  *  *

Novedad
Cuadernos, recursos y guía
Amigos de Jesús
La Biblia de los más pequeños
Cuentos de Casals
Recomendamos
Editorial Combel
Editorial Casals