Conociendo a nuestros hijos: 3 a 6 años

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El tramo de los 3-6 años es conocido como el del «verdadero despertar religioso». Nos encontramos ante un momento de maduración psicológica del niño, en el que la religiosidad va a arraigar, al tiempo que surgen los primeros niveles de fe y el nacimiento de la conciencia ética.

El gran objetivo de la formación religiosa en esta etapa será el de configurar el sentido de Dios, que se presentará bajo la figura acogedora del Padre.

Los rasgos psicológicos de este nivel nos dicen que:

  • La dependencia afectiva de los adultos sigue vigente.
  • Se da una fuerte carga de mimetismo: imita mucho a los niños con los que convive.
  • Es comparativo, envidioso y a veces celoso.
  • Ya está en disposición de aprender a dominar sus tendencias posesivas y sabe distinguir lo propio de lo ajeno.
  • Existe un predominio del lenguaje sensorial, al tiempo que crece el comprensivo y el expresivo. Es la etapa de fabulación por excelencia.
  • Surgen los primeros conceptos éticos: comienza a diferenciar la verdad de la mentira.
  • Su religiosidad es antropomórfica: se imagina lo divino en términos humanos.

Orientaciones educativas

Junto a la familia —cauce natural y privilegiado para la transmisión de la fe, el entorno escolar cauce cada más organizado comienza a jugar un importante papel: la interacción familia-colegio es fundamental. No hay que olvidar que, desde la afectividad, será donde más profundamente grabadas queden las actitudes y los valores esenciales de la religiosidad.

Entre otras, destacamos las siguientes líneas metodológicas:

  • Tender hacia una transmisión de la fe elemental y sencilla: crear el clima adecuado en el que el niño desee hablar con Dios con espontaneidad y confianza.
  • Rezar en familia. Que el niño vea rezar a sus padres y a sus seres queridos es algo primordial. Un antiguo proverbio pedagógico afirma que «los niños no obedecen, imitan».
  • A estas edades, la educación en la fe es más práctica y activa que teórica: el niño piensa por el gesto y comprende por la acción… Enseñarles a hacer la genuflexión ante el Sagrario vale más que cualquier explicación sobre la presencia eucarística.
  • Enseñar al niño a referir a su Padre Dios cuánto ocurra en su vida: ofrecer una pequeña herida, dar gracias por las cosas buenas que tiene en su casa…, esa será la manera de iniciarles en una incipiente unidad de vida.
  • Hacer comprender a los niños que el Señor desea que comportamos nuestras cosas con los demás: la generosidad, la capacidad de donación, se aprende practicándola.


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