El rey Ajab con los ídolos
Al morir Salomón, hubo otros reyes. Uno de ellos se llamaba Ajab. No era bueno porque no quería a Dios y hablaba a estatuas de animales como si fueran dioses. El pueblo de Israel empezó a hacer lo mismo que su rey y rompió la Alianza o pacto que tenía con Dios. Dios les mandó al profeta Elías, que les dijo: «Por romper vuestra amistad con Dios, no lloverá hasta que yo diga». Entonces hubo una gran sequía.
«Quiero ser siempre tu amigo»
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Elías con los cuervos
El rey Ajab quería matar al profeta Elías. Dios le dijo a Elías: «Escóndete cerca del río Jordán. Yo encargaré a los cuervos que te alimenten». Los cuervos le llevaban a Elías pan por la mañana y carne por la tarde. Y bebía agua del río. Pasaron dos años y continuaba la sequía.
Bendición de la mesa
«El niño Jesús, que nació en Belén,
Bendiga esta mesa y a nosotros también»
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Elías y el Sacrificio
Elías fue a ver al rey Ajab y a todo el pueblo israelita, y les dijo: «Los dioses que adoráis son falsos. Mi Dios es el verdadero y para probarlo vamos a hacer dos altares. Uno lo pondré yo, con un toro como regalo a Dios. Otro Ajab, con un animal a vuestro dios Baal. Cada uno pedirá que caiga fuego del cielo». Pasaba el día y los seguidores de Baal imploraron a su dios sin que pasara nada. Por la tarde, Elías rezó y dijo: «Dios mío, escúchame para que sepan que Tú eres el único y verdadero Dios». E inmediatamente cayó fuego sobre el altar.
«¡Escúchame también a mí!»
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Por fín llueve
Cuando el pueblo vio lo que había ocurrido, empezó a gritar: «El Dios de Elías y de Israel es el verdadero Dios». Pidieron perdón a Dios y enseguida empezó a llover. Hubo muchos otros profetas, algunos buenos, como Elías, y el pueblo fue bueno. Pero también hubo falsos profetas y el pueblo volvió a adorar a dioses falsos. Dios se enfadó y otra vez castigó a su pueblo para corregirle y conducirle al bien.
«Perdóname cuando hago algo mal»
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Jerusalen ardiendo
El rey de Caldea atacó Jerusalén y le prendió fuego. Y a los israelitas que quedaron vivos los llevó presos a la ciudad de Babilonia para que fueran sus esclavos. Allí los judíos pasaron muchos años. Y todos se acordaban de la Tierra Prometida, que habían perdido, y del templo de Jerusalén, que había sido destruido.
«Ayúdame a recordar siempre que eres mi Padre»
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De La Biblia más infantil, Casals, 1999. Páginas 59 a 63
Coordinador: Pedro de la Herrán
Texto: Miguel Álvarez y Sagrario Fernández Díaz
Dibujos: José Ramón Sánchez y Javier Jerez
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