Jesús en el huerto de los olivos
Después de la Última Cena, Jesús se fue a rezar al Huerto de los Olivos. Los Apóstoles le siguieron, pero se quedaron dormidos cerca de donde rezaba Jesús. Jesús estaba muy triste pensando en los pecados de los hombres y en lo mucho que tenía que sufrir para salvarnos. Y le dijo a su Padre Dios: «Padre, si es posible, que no tenga que sufrir tanto; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú».
«Jesús, yo no quiero ponerte triste»
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Prendimiento de Jesús
Judas, uno de los doce Apóstoles que había dejado de ser amigo de Jesús, llevó hasta el Huerto de los Olivos a los fariseos y a los soldados con espadas, palos y lanzas para coger a Jesús. Jesús, cuando les vio, dijo: «Venís a por mí como si fuera un ladrón… Cogedme a mí, pero dejad marchar a mis amigos».
«Que nunca sea malo y te traicione»
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Jesús es azotado
Los soldados llevaron a Jesús ante Pilato, que era el que más mandaba. Pilato habló con Jesús, y luego dijo que lo ataran a una columna y que le dieran azotes en la espalda con látigos. Jesús sufre en silencio, por nuestros pecados.
«Jesús, yo quiero ofrecerte las cosas que me cuestan»
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La coronación de espinas
El cuerpo de Jesús está destrozado. Los soldados se han burlado de Él, le han quitado sus ropas y le han puesto una corona de espinas y, por manto, un trapo sucio de color púrpura.
Pilato se lo enseña al pueblo, pensando que sentirán lástima y le dejarían en paz. Pero no fue así.
«Ayúdame a no burlarme de nadie»
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¡Crucifícale!
«¡Crucifícale! ¡Crucifícale!» grita la gente como loca. Los fariseos les han convencido para que pidan la muerte de Jesús. A Pilato le dicen: «Si sueltas a Jesús, ya no serás amigo del César», que era el jefe de todos los romanos. A Pilato le da miedo perder su puesto de gobernador y condena a muerte a Jesús, aunque sabía que era inocente.
«Jesús, yo te quiero amar por los que no te quieren»
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De La Biblia más infantil, Casals, 1999. Páginas 110 a 114
Coordinador: Pedro de la Herrán
Texto: Miguel Álvarez y Sagrario Fernández Díaz
Dibujos: José Ramón Sánchez y Javier Jerez