Los Diez Mandamientos
Cuando hubo acabado de hablar a Moisés, Yahvé escribió con su dedo en dos tablas de piedra Los Diez Mandamientos de su Ley y se las dio a Moisés para que los transmitiera al pueblo de Israel.
Pero como tardaba bastantes días en bajar del monte Sinaí porque estaba aprendiendo muchas cosas que Dios le decía; el pueblo había obligado a Aarón a construir con los anillos y joyas de las mujeres un falso dios, un becerro de oro, para que marchase delante de ellos pues creían que ya no volverían a ver a Moisés. Entonces. Yahvé, al ver la idolatría de su pueblo pensó en exterminarlos a todos, pero Moisés intercedió de nuevo rogándole que se acordara de las promesas hechas a sus padres y el Señor se retuvo y no ejecutó su castigo. No obstante, cuando Moisés llegó hasta el campamento, tiró las tablas de piedra al suelo y las rompió encolerizado, luego gritó: “¡A mí los que estén con Yahvé!” Al momento se le unió la tribu de Leví (los levitas) y armados con espadas castigaron duramente a los culpables.
Recuerda que la madre de Moisés era de la tribu de Leví, y que por tanto él también lo era, y no es de extrañar que los primeros en acudir a su llamada fueran los de su misma tribu. Desde aquel momento, los levitas fueron elegidos para el servicio de Dios, ejerciendo esta tarea durante muchos siglos hasta la llegada de Jesús, que convive con ellos y los nombra en el Evangelio.
Tras este episodio, Moisés fue llamado para subir al monte con otras tablas de piedra para que Yahvé escribiera de nuevo los diez mandamientos en ellas.
Permaneció en el monte cuarenta días y cuarenta noches ayunando y hablando con Yahvé.
Al bajar del Sinaí con las tablas en sus manos, tenía el rostro resplandeciente por haber estado hablando con Dios largo tiempo, y aunque Aarón y los representantes del pueblo tenían miedo de acercársele, él los tranquilizó y les transmitió las cosas que el Señor le explicaba sobre la Ley escrita en las tablas.
Por fin partieron de aquel lugar y Dios ya no quería ir delante de Israel como hasta entonces porque decía: “Este es un pueblo de dura cerviz” Pero, como siempre, Moisés intercedió ante Yahvé para que no abandonase su posición y consiguió que la nube de Dios marchara nuevamente delante del pueblo conduciéndolo por el desierto.
Una tierra que mana leche y miel
Ya estaban cerca de la tierra de Canaán, en un lugar llamado Cadés-Barnea, cuando Dios pidió a Moisés que enviara exploradores para reconocer el territorio que les tenía destinado. Moisés les recomendó: “Observad bien esa tierra, cómo es, qué gente la habita, si son fuertes o flojos, cómo son sus ciudades, si con murallas o sin ellas, qué tal son los terrenos, si fértiles o pobres, si hay o no hay árboles. Animaos y traed algún fruto de esa tierra”
Se fueron los exploradores y al poco tiempo volvieron diciendo: “En verdad mana leche y miel en esa tierra, ved los frutos” Y traían frutos, entre ellos un racimo de uvas tan grande que tenían que levantarlo entre dos con un palo.
“Pero sus habitantes son muy fuertes, algunos parecen gigantes, y sus ciudades son grandes y están amuralladas”, dijeron. Esto desanimó a los israelitas que lloraron y murmuraron de Yahvé y de Moisés, y a pesar de que este último les instaba a no desfallecer, Dios castigó a los que dudaron de Él a no entrar en la tierra de Canaán.
Pero algunos de ellos se envalentonaron y salieron precipitadamente con la intención de invadirla cuanto antes; pero como la nube no se movía del campamento, Moisés les desaconsejó que hicieran tal cosa porque no era el momento que Yahvé había previsto. Y como no hicieron caso, los que salieron fueron derrotados por aquellos habitantes.
La presencia de Yahvé
De nuevo volvieron al desierto guiados por Yahvé. Cuando la nube de Yahvé se alzaba, el pueblo se levantaba y emprendía la jornada de camino; el Arca de La Alianza iba siempre delante, y cuando la nube no se alzaba, esperaban hasta el día en que ocurría y entonces se movían. De noche la nube se hacía de fuego y en el lugar en que se paraba allí acampaban los hijos de Israel.
Conspiración contra Moisés
También hubo quienes quisieron convencer al pueblo de que Moisés no tenía por qué ser el jefe; en concreto tres israelitas de los más distinguidos que se llamaban Coré, Datán y Abirón se le enfrentaron y arrastraron tras de sí a otros doscientos cincuenta hombres. Moisés los citó al día siguiente delante del Tabernáculo donde se guardaba el arca para ver la decisión que tomaba Yahvé. Éste habló a Moisés y dijo: “Di al pueblo que se aparte de las tiendas de esos impíos” A continuación se rompió el suelo debajo de ellos, abrió la tierra su boca y se tragó a los impostores con sus tiendas. Lugo, un fuego de Yahvé abrasó a los doscientos cincuenta hombres que les seguían.
Yahvé hace brotar agua de la roca
Finalizando ya los cuarenta años de penalidades por el desierto volvieron a Cadés–Barnea, cerca de Canaan. En aquel lugar no había nada de agua y la nueva generación de israelitas se enfadó mucho con Moisés dudando de la ayuda de Yahvé porque decían: “¿Está o no está Yahvé con nosotros?”. Dios dirigió a Moisés y a Aarón, ya ancianos, hacia una determinada roca acompañados de los ancianos de Israel; allí, Moisés golpeó con su cayado la roca para que brotara agua, pero tardó un poco en salir y dudó un momento y volvió a golpear otra vez. Entonces brotó agua abundante a la vista de todos ellos. Pero Yahvé dijo a Moisés y Aarón: “Porque no habéis creído en mí santificándome a los ojos de los hijos de Israel, no introduciréis vosotros a este pueblo en la tierra que yo les he dado”. Moisés dio a aquel lugar el nombre de Masá, que significa tentación, y Meribá, que significa querella, porque el pueblo había tentado a Yahvé y se había querellado con Moisés.
La serpiente de bronce
Antes de llegar, todavía tuvieron que dar un rodeo y el pueblo, que estaba impaciente, murmuró otra vez contra Yahvé. Dios mandó serpientes venenosas que mordían a la gente y se morían muchos de ellos. Entonces se arrepintieron y de nuevo suplicaron a Moisés que intercediera ante Yahvé y les librara de las serpientes.
Yahvé encargó a Moisés que fabricara una serpiente de bronce y que la alzara en un poste a la vista de todo el campamento; todo aquel que la miraba cuando era mordido por una serpiente, quedaba curado.
Hay mucha similitud entre aquella serpiente de bronce, que salvaba a quien la miraba, y el sacrificio redentor de Jesús para toda la humanidad, cuando fue clavado en la cruz y levantado a la vista de todos.
Él mismo anunció su muerte sobre la cruz recordando el episodio de la serpiente de bronce de Moisés.
¡En fin!, Muchas más cosas sucedieron durante este tiempo de peregrinación por el desierto; Moisés siempre estuvo intercediendo por su pueblo ante Yahvé a pesar de las muchas infidelidades. Hablaba con Dios cara a cara como se habla con un amigo y siempre les conseguía el perdón del Señor.
La llegada a Canaán
Dios concedió a Moisés poder contemplar la tierra prometida desde lo alto de un monte cercano: el monte Nebo. Pero Moisés y Aarón murieron sin poder pisar la ubérrima tierra de Canaán a la que se llegaba tras cruzar el río Jordán, que por aquella estación del año venía muy caudaloso. Tomó el relevo Josué, el ministro de más confianza de Moisés, y cuando ya iban a cruzarlo, comenzando a pasar el Arca de La Alianza, se detuvieron las aguas río arriba y pudieron atravesarlo todos a pié como en el Mar Rojo. El Arca se mantuvo en medio del río mientras terminaban de pasar. Otra muestra más de la portentosa mano de Yahvé.
¡Y llegaron a la ansiada meta: Canaán, la tierra prometida! Atrás quedaban cuarenta años de dura prueba por el desierto. Pero el camino dentro de este rico país tampoco sería sencillo para el pueblo de Israel; lo iremos conociendo en los próximos episodios.
Como el pueblo de Israel caminó durante cuarenta años por el desierto hacia la tierra prometida, La Iglesia entera camina, peregrina en este mundo, hacia la patria del cielo, y también cada uno de nosotros en medio de las dificultades, hacia nuestra meta celestial; siempre consolados por la certeza de que Dios vela por nosotros como un padre amoroso lo hace por cada uno de sus hijos.
La Santa Iglesia nos explica que en muchos acontecimientos del Antiguo Testamento están anunciados, o prefigurados, otros que sucedieron cuando Jesucristo dio cumplimiento a toda La Ley con su venida al mundo. Así, por ejemplo, en esta historia, el paso del Mar Rojo es figura o anuncio del Bautismo; el “maná” lo es de La Eucaristía; la serpiente de bronce, de la Cruz de Jesús; la piedra de la que brotaba agua en el desierto es figura de Jesucristo que nos alimenta con su gracia; el Tabernáculo representa el Santuario del cielo; la sangre de los animales de la antigua alianza es figura de la sangre de Cristo y de su Nueva y definitiva Alianza con los hombres.
Vocabulario
Caudaloso: Con mucha agua
Cerviz: Parte posterior del cuello
Instar: Urgir la pronta ejecución de una cosa
Prefigurar: Representar con anticipación
Querella: Queja, acusación
Ubérrimo: Muy abundante y fértil
Para la catequesis
- ¿Sabes en qué consiste la idolatría? ¿Tenemos ídolos en el mundo actual?, ¿se te ocurre alguno?
- El Arca de la Alianza desapareció hace muchos siglos ¿Qué transportaba en su interior? ¿Crees que es necesario que aparezca en nuestros días? ¿Por qué?; si apareciera ¿crees que brotarían de su interior poderes extraños?
- Sin duda sabrás cuántos son los mandamientos de la Ley de Dios. Recuérdalos todos en voz alta.