Esta es una vista de la tierra prometida, Canaán, desde el espacio en un día despejado. El lago que se observa en el centro es el Mar Muerto, algo más arriba se aprecia otro pequeño lago que es el Mar de Tiberíades o lago de Genesaret; entre ambos discurre el río Jordán. A la izquierda el Mar Mediterráneo. Este es el territorio que conquistaron los israelitas. Hoy se aprecia como un paisaje seco, pero en los tiempos de Josué estaba cubierto con grandes extensiones de bosques y vegetación.
¡La Tierra Prometida!
Josué, el ministro de confianza de Moisés, es quien recibe el mandato de ocupar la ansiada tierra que Yahvé les había prometido: “Una tierra que mana leche y miel”. Era Josué hombre de fe inquebrantable y valeroso guerrero. Tras la muerte de Moisés que había contemplado la tierra prometida desde el monte Nebo, cerca del Mar Muerto, pero sin haber podido entrar en ella, es Josué quien atraviesa el río Jordán al frente del pueblo de Israel. Los israelitas se introducen en un país desconocido para ellos y habitado por temibles pueblos que adoran a numerosos dioses falsos. Siglos atrás, Dios se la había mostrado al patriarca Abraham y se la había prometido en herencia. La fe que tienen en Yahvé y el recuerdo de las alianzas entre Dios y su pueblo les animan a ocuparla esperanzados.
La ciudad que encuentran más cerca se llama Jericó y pronto comienzan los planes para su conquista.
Josué había mandado secretamente dos espías para que, penetrando en la ciudad, la explorasen y a la vuelta le trajeran información. Una vez que entraron, una mujer llamada Rahab, que había oído los prodigios que Yahvé había obrado a favor de Israel, les ayuda, pero suplicándoles que cuando conquisten la ciudad les sea respetada su vida y la de su familia. Los exploradores se lo prometen.
Viendo los habitantes de Jericó que se acercaba el gran ejército de Israel cerraron las puertas de la ciudad confiando en sus poderosas murallas. Pero todo será inútil, pues Dios está con Israel.
Alzó los ojos Josué mirando a la ciudad y vio junto a él a un ángel con la espada desenvainada que le animaba a seguir adelante —tal vez se tratara del Arcángel San Miguel—, luego Yahvé dijo a Josué: “Mira, yo he entregado en tus manos a Jericó, a su rey y a sus valientes soldados. Dad una vuelta cada día a la ciudad, durante seis días, alrededor de sus murallas todos los hombres de guerra. Llevad el Arca de La Alianza con vosotros, y delante de ella irán siete sacerdotes con siete trompetas hechas de cuerno de carnero. Marcharán haciendo sonar las trompetas y el resto irá en silencio. Al día séptimo daréis siete vueltas a la ciudad, y en la última vuelta todo el pueblo gritará con gran estruendo, y Yo derrumbaré las murallas de la ciudad” Josué dio las órdenes oportunas según le había mandado Yahvé y se pusieron en marcha. Al frente avanzaban los hombres armados, luego los siete sacerdotes que hacían sonar las trompetas delante del Arca de La Alianza, y detrás el resto del pueblo. Nadie gritaba, solo se oía el resonar de las trompetas. Al llegar el séptimo día, Josué se levantó muy temprano e hizo salir a todos para dar las siete vueltas a la ciudad de Jericó, y cuando a la séptima vez los sacerdotes hicieron sonar sus trompetas, exclamó Josué: “¡Gritad, pues Yahvé os ha entregado la ciudad!” Entonces todos los soldados y el pueblo levantaron el grito, y resonaron las trompetas fuertemente. Al momento, las murallas de la ciudad comenzaron a derrumbarse por todos sitios. Los israelitas, admirados por este prodigio, corrieron hacia Jericó, cada uno por la parte que tenía junto a sí; entraron impetuosamente en la ciudad y con la ayuda milagrosa de Yahvé la conquistaron. A Rahab, la mujer que había ayudado a los exploradores, la salvaron junto con su familia pues así se lo habían prometido y se quedó a vivir entre ellos para siempre.
Tras esta extraordinaria victoria los israelitas conquistaron otra ciudad cercana llamada Hai, y pronto cundió el pánico en toda la región.
Pueblos que ocupaban la Tierra Prometida al llegar los Israelitas
Los reyes de los pueblos cercanos, amorreos, heveos, jebuseos y otros, al sentirse amenazados, comenzaron a preocuparse y pensaban en cómo poder presentar batalla a Josué y a su ejército. Aunque una ciudad, que estaba próxima a Jericó, llamada Gabaón, ideó una treta para librarse del inminente ataque: Varios de sus habitantes se pusieron en camino hacia Josué vestidos con ropa muy vieja y rota, con el pan muy duro, con los pellejos donde traían el vino muy viejos y recosidos, los zapatos muy gastados, en definitiva, con aspecto de venir caminando muchos días desde muy lejos. Josué les preguntó: “¿Quiénes sois y de donde venís?” Ellos respondieron: “Venimos de una tierra muy lejana atraídos por la fama de Yahvé, tu Dios, pues conocemos lo que hizo por vosotros desde Egipto. Queremos ser vuestros aliados” Josué y los israelitas dudaban pero ellos dijeron: “¡Ved nuestro pan, está duro y hecho migajas, mas cuando salimos para venir a vosotros estaba tierno y caliente; ved estos cueros de vino, eran nuevos cuando los llenamos y ahora están rotos; también nuestros vestidos y nuestro calzado están gastados a causa de tan largo viaje!” Al comprobar lo que decían, Josué pensó que, efectivamente, aquel pueblo estaría muy lejano e hizo con ellos la alianza que requerían de que se les respetase la vida; y los príncipes de Israel estuvieron conformes y juraron también por Yahvé respetar la vida de los gabaonitas, pues así se llamaban los habitantes de Gabaón.
Pero al cabo de tres días después de haber pactado con ellos, los israelitas supieron que eran vecinos suyos y no pudieron apoderarse de la ciudad porque tal cosa supondría quebrantar el juramento de concederles la vida. Luego, Josué les llamó y les habló así: “¿Por qué nos habéis engañado?” Ellos respondieron: “Es que llegó a nosotros la noticia de la orden dada por Yahvé de entregaros todo este país y de destruir a sus habitantes delante de vosotros; y temiendo por nuestras vidas hemos hecho esto. También sabemos que nunca quebrantáis un juramento a Yahvé, así que haced con nosotros lo que os parezca bueno”
Josué los libró de la muerte pero les dijo: “A partir de hoy seréis leñadores y aguadores para todo nuestro pueblo y para el altar de Yahvé en el lugar que Él escoja” Y los gabaonitas se conformaron pues con aquella treta, por lo menos, habían salvado sus vidas.
Pero esto llegó a oídos de Adonisedec, rey de Jerusalén, en la montaña, que estaba al corriente de las rápidas conquistas realizadas por Josué, así que determinó aliarse con los demás reyes de las montañas, pueblos denominados amorreos, para formar un ejército capaz de vencer a Israel. Él y otros cuatro reyes más avanzaron con sus ejércitos hasta llegar a Gabaón y sitiarla por haberse aliado con Josué; una vez que conquistasen Gabaón pensaban derrotar a los israelitas y echarlos del país.
Bajo este montículo se hallan los restos de la antígua ciudad de Gabaón en Israel.
Subieron con sus ejércitos hasta Gabaón, pero, al verlos los gabaonitas enviaron urgentemente a Josué este mensaje: “No dejes de socorrer a tus siervos; sube enseguida y ayúdanos porque nos amenazan los reyes de las montañas” Nada más recibir esta noticia Josué dispuso lo necesario para acudir en defensa de la ciudad. Y Yahvé dijo a Josué: “No temas, porque no podrán resistir ante ti”
Tras una larga y rápida marcha nocturna, el ejército de Israel sorprendió a los reyes amorreos y los atacó con ímpetu. Muchos huyeron precipitadamente, y mientras corrían, Yahvé hizo caer sobre ellos una fuerte tormenta de granizo de gran tamaño que mató a muchísimos de ellos. Otros quedaron para la lucha, que se prolongó largo tiempo por ser muy numerosos los ejércitos. Viendo Josué que precisaba más tiempo para terminar la batalla, habló con Yahvé, y, a la vista de Israel gritó con fuerte voz: “¡Sol, detente sobre Gabaón!” Y el sol detuvo su trayectoria en el cielo hasta que la contienda finalizó y la victoria fue completa para Israel.
Esta gran victoria, que sería cantada por los antiguos poetas de Israel durante mucho tiempo, es una prueba clara que Dios ofrece a su pueblo para convencerle aún más de que está siempre de su parte; Dios multiplica los elementos de destrucción de sus enemigos. Primero el pánico que los hace huir, luego la espantosa granizada, y por si fuera poco, alarga el día hasta la derrota total de los amorreos.
Verdaderamente aquel fue un día grande para Josué y su ejército.
Pasaron los años y los israelitas conquistaron toda la tierra de Canaán. Josué, siendo ya viejo, distribuyó entre las tribus el territorio atendiendo a la voluntad de Yahvé, recordándoles el deber de agradecimiento que tenían con Dios ante quien deberían permanecer siempre fieles. Todos tuvieron asignada una parte del país según la familia y tribu a la que pertenecían. Solamente la tribu de Leví no tuvo tierras porque eran los encargados de los sacrificios a Yahvé, el Dios de Israel, lo cual era un privilegio que obtuvieron al unirse a Moisés contra los que habían adorado al becerro de oro en el desierto.
Algunos de los pueblos que los israelitas encontraron al llegar a Canaán realizaban horribles sacrificios humanos como los ammonitas (de la región de Ammón, que se ve en el mapa), los cuales sacrificaban a sus hijos pequeños al dios Molock (o Mólek), que era representado como una estatua de bronce. La ponían al rojo vivo con fuego y allí depositaban a los niños. Yahvé prohibió bajo pena de muerte a Israel ofrecer tales sacrificios.
Sacrificio de niños al dios Molock.
Vocabulario
Inminente: Que está próximo para suceder
Treta: Engaño, ardid, acción ingeniosa para conseguir algún intento.
Distribución de las doce tribus de Israel en la Tierra Prometida, o tierra de Canaán.
Se aprecian las zonas ocupados por las tribus de: Rubén, Simeón, (No está la de Leví porque los levitas se repartieron por suertes en 48 ciudades entre todas las demás), Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, (Efraín y Manasés, los dos hijos de José, para quienes este pidió a su padre Israel que tomaran parte en la herencia) y Benjamín.
Para la catequesis
- ¿Cómo crees que estarían los pueblos que habitaban Canaán antes de llegar Josué? ¿Tendrían mandamientos? ¿Adorarían a un Dios justo y bueno? ¿Practicarían la justicia, el amor y el respeto por la vida de los más débiles?
- ¿Qué crees tú que pretendía Yahvé, Dios de los ejércitos, al ayudar tan directamente al ejército de Josué para conquistar la tierra prometida?
- Cuando vino al mundo Jesús, el Mesías, ¿qué clase de conquista quería que practicaran sus discípulos?, ¿quería guerras?, ¿con qué armas?, ¿qué hizo Él?