Preparar la Navidad es transformar jornadas tristes por instantes llenos de ilusión. Los romanos y los galos creían que la celebración del “son invencido” en el solsticio de invierno, conjuraba toda clase de males que crean la imaginación por el frío y la noche. Era como conjurar la degeneración y la muerte mediante la vuelta del sol, señal de vida. El sol se esconde, vuelve, ¡viva el sol y celebrémoslo!
Se comprende que ante esta ignorancia del día aniversario del nacimiento de Cristo. La Iglesia de Occidente sobrepuso a la fiesta pagana el nacimiento histórico de “quien es la luz verdadera que ilumina a todo hombre en el mundo”.
La fecha de Navidad
La fecha de Navidad no ha sido elegida porque tuviera algún trasfondo de tradición cristiana, contrariamente a la Pascua, tiempo en el que se conmemora el misterio central del cristianismo: la muerte y la resurrección de Cristo que tuvo lugar en el tiempo de la Pascua judía que corresponde a la liberación de los judíos de Egipto.
Al mismo tiempo, el impulso dado a la celebración de la Natividad del salvador no se hizo para eliminar una fiesta pagana. Se inició por la fe de las comunidades cristianas de Oriente y Occidente en la época de las grandes disputas teológicas a propósito de la divinidad de Cristo. Algunos lo constataban afirmando que él era un ser humano que tenía “cualidades divinas”.
Los Concilios
Los primeros concilios ecuménicos (siglo IV) explicitaron y reafirmaron la doble naturaleza de Cristo en cuanto hombre y Dios. Se apoyaban en el Evangelio de la Natividad, en el nacimiento virginal de Cristo, al mismo tiempo que esclarecían la fe con las palabras de Jesús en la víspera de su pasión.
La polémica de Nestorio y Eutiques provocó los grandes concilios de Efeso y Calcedonia en los que se proclamó solemnemente el dogma de las dos naturalezas (divina y humana) en la única persona del Señor Jesús y, como consecuencia, se exaltaron las glorias y prerrogativas de María, Madre de Dios (Théotkos). Todo eso dio un impulso vigoroso a la piedad católica respecto al misterio de la Encarnación que encontró en san León el Grande y en san Pedro Crisólogo los predicadores más entusiastas.
De este modo se reencontró la importancia de su nacimiento y la celebración del mismo, no como un aniversario, sino como un misterio. La elección de la fecha en diciembre es pues”segunda” en relación con esta afirmación doctrinal fundamental.
Navidad y Pascua celebran la penetración de nuestra historia mediante otra dimensión. La Resurrección es una brecha hacia el futuro, mientras que la Encarnación, la Natividad es una apertura del infinito y del Amor en nuestra historia.
Adviento en Occidente
En la Iglesia latina nació hacia el siglo Vº como una forma de oponerse a las herejías de Nestorio. La fiesta de Navidad tuvo una preparación ascética en Ravena, Francia y España desde el fin del siglo IV y principios del Vº. La duración era de tres semanas, unidas a la preparación de los bautismos que se administraban entonces en la Epifanía. El concilio de Zaragoza (380) recuerda y prescribe a sus fieles que vayan a la iglesia desde el 17 de diciembre hasta la Epifanía.
Ascesis, oración, asambleas más frecuentes son las primeras características del tiempo de preparación a la Navidad, disciplina que se precisa con los años. San Perpetuo de Tours (480) instituye un ayuno de tres días por semana que van desde san Martín a la Natividad.
En la Liturgia Romana
En laliturgia de Roma, el Adviento aparece más tarde, en la segunda mitad del siglo VIº. Es un tiempo de preparación, pero sin consideraciones ascéticas. Se centra mucho más en la alegre espera de la fiesta de Navidad que se prolonga hasta la vuelta del Señor glorioso al fin del mundo. Los textos de Isaías y las palabras de san Juan Bautista son las grandes voces litúrgicas del Adviento.
Efectivamente, no se sabe nada con precisión acerca de los orígenes del Adviento litúrgico en Roma porque el sacramentario leonino (siglo Vº) se mutiló desde su inicio, aunque no mucho. Se puede sostener que el uso del patriarcado pontifical fue aquí idéntico al de Nápoles o al de Ravena. El sacramentario gelasiano habla de cinco semanas (siglo VII).
Las homilías de san Gregorio Magno(604) señalan cuatro semanas para el tiempo litúrgico del Adviento, pero sin la observancia del ayuno. Las cuatro semanas del sacramentario gregoriano se convirtieron en ley en Francia en el siglo 8º.
Hay u observar que los formularios de las semanas preparatorias a la Navidad tuvieron alguna dificultad en encontrar su sitio en el ciclo litúrgico anual. En el sacramentario gelasiano del siglo VII, las oraciones y las antífonas de este tiempo del Adviento se encuentran al final del santoral. Será preciso aguardar a los siglos 8-9 para encontrar las misas del Adviento al principio del ciclo litúrgico de Navidad.
La preparación de la Natividad en Oriente
La Iglesia de Oriente ha visto en el Adviento más bien la espera de la luz que va a nacer.
El Adviento bizantino tiende sobre todo hacia la Epifanía “fiesta de las luces” mientras que el Adviento latino lo hace hacia la Navidad, fiesta de la venida del Señor en nuestra carne. Para preparar la victoria de la luz debemos abrirnos cada vez más a esta luz y examinarnos en nuestra luz interior. Debemos dejar que “la luz que hay en e fondo de nosotros, guíe nuestros actos diarios. Hemos de vivir en una atmósfera de docilidad, verdad y sinceridad.
En la liturgia bizantina, el domingo que precede es el de la conmemoración de todos los que, desde Adán y Eva, los primeros creados hasta José, el esposo de la Madre de Dios, han anunciado la venida en la carne del Hijo de Dios con sus obras y palabras.
La liturgia une así a todos los antepasados según la carne, al mismo tiempo que los Justos y los Profetas, según las propias palabras del Señor: ”Cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es para mí un hermano, una hermana y una madre” (Mt 12,49).
En el rito caldeo y sirio, las semanas que preceden a la Navidad son las “semanas de la anunciación”. El Adviento se llama “Saboura” o el anuncio de la buena noticia. Evocan la Anunciación a Zacarías, la Anunciación a María seguida de la Visitación, la Natividad de Juan Bautista y la Anunciación a José.