Una vez vio fray León en sueños los preparativos para el juicio divino. Veía a los ángeles que tocaban trompetas y otros varios instrumentos y congregaban grandísima muchedumbre en un campo. A un lado colocaron una escala roja que llegaba de la tierra al cielo, y a la parte opuesta otra que era blanca, y bajaba del cielo a la tierra. En la cima de la roja apareció Cristo en ademán de un Señor ofendido y muy irritado. San Francisco estaba en la misma escala algunas gradas más debajo de Cristo, y bajando más, llamaba y decía con gran voz y fervor:
—Venid, frailes míos, venid confiadamente, no temáis, venid y acercaos al Señor, que os llama.
Al oír a san Francisco, corrieron a su encuentro los frailes y subían, muy confiados, por la escalera roja. Pero, cuando ya estaban todos en ella, comenzaron a caerse, quien del tercer escalón, quien del cuarto, quien del quinto o del sexto, y caían todos, uno tras otro, de suerte que no quedó ninguno en la escala.
A vista de tal desgracia, movido san Francisco a compasión de sus frailes, como padre piadoso, rogaba por sus hijos al Juez para que tuviese misericordia de ellos. Y Cristo le mostraba las llagas sangrientas y le decía:
—Mira lo que me han hecho tus frailes.
El santo, después de insistir un poco en la misma súplica bajó algunas gradas, y llamando a los frailes que habían caído de la escala roja, les decía:
—Levantaos, hijos y hermanos míos, tened confianza, no os desaniméis, corred seguros a la escala blanca y subid por ella, que así seréis admitidos en el Reino de los Cielos.
Corrieron los frailes, enseñados por su Padre, a la dicha escala, y en la cima apareció, piadosa y clemente, la gloriosa Virgen María, Madre de Jesucristo, y los recibió. Y así entraron sin ninguna dificultad en el Reino Eterno.
* * *
Noticias Cristianas: «Historias para amar a la Virgen»
en Historias para amar, página 50.