—¡Qué bueno estuvo el culto hoy Jorge!
—Cierto Eduardo, esa enseñanza del pastor sobre el rey David fue genial. ¡Qué gran hombre de Dios!
—Sabes Jorge, desde que dejé de ser católico me siento mejor: ya no fumo, no le pego a mi esposa, no trato mal a mis hijos. Definitivamente cuando era católico no sentía a Dios en mi corazón. Es más ni leía la Biblia.
—Es verdad Eduardo, esas misas aburridas, repitiendo lo mismo, y qué fastidio esa idolatría a María. Nada que ver con la María de la Biblia. Deberíamos mostrarle a los católicos que están errados…
—Ojalá Dios nos diera la oportunidad algún día de colocar a María como ella es realmente.
—Dios los bendiga hijos de Dios.
—Oh pero Eduardo, ¿que es esa luz tan fuerte?, ¡no puedo ver!
—No sé Jorge, parece un sol.
—Soy un ángel enviado por el Señor. Ha escuchado su oración y quiere darles la oportunidad de que puedan mostrar a la Virgen como ustedes creen que debe ser. Pero a cambio el Señor quiere que ustedes construyan un lugar de oración, donde ustedes quisieran orar y que Nuestro Señor Jesucristo se manifestara.
—Como no mi Señor. Para ti todo, claro lo haremos.
—Si Jorge, vamos a ponernos a trabajar por la obra.
—Bueno Eduardo, lo primero que debemos quitarle a la Virgen de los católicos es esa corona, ni que fuera reina. El único Rey de reyes es Cristo nuestro Señor.
—Cierto Jorge. Lo segundo que vamos a hacer es quitarle eso de «Inmaculada». ¿Quien diría esa blasfemia? ¿Que tal estos católicos? Hacer creer que María nació sin pecado como si Cristo no hubiera muerto por sus pecados.
—Eduardo, lo tercero sería quitarle ese título de «Madre de Dios». ¿Acaso Dios tiene madre? ¿Acaso María es más que Dios?
—Y por último nada de estar orándole, fue una buena mujer pero está muerta esperando la resurrección final.
—Eduardo, ¡creo que, ahora sí, esta María es la de la Biblia!
—Muy bien Jorge, ahora vamos a construirle al Señor Jesús su lugar de culto. Debemos hacerlo lo mejor posible. Tú sabes que para Dios es lo mejor. Así como Salomón usó los mejores materiales para construir el Templo. Así debemos hacer nosotros.
—Exacto. Vamos a comprar los materiales más finos y de mejor calidad. Estoy seguro que el Señor nos va a premiar por querer darle lo mejor a Él.
Tiempo después….
—Dios les bendiga hijos de Dios.
—¡Eduardo regresó el ángel!, mira
—Ya terminamos la obra que nos encomendó el Señor. Y también moldeamos a la Virgen como debe ser según la Biblia y no como esos paganos católicos.
—El Señor pide que se presenten ante él.
—Oh Jorge, qué momento más hermoso.
—Pero… ¿Señor Jesús por qué lloras?
—¿Hicimos mal lo que nos encomendaste?
—Queridos míos. Los amo como a nada en el mundo. Saben que no escatimé en hacerme hombre para poder salvarlos derramando mi sangre en la Cruz. Los he estado observando en todo lo que hacían, y me pone triste ver cómo despreciaban la obra de mi Padre y se gloriaban de su obra humana.
—Pero Señor…no entendemos.
—Miren lo que hicieron con mi madre. Mi Padre celestial escogió para mi venida a la Tierra a una mujer especial. La pensó desde antes de fundar el mundo, la preparó para esa misión que era recibirme y cuidarme, educarme y hasta el último instante de mi vida en la Tierra estuvo conmigo. Pero ustedes la cambiaron:
– Le quitaron la corona que mi mismo Padre le dio. ¿Acaso no saben que la Reina es la madre del Rey? ¿No han leído la Biblia que tanto dicen leer? Si ustedes proclaman en 2 Tim 2, 12 que reinarán conmigo ¿por qué se atreven a no dejarla reinar a ella también? Si ella no es Reina, no es mi madre porque la madre del Rey es la Reina. ¿Es esa la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su inmaculada concepción. Y con eso también van en contra de la Palabra. ¿No saben que nada impuro entra en la presencia de Dios? Si ella estuviera contaminada de pecado, ¿cómo creen que yo hubiera estado en su vientre? ¿Cómo pueden pensar que mi Padre me hubiera enviado a un vientre pecador? Dios le aplicó a mi madre de manera preventiva los méritos de mi redención. ¿Si ella es una pecadora cómo pudo darme su carne? ¿Es esa la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su maternidad divina. ¡Ay! eso sí que me duele. Cuantas veces ustedes en sus oraciones no me proclaman como su Dios y Salvador, y ahora vienen a decir que la mujer por la que vine al mundo no es la madre de Dios. ¿Acaso para ustedes ya dejé ser de Dios? ¿o ella ya dejó de ser mi madre? Si ella no es madre de Dios entonces que soy yo para ustedes? ¿Esa es la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su intercesión y la declararon muerta. ¿Acaso no leen en la Palabra que Dios es un Dios de vivos no de muertos? ¿Se les olvida que mi primer milagro en Canaán lo hice porque ella me lo pidió como madre? Así como al pie de la cruz estuvo esperando recibirme en sus brazos, así está ella ahora orando ante mi por ustedes incluso.
—¿Esa es la madre que quieren para mí? Si ustedes hubieran tenido que escogerme una madre, me hubieran escogido a una pecadora? ¿A una que no daría a luz al Verbo Divino?, cuyo ¿no sería Rey por ella no ser reina? Cómo me duele mis hijos que eso es lo que ustedes me darían como madre.
—Señor, de verdad que no lo habíamos visto así. De verdad que no entendíamos a la Virgen. Nos habíamos enceguecido por adorarte sólo a ti que no queríamos descubrir el papel de tu madre en el plan de Salvación .
—Sí Señor, yo también me siento muy mal. Verte llorar por lo que hicimos, y saber que es lo que hacen muchos hermanos nuestros que se dicen llamar cristianos y no valoramos a tu madre como sí hacen los católicos.
—Queridos míos, y más doloroso aun es ver que la construcción que ustedes hicieron fue con los mejores materiales; ahí no escatimaron gastos, buscaron lo mejor y más fino. Quisieron glorificarme dándome un lugar digno de mi, pero en cambio el lugar que mi Padre quiso para mí, ese vientre inmaculado les parecía absurdo y anti-bíblico.
—Ay Señor. Ya por favor no sigas que sentimos un nudo en la garganta. Perdónanos, te prometo que de ahora en adelante le daré a tu madre el lugar que se merece, y eso sólo puedo hacerlo en una sola Iglesia. ¡Te amo Jesús!!
—¡Eduardo, despierta! ¡¡¡Eduardo!!!! Levántate, ya se acabó el culto. Te quedaste dormido
—¡Ay Virgen Santa!
—Oye Eduardo estás loco, deja de decir eso. ¿Acaso tuviste una pesadilla?
—No. Al contrario. Tuve la mejor revelación de mi vida: El llanto de Cristo
* * *