Juan Bautista de Rossi nació el 22 de febrero de 1698 en un pequeño pueblo llamado Voltaggio, cerca de Génova, en Italia. Desde muy pequeño, Juan Bautista mostraba un gran amor por Dios. Le gustaba rezar, aprender sobre Jesús y ayudar a los demás. Soñaba con ser sacerdote y servir a las personas más necesitadas.
En su época, muchas personas habían olvidado lo que significaba vivir como verdaderos cristianos. Algunos pensaban que la fe era sólo para gente importante y que no hacía falta ayudar a los pobres o vivir con humildad. Pero Juan Bautista no pensaba así.
A los 13 años fue a estudiar a Roma, en un colegio muy importante. Allí conoció a sacerdotes y maestros que lo ayudaron a crecer en su fe. Participaba en un grupo donde visitaban enfermos, pobres y personas sin hogar. Todo esto lo fue preparando para ser un sacerdote muy especial.
Cuando se hizo sacerdote en 1721, Juan Bautista hizo una promesa muy importante: no aceptaría ningún cargo que lo alejara de ayudar a los demás. Comenzó a trabajar en un hospicio para personas pobres, donde daba consuelo, comida y mucho amor a quienes lo necesitaban.
A lo largo de su vida, Juan Bautista visitó cárceles, hospitales y calles donde vivían personas abandonadas. Ayudó a muchos niños pobres, enfermos, presos y mujeres sin hogar. Él no quería que nadie se sintiera solo ni olvidado.
Aunque no quería tener cargos importantes, tuvo que aceptar uno por obediencia: ser canónigo en una iglesia de Roma. Aun así, siguió haciendo lo mismo: ayudando a los más necesitados con alegría, humildad y mucho amor.
San Juan Bautista de Rossi fue un ejemplo de cómo vivir con verdadero amor cristiano. Nunca buscó fama ni riquezas. Vivió como Jesús: haciendo el bien en silencio, ayudando a todos, especialmente a los más humildes.
Murió el 23 de mayo de 1764, siendo muy querido por el pueblo de Roma, que lo llamaba “el padre de los pobres”. Muchos años después, fue declarado santo por el Papa León XIII, quien reconoció que su vida fue un reflejo del amor de Dios en la tierra.
Hoy, San Juan Bautista de Rossi nos enseña que todos podemos ser santos si amamos a Dios y ayudamos a los demás con el corazón.